#10: Pez sin agua
La negación era un baile que conocían desde el nacimiento. Así como las aves sabían volar y los caballos instintivamente corrían a los pocos minutos de nacidos, la negación era algo inherente en la sexta generación. Era lo que los mantenía cuerdos, la antorcha en sus manos cuando la luz al final del túnel se apagaba, el ancla que evitaba que se perdieran en el océano; era su mecanismo de supervivencia predilecto y su forma preferida de hacerse daño. Cada uno de ellos era un artista, entrenado por las generaciones anteriores, en la práctica de modelar la realidad. No obstante, y como en cualquier baile que dura más de dieciséis años, sus pies comenzaban a sangrar.
La tensión se sentía en el aire, más difícil de ignorar que el frío que los obligaba a reunirse en torno a la fogata. La verdad era que todos querían estar solos. No obstante, no sería posible. Aries no aceptaría mantener más de un fuego en el interior y nadie tenía ganas de encerrarse en una de las habitaciones abandonadas en medio de una tormenta de nieve. Los copos blancos golpeaban con los sucios vidrios, afuera el mundo se veía tan pacífico, tan hermoso... Alguien a su derecha soltó un suspiro.
Nadie se atrevía a proferir palabra. ¿Qué demonios se supone que dirían en esta situación? De hablar, tendrían que reconocer lo que acababa de pasar. O no. Podían simplemente no mencionarlo; apretar con fuerza la venda que ellos mismos pusieron sobre sus ojos y dejar que la negación los guiara en la pista de baile psicológica. Podían hacer como que nada había pasado, como si las cosas siguieran bien, por lo menos hasta que la nevada pasara. Pero ignorarlo se sentía como la mayor falta de respeto posible.
Dudaba que alguno de ellos tuviera el valor de romper la presa. Alguien necesitaba dar el primer paso, después las piezas caerían. ¿Quién lo haría? De las dos personas que solían hacerlo, una estaba bajo tierra y la otra deseaba estarlo. Alrededor de la fogata sólo estaban nueve.
Sintió el delgado cuerpo de Libra recargarse contra él. Lo miró por el rabillo del ojo, echando su cuerpo hacia el otro, su manera de hacerle saber que ahí estaba, antes de regresar sus avellanas ojos a las flamas. Se concentró en su respiración, en lo pesados que sentía sus párpados, en el nudo en su garganta y en el sonido que el viento hacía al correr entre los árboles del exterior.
Estaba exhausto. ¿A quién le tocaba estar de guardia? Ahora fue él quien soltó el bufido, ¿acaso seguía importando? Quería meterse a su saco de dormir, a pesar de que dudaba poder pegar ojo y, de hacerlo, estaba la muy probable posibilidad de tener pesadillas. Si ahora que estaba despierto tenía que hacer un esfuerzo consciente por no perderse en los oscuros pasillos de su mente, no quería averiguar de qué escenarios retorcidos le tenía reservados su subconsciente.
La negación sólo lo salvaría si se aferraba a ella con todas sus fuerzas.
— Tengo sueño— Murmuró Libra, bajito, con la intención de sólo ser escuchado por el otro. No obstante, el silencio era tal que sus palabras resonaron como amplificadas.
El primero en reaccionar fue Tauro. El pelirrojo se palmeó las rodillas, levantándose de su lugar y dirigiéndose a donde su saco de dormir estaba extendido. Todos lo observaron estupefactos, cerebros en cortocircuito, era casi irrisorio, pero era el toro después de todo. Por supuesto que estaba esperando que alguno lo insinuara para actuar. Virgo soltó un resoplido divertido, Cáncer blanqueó los ojos y Sagitario bostezó. Llevaban casi un día entero sin dormir, era lógico que estuvieran al límite. Una vez Tauro estuvo metido en su capullo, los demás cayeron en cuenta que no era una broma: El bastardo en verdad iba a dormir.
— ¿Qué?— Preguntó al notar todas las miradas sobre él— Nuestro desvelo no va a cambiar la situación.
— Cabrón— Farfulló Escorpio, antes de estallar en una carcajada que hizo a todos posar su atención sobre él. No lo encontraba para nada divertido, no obstante, su sistema nervioso necesitaba liberar la tensión de alguna manera— Te atreves a decirlo en voz alta porque ni Acuario ni Aries están aquí.
— Por supuesto— Le espetó el signo de tierra— Soy de los pocos de la sexta que no tienen tendencias suicidas aún.
Mierda...
La elección de palabras fue tan pobre que bien podría ser un miembro de su generación. El silencio que lo siguió fue denso, casi impenetrable. ¿Qué clase de comentario era ese? Ofiuco volteó a ver a Libra, mandíbula en el piso, sin poder creer a sus oídos. Era un comentario bastante mórbido, inclusive para Tauro. Sin recibir reacción, el toro se cubrió los ojos con el brazo y los dejó por el reino de los sueños. Libra tenía la misma expresión sorprendida, un «Así que lo dijo...» sin palabras. Cáncer consideró por un segundo presionar la cara de su amigo contra la almohada hasta que dejase de batallar, pero desechó la idea rápidamente, no queriendo darle más atención de la ya dada.
Después del fiasco del pelirrojo, nadie se atrevió a decir otra cosa. Se quedaron sentados en torno a la fogata, observando cómo el fuego consumía la madera y los folletos turísticos. Géminis hizo café para mantener despierta a una armada, las tazar eran rellenadas cada pocos minutos, lo cual causaba piernas ansiosas y manos temblorosas. Los mapaches pasaron de intentar distraer a Sagi y a Virgo a unirse a Tauro. Ninguno de ellos quería dormir, pero no había nada mejor que hacer.
Ofiuco levantó la mirada, la puerta del cuarto donde sabía a su mejor amigo seguía abierta, pero ya nada se escuchaba. Suspiró pesado. Esperaba que Acuario por fin hubiera sucumbido al cansancio. Cuando regresó su mirada a sus manos, los ojos de Libra estaban clavados en él. Forzó una sonrisa de lado, labios apretados, al ver la preocupación en el rostro ajeno.
— ¿Quieres intentar dormir?— Le preguntó el signo de aire en susurro. Negó.
— Puedes hacerlo si quieres, yo...— Su mirada volvió a donde el signo del jarrón se encontraba, y de vuelta al castaño a su lado— Lo voy a esperar— Libra asintió en silencio.
— Voy a hablar con Gem— Le dijo, un leve apretón en su brazo antes de que su pareja se levantara de su posición— También me preocupa.
Sin más, se quedó solo frente al fuego.
Ofiuco no podía evitar sentirse abrumado. Era demasiado, demasiado pronto. Pensó en la extraña dinámica que la generación tomó. Aries simplemente se fue, sin decir una palabra, sólo se alejó de todos. Acuario no saldría de la habitación donde todo había pasado. Pero no solo ellos optaron por acciones extrañas. La mayor parte del tiempo, Ofi se sentía como un espectador, como si siguiera dentro de su cápsula de vidrio, sin pertenecer en verdad, las consecuencias de pasar una mayor parte de su vida aislado. Por eso mismo se contentaba con observar. Géminis no podía estar quieto, debía hacer algo, y ese algo fue preparar café. Tauro le arrebató su libreta a Cáncer, un movimiento cuestionable, pero que todos parecían entender, y se la confió a Escorpio, quien parecía buscar a alguien cada cierto tiempo. Leo se contentaba con beber de su humeante taza, manos entrelazadas con Escorpio, mientras Virgo murmuraba algo incomprensible. Sagitario había intentado jugar con los mapaches, pero ahora se limitaba a acariciar su peluche en silencio.
Cuando el sol saliera, tendrían que encarar lo que había pasado. Se acordaba de lo que tuvieron que hacer después de huir de la ciudad, cómo el mundo no se detuvo por ellos y esto no podía ser diferente, ¿verdad? En la mañana, Aries regresaría y se pondrían a trabajar, ¿no?
Ya sea porque deben hacerlo o como una forma desesperada de evitar perderse en sus mentes, la sexta generación no estaba acostumbrada a sentarse y ver el tiempo pasar. Se mantendrían ocupados, porque es lo que las otras generaciones les habían enseñado como modo de vida, porque de quedarse quietos sus sombras los alcanzarían.
— ¿Qué hacen despiertos?
La voz de Acuario es la que cortó el silencio. Ofiuco se levantó por reflejo, casi derramando la caliente bebida con su pie. La expresión de su mejor amigo era horrible, ojos hinchados y rojos, su cuello adornado con nuevas heridas lineales y el cabello revuelto. El castaño se tuvo que forzar para dejar de escudriñarlo con tanto descaro, un pie después del otro para acercarse a él. Cáncer los observaba, confundido, llevó sus manos a su muñeca, pero su libreta no estaba.
El cobrizo pasó sus gélidos ojos entre Cáncer y el resto, deteniéndose sobre la constelación, más preguntas que respuestas. Pasó lista en un segundo, notando que el líder no se encontraba con ellos, y se encogió de hombros.
— No puedo creer que Tauro sea el ejemplo— Prosiguió. Desde su saco de dormir, el mencionado le pintó el dedo.
— ¿Acuario?— Ofiuco se maldijo por la forma en la que su voz se quebró al pronunciar el nombre. Por un segundo, la máscara de falsa calma que el cobrizo se pegó al rostro dejó ver un poco de la tristeza que cargaba, para ser reemplazada con una media sonrisa— ¿Estás...?
— Deberían dormir, mañana tenemos un día muy cargado— Fue lo que recibió como respuesta.
Negación. Si había algo que Acuario detestaba, era no estar en control de la situación. Lo miró, incapaz de esconder su angustia, y el cobrizo sólo le blanqueó los ojos antes de darle la espalda. Pensó en cómo su mejor amigo se sentía, en el dolor que él mismo estaba experimentando, multiplicado por todos los momentos que el jarrón pasó junto a Piscis, más el hecho de poder escuchar lo que los demás pensaban. Sacudió la cabeza, la sola idea lo abrumaba, era un jodido milagro que Acuario no hubiese enloquecido a este punto. Quizá lo había hecho. Quizá todos habían perdido la escaza cordura que les quedaba.
El signo de aire se apresuró a subir los escalones otrora congelados, sus manos de regreso a su cuello para seguir rascando, sin decir otra palabra. Ofiuco se quedó con las palabras atoradas en la garganta, sin encontrar la fuerza para proferirlas, sin saber si era lo correcto. Tenía miedo de arruinar la débil calma que se había instalado, por más mentira que fuera, porque no tenía experiencia en esto.
¿Qué se le dice a su mejor amigo después de que su novio murió? No. ¿Qué se le dice a su mejor amigo después de que su novio se congeló hasta la muerte? Tampoco. ¿Qué se le dice a su mejor amigo después de que la habilidad de su novio se saliera de control y lo matara? Casi, pero todavía no era lo que tenía en mente...
¿Qué se le dice a su mejor amigo después de que el amor de su vida muriera congelado en sus brazos, a causa de una habilidad otorgada por científicos locos jugando a ser dioses, iniciando la temporada de colapsos para el resto de la generación?
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Contrario a las plegarias comunitarias, la mañana siguiente se dieron cuenta de que no había sido un sueño. Lo había vivido con Capricornio, y con dos generaciones antes, pero siempre le sorprendería la facilidad con la que un nuevo día comenzaba después de algo como lo de la noche anterior. Lo hacía sentirse insignificante. El mundo seguía avanzando, la titánica roca sobre la que habitaban seguía girando alrededor del incendio cósmico, las estrellas no lloraban las muertes de las efímeras vidas que las observan desde abajo.
Eventualmente, el cansancio los venció. Despertó varias veces a lo largo de la noche, la cabeza de Escorpio sobre su pecho, sintiéndose desorientado. Leo no se sentía para nada descansado, pero el resto de la generación ya salía de sus sacos de dormir y tenía que seguir la pista. Abrió los ojos un poco, afuera los rayos del sol se reflejaban en la blanca nieve y amenazaban con quemar las retinas de quien osara a verlo por mucho tiempo. Usó una mano para proteger sus ojos de la luz, la otra aun descansando sobre los negros mechones del signo de agua. Parpadeó un par de veces, intentando acostumbrarse al brillo, antes de girar su cabeza hacia la derecha, donde el peliblanco estaba.
Por supuesto que Virgo ya estaba despierto, taza de café a su costado, mientras leía algo en su libreta. Tenía el ceño fruncido y sus labios se movían como si estuviera hablando, pero sin emitir sonido. La familiaridad de la escena lo hizo relajarse un poco, sonrió apenas, moviéndose un poco para estar en una posición menos incómoda. Lo que tuvo como respuesta fue un quejido por parte del que lo usaba como almohada.
Vio a Escorpio hacer un mohín, enterrando su rostro en la tela de su abrigo, mientras balbuceaba algo que nadie podría comprender. La mano de Leo comenzó a acariciar el negro cabello casi por reflejo. Sintió el cuerpo sobre el suyo relajarse, volviendo a caer en el reino de los sueños.
— Hora de despertar— Le murmuró al más pequeño, aun pasando sus dedos entre los azabaches mechones. Escorpio masculló algo parecido a un «No», rostro contra la tela— Escorpi.
— Escorpio— Dijo Virgo, después de un bufido, sin levantar la mirada de su libreta— Deja de babear a Leo.
Como si el signo de la doncella hubiese pronunciado algún tipo de encantamiento, el pelinegro se levantó de inmediato. Su rostro cubierto por el sonrojo, limpiando las comisuras de sus labios con su manga a la velocidad de la luz, mientras la más tierna expresión de pena obligaba a sus ojos a abrirse como platos, cuando estos sólo querían cerrarse. Leo no pudo contener una carcajada que murió apenas abandonó sus labios. Escorpio intentó asesinar con la mirada al peliblanco, pero este ya había vuelto su atención a su cuaderno, dejándolo sólo con su vergüenza.
— Perdón por babearte— Murmuró, sus grises ojos clavados en el piso, en un tono tan bajito que sólo los murciélagos podrían percibir. Se volvió a limpiar los inexistentes rastros de saliva de su cara, antes de levantarse de su posición.
— Hey— Lo llamó. No. Leo lo haló de la manga, obligándolo a regresar a su lugar de origen. Escorpio hizo como que batalló por un segundo, antes de rendirse y permitirle al signo de fuego acariciar su cabello. ¿Quién en su sano juicio escogería el frío mundo cuando podía quedarse sobre el león toda la mañana? Sus parpados volvían a ser pesados, estaba tan cansado— ¿Quieres café?— La voz de Leo se escuchaba lejana, amortiguada por el sopor, tan calmada que lo arrullaba aún más.
— ¿Todavía queda?— Farfulló Virgo sin levantar sus rojos ojos de la libreta. Frunció el entrecejo por un segundo, retrocediendo una página, luego soltó un bufido frustrado— Géminis, Libra, ¿Cuánto café han hecho?
Escorpio levantó la cabeza de su almohada humana, para acompañar a el resto de la generación en una mirada inquisitiva hacia el signo de tierra. Ante el prolongado silencio, Virgo alzo la vista. Algunos permanecían en sus sacos de dormir, ninguno osaba a hablar en voz alta, y el dúo interesado estaba parado al lado de la pequeña olla donde se hacía el café para las mañanas. No había rastro ni del líder ni del sociópata que siempre quiso serlo.
Antes de huir de la ciudad, Libra y él insistieron en la importancia de empacar suficiente café para mantener una armada en medio de la guerra. Un par de raros preferían el chocolate caliente o el té, pero nada como una taza de ansiedad líquida para empezar la mañana. O terminarla. O en cualquier momento entre estos. No por nada estaban a mitad de sus reservas en un tiempo absurdamente corto.
Su libreta no mentía. No era una libreta como la de Cáncer; el cangrejo usaba ese montón de papeles para recordar lo que estaba pasando al momento, una forma de hacer tolerable la contraparte de su habilidad. La libreta de Virgo estaba llena de cifras, en lugar de eventos. Páginas y páginas llenas de números y rayones que nadie más comprendería. Él era el encargado de llevar el inventario, después de todo. Un poco del peso que debería estar sobre los hombros de los dos líderes, pero que él asumió con gusto porque, para qué mentir, le encantaban los números, era bueno en eso y se notaba. Antes, Aries era la fuerza y Capricornio la mente, y después fue Géminis, pero este último estaba demasiado triste para ser efectivo, y no se podían permitir un error en algo tan delicado como la cantidad de comida con la que contaban. No obstante, eso venía con su porción de preocupación; ver los números bajar con cada día que pasaba sin poder hacer nada para detenerlos no podía ser tan bueno para su salud mental. Su libreta le gritaba que debían reducir la velocidad con la que sus escasas reservas eran consumidas.
Ahora más que nunca...
— ¿Esa es tu manera de pedirnos hacer más?— Respondió Libra, casi desafiante. La forma en la que sus ojos iban y venían entre Virgo y Ofiuco y su pie derecho tamboreaba el piso delataban su ansiedad.
— Esa es mi manera de decirles que se detengan.
Tragó en seco. Miró la taza a su lado, sintiéndose como un hipócrita por decirlo. Tenía un motivo, sin embargo. Se mordió el interior de su mejilla, considerando una última vez si decirlo o no. Contrario a Acuario, él no había tomado un papel importante en la generación porque buscaba poder, ese jueguito de falso control le daba igual. A lo que iban sus divagaciones: Odiaba ser el que debía dar noticias tan importantes. Eso se lo dejaba a Aries. Pero, desde la noche anterior, el líder estaba ausente. La ansiedad que sentía amenazaba con agujerear su estómago. Tomó aire. En verdad no quería decirlo.
— ¿Ahora vas a ser la policía del café?— Le reprochó Géminis. El signo de los gemelos se veía de la mierda, ojos rojos e hinchados, cabello apuntando en todas direcciones, ojeras, la consecuencia de sentir todo al mismo tiempo.
— ¿Cuánta agua han gastado en hacerlo?
Uno a uno, el tiempo que les tomaba a sus adormilados cerebros procesarlo, Virgo vio como los rostros de todos los presentes pasaban de la confusión al pánico.
Se sintió un poco culpable por ser el que rompió la burbuja, pero la culpa no era del mensajero, ¿verdad? Cada uno de los miembros de la generación observaron sus tazas por un segundo, ojos horrorizados al comprender las implicaciones de lo revelado, bocas siendo abiertas y cerrada sin emitir sonido, como peces fuera del agua.
Los sucesos de la noche anterior lo habían obligado a empezar una nueva categoría en su preciada libreta. Desde que abandonaron el laboratorio, los recursos comestibles eran anotados de manera casi religiosa, junto con los materiales médicos que Aries y Cáncer consiguieron de alguna forma. Cuando huyeron del complejo, no tenían nada a lo que pudieran llamar suyo, por lo que su inventario se reducía a comida y medicinas. Y después tuvieron que abandonar la ciudad. A pesar de las instrucciones de los líderes de no cargar con cosas dispensables, ninguno de ellos obedeció al cien por ciento, porque ahora tenían cosas que les pertenecían. Su lista se volvió más compleja, también, con categorías para la comida, diferenciación entre los granos, pastas y harina, hasta las comidas instantáneas en sobre que robaron de las tiendas; inclusive llevaba registro de los dulces y chucherías nada buenas para el cuerpo, pero excelentes para la moral. La lista de enseres médicos cambió mucho, a pesar de que intentaron mantenerla lo menos alterada posible, y era vigilada con una insistencia absurda. No obstante, desde el inicio, Virgo nunca se vio en la necesidad de llevar un registro del agua con la que contaban. Después de todo, ¿para qué hacerlo? Si necesitaban más, bastaba con que Piscis pusiera más hielo a derretir.
Sólo que Piscis ya no estaba con ellos...
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Con cada paso que daban de regreso a la casa, la tristeza y ansiedad crecían en el fondo de su mente. Ir a revisar las trampas le proporcionó un momento de paz, alejado de todos, pero todo lo bueno tenía que terminar. Las horas de sol eran cada vez más reducidas, y la idea de estar afuera en el bosque, donde mínimo un oso se encontraba, de noche, no lo llamaba en lo absoluto. No obstante, las emociones vaciadas en su mente casi lo hacían considerar a los árboles y la nieve acogedores.
Entraron por la ventana que usaron para salir, Virgo los esperaba con una tabla que usó para trabar el marco de su puerta provisoria, lo más cercano que estarían de sellar la ventana. Los mapaches pasaron corriendo entre sus pies, haciéndolo soltar una maldición, casi tropezando por querer evitar las peludas colas, un resoplido de frustración antes de gritarle al peliblanco que controlara a sus bestias. Regresaron con las manos vacías, para continuar con su racha de mala suerte. Eso, sumado a lo húmedo que su pantalón quedó después de caminar entre la nieve y el frío que lo calaba hasta los huesos... No estaba de humos para tonterías.
Gracias a las estrellas nadie hizo preguntas al verlos regresar. Libra y él se fueron directo a por un cambio de ropa, lo último que necesitaban era terminar enfermos. Si seguían con las tonterías, más de uno perdería la cabeza.
El lado positivo era que nada había caído en las trampas. Lo que significaba que para la cena tendrían que preparar algo de los sobres de comida instantánea que habían empacado. Odiaba la comida instantánea, pero no se sentía con las energías para hacer una comida casera. Pasó por el saco de dormir de Cáncer, donde el botiquín era guardado, y tomó un analgésico como si fuera un caramelo. Ni siquiera necesitó de agua para tragarlo. Sacudió la cabeza, alejando los pensamientos sin sentido que esa idea trajo a su mente. Se obligó a concentrarse en lo que podía hacer por el momento. Y, en este segundo, podía comenzar a preparar la cena.
Cruzó a paso lento el pequeño campamento instalado en el centro de la recepción del edificio abandonado. Pasó lista mental, los mismos nueve signos que la noche anterior y las dos pestes monocromáticas. Soltó un suspiro, cerrando los ojos, intentando descifrar el cúmulo de emociones ajenas instalado en su mente, tratando de separarlos, de darles dueños. Eso sólo empeoró su cefalea. Al abrir los ojos, el fuego le pareció innecesariamente brillante.
— ¿Te han dicho si va a seguir nevando esta noche?— Preguntó al signo de la doncella. Virgo intentaba calmar a sus dos amigos peludos, sin mucho éxito, y tardó un segundo en procesar lo que Géminis le dijo, ojos abiertos como platos.
— Los voy a matar— Murmuró, llevándose las manos a las sienes y masajeando. Así que a él también le dolía la cabeza— Todo el maldito día no se han callado, pero no dicen nada. ¿Leo?— El mencionado estiró la mano, tomando del brazo a Escorpio y alzando la muñeca ajena para poder leer la hora en el viejo reloj que nadie sabía cómo seguía funcionando.
— Aún te falta una hora, lo siento— Le respondió, dejando libre el brazo ajeno. El menor ni pareció molestarse por la acción.
— Debería nevar— Prosiguió el signo de tierra— Pero no es nuestra semana.
— Ni nuestro año— Completó Escorpio. ¿Así que sí estaba prestando atención?
— Ni nuestra vida, si a esas vamos— Concluyó Tauro, sentado al lado de Cáncer.
— De cualquier manera— Géminis recuperó las riendas de la conversación, tenía que ponerse a cocinar, no podía seguir perdiendo el tiempo— Coloquen los trastes, por si acaso.
Por primera vez en sus vidas, el dúo de aire no tenía de qué hablar. Géminis lo odiaba. Lo odiaba porque sí tenían de qué hablar, pero no querían hacerlo. El inicio de la temporada de colapsos era algo importante, era el suceso. Ellos eran B, toda su vida habían sabido que ninguno de ellos sería de los primeros en colapsar. Primero caían los C. Los más poderosos, pero también los más inestables. Y, siguiendo esa lógica, los últimos serían los A. De vuelta en el laboratorio, cuando pensaban que esa sería toda su vida, siempre creyeron que el inicio de su temporada de colapsos estaría lleno de murmullos en los pasillos. Sí, sería triste y aterrador, pero no eran cercanos a ninguno de los dos (¿tres?) C, no les dolería más de lo necesario. Pero aquella vida en el laboratorio se sentía tan lejana que ni siquiera parecía real. Se suponía que primero moriría Aries o Piscis, el orden les daba igual, y luego empezarían a caer los B, lo cual sería horrible, pero Géminis vivió toda su vida con la certeza de que sería él quien dijera adiós. Los A siempre se iban al final...
No obstante, ahora nada era seguro. Sí, Piscis había inaugurado la temporada de colapsos, pero no fue el primero de la generación en morir... Así no se suponía que serían las cosas.
Prepararon la comida en silencio, Libra caminando de puntas sobre delgado vidrio, demasiado asustado para sacar el tema de la muerte frente a su mejor amigo, especialmente después de lo que pasó con Capricornio. Sirvieron la comida sin intercambiar palabra, a pesar de que se sentía como si se estuviera ahogando. Quería volver a hablar con su mejor amigo de todo y de nada, un deseo egoísta e infantil, porque estaba tan necesitado de sentir algo familiar. Aun así, llevó los platos en silencio, tomando su lugar entre su novio y su mejor amigo, haciendo lo mejor por ignorar la cantidad absurda de asientos vacíos, mientras fingía que tenía apetito.
Géminis odiaba a Aries. Lo odiaba porque no se había aparecido desde que Piscis colapsó, dejándolo con el peso de la generación sobre sus hombros. Él era el primero al mando, debería ser él quién dirigiera a todos, quien intentara resolver la próxima escases de agua, quien tuviera que preocuparse por eso. Géminis nunca quiso ser uno de los líderes, ni siquiera le gustaba que Capri lo fuera, pero de nuevo no tenía opción. No cuando podía sentir la ansiedad de todos. Le forzó una sonrisa a Libra, negando antes de que este hablara, mientras tomaba uno de los platos extras y subía las escaleras. Esto terminaba ahora.
Por razones bastante evidentes, estuvo todo el día intentando poner la mayor distancia posible entre él y Acuario. El dolor de perder a su pareja, él ya lo conocía de primera mano, no quería experimentarlo de nuevo, no tan frecuente, no cuando tenía el propio. Miró con hastío la mezcla extraña de salsa amarillenta y las verduras deshidratadas que parecían plástico, el humo que salía de la comida, y se armó de valor.
Cada escalón era más difícil que el anterior. Al acortar la distancia, los sentimientos ganaban fuerza. Parpadeó un par de veces para alejar las lágrimas de sus ojos, su mano comenzó a temblar gracias a la ansiedad, y la presión en su pecho le impedía respirar. En más de una ocasión se dijo que podía dar media vuelta y largarse de ahí, que no tenía que someterse a ese nivel de tortura emocional, que lo había intentado... Pero no se podría perdonar no continuar. Al llegar a la cima de la corta escalera, se sintió como si hubiera escalado el monte Everest. Sus pasos resonaron en el pasillo, el piso de madera vieja rechinando bajo su peso. Cuando su mano estuvo a milímetros de tocar la puerta, lo escuchó:
— Lárgate.
Sonrió. No era burla ni lástima, era un sentimiento al que no podía ponerle nombre. Hizo malabares para balancear el plato en una mano y girar la perilla con la otra. La puerta se abrió con un crujido, una habitación consumida por las penumbras, ventana cubierta por trozos de periódicos de más de una década de antigüedad, en la esquina más alejada, el cuerpo de Acuario se encogía sobre sí mismo, brazos abrazando sus piernas, la única fuente de luz era el fuego a su espalda, que hacía brillar rojo a los cabellos ajenos.
— Te traje de comer— Dijo, invitándose a sí mismo a entrar a la habitación. Caminó en silencio, largas zancadas, hasta estar enfrente del signo del jarrón. Colocó el plato en el piso, sólo para ver cómo el otro lo alejaba con su mano.
— Ya me dejaste la comida, ahora vete— Su voz era más ronca que de costumbre. Géminis podía verse en el más bajo, en lo mal que estaba. Soltó un suspiro antes de deslizarse por la pared hasta quedar sentado al lado del otro. Cerca, pero no lo suficiente para que Acuario lo alcanzara— Hablo en serio, Dionizy, fuera— A pesar de su estado, seguía ladrando órdenes. Géminis rio.
— Pensé que eras más inteligente que esto, Vladmiri— Contestó, llamando la atención del contrario— Digo, de toda la generación yo soy la única persona que puede entenderte, ¿seguro que quieres quemar ese puente?
— Tú no entiendes mierda.
— Tienes razón— Suspiró de nuevo. A este paso, era un milagro que le quedara oxígeno. El milagro más nulo del universo, si podía agregar— Y, aun así, soy el que más lo comprende.
Se quedaron en silencio por un momento. Géminis sabía que Acuario lo entendía, era jodidamente inteligente, después de todo.
— No quiero tu lástima.
— No siento lástima por ti, te estoy devolviendo el favor— Cada palabra era honesta, ambos lo sabían. Géminis no cometería la equivocación de sentir por otros lo que tanto había odiado cuando fue su turno de enterrar a su novio— Ellos creen que lo entienden, ¿sabes? Y su dolor no es falso, eso te lo puedo asegurar... Pero no lo entienden, no como nosotros lo entendemos, no pueden hacerlo— Continuó. La cabeza de Acuario volvió a esconderse entre sus brazos, un sollozo casi imperceptible— Para hacerlo, tendrían que vivirlo y...— Tragó saliva, el nudo en la garganta era suyo, no un simple reflejo del dolor ajeno— No sabes cuánto lo siento, Vlad, no tendrías que entenderlo.
Lo dejó llorar por todo lo que necesitó, hasta que la comida dejó de humear y respirar se volvió más sencillo. Sus ojos terminaron por acostumbrarse a la oscuridad, distinguir la silueta del otro signo de aire se volvió más sencillo, la forma en la que su cuerpo se sacudía con cada nuevo sollozo, al principio muy evidente, después más controlados. No intentó calmarlo, eso nunca había sido productivo, sólo se quedó ahí, esperando que no se sintiera tan solo como él lo hizo.
El silencio tomó el lugar del llanto, respiraciones dificultosas se convirtiendo en pausadas, y Acuario terminó por alzar la cara de nuevo.
— ¿Alguna vez te arrepientes?— Dijo, sin contexto, ganándose una mirada confundida por parte del signo de los gemelos— De seguir en el laboratorio, quizás hubieran podido haber hecho algo por él... Quizá...— Un nuevo sollozo que el cobrizo intentó disimular— ¿Te arrepientes?
— Cada maldito segundo— Confesó. «De no haber huido, nunca le hubieran disparado a Capricornio». No se pudo forzar a decirlo en voz alta, no tenía la fuerza para hacerlo— Es en lo único que puedo pensar. Pero eso tú ya lo sabías...— Volvió a reír, una forma de liberar estrés— Deberías estar agradecido— Acuario lo miró confundido— Cuando yo estaba llorando su muerte, tú me amenazaste con dejarme atrás. Yo vine a decirte que puedes tomarte el tiempo que quieras, pero debes comer: Ofiuco está preocupado por ti y Libra está preocupado por Ofiuco— El otro asintió.
Géminis le dio un leve golpe en la pierna antes de levantarse. El cobrizo haló del plato, ahora frío, y se forzó a tragar dos cucharadas de su contenido. Al confirmar que por lo menos había consumido un par de gramos, el pelinegro empezó su viaje de regreso a la fogata. Hacía un frío de los mil infiernos en ese cuarto. Soltó una maldición al casi tropezar con los estúpidos mapaches que atravesaban corriendo el pasillo.
— Géminis...— Lo llamó a sus espaldas, haciéndolo detenerse— ¿Cómo puedes seguir adelante...?
— ¿Quién dijo que lo hago?
--------------------------------N.A:
Estoy escribiendo esta nota desde la estación de Kortrijk, esperando un tren con más de 20 minutos de retraso, pero bueh. Hola, cómo están? Espero bien.
Me estoy haciendo jornadas de +12 horas, por lo que no tengo mucho tiempo para escribir, por ahora mi energía se va en sobrevivir y no ser creativo, pero va a pasar (espero). Este capítulo fue difícil de escribir, el aftermath nunca es sencillo. Vemos a Géminis hablando desde la experiencia, los mapaches que molestan a todos y una consecuencia que nadie mencionó... jsjsjs, dsl pas dsl. En serio me sorprende que nadie la haya visto venir, increíble.
También! Ya casi terminamos la primera mitad del libro. Teorías? Quiero leerles.
Anyway, cuídense con este clima sin sentido que hemos tenido. Les tqm a montones, no tienen idea. No olviden tomar mucha agua y dormir y comer a sus horas. Abrazos con sabor a adicción a la cafeína y cansancio!
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