#08: Distancia
La guerra había terminado y ahora era tiempo de volver al interior. Ser del equipo perdedor fue un golpe para su orgullo, pero no lo admitiría. Después de sacudir sus ropas, dedos entumecidos, y de escuchar las quejas de Sagitario sobre lo injusto que era, se unió a los líderes para encontrar una entrada. Las ventanas estaban selladas por el hielo, y la mayoría tenía demasiado miedo como para usar la fuerza bruta, más cuando eso significaba la posibilidad de romper un vidrio y que el viento pudiera entrar libre en su refugio. La nieve era divertida, sí, siempre y cuando estuviera afuera. No quería sugerirlo, pero Tauro les sería de especial ayuda.
El toro se quejaba cada vez más seguido de los dolores de cabeza y, en más de una ocasión, le dijo que sus anteojos necesitaban un ajuste. Podía ver a través de las paredes, no obstante, no podían darse el lujo de deteriorar su visión a causa de su habilidad. No cuando no tenían forma de conseguir unos lentes nuevos.
Miró a su alrededor, el mundo cubierto de una capa blanca, nieve suelta en medio de dos muros a medio destruir, la humedad en su abrigo. Sus manos fueron directas a su libreta, para descubrir que los bordes de esta estaban mojados. ¿Qué hacía en medio de la nieve? Tomó una bocanada, intentando no perder la calma antes de tiempo, esto tenía una explicación, ¿no? Buscó por alguien, la figura del líder analizando una de las ventanas. Se dirigió hacia él.
— Cáncer— Llamó su nombre el signo de fuego. El cangrejo forzó una sonrisa, su libreta colgando de su muñeca. Odiaba que lo supieran confundido— ¿Crees que puedas ayudar a Acuario y a Libra con las trampas?— La expresión de extrañeza de Cáncer era digna de una fotografía. Al demonio pretender. ¿Ayudar a quiénes? Parpadeó un par de veces, frunciendo sus gruesas cejas, antes de hojear su libreta frente a la mirada de Aries. ¿Esos dos eran un equipo ahora? ¿De qué mierda se había perdido?
A veces, Cáncer odiaba su habilidad.
Sin embargo, no había nada escrito en las hojas de su memoria de papel. Fue a las hojas más antiguas, sólo para cerciorarse de que no se estaba saltando nada. No. Ni un solo indicio sobre la nueva e imposible alianza. Eso quería decir una de dos cosas: O era algo tan reciente que no le había dado tiempo de anotar, o el líder lo acababa de decidir y los dos implicados aún no sabían las buenas nuevas. Si Cáncer tuviera dinero, apostaría por la segunda opción.
— Hoy, en frases que jamás creí escuchar— Soltó, risa incluida. Aries también rio, al tiempo que negaba con la cabeza.
— Libra está a cargo de la comida, Virgo muy amablemente me mandó a la mierda cuando se lo pedí, supongo que aún recuerda el incidente del ave, y Acuario es el único demente con el estómago para hacer lo que se tiene que hacer— Dicho así, hacía mucho sentido— Además, confío en ti para que los únicos muertos sean los animales. Porque, ya sabes, nuestras provisiones...
Un crujido lejano los hizo voltear. Por un segundo, Cáncer vio el terror brillar en los ojos del carnero, el espacio que le tomó al sonido del festejo colectivo llegar a sus oídos. Escorpio sonreía victorioso, una rama en su mano, mientras Sagitario y Tauro unían sus fuerzas para abrir la ventana que acababa de desbloquear. Así que eso estaban haciendo afuera...
Por supuesto que los primeros en entrar fueron los mapaches. No entendía de dónde venían o por qué Sagitario usaba uno como bufanda, pero hacía años que aprendió que hay cosas que simplemente no tienen respuesta, sobre todo con algunos signos. Uno a uno, los miembros de la sexta generación se refugiaron en el interior del viejo edificio, Piscis como último, quien aprovechó para sellar de nuevo la ventana, un levísimo toque en el marco de esta, que cubrió gran parte de la pared donde estaba.
Salir a jugar en la nieve no había sido su movimiento más inteligente como generación. La mayoría, por no decir todos, corrieron a cambiar sus ropas, con especial énfasis en sus pantalones. El signo del arquero lanzó un par de patas de sillas a la fogata, para avivar el fuego que comenzaba a morir; Libra y Géminis aprovecharon de las llamas para calentar agua y hacer café y tés para todos. Leo y Virgo se apresuraron a pasar mantas extras y, en medio de la confusión, Cáncer se encontró repartiendo los pocos postres que les quedaban. Vio de reojo a Aries acercándose a Acuario y, por la reacción del cobrizo, Cáncer supo que le dijo algo que no le pareció, lo cual no disminuía las posibilidades, Acuario siempre estaba en contra de lo que el líder decía, era su forma de convivir.
— ¿Cáncer?— La vocecita de Piscis lo hizo saltar en su lugar. Era sorprendente cómo el castaño podía ser tan ambivalente, a veces era un bromista insolente y otras veces parecía un niño tímido. El menor se aclaró la garganta— ¿No te queda algún analgésico? Me empezó a doler la cabeza y...
— Ven— Señaló con la cabeza el lugar donde tenían la mayoría de sus provisiones. Virgo, como buen papá oso, se obstinó con mantenerlas cerca de su lugar designado y nadie quiso discutir con el obsesivo de los números. Cáncer tomó su mochila sin decir palabra, sacando la caja que el médico le dio de vuelta en el laboratorio. Con el tiempo, la mayoría de los medicamentos básicos se acabaron y fueron remplazados por los que Leo y Escorpio robaron de las farmacias en la ciudad, la ventaja de saberse los principios activos de memoria. No le preocupaban mucho los analgésicos o el material desinfectante, ese lo podían conseguir en cualquier lado. Pero era especialmente receloso de las cosas destinadas para los Intocables. «Las vendas que tienen el empaque morado son las de Aries, las del azul son de Piscis»— ¿Cómo te duele?
— No lo sé, no estoy acostumbrado a esto— Se rascó la nuca. Era verdad, Piscis no solía quejarse de cefaleas y rara vez se enfermaba— ¿Supongo que la frente y los ojos? ¿Hace sentido?
La mayoría de la generación no se enfermaba. Fueron mantenidos en un ambiente estéril gran parte de su vida, pero también estaba el hecho de que casi no eran humanos. No en todo el sentido de la palabra. Era un sentimiento compartido, del que nunca hablaban. Artificiales, bebés de probeta, embriones de caja Petri. Sólo que no lo eran. Crecieron creyendo que habían nacido de la nada, en la frialdad de un laboratorio; encontrar a la familia de Sagitario les probó lo contrario. No obstante, no podían creerse del todo humanos: Los humanos no podían comunicarse con los animales, o volver las cosas hielo, o ver a través de las paredes o dar saltos en el tiempo. Por lo mismo, no solían enfermarse. Cuando los pasantes atrapaban algún virus, eran aislados para que no se expandiera. Sin embargo, los científicos que jugaron con su ADN no eran dioses, por más que quisieran serlo, y en más de una ocasión, uno o dos de ellos se vieron combatiendo un resfriado.
Era esperable de los A. La lógica que ellos le dieron fue que, al ser los más normales, se veían un poco más vulnerables. A pesar de que, hasta donde tenía conocimiento, su sistema inmunitario no había sido alterado, pues recordaba haber recibido vacunas de pequeño. Sin embargo, no se podían confiar de la poca información que los pasantes les revelaban por accidente, y en ningún lado estaba escrito que eran inmunes a las enfermedades humanas.
También podía ser a causa de su habilidad. Como Sagitario, que después de uno de sus sueños caía enfermo, o los Plata de la segunda generación, Zorro y Ardilla de la tercera, Rata de la cuarta o Aliso de la quinta. También los había quienes, a la larga, su habilidad los lastimaba, como Tauro y Ofiuco, Tigre de la cuarta y, en casos más extremos, Caña de la quinta. Y luego estaban quienes, al utilizar su habilidad, podían hacerse verdadero daño, como Aries, Abedul y Avellano de la quinta, Mono de la cuarta, Tortuga de la tercera y Estaño de la segunda. Pero esas no eran consideradas como «enfermedades», porque algo externo no las causaba, estaban ligadas a sus habilidades. Contrapartes, o desafortunados resultados. En Piscis, no eran extraños los moratones.
— Ok, espera...— Rebuscó entre sus cosas, sabía a la perfección lo que tenía que darle— A como lo estás describiendo, suena a un dolor sinusal— Murmuró, más para él que para el pez— Lo que vas a hacer es pedirles a los cocineros té y vas a intentar aspirar cuanto vapor puedas, eso va a ayudar más que la medicina— No obstante, sacó una tira de pastillas— Y también esto, por supuesto.
— ¿Qué pasa aquí?— La voz de Acuario se agregó a la conversación. Cáncer le tendió las pastillas y los celestes ojos del jarrón fueron a su novio, quien hizo ademán de pegarse un tiro.
— ¿Intercambiando pastillas sin mí?— El pelinegro apareció a sus espaldas, el tono de fingida ofensa en sus palabras, su sonrisa ladina y el brillo en sus grises ojos fueron la chispa que encendió el sonrojo en el rostro del cangrejo.
Acuario y Piscis se dedicaron una mirada cómplice, uno encogiéndose de hombros, el otro señalando un punto inespecífico en la habitación con la cabeza, antes de alejarse de ahí. Cáncer rodó los ojos al darse cuenta de la escarcha que se formaba en la manga del signo del jarrón, consecuencia de caminar demasiado cerca de Piscis, más temprano que tarde Aries les diría las mismas palabras que les llevaba diciendo por años. Resopló, divertido.
— Así que...
— Yo...— Ambos hablaron al mismo tiempo después de que el silencio se volvió incómodo. Cáncer no despegaba su mirada del piso, al parecer, sus zapatos eran más interesantes que ver a su interlocutor. Escorpio aclaró su garganta— Tú primero.
Cáncer saltó en su lugar cuando la palabra le fue cedida. Sus ojos se alzaron tímidamente, en cámara lenta, para encontrarse con los grises orbes de Escorpio. El escorpión estaba sonriendo, lo cual sólo empeoró los nervioso ajenos, ¿Por qué tenía que estar sonriendo justo ahora? Tragó saliva, por más seca que sentía la boca, lo que fuera que le concediera un par de segundos más. Si su corazón seguía latiendo así, le causaría moretones internos. ¿Era él o el aire era más difícil de respirar? Una parte de su mente le dijo que aún estaba a tiempo de salir corriendo.
No. Había tomado la decisión de juntar el poco valor con el que nació y confesar lo que sentía al otro. Estaba escrito en más de una página en su libreta, lo que le decía que no era una decisión impulsiva, o que era un conjunto de decisiones impulsivas. ¿Cuántas veces se debía pensar en algo antes de que pierda el calificativo de impulso? A este punto, era inercia.
Entonces, ¿Por qué las palabras no salían? Un nudo en su garganta lo hacía sentir al borde de las lágrimas, sin justificación para ese sentimiento. Soltó un pesado suspiro, el peso del cielo sobre sus hombros, mientras el mundo a su alrededor giraba demasiado rápido.
— Yo... Bueno, después de... No, quiero decir...— Su voz salió temblorosa, patética. Apretó los puños, odiando el nerviosismo que se apoderó de su cuerpo. Lo diría como quitaba una bandita: En un movimiento limpio, sin contemplaciones. Inhaló profundo, controlando un poco el temblor de sus manos, y clavó sus oscuros ojos en el más bajo— Me gustas.
— Cáncer...— El nombre ajeno salió como un susurro de sus lastimados labios. El mencionado dio un paso hacia delante, su expresión dejaba entrever la desesperación a cada segundo que pasaba sin respuesta; Escorpio no retrocedió, pero no se acercó tampoco— No puedo gustarte, Akshay, no yo.
Pero Escorpio sabía que era posible. No sólo era posible, estaba pasando. Cáncer era la peor persona para guardar un secreto, más cuando era algo personal. Para no delatarse, primero tenía que recordar lo que intentaba ocultar. Escorpio reparó decenas de veces del momento exacto en el que Cáncer caía en cuenta de sus sentimientos. Cada tartamudeo intranquilo, cada error torpe que cometía cuando se daba cuenta de que el otro lo miraba, cada risita. No obstante, prefirió mentirse a sí mismo. Prefirió decirse que no era posible, que era su imaginación. A veces, deseaba que así fuera; porque entonces nunca habrían llegado hasta aquí.
Pasó demasiado rápido como para que fuera un acto meditado, puro instinto. Cáncer extendió la mano hacia él y Escorpio se alejó de un salto, como si el cangrejo estuviera hecho de fuego. Para cuando vio el dolor del rechazo empañar los ojos del más alto, era demasiado tarde para arrepentirse. Lo hecho, hecho estaba. Y el tembloroso labio inferior del cangrejo era la consecuencia de sus irreflexivas acciones.
— Yo...— ¿Por qué estaba tartamudeando? Intentó acercarse, para volverse él el rechazado— Cáncer, lo siento...
— Ok, sólo voy a...— Forzó una sonrisa, antes de restregar sus ojos con la manga de su suéter— De por sí tenía que ir con Acuario y...
— Akshay— Lo llamó, su voz impregnada de una urgencia que no conocía. No quería que ese momento terminara así. No quería lastimar a Cáncer más. Necesitaba explicarse— Akshay, no fue mi intención, yo...
— ¿No lo fue?— Pero su voz se rompió a mitad de la oración. Volvió a limpiar sus ojos, más agresivamente, molesto por ser tan ridículo— ¿Qué parte no lo fue?— Molesto porque Escorpio no lo respetaba lo suficiente para dejarlo irse con la poca dignidad que le quedaba.
— No quería alejarme así, es sólo que...— Excusas. Pero Escorpio tenía una razón legítima— No quiero que veas mis recuerdos. No quiero que sepas lo usado que está este cuerpo. No quiero que me tengas lástima— Sentía sus mejillas arder. No era una ansiedad de colegiala enamorada, era ira y vergüenza mezcladas. La sensación de estar sucio regresó a él al pronunciar esas palabras, al recordar todo lo que había pasado, todo lo que había hecho— ¿Alguien como tú enamorado de alguien como yo?— Soltó una carcajada amarga— Mereces a alguien mejor. Alguien que se sonroje al tomar tu mano, o que cierre con fuerza los ojos en su primer beso, o que no tenga idea de qué esperar cuando las cosas suban de tono, y yo...— Hizo un gesto, señalando su cuerpo oculto debajo de suéteres demasiado grandes para él— Mereces más que estas sobras.
Desde que la habilidad de Cáncer se potenció, Escorpio intentaba poner distancia entre ellos. Él, uno de los signos más táctiles, evitaba la cercanía con el cangrejo, no porque no la quisiera, sino porque le daba vergüenza que alguien más pudiera ver por todo lo que había pasado. Su único consuelo a este punto, incapaz de olvidar lo que había hecho en esos oscuros armarios a cambio de un par de pastillas, era que nadie más conocía los detalles. Por supuesto que la generación sabía de su cercanía con los pasantes, era el que podía conseguirles baratijas del exterior y no habían desaprovechado la oportunidad, pero él nunca había pronunciado las palabras. Cáncer lo miró, una mezcla de lástima y compasión detrás de sus irritados ojos, la razón por la que no quería que nadie lo supiera.
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Hacía su mejor esfuerzo para ignorarlo. No se consideraba alguien débil, no después de todo, pero se sentía como el mayor cobarde por evitar la confrontación esta vez. Prefería pasar su tiempo libre con miembros menos dramáticos, sintiéndose como un fantasma, apenas aportando algo a la conversación, mientras sus pensamientos iban a mil kilómetros por hora. Le agradecía a Leo que no insistiera en preguntarle, luego le contaría. O no le diría en lo absoluto, esa también era una opción, y eso le quitaba un peso enorme de los hombros, lo hacía sentirse un poco más en control. La mirada del cangrejo lo seguía a donde iba, sin embargo.
— Sólo digo, en el imaginario que atrapan algo— Continuó el peliblanco. Leo blanqueó los ojos con tanta fuerza que casi pudo escucharlo— Por favor, tráiganlo muerto— Sus rojos ojos clavados en el par asignado a la tarea— Bien muerto.
Libra alzó ambos brazos a señal de rendición, Acuario sonrió de lado, para recibir una bola de hielo en la frente. Virgo no estaba siendo irrazonable sólo por el gusto de molestar, por más increíble que fuera, sino por el recuerdo del ave que atraparon hacía tantos meses. Por eso nadie se atrevería a acusarlo de exagerar la situación, tenía el pase «No soy yo, es mi habilidad». Si ellos no respetaban los límites de los demás miembros, ¿Quién lo haría? Si Virgo no quería escuchar las súplicas de sus futuras presas, estaba en su derecho de no hacerlo.
— Ya lo dijiste tres mil millones de veces— Espetó Acuario. Una nueva bola de hielo lo golpeó en su nariz, la primera ya se había derretido. Piscis estornudó— Ok, entendido, sólo traer cadáveres del bosque.
— ¿En serio nadie quiere cambiar conmigo?— Lloriqueó Libra, ganándose una mirada asesina por parte del líder. Ya le había explicado hasta el cansancio por qué ellos dos eran los escogidos— Pero si no regreso, es tu culpa— Lo señaló, a lo que el primer signo respondió de la manera más madura posible: Le sacó la lengua.
— Estofado de Libra— Lo provocó el cobrizo.
— ¿No está muy delgado?— Y por supuesto que Piscis le siguió el juego a su novio. Aries lo miró, medio decepcionado por la traición de su mejor amigo, medio esperando por su comentario— No daría para dos personas. Tal vez deberíamos considerar a alguien más...— Por alguna razón, la pareja de insolentes miró a Tauro. El pelirrojo tardó un segundo en comprender lo que pasaba, la bala perdida que le tocó sólo por existir, y el sonrojo hizo que su rostro combinara con su cabello.
— ¿Qué estás insinuando?— Preguntó, avanzando un paso en dirección al signo del jarrón, listo para empezar una pelea que seguramente ganaría.
— Qué estás más gordo que Libra, ¿no?— Explicó Sagitario, ni una pizca de maldad en su voz. Todas las miradas se posaron en él, quien tenía al mapache más joven en su regazo. Esos dos compartían una neurona y, para desgracia de los demás, la habían perdido.
Al comentario lo siguió un profundo silencio, nadie sabía cómo reaccionar al intercambio que se acababa de dar, y la sonrisa de Sagitario no ayudaba. Fue Piscis quien estalló en una carcajada histérica, doblándose por la mitad, lágrimas que se escarchaban en sus pestañas. Acuario y Cáncer se les sumaron a las risas, junto con Escorpio y Ofiuco. Inclusive Aries dejó salir un resoplido.
— Exacto. ¡Gracias, Sag!— Exclamó Acuario, un guiño rápido y Escorpio blanqueó los ojos, aún no se acostumbraba al hecho de que alguien como Sagitario fuera cercano al megalómano ese. Recordaba las veces que, justo por la improbabilidad de esa relación, Aries castigaba a Acuario con la tarea de ser el niñero del arquero— Me alegra que alguien lo entienda.
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Estar afuera, nieve y un sol que comenzaba a descender, no era tan divertido como lo fue en plena guerra de nieve. Metió las manos en los bolsillos de su abrigo, dedos comenzando a doler, mientras hacía su mejor esfuerzo por concentrarse en las palabras del cangrejo. Si era honesto, su mente estaba aún en el interior del edificio, sentada al lado del fuego, y no congelándose en el bosque artificial en un intento de conseguir un poco más de comida. Aries tenía suerte de ser intocable, de no serlo, hacía siglos que le hubiera metido un buen golpe directo en la carótida.
Cáncer parecía una bola gracias a todas las capas de ropa que se puso encima, y Libra no estaba mejor, con su gorro y la bufanda que Ofiuco lo obligó a portar. Quizás escuchar a Piscis quejarse del frío debió haberle dado un indicio de lo horrible que sería salir, quizá debió ponerse guantes, pero ahora era demasiado tarde para regresar, tenía un orgullo que mantener y no quería oír los «te lo dije» de cualquiera que lo viera. Todos le habían repetido que se pusiera algo más, una capa extra, pero le encantaba subestimar la fuerza de la naturaleza. ¿Consecuencia? Acuario no podía esperar para terminar con la explicación y ponerse a construir las trampas. Si algo no caía esa noche, cometería un crimen, se le antojaba un pequeño incendio.
— No te estreses, Cáncer, tenemos un experto en esa clase de nudos— Dijo, moviendo las cejas de arriba abajo, la mayor sonrisa burlona del mundo. Libra, como respuesta, se limitó a blanquear los ojos.
La expresión de Cáncer pasó de la confusión a la risa, de la indignación ante una broma de tan mal gusto, de vuelta a la concentración. En sus manos, un delgado hilo metálico era torcido hasta tener la forma deseada. Había pasado sus horas en la biblioteca leyendo la mayoría de los libros de supervivencia que pudo encontrar, sabía que en algún momento podría serle útil la información y quién mejor que él para almacenar en su memoria lo que les proporcionaría comida en tiempos desesperados. Tiempos desesperados eran los que vivían, el alambre clavándose en las puntas de sus dedos a través de la tela de sus guantes se lo confirmaba. Libra batallaba un poco para doblar el metal, Acuario no parecía para nada concentrado, y el sol caía en picada en el horizonte.
— Así que...— Murmuró Libra. Una nube blanca se formó por su aliento. La temperatura comenzaba a descender y, según Virgo, esa noche también nevaría— ¿Le dijiste a Escorpio?
— ¿No puedes cerrar la boca dos minutos?— Bufó el cobrizo. ¿De dónde había sacado las pinzas con las que doblaba su hilo?
— No, no puedo— Aunado a eso, le hizo un corte de manga— No te veo con alguien como Escorpio, si soy honesto, no es tu tipo. Alguien como Sagi o Aries, harían linda pareja. Inclusive con Piscis, si Piscis tuviera buenos gustos.
— Entonces se tienen que asegurar que esto quede bien tenso, es el mecanismo que queremos activar cuando— El moreno tomó una vara, usándola para demostrar en su trampa cómo todo sería accionado. Al pasar la rama en el interior del nudo abierto, la madera sobrepuesta colapsó, causando que la cuerda tensada se soltara y saliera dispara hacia el cielo. La rama quedó colgada, el alambre cerrado en torno a la madera, clavándose en esta, a unos metros del suelo, con su presa ondeando como bandera ante el gélido viento— Algo así.
— Te ignoró, Akiyama— Se burló Acuario, como lo hace un niño pequeño, sonido de ambulancia incluido.
— No quiero hablar de eso, Libra, lo siento— Se corrigió, apenado por lo seco que fue percibido— Además, ¿Cómo lo sabes?— Se sintió estúpido apenas las palabras fueron pronunciadas. Resopló divertido y blanqueó los ojos.
— Géminis— Dijeron los tres al unísono.
— No— Balbuceó Libra, sonrojo en su rostro, aunque bien podía ser por el frío— Yo lo siento, es que...— Miró sus manos, donde el hilo metálico no quería ceder— Hace tanto que no hablo de eso. Géminis evita esos temas desde que... Bueno, eso. Pero tienes razón, no debí preguntar, perdón.
— ¿Qué eres? ¿Lorna y Shang-Huang?— De nuevo, Libra le pintó dedo a Acuario— No eres una colegiala.
— Cállate antes de que te meta un puñado de nieve en la boca.
— ¿Quiénes?— Se apresuró a hojear su libreta, buscando esos nombres nada familiares. Al no encontrarlos, asumió que no eran importantes— ¿Y qué se traen ustedes con esta agresividad? Pensé que ya habían dejado atrás su etapa de amor-odio por una mucho más sana paz fingida.
— Que responda el señorito «hago-bromas-sobre-tu-intento-y-luego-me-ofendo-por-todo».
Cáncer posó sus oscuros ojos en Acuario. El signo de aire esquivó la mirada ajena, cosa para nada normal en él, y luego fingió enfocarse en el pedazo de metal en sus manos. Acuario tragó en seco, su cuello comenzó a picar, así que lo rascó. Desde que tenía memoria era lo único que lo calmaba, sentir sus uñas rasgar su piel, tan cerca de una arteria principal, su pulso bajo las yemas de sus dedos. El signo del jarrón había sido un niño ansioso, sin tener un momento de silencio para él solo, y con la edad las cosas no hicieron más que empeorar. En la actualidad, su cuello al rojo vivo le pedía a gritos que detuviera sus acciones, pero era incapaz de hacerlo. Varias veces se había hecho sangrar, tenía las cicatrices para probarlo.
No quería admitirlo, pero la ansiedad lo estaba comiendo de adentro hacia afuera. Cuando Aries le dio su tarea, casi no protestó; sólo lo necesario para no levantar sospechas. Pero todo tenía un límite, y Acuario ya tenía suficiente con tener que pasar una tarde con dos miembros de la generación que no eran particularmente cercanos a él. Si le hubieran pedido su opinión, él escogería estar alrededor de la fogata central, no por el frío que helaba sus dedos y lo hacía temblar, sino porque su Piscis estaba adentro.
Parpadeó. Se dio cuenta de que su nudo a medio terminar yacía sobre la nieve. ¿Cuándo lo había dejado caer? Sacudió la cabeza, un intento de sacar esos pensamientos de su cráneo, al tiempo que recuperaba el trozo de metal y terminaba el nudo. Mientras más rápido terminara, más rápido podrían volver.
— No es más que una gripa por pasar toda la mañana jugando en la nieve— Murmuró Libra. Acuario alzó la mirada, para encontrarse con una expresión que la balanza nunca le había dedicado: Libra le sonreía cálidamente, una forma de tranquilizarlo— Le pasa al mejor de nosotros.
— ¿Y si nos dividimos el trabajo?— Sugirió, sin saber cómo responder al otro signo de aire.
Libra se fue con Cáncer, listos para buscar los árboles más jóvenes y flexibles, usados para hacer el mecanismo de la trampa. Observó a los dos miembros de su generación alejarse hacia el corazón del bosque, y se quedó con palos y alambre a los que darles forma. No era tan demandante, pero sí tedioso. Gracias a las estrellas, el señor Zhi-Hao le había dado esas herramientas al despedirse. La mayoría las tenía guardadas en el fondo de su mochila, pero su navaja suiza estaba siempre en uno de sus bolsillos. Tener pinzas hacía el trabajo mil veces más sencillo, tan siquiera de esa manera el metal no se enterraba en su piel. Era lógico que le dejaran esa parte del trabajo a él. Además de que sólo Libra podía volar.
Odiaba que la tarea fuera tan monótona; de ser más difícil, podría usarla para dejar de pensar en las cosas que lo preocupaban, no obstante, al ser tan repetitiva y poco detallada, su cuerpo entraba en automático y su mente se tomaba la libertad de vagar. Sabía que estaba exagerando, pero cómo detestaba que pasaran cosas fuera de su control. Era una broma entre la sexta generación, llamarlo «megalómano». Su manera de ser se confundía fácilmente con eso y no le importaba mucho lo que otros pensaran de él, por más irónico que fuera. Los dejaría tener su pequeña broma, no afectaba a nadie, y no era del todo mentira.
Siempre pensó que lo llamaban así porque el papel de obsesivo del orden ya estaba ocupado por Virgo, y ni siquiera eso se acercaba a lo que Acuario era. Simplemente prefería cuando podía controlar lo que pasaba. Lo atribuía a que, dentro del complejo, nada de lo que ocurría con ellos estaba dentro de su poder: No tenían palabra en lo que vestían, comían, hacían, iban... Gracias a eso, varios adoptaron una actitud despreocupada, y otros se volvieron como él. El poco poder que tenían, por más ficticio que fuera, era como oro. La diferencia entre él y la mayoría era que el cobrizo expresaba abiertamente sus ambiciones. Acuario sólo quería tener el poder de mantener a salvo a las personas que le importaban, ya fuera de científicos locos, militares o de su propio sistema inmune. ¿Eso lo convertía en un demente? Que así fuera.
Las cosas sobre las que no tenía poder eran su peor pesadilla. Obviamente Piscis se resfriaría, era lo más humano y, contrario a lo que podría parecer, Acuario nunca olvidaba que eso eran: Humanos. Sin peros, sin objeciones, sin asteriscos que indicaran información añadida. Eran humanos. Punto. Olvidar eso era un lujo que no podían darse, era caer en el juego de los verdaderos megalómanos de la historia. Y, como humanos, no eran inmunes a los virus.
Sin darse cuenta, terminó con los pedazos de hilo metálico. Soltó un suspiro, nube blanca contra un mundo del mismo color, las puntas de sus dedos rojizas y dolían con cada movimiento. Recogió los cuatro nudos corredizos, siguiendo los surcos en la nieve que los otros dos hicieron. Al encontrarlos, no pudo contener una risa. Libra se había vuelto un papalote humano, sostenido por una cuerda atada a su cadera, mientras ataba los hilos a las ramas más altas de los retoños de árboles. Cáncer lo tenía bien sujeto, lo cual no era difícil considerando que el peso de Libra estaba cerca de la nada. Al mirar hacia arriba, se dio cuenta de que comenzaba a nevar.
Se puso a trabajar sin que los otros le dijeran. Clavó las estacas en el piso, reconstruyó los mecanismos, apenas preguntándole a Cáncer por indicaciones, recordaba la mayor parte de lo que debía hacer. Era más difícil con la nieve suelta, teniendo que enterrar más del sistema, pero esperaba que eso también jugara en su favor. En su mente, la nieve escondería las trampas, haciendo más sencillo que algún animal desprevenido cayera en estas.
El dúo acabó primero, pero no por mucho. Cáncer probó la tensión de las cuerdas, sonrisa en su rostro al ver su contribución materializada, y les dijo que podían volver. Libra casi corrió, la cuerda aún atada a su cintura, arrastrando a sus espaldas como una cola. Acuario era el que cerraba la sucesión, asegurándose de que los otros dos estuvieran bien.
Entraron por la ventana, del otro lado, Aries y Piscis ya los esperaban, listos para escuchar cómo les fue y sellar la salida, el recuerdo del oso aún fresco en sus memorias. Por más idiota que le parecía la idea de cubrir con hielo la ventana que les permitía salir, Acuario se mordió la lengua. Piscis tenía su suéter color verde pastel, que hacía resaltar lo rojo de su irritada nariz, una visión muy tierna, si era honesto.
— Seis trampas— Respondió Libra, sin necesidad de que Aries abriera la boca— Ahora, si me disculpan, me largo al fuego.
El aroma a chocolate caliente flotaba en el interior del edificio. Cáncer siguió los pasos de la balanza. Aries blanqueó los ojos, antes de mirar a Piscis, quien asintió y dio un paso hacia delante, de frente a la ventana cerrada. Acuario no se movió ni un centímetro, quedando demasiado cerca del signo del pez, rompiendo las reglas como siempre.
— ¿Cómo sigues?— Murmuró, una pregunta sólo para ellos dos. Sus celestes ojos cargados de preocupación. El pecho de Piscis se colmó de ese sentimiento tan cálido que sólo Acuario podía provocar, una mezcla del amor más puro y una pizca de pena.
— Estoy bien— Le sonrió, sabiendo que no importaba lo que dijera, no calmaría la ansiosa cabeza del cobrizo— ¿Quieres moverte un poco? Ya pareces bastante congelado.
Si podía evitarlo, Piscis nunca usaba su habilidad cuando alguno de ellos estaba tan cerca. Acuario intentó protestar, pero no podía decirle que no al castaño. Al final, dio un paso hacia atrás, moviéndose no más que unos cuantos centímetros, para nada la distancia segura. El signo de agua negó con una sonrisa, era lo más que obtendría del jarrón y no tenía caso insistir.
Tronó sus dedos, la tensión acumulada por no usar su habilidad desde que entraron al edificio era dolorosa, y extendió la mano. Sus dedos tocaron el marco de la ventana, vieja madera que comenzaba a astillarse a causa de la humedad y los años de abandono. No obstante, nada pasó.
«¿Qué mierda?». La voz de su novio resonó fuerte en su mente. Intentó disimularlo, pero la sonrisa en su rostro flaqueó por un segundo, sus ojos fueron hacia Acuario, quien había avanzado más de la distancia retrocedida, y luego hacia Aries, quien también se encontraba demasiado cerca. Miró sus manos, confundido, su cabeza volviendo a doler gracias a su nariz tapada.
— ¿Brander?— Llamó el moreno. El rostro de Acuario se contrajo en ira al escuchar el nombre de su novio siendo pronunciado por alguien más.
— No es nada— Tartamudeó el castaño. Abrió y cerró la mano, como si eso fuera a hacer diferencia— Retrocedan, por favor— Pidió, su voz temblando, el nudo en su garganta no lo dejaba respirar y estaba al borde de un ataque de risa nerviosa. Aries obedeció, Acuario tenía las manos hechas puños con tanta fuerza que sus nudillos se perdieron todo color— Vlad.
Pero no retrocedería.
No podía moverse, aunque lo quisiera. Y no quería. Se quedaría ahí hasta que supiera que su novio estaba bien.
Piscis volvió a extender la mano, un temblor evidente, se detuvo a milímetros, aterrado de obtener el mismo resultado. Estaba conteniendo su respiración, todo el mundo parecía hacerlo. Cerró los ojos con fuerza, la madera bajo sus dedos, y por primera vez en su vida pensó en cubrirlo todo de hielo.
Una pared de varios centímetros de grosor cubrió la pared y parte del piso. Acuario intentó retroceder, pero la habilidad del menor lo alcanzó, uniendo la manga de su suéter y sus zapatos a la escultura de hielo. Cuando Piscis abrió los ojos, una expresión de horror distorsionó las hermosas facciones del castaño. Su primer impulso fue acercarse, pero la proximidad fue lo que causó esto en primer lugar. Se echó para atrás, trastabillando y cayendo de sentón, el piso congelándose debajo de él.
— Lo siento— Murmuró entre tartamudeos.
— ¡No!— Gritó Acuario. De un movimiento brusco, rompió con el hielo que lo unía a la pared— ¿Ves? Estoy bien. Estoy bien. Nada malo pasó. Estoy bien, Brander.
Pero en la expresión de su novio podía leer que nole creía.
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Feliz San Valentín! Cómo se la están pasando?
Volvemos, con una actualización algo tardía, lo siento.
Ha sido algo de tiempo, no muchas cosas que contar, cómo han estado ustedes? Espero que muy bien, y que aprovechen los chocolates en descuento de post-14 de febrero (mejor festividad, en mi opinión). San Valentín es difícil cuando tu pareja vive del otro lado del atlántico, pero bueno. He estado escribiendo bastante, no desesperen, les prometo que mi horario de actualizaciones se va a estabilizar.
Mientras, teorías? comentarios? odio-amor? Me encanta leerles (sobre todo cuando adivinan algo, pero no puedo decirles jsjsjs). En serio, me hacen la vida sus comentarios.
Bueno, dejo mi parloteo y me regreso a escuchar en loop las canciones de HH. Cuídense mucho, tomen awa, abracen a sus mascotas y coman a sus horas (comer es importante). Abrazos sabor fresas!!!
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