IV. Capítulo tres: "Pequeñas bestias."

Día quince: Betas.

El capítulo podría tener algunos errores ortográficos o gramaticales.🥺

***

—¡Powder, espera!

Jayce exhaló un sonidito ahogado y destruido mientras llevaba una mano hasta su pecho, donde la pintura azul comenzaba a gotear por su ropa después de que se reventara contra su pecho. El impacto le quitó el aire y le provocó un tropezón que casi lo tumba fuera de la casa.

Tres segundos fueron suficientes para hacerle saber a la chica que había disparado que Jayce no era su objetivo, y entonces se detuvo haciendo una mueca.

—Uh, mala mía, creí que eras alguien más —ella dijo, frotando su cabeza con la culata de la pistola—. ¿Te dolió mucho?

Él mismo seguía petrificado, víctima del susto inicial. Su pecho dolía por los impactos, y sus oídos pitaban por la adrenalina.

Su cabello era de un azul vibrante y estrepitoso, y lo llevaba amarrado en un moño alto, posiblemente para evitar ensuciarlo con pintura. Mechones azules caían irregulares por sus mejillas pálidas, y su camiseta de manga corta le permitió a Jayce un panorama interrumpida de los tatuajes repartidos por uno de sus brazos. Tenían estilo. Mucho estilo.

—Es lavable —agregó—. Bienvenido, por cierto, ¿eres él–. . .

No recayó en Ekko asomándose por la puerta hasta que la chica volvió a levantar la pistola, cambiando su expresión medianamente amable por algo brutal y calculador. Jayce alcanzó a cubrirse por inercia, poco deseoso de otro disparo.

—¡Ven y enfrentame, cobarde!

—¡Embustera! —Ekko acusó—. ¡Una pistola es trampa!

Escuchó los pasos de Ekko alejándose. Jayce ni siquiera logró seguir con la mirada a la muchacha cuando ella lo persiguió, simplemente recibió el ligero choque que ella le dejó cuando pasó por su costado y los dos se perdieron en la entrada.

Jayce se regaló un par de segundos para tratar de calmar su corazón, y en esos mismos pudo entrever la cabeza castaña de Viktor asomándose por la puerta. Vio su mueca cuando se acercó.

—Lo siento, no pensé que ibas a ser tú. Powder llevaba todo el día esperándolo —él dijo—. ¿Estás bien?

Jayce balbuceó algo sin aliento antes de observar su camisa sucia por la pintura. Era nueva. Mantuvo su mirada baja para apreciar a los ojos de Viktor. Seguían igual de ambarinos, y lo miraban con una mezcolanza de lástima y gracia.

—Pensé que habían venido a terminar el trabajo —soltó, frotando su pecho adolorido. Esbozó una sonrisa pequeña que Viktor le devolvió—. Hola, por cierto.

Viktor emitió una risa entre dientes, corta y amena.

—Hola —él dijo de vuelta, él miró algo en su cara y señaló:— Tienes pintura cerca de tu. . . Espera.

Cubrió su mano con una porción de la manga de su camisa y frotó un espacio sobre su pómulo, peligrosamente cerca de su ojo. Jayce no se quejó ante la extraña atención.

—Dijo que se lavaba —Jayce comentó, ojeando las gotas azules que se deslizaban por su ropa.

—Debe serlo —Viktor observó, más concentrado en limpiar las gotas que caían por su cara—. ¿Qué tal tus vacaciones?

—Mi familia se ofendió porque no fuiste.

Jayce observó en primer plano la ligera arruga que se formó sobre su nariz cuando Viktor hizo su mueca habitual. Era un suave relieve entre sus cejas, simpático y tierno, que no terminaba de evidenciar un verdadero disgusto. Era casi como un micro gesto involuntario cuando le decían algo cuya respuesta Viktor no había pensando.

Pero no era porque estuviese enojado. Jayce no estaba seguro de haber visto a Viktor enojado alguna vez desde que se conocieron.

De hecho, Jayce jamás lo había visto perder las riendas de ninguna manera. Ni enojarse, ni reírse, ni llorar. El sujeto era increíblemente impasible.

—Pero ya les dije que vas para navidad —agregó—. Estarán felices de conocerte.

—Ni siquiera tú me conoces bien y ya me presentas a tu familia —Viktor observó, Jayce no se perdió la diversión amena en su voz—. ¿Y si soy un asesino en serie? ¿O el líder de algún culto que busca agradarte para volverte parte de él?

—Mh. . . —Jayce fingió pensarlo antes de alzarse de hombros—. ¿Culto a quien?

Esta vez Viktor pareció tener que pensar sus palabras.

—Un heraldo que busca la perfección mediante la transformación de humano a máquina —dijo.

Jayce admiró su imaginación y se permitió una carcajada antes de asentir.

—Entre escapar del gobierno porque me quiere silenciar y vivir junto a un heraldo mecánico, prefiero al heraldo —sentenció, ganándose un parpadeo sorprendido.

—Estás loco.

—De acá al final del semestre sabré hasta la contraseña de tu teléfono —Viktor alzó las cejas—. Especialmente cuando te gane y debas responder mis preguntas.

—O quizás yo te gane a ti y te quedarás con la duda el resto del año.

Jayce presionó los labios y negó con una sonrisita.

—Dudoso.

Solo entonces notó que Viktor aún mantenía una mano sobre su cara, limpiándola de la pintura. Jayce no consideró molesto el contacto, sino curioso. Curioso porque Viktor había exteriorizar su poca ansia por el contacto físico. Contrario a Jayce, que era un sujeto de piel.

Viktor también se percató porque no demoró en alejarla con un gesto un poco muy veloz. La tela beige de su suéter estaba manchada de pintura cuando Jayce observó, y notó la sensación incómoda aún adherida a su cara; pero al menos no corría el riesgo de que cayese sobre sus ojos. Y su piel se sentía tibia en la zona donde la extremidad de Viktor se había situado.

Viktor aclaró su garganta y señaló los bolsos. Entre los de Jayce también estaban los de Ekko.

—Te ayudo a entrarlos —dijo.

***

Powder y Ekko llegaron cuarenta minutos después, ambos pintados de pies a cabeza, despeinados y llenos de ramitas y hojas. Saludaron a Viktor, que leía unos documentos sin prisa sentado en la mesa, y luego a Jayce, que estaba en una silla cercana pasando información importante de su computador a una libreta. Principalmente su horario, ya que poseía clases de todos los años y debía organizarse minuciosamente para no confundirse con ninguna.

Ambos tenían té aún humeante servido, también habían servido galletas, pero solo quedaban migas cuando ambos chicos llegaron.

—Le debes una camiseta a Jayce —Viktor anunció como saludo.

El rostro de Powder cayó.

—¿No se quitó con detergente?

Jayce negó, y de paso señaló la marca sutil y celeste que aún debía tener en la cara.

—También cuesta quitarlo de la piel si se seca.

La expresión de pánico en los dos fue considerablemente más chistosa luego de apreciar como ambos tenían una porción mucho más grande de su cara y cuerpo completamente untada en pintura.

Ekko unió cabos más rápido y no demoró en correr al baño, encerrándose antes de que Powder pudiese abrir la puerta para sacarlo. Ella pasó de la puerta cerrada a Viktor.

—Préstame tu baño —pidió—. Ekko tarda horas ahí, la pintura se va a secar.

—Ya no es solo mío —dijo, y Jayce vio de reojo que era señalado.

Powder lo miró y juntó las manos.

—Por favor, no puedo llegar mañana sucia al laboratorio.

—¿Mañana tienes laboratorio?

Powder asintió.

—Con Silco —dijo—. Se toma muy en serio eso de cumplir con la vestimenta reglamentaria, si llego con la cara azul me va a reprobar.

—Pensé que Silco hacía cálculo tres —Jayce comentó.

—Eso es en el segundo semestre.

Powder juntó las manos y levantó la mirada. Sus ojos brillaron como los de un cachorro bajo la lluvia, mojado y desolado. Ella no debía tener más de dieciocho.

Powder extendió su labio inferior.

—Por mí no hay problema —Jayce observó. De todas formas en Colorado compartía el baño con su madre y abuelo. Y en su habitación anterior también debía compartir el baño con otros chicos—. Pero no uses mi toalla.

Powder tomó su cara con las dos manos, lo hizo inclinar la cabeza y plantó un beso ruidoso en su frente que le sacó un sonidito de sorpresa antes de correr al baño que estaba en la habitación que compartía con Viktor. Escuchó la risita de Viktor, lo apreció tomar de su té y retomar su lectura.

—¿Adelantas materia? —Jayce curoseó, pasando una mano por la zona donde Powder había besado, quitándose restos de pintura.

—Es una clase que tendré que hacer a los de primer año mañana —Viktor dijo—. Heimerdinger no podrá y es el único que da esa clase.

—¿Puedes dar clases?

—Solo es introductoria —indicó—. Y conozco bien la materia.

Asintió, pensaba preguntarle qué materia, pero Viktor se veía concentrado y prefirió no seguir interrumpiendolo. En su lugar siguió tecleando y resumiendo en su computador, contento con compartir el silencio.

El silencio les duró lo que Powder tardó en la ducha. Ella salió un tiempo considerable después, secándose el cabello y con ropa nueva y limpia cubriendo su cuerpo esbelto. No demoró en encontrar un lugar junto a Jayce.

Jayce no sabía bien cómo reaccionar a su presencia, después de todo ni siquiera se habían presentado adecuadamente. Ella solo llegó, le disparó pintura y salió corriendo.

—¿Eres Alfa? —Jayce asintió. Powder estaba inclinándose en su dirección mientras hablaba—. Vaya. . . Con razón te ves tan grande, ¿tienes colmillos?

—Los tengo.

—¿Puedes sacar la lengua? —ella curoseó.

—¿Para qué? —Jayce cuestionó.

—Quiero comprobar si es cierto lo que dicen.

Tragó de su té y volvió a asentir con la cabeza, centrando su atención en la pantalla de su teléfono.

—Es cierto.

Eso no pareció disminuir su insana curiosidad, sino aumentarla. Powder situó las dos manos en los bordes de su silla y se inclinó más, su largo cabello seguía húmedo y olía, sospechosamente, al shampoo de Viktor. Viktor no pareció notarlo, o no le dio importancia si lo hizo.

—Venga, no hay muchos Alfas en Mecánica, y los que hay no socializan con nadie —Powder alegó—. Déjame ver.

—Puedes buscar fotos en internet —Viktor comentó.

—Hombre, buscas "lengua de Alfa" en internet y las primeras páginas son de contenido sexual —ella dijo, sentándose sobre el apoyo de su asiento. Jayce la miró de reojo, pero no se quejó—. Mira, busca.

Jayce definitivamente no quería ver la manera en que la gente aliviaba su fetiche con las lenguas en internet. Tenía bastante con un par de ex ligues que salieron mal por su insano interés hacia esa zona. Y solo era porque, igual que los felinos, sus papilas gustativas estaban recubiertas de queratina. Dicho de manera vulgar, Jayce poseía "pinchos en la lengua". Igual que todos los Alfas.

—No, gracias —musitó—. Te creo.

—Una vez —suplicó—. Por la ciencia.

Jayce exhaló un suspiro bajo, derrotado, y asintió. Dudaba que Powder lo hiciese con alguna intención más allá de satisfacer su curiosidad. Podía hacer eso, de todas formas no iba a tomar fotografías y solo estaban ella y Viktor. Abrió la boca y sacó la lengua. Powder no demoró en acercarse, sujetando su cara con las dos manos.

—Fascinante —pronunció—. Verdaderamente fascinante.

Sus ojos pasaron del brillo un poco demencial en los ojos azules de Powder, a la mirada intrigada de Viktor, que también parecía estar poniendo atención a su lengua. Cuando los segundos comenzaron a pasar y Powder seguía enfrascada en su observación, Jayce decidió prudente finalmente alejarse y aclarar su garganta.

—¿Duele cuando besas?

—Nunca se han quejado.

—¿Y cuánd–. . .

—Si doliera no habría tanta gente con el fetiche —Jayce cortó, ganándose una sonrisita—. No más preguntas, debo terminar esto.

Powder aceptó su negativa y entonces avanzó hasta donde Viktor estaba sentado. Lo abrazó por la espalda y apoyó el mentón sobre su cabeza. A Jayce no le sorprendió la cercanía de Powder, sino el desinterés de Viktor ante esta. Su expresión no pareció tensa o desagradada. Era evidente que estaba acostumbrado. Significaba que Viktor no rechazaba completamente el contacto humano, y solo era arisco con los desconocidos.

"Como un gato. . ." pensó.

—Entonces tú y el rayito de sol. . . —ella inició, usando su dedo para señalar a Viktor y luego a él.

¿Rayito de sol?

—Amigos —Viktor cortó.

—¿Amigos "amigos" o solo amigos?

Jayce se descubrió frunciendo el ceño al no entender la diferencia. Pero sí necesitó considerarlo porque de pronto la imagen de Viktor inclinándose en su dirección mientras limpiaba la pintura de su cuerpo asedió su mente. No era la cercanía la que se llevó sus pensamientos, sino la rectitud interrumpida que poseía su tabique, el bonito lunar que descansaba sobre su pómulo, y el otro que estaba cerca de su boca. Jayce sabía que tenía otros varios en sus hombros porque Viktor se cambiaba de ropa en la habitación. Su espalda estaba cubierta de lunares, también.

—Amigos —Jayce coincidió, obligándose a concentrarse en las letras de su computador y no la cara de Viktor.

Aunque un amigo no miraría tanto esos detalles. Jayce tenía amigos y definitivamente no les ponía tanta atención a sus lunares. Sin embargo, encontrar atractivo a Viktor era ser objetivo. Viktor era genuinamente bello. Y ahora cada vez que pensaba en eso, recordaba a su abuelo hablando de su abuela. La diferencia estaba en que Jayce no había sentido ese flechazo instantáneo. Así que no era lo mismo.

De todas formas pasaría mucho tiempo compartiendo pieza con Viktor, podría desglosar sus pensamientos con calma.

Powder se alzó de hombros y volteó cuando Ekko entró en la sala con una bolsa de hielo. Se dejó caer sobre el sillón y exhaló un sonido cansado antes de subir su pijama y situar la bolsa sobre su rodilla. Jayce apreció de cerca el golpe que le dio el auto. Sería un moretón feo porque la zona ya se veía roja e hinchada.

—¿Qué te pasó?

—Un imbécil me golpeó con su auto cuando cruzaba la calle —gruñó.

—¿Te atropellaron? —Powder soltó, levantándose de su asiento para moverse hasta donde Ekko permanecía.

Viktor también volteó, pero fue más lento en acercarse producto de su pierna. Jayce fue detrás suyo.

—No alcanzó, solo me golpeó —Ekko masculló. Bajó el borde del pantalón y otro hematoma igual de feo se extendió por su cadera—. Tengo su patente, iré con la policía mañana.

—No creo que la policía haga algo después de un día —Viktor observó, haciendo una mueca al moretón en su piel—. Te daré una pomada para el dolor.

—Podrías prestarle tu bastón —Powder sugirió, ganándose una mirada filosa de Viktor—. O no.

Jayce no tenía idea de qué Viktor tenía siquiera un bastón, pero, al considerarlo detenidamente, le pareció dolorosamente obvio. Si tenía dolor crónico y varias operaciones, lo mínimo era que tuviese uno. De hecho, Jayce llegó a pensar en lo que extraño que era que no lo usara. A la gente le recomendaban usar bastones y muletas por menos, y lo de Viktor no era nada menor.

Lo vio caminar hasta la habitación, solo cuando se perdió tras la puerta Powder volteó hacia Ekko y con las cejas alzadas preguntó:

—¿Lo doxeamos?

Los dos se miraron por un par de segundos, luego pasaron la mirada hacia Jayce y Viktor. Jayce no se perdió el brillo demoníaco reluciendo en sus iris cuando los dos se levantaron y corrieron a la habitación de Powder. En el camino Ekko recibió la crema que Viktor le extendió y solo entonces ambos se encerraron ahí entre risas.

Viktor lo observó con la duda plasmada en sus facciones. Jayce solo se encogió de hombros porque no tenía idea de qué era doxear, y no conocía demasiado al par de pequeñas bestias como para meterse con ellos o sus ideas.

—Voy a dormir —Viktor dijo—. ¿Apagas las luces cuando te acuestes?

Jayce asintió, deseándole las buenas noches. Solo fue media hora la que le dedicó a su computadora cuando decidió prudente irse a dormir. Viktor ya estaba dormido, por lo que Jayce se cambió en silencio, apagó todas las luces se tiró sobre la cama sin cubrirse.

Jayce solía dormir en ropa interior en su habitación anterior. Era un sujeto con una temperatura corporal generalmente alta, por lo que no la pasaba tan mal en invierno, pero sufría en verano. Si no compartiese espacio con Viktor, Jayce definitivamente se habría desnudado para dormir más cómodo. Como no podía, se conformó con simplemente permanecer destapado. El verano siempre afectaba su sueño por lo mismo, a veces incluso se quitaba la ropa dormido.

Su idea era que lo despertara su alarma a las seis de la mañana, no un ruido en la cocina a las tres. Fue un espantoso estruendo de ollas y cubiertos que lo hizo brincar sobre su cama y voltear hacia todos lados con una confusión nebulosa. Apreció la silueta dormida de Viktor, y entonces se vio tentando a fingir que no había escuchado nada y seguir durmiendo. De todas formas la puerta de su habitación estaba cerrada con llave y Viktor dormía tranquilamente en su cama.

Después decidió que sería imprudente. Si eran un ladrón, podría robar cosas importantes o vandalizar la casa. Jayce no quería iniciar mal el año, por lo que no demoró en ponerse de pie sin ganas. El suelo crujió cuando lo pisó, en lugar de caminar hacia la puerta, se movilizó hasta la cama de Viktor. En medio de la oscuridad pudo apreciar su perfil relajado, sumido en un sueño aparentemente ameno.

—Viktor. . . —susurró. No recibió respuesta—. Viktor.

Tocó su hombro y lo sacudió con cuidado, recibió un murmullo inentendible.

—Viktor, despierta —pidió por lo bajo, y, abogando por la paciencia que tenía, encendió la lámpara junto a su cama.

Pudo observar su rostro dormido con detalle teniendo la luz esparciéndose por la habitación. Desde su nariz recta hasta los lunares esparcidos por la piel tersa. Los pómulos pronunciados, su mandíbula marcada y simétrica. No quería realmente fijarse en eso mientras lo despertaba, solo era un efecto colateral. Estaba ahí, y Jayce tenía dos ojos en perfecto estado.

Dormido, curiosamente, el aroma a miel se acrecentaba, volviéndose una caricia amena a su nariz sensible. Jayce necesitaba entender por qué a veces era imperceptible y otras tantas no. Quería saber qué hacía para cubrirlo tan bien, incluso dormido.

Se acercó un poco más y volvió a moverlo.

—Viktor. . . —llamó, subiendo más la voz para intentar que lo escuchase—. Despierta.

Viktor se removió.

—¿Dime. . .? —él balbuceó, sus ojos se mantenían cerrados.

—Alguien se metió a la casa.

Pensándolo con un poco mas de objetividad, tampoco había mucho que Viktor pudiese hacer si había un ladrón o alguien armado. El tipo era bajo, delgado y con una lesión que lo incapacitaba.

Viktor abrió los ojos con dificultad, primero uno que lo observó con un aire ido por el sueño. Cuando pareció recaer en que se trataba de él, abrió el otro. Jayce lo vio obligarse a mantenerlos abiertos.

—¿Qué. . .?

—Creo que entraron a robar —urgió, volteando hacia la puerta de la habitación cuando un nuevo estruendo los hizo brincar a los dos.

Todo atisbo de sueño abandonó el cuerpo de Viktor, quien no demoró en incorporarse con una expresión de renovada confusión. Miró también hacia la puerta y luego a Jayce. Otra cosa cayó al suelo y entonces no demoró en ponerse de pie.

—¿Powder y Ekko dijeron algo? —cuestionó, caminando detrás suyo cuando Jayce avanzó hacia la puerta.

Jayce lo vio teclear en su teléfono, posiblemente preguntando por el grupo que tenían de la casa. No supo si respondieron porque le interesó más abrir la puerta y asomar la cabeza, asegurándose de que en el pasillo no hubiese nadie.

Un dedo tocó su brazo. Jayce volteó y observó el semblante serio de Viktor mientras le extendía un objeto alargado. La oscuridad le hizo difícil ver, pero por la forma, Jayce obvió que era un bastón de madera. Habría preferido un bate, pero no pensaba ponerse exquisito cuando se trataba de defenderse.

—Quédate detrás de mí —ordenó por lo bajo.

Viktor lo ignoró de una manera deliberada y caminó justo a su lado. Jayce lo miró de reojo deseoso por preguntarle cuál era su plan de acción si los atacaban. No lo hizo, en su lugar ambos caminaron codo a codo hasta la cocina.

Las luces estaban apagadas. Se escuchaban los susurros de personas viniendo del interior. Jayce podía sentir los vellos de su nuca erizándose por cada paso que daba hacia lo desconocido.

Podía admitir que le asustaba un poco lo que podrían encontrarse. Su historial ya evidenciaba un intento de homicidio hacia su persona, ¿qué le aseguraba que este no sería el segundo? En ese caso, Jayce definitivamente moriría apenas abriera la puerta, y quizás silenciaran a Viktor en el proceso. Viktor debía saberlo, ¿por qué se empeñaba por quedarse a su lado? Podría morir. Los dos podrían morir.

La puerta entreabierta de la cocina se impuso delante de ellos. Jayce volteó hacia Viktor, y Viktor asintió sin palabras. Jayce entonces metió la mano en silencio, tanteó la pared hasta dar con el interruptor y lo accionó al mismo tiempo que entraba levantando el bastón.

—¡¿Quién está ahí?!

Recibió dos gritos de sorpresa.

Jayce y Viktor observaron a Powder y Ekko haciendo todo por recoger los utensilios que estaban desperdigados en el suelo. Los dos chicos los miraron con espanto. Powder más que Ekko, con sus facciones demostrando un impacto que en otra situación había sido cómico.

—¿Pow–. . .—Viktor paseó su mirada por ambos, Jayce no estaba seguro de si se veía enojado, sorprendido o indignado—. ¿Qué se supone que hacen?

—Salimos sin las llaves —ella dijo, apilando un par de tenedores que luego le extendió a Ekko—. Entramos por la ventana.

—Van a ser las cuatro de la mañana —él alegó, Jayce solo atinó a bajar el bastón y exhalar un suspiro aliviado. Todavía podía sentir el ritmo acelerado de su corazón—. Nos asustaron.

—Perdona, intentamos no meter ruido —Ekko se excusó—, pero mi pie se enredó en el mueble de los cubiertos y me caí.

Con más calma, Jayce pudo observar el gran bolso negro que yacía tirado también sobre el suelo de la cocina. Y el ropaje completamente negro que cubría a los dos recién llegados. No se perdió el par de pasamontañas situados en la encimera, y que Powder llevaba amarrado su cabello azul.

—¿Dónde estaban? —preguntó.

—Visitamos a un amigo en Beacon Hill.

—No tienen amigos con tanto dinero —Viktor señaló, frunciendo el ceño al recaer en lo mismo que Jayce.

Powder extendió su labio inferior.

—Podríamos.

—¿Cómo se llama?

Jayce se acercó a Ekko para ayudarlo a desenredar su pie del mueble, Viktor seguía interrogando a Powder.

—Algo con zeta —dijo—. Ezequiel. . . Ezrael. . .

Jayce dejó el pie de Ekko para voltear hacia Powder con velocidad. Lo escuchó quejarse porque seguía graciosamente atrapado en el mueble.

—¡¿Ezreal?! —Jayce soltó, ganándose la atención inmediata de los tres.

Powder chasqueó los dedos y lo señaló.

—Eso.

—¿Lo conoces? —Viktor preguntó.

—Es el uber que me trajo hoy hasta acá —dijo—. El que atropelló a Ekko.

El silencio se extendió. Se extendió. Y se extendió. Viktor parpadeó hacia Powder. Powder sonrió de vuelta. Jayce solo pudo mirar el bolso, notando, gracias a la cercanía, que estaba lleno de latas de pintura en spray y dos armas iguales a las que esa mañana lo habían atacado.

—¿Vandalizaron su casa? —Viktor cuestionó.

—Su casa no —Ekko intervino—. Su patio.

Jayce no estaba seguro de que eso fuese mejor o peor. Vio a Viktor frotando el puente de su nariz.

—No puede ser. . .

—Tranquilo, escapamos antes de que llegara la policía —Powder se volteó hacia Ekko mientras Jayce lo ayudaba a ponerse de pie.

Jayce estaba tentado a preguntarle a Viktor si esto era, o sería, frecuente. Pero Viktor se veía incluso más molesto que de costumbre. Tenía sentido considerando que era la madrugada, ambos pasaron de estar tranquilamente dormidos a vivir un susto innecesario que culminó con sus compañeros de habitación hablando tranquilamente sobre cómo habían vandalizado una casa de un niño rico.

¿Viktor estaría acostumbrado?

Lo que sea que cualquiera fuese a decir se perdió en el aire después de que tres golpes en la puerta los hicieran brincar por el nuevo susto. Los cuatro se miraron entre sí.

—Debe ser la vecina —Viktor suspiró—. Hicieron mucho ruido.

—Disculpa —Ekko pronunció—. A los dos.

—No volverá a pasar —Powder agregó.

Jayce asintió y siguió a Viktor cuando él caminó hacia la puerta. No se perdió el ligero cojeo al avanzar.

—¿Los vecinos se quejan?

—Siempre, y por cualquier cosa —Viktor movió la cabeza hacia atrás, después agregó—. A veces solo alegan porque están aburridos.

Asintió. Jayce decidió que cualquier pregunta la haría mañana con varias horas más de sueño encima y un café caliente acompañandolo. En ese instante no le interesaba nada que lo fuese irse a dormir y extender media hora la alarma a costa de su primera clase.

Viktor apreció por la mirilla, y un sonidito extraño escapó de su garganta cuando volteó hacia Jayce.

Se veía genuinamente sorprendido, y peligrosamente preocupado, especialmente cuando se asomó por su hombro y se encontró con los dos jóvenes de pie en la puerta de la cocina. Ambos imitaron su expresión de duda y se miraron entre ellos. Jayce hizo lo mismo.

—¿Qué? —Powder cuestionó—. ¿Quién es?

Viktor pasó de ellos a Jayce, no se vio menos preocupado.

—Es la policía.

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