Capítulo 12. Caos en la noria
El grupo, Iván incluido, se reunió a los pies de la gran noria de la feria para tomar algo. Con el crepúsculo, la feria se llenó de luz y color gracias a las guirnaldas y los focos que iluminaban las atracciones y las casetas. Lo único que permanecía apagado era la gran noria en el centro del recinto.
Llevaban la tarde explorando la feria y completando los juegos de los puestos en busca de puntos, pero cuando cayó la noche el grupo decidió darse un respiro en un puesto de patatas fritas y perritos calientes que parecía estar en funcionamiento. Eso sí, tuvieron que cocinar ellos.
—Es patético cenar comida barata hecha por nosotros en vez de en el buffet —dijo Jaime, mirando su perrito caliente al que solo le había dado dos bocados en cinco minutos.
—Es comida de feria —respondió Celia—. No es barata, de hecho cuesta el doble de lo que debería. En todo caso, es comida de mierda. Pero bueno, las vistas y el ambiente merecen la pena. Estas son las vacaciones que me imaginaba cuando me apunté a esto.
—¿Un perrito caliente húmedo y una feria medio vacía? —intervino Josemi.
—Sois unos putos pijos.
—A mí me gusta la comida de feria —dijo Lidia. Su perrito caliente tenía dos salchichas y más salsa y cebolla crujiente del que le echarían normalmente. Tenía que aprovechar que se lo podía hacer ella misma.
—¿Ves? Tenéis que ver el lado bueno de las cosas.
—Eso es difícil aquí —Isa estaba cabizbaja—. No es una feria normal, es un...
Sin previo aviso, el grupo fue deslumbrado por las potentes luces de la noria. Una música de circo comenzó a sonar mientras esta, poco a poco, empezaba a funcionar y a girar lentamente.
Los altavoces se encendieron tras un estridente sonido.
—Damas y caballeros, todas las pruebas principales del sector 2 han sido completadas —dijo una voz masculina pero desconocida—. Debo felicitaros por ello. Es por eso que os doy la bienvenida al juego final de este sector. Los interesados, por favor, id a la noria y poneos de acuerdo con la hora de juego. Solo hay doce plazas y, si no se completa antes de mañana, el tercer sector no se abrirá.
Todos tenían la vista fija en la atracción.
—No me jodas —murmuró Celia— No vamos a jugar, ¿verdad?
Un silencio rodeó la mesa de seis.
—Yo tengo puntos suficientes —afirmó Jaime.
—Lo mismo digo, no creo que me hagan falta más por hoy.
—Oye, Josemi —Celia cambió de tema—. ¿Vas a decirnos de una vez qué hablaste con Gambit?
—Os he dicho que nada importante. El puzzle era bastante chulo, eso sí... Podría habéroslo chivado para que lo resolvieseis vosotros o algo.
—No, qué va —Jaime se cruzó de brazos—. Dudo mucho que Gambit permitiese algo así.
—Dudo que tuviese un puzzle para cada persona.
—Qué más da, si ya no son horas —dijo Celia, ya sin comida en la bandeja—. Cuando queráis nos vamos.
Lidia se unió a la conversación.
—Esperad.
—Ah, no, sí, come a tu ritmo.
—No, no es eso —Lidia miró a la noria tímidamente.
Una tensión inundó el ambiente. Lidia quería jugar.
—No. ¡Ni de broma! —respondió Isa, nerviosa.
—Por favor. Riddle lo dijo, las pruebas ahora serán más fáciles que más adelante. Es la prueba final, no puede ser tan difícil...
—¿Riddle? —preguntó Jaime, extrañado.
—Da igual, vamos a eso luego —la chica prosiguió—. Necesito esos puntos. Mirad a Josemi, seguro que tiene más puntos que la mayoría. Cuando lleguemos a un sector complicado podrá descansar y... No sé.
Josemi le dedicó una sonrisa de lástima.
—Nena, tienes razón, pero... También entiendo a tu hermana. Sabes que puede ser un juego peligroso, ¿verdad?
—Soy menos tonta que el 90% de los jugadores.
—Eso no lo niego —rió—. ¿Y si... vamos todos con ella?
—¿Estás chalado? —bramó Jaime—. Cuantos más de nosotros entremos, mayor es el riesgo.
—Lo sé, pero por ayudarnos si se complica...
—Yo paso, ya lo dije. Si quiere entrar, que lo haga sola.
—No —Isa miró a Jaime con mirada desafiante—. No irá sola. Iré con ella.
—Dios mío —murmuró Celia—. De verdad que iría con vosotras porque... Sororidad y esas cosas, pero... Jaime tiene razón.
Iván se puso en pie, llamando la atención de todos, y escribió algo en su cuaderno.
"Voy con vosotras"
Jaime agachó la cabeza. El resto tampoco dijo nada. No les preocupaba tanto Ivan porque, al fin y al cabo, no eran amigos. No lo eran, ¿verdad? Josemi se sentía mal por él: era un crío como Lidia, incluso más joven de apariencia, al que habían adoptado porque su único conocido no salió de la habitación. Y ahora le estaban dejando a su suerte sin que nadie se antepusiese. Si su compañero fallecido estuviese ahí, ¿le hubiese tocado jugar? Josemi no le dio muchas más vueltas: en un lugar como aquel, era lo que tocaba. No era el hermano mayor de nadie.
Iván y las hermanas caminaron a la noria, seguidos del resto del grupo. A los pies de la noria había un pequeño grupo de jugadores formado, ninguno reconocible a simple vista a excepción de un hombre ancho sentado en las escaleras de entrada.
—¿Enrique? —le llamó Isa.
El jugador alzó la vista y sonrió al reconocerla.
—Anda, me alegra verte. ¿Vas a jugar?
—Eso parece —respondió, nerviosa—. ¿Y tú?
—Sí, a ver si hay suerte. ¿Cuántos sois? Solo quedan dos plazas.
Isa miró a sus acompañantes.
—Pues somos tres.
—Ah. Uf... —Enrique miró su brazalete— ¿Cuántos puntos tenéis?
—Yo tengo siete, Lidia seis. ¿Tú, Iván?
El joven alzó su muñeca. Solo tenía tres puntos.
—¡¿Solo tres?! —Isa se llevó una mano a la boca— ¿Qué has estado haciendo?
Iván no parecía cómodo.
—Tranquilos, tranquilos... Jugad vosotros por mí. Tengo seis puntos, pero creo que sobrevivo —respondió Enrique, levantándose de las escaleras—. Eso sí, ayudadme mañana a conseguir puntos, ¿sí? Jugar solo es aburrido.
Enrique parecía ser una de las pocas personas de Cryptica que parecía totalmente puro. Conseguir seis puntos jugando solo era, desde luego, una hazaña. Isa le sonrió y tomó la mano.
—Muchas gracias, Enrique. Mañana puedes venir con nosotros si te apetece.
—Si nos cruzamos lo hablamos. Me voy a dormir, que la espalda me pide cama. ¡Nos vemos!
Tras la despedida, los tres jugadores subieron para reunirse al grupo principal. Una chica de pelo corto, rostro pecaminoso y mirada alegre parecía ser el centro del círculo.
—Siete, ocho, nueve... —016 señaló a Lidia y sus acompañantes— ¿Vosotros jugáis? ¿Y el grandullón?
—Se ha ido. Jugamos nosotros por él —respondió la joven.
—Estupendo, somos doce —la chica de pecas sonrió—. Ahora debemos entrar cada uno en una cabina, como pone el cartel de la entrada. ¿Todos listos?
Uno a uno, los jugadores fueron entrando en las pequeñas cabinas que se movían lentamente. Conforme entraban, la puerta se cerraba sellándolos en el interior. Isa y Lidia cruzaron miradas antes de que llegase el turno de la hermana mayor.
—Por favor, no hagas tonterías.
—No las haré, tranquila —respondió Lidia con una sonrisa. Acto seguido, se volteó a Iván—. Suerte a ti también. Saldremos todos juntos, ¿sí?
Iván asintió y observó a sus compañeras entrar en sus respectivas cabinas antes de él. Era el último en la cola por lo que, en cuanto su recinto se cerró con él dentro, la noria comenzó a acelerar el ritmo durante unos segundos hasta frenar en seco, sacudiendo a todos en su interior. Las luces de la atracción comenzaron a bailar en diferentes colores y la música de feria se intensificó en el exterior. Asimismo, en el interior de las cabinas un altavoz se hizo notar.
Juego #009: Caos en la noria
Cada uno de vosotros está en el interior de una cabina con tres botones marcados con tres números: 0, 1 y 2. En cada ronda, deberéis pulsar uno de esos botones con un tiempo límite de 3 minutos.
Como resultado, al final de la ronda la noria girará el número de cabinas equivalentes a la suma de los números que han pulsado todos los jugadores activos. La cabina que esté en la salida tras la rotación se abrirá, liberando al jugador en su interior.
Hay un total de 12 rondas. Tras la última ronda, la noria explotará.
Isa tragó saliva y observó los botones frente a ella mientras analizaba las normas. Era un juego sádico y peligroso, digno de la mente de un psicópata. No podía entender el motivo por el cual alguien los pondría en aquella situación, mucho menos por qué su hermana quiso jugar y por qué ella la siguió. Odiaba el instinto fraternal.
Los altavoces emitieron un sonido y, acto seguido, una voz se pudo oír en la cabina.
—¿Eh?
Era una voz humana.
—Os escucho. ¿Me escucháis? —dijo otra voz, esta vez masculina.
—¡Eh! Parece que los altavoces de cada cabina ahora están conectados. ¡Yo soy 016!
Otros jugadores comenzaron a identificarse.
—Yo soy la jugadora 003 —dijo, nerviosa.
—Solo he contado once personas. ¿Alguien está desconectado?
Entonces Isa recordó al pobre Iván. Era sordomudo, por lo que...
—Iván... ¡El jugador 005 no puede ni hablar ni escuchar, es sordomudo!
Hubo un silencio tenso en la cabina.
—¿Cómo? —016 se volvió a hacer notar— Pero... Eso es injusto. Estamos aislados, ¡¿cómo vamos a salir todos si no podemos armar una estrategia firme?!
—¡Calma! He tratado con él, es listo, seguro que podemos pensar algo...
—Chicos —Isa reconoció la voz de Lidia—, no le demos vueltas. Ahora mismo da igual lo que hagamos, alguien va a salir seguro. Viendo que hay tantas rondas como jugadores, el problema lo tendremos si la misma cabina cae en la posición inferior dos veces. Os diría que empleemos estos tres minutos para pensar una estrategia y que, luego, pulsemos un número al azar. En la siguiente ronda emplearemos la estrategia acordada.
—No me fío de la gente que quiere tomar el papel de líder —refunfuñó 016—. Pero supongo que tienes razón.
—Es mi hermana, relájate —respondió Isa.
—¿Ahora ser lista es querer ser líder? Vaya tela con algunos.
—¡Calma, hombre ya! —interrumpió quien se había identificado como 092— ¿Tengo que recordaros que tenemos el tiempo justo para no morir?
—Sí, por favor —respondió otra jugadora—. He pulsado el número uno. No os olvidéis de hacerlo el resto y debatamos una estrategia.
Sin darle muchas vueltas, Isa pulsó el botón número dos. El tiempo de la primera ronda terminó sin nada acordado y la noria comenzó a girar. Isa cruzó los dedos: había una posibilidad entre doce de que Lidia saliese de ahí. Por supuesto, ella también quería salir de ahí, pero no sin sacar a su hermana antes. Una vez ganase, no podría interferir en el juego y eso le preocupaba.
Los altavoces lo hicieron saber: la noria rotó dieciséis posiciones, dejando a Isa a unas tres o cuatro cabinas de la posición inferior. La ingeniera soltó un suspiro con el fin de soltar sus nervios.
—Chicos, tengo una idea —la voz de Lidia volvió al altavoz—. El problema es Iván, el jugador sordomudo. Nuestra única oportunidad es hacerle llegar una estrategia, ¿verdad? Propongo que todos pulsemos el cero. Si Iván entiende que la noria se ha movido el número de posiciones que él ha escogido, solo nos queda rezar para que siempre pulse el número uno hasta que él salga. No está muy lejos de la posición inferior, además.
—Y cuando él salga, no tendremos que preocuparnos por él —dedujo 016—. ¡Es buena idea!
—No lo es —refutó 055, notablemente alterado—. ¿Y si Iván escoge el número cero? Es una posibilidad entre tres de que salga mal. Si seguimos con esta estrategia, la posibilidad de fracasar al menos es de una entre doce... u once. No sé.
—Pero la posibilidad crecerá con el paso de las rondas —dijo Isa—. La idea de Lidia es arriesgada, pero la suerte dejará de ser un factor de peso a partir de la próxima ronda. Si lo hacemos a tu manera es posible de que la caguemos antes de que Iván salga, y entonces...
—Sí, uno de nosotros morirá —dijo 016.
—Y se desatará el caos.
—Pues está claro, es la mejor opción. Si sale mal, improvisaremos cuando salga Iván —dijo Lidia.
Isa no podía evitar sentir orgullo por su hermana. No lo estaba haciendo mal y tenía unos nervios de acero, como siempre. Quizá no la necesitaba tanto como creía.
Todos pulsaron el botón cero y esperaron a que acabase la cuenta atrás. Entonces, esperaron el movimiento de la noria.
Un movimiento que no llegó. Cuando los altavoces anunciaron el comienzo de la tercera ronda, Isa supo que estaban en problemas.
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