Capítulo 8: El secreto de las minas II
En el sueño de Evein, el muchacho regresaba a la casa en Ström, Connecticut. Soñaba que estaba sentado en la mesa de desayuno, y a su lado estaba sentada su hermana Yavine, y al otro lado sus hermanas Agatha y Pricilla. Entonces la puerta se abrió y entró Obvine, solo que esta vez la cara de su hermana era diferente, aquella era la cara de Simma-Ron.
Evein despertó.
Sabía que no eran sus hermanas de sangre y Obvine sobre todo. Evein no era capaz de verla como solo su hermana. Sabía que era enfermizo, ya que había crecido con Obvine. Y al final, había sido Obvine, la única razón por la cual Evein continuaba vivo. De no haber sido porque Obvine le avisó al sheriff Barreda que un niño había caído al río, probablemente Evein estaría muerto.
Pero ahora Evein se sentía un poco más aliviado de poder cambiar sus sentimientos.
Entonces comenzó a temblar.
Simma despertó asustada. La energía eléctrica se fue y quedaron en completa oscuridad. Siendo la única luz la que entraba por la ventana era aquella que quedaba por los generadores alrededor de la plaza. Los dos se levantaron, y miraron por la ventana, los enanos comenzaban a apilarse frente a la torre.
—Creo que pasó algo malo. —Respondió Evein.
—Sí, yo también lo creo. Esos enanos deben dejar de escabar la tierra, Sino van a provocar que se hagan agujeros.
—Tenemos que ir a ver que está pasando. —Dijo Evein.
—En realidad no tenemos que hacerlo, esto es algo que ellos mismos se han buscado. —Dijo Simma.
—Simma, me dijiste que tengo que ser el héroe de Purgis, soy un guerrero vetado de la cristiandad. Y eso significa que debo ayudar a todos, incluso aquellos que nos hacen daño. Si ellos tienen un problema y no regresa la electricidad, ¿Cuánto tiempo soportarán en el invierno?
—Evein... —Trató de responder Simma, sin embargo, Evein no le dejó terminar de hablar.
—Tengo que hacerlo. —Respondió Evein.
Simma asintió, resignada.
Los dos salieron del hotel y caminaron a la plaza. Ahí estaba Snorri, el capataz quien estaba gritandole a los demás mineros.
—¡Capataz! ¿Sentimos el temblor, todo está bien?
—Ah, pero si es Evein Coaster y su cardinal. Así es muchacho. Se nos cayó una pared de roca en ña boveda más profunda de la mina. Mis enanos siguen atrapados allá abajo junto con una de las máquinas generadoras de energía.
—¿Ya organizó una partida de rescate?—Preguntó Evein.
Snorri comenzó a reír.
—No sabemos el tipo de gas venenoso que podía haber allá abajo.
—Ah no ser que tú nos prestes a tu cardinal para limpar cualquier gas que pudiese haber allá abajo. Esos mineros son trabajadores perdidos.
—¡Qué! Son seres vivos. —Replicó Simma.
—Lo sé. —Dijo el capataz, Snorri, ríendo freneticamente. —¿Creés que eso es malo? Malo será llenar los formularios de defunción en la compañía matríz. Al señor Scrooge no le gustará nada esto.
—¡No puede hablar enserio! ¡Realmente le preocupa más unos formularios que las mismas vidas de sus trabajadores!
—No se haga la santa, es una cardinal. Usted se alegra de que esos enanos estén allá abajo. ¡Quieres hacer algo por ellos, desciende por el tunel y limpia el aire.
—¡Basta! —Exclamó Evein. —Yo iré.
—Evein, no lo hagas. —Respondió Simma.—Puede haber gases tóxicos allá abajo.
—Alguien tiene que salvar a esos enanos. —Respondió Evein.
—Evein, si tu bajas y hay gases tóxicos, la mágia de San José de Arimatea no te protegerá. Si tú bajas y mueres se terminó tu cruzada para salvar a tu hermana.
—No moriré. ¿Confías en mí? ¿verdad?
—Quiero confiar en ti, pero...
—Pero a veces hay que saltar al vacío y confiar. —Respondió Evein.
El muchacho entonces se acercó al agujero y se arrojó hacia el vacío.
Cayó varios metros, sin embargo, antes de tocar el suelo, clavó la espada en la piedra y así frenó su caída. De ahí dió un salto al suelo. y continuó caminando por el tunel. San José de Arimatea, comenzó a brillar con su rojo fulgor, lo que le permitió poder alumbrarse hacia el frente. Entonces llegó a donde estaban los enanos. Detrás del muro de piedra se escuchaba los lamentos de los enanos.
—No se preocupen, yo los sacaré de aquí. —Respondió el muchacho.
Evein lanzó tajos contra la piedra, y esta se cortó.
Al otro lado estaban los enanos.
—Salgan de aquí todos ustedes. —Respondió Evein.
—No podemos...—Dijo uno de los enanos. —Necesitamos encender el generador de energía otra vez.
—Yo me encargaré de eso. —Respondió Evein. —¿Qué es lo que tengo que hacer?
—Solo tienes que tirar de la cadena. —dijo el enano.
El muchacho se internó por el otro lado de la roca, se dió cuenta que había una serie de bovedas que se interconectaban. Pegado a una pared, estaba el generador eléctrico. Evein se acercó y tomó la cadena. Tiró fuerte de ella y el generador se puso nuevamente en funcionamiento. Todo el interior de la boveda comenzó a iluminarse nuevamente con luz eléctrica.
—¿Quién está ahí?—Dijo una cavernosa voz. —Acercate, sé que estás ahí...
—¿Quién es?—Preguntó Evein.
Entonces una serie de bombillas electricas comenzaron a brillar con un fulgor rojo. Las bombillas marcaban un camino hacia uno de los tuneles.
Evein siguió el camino marcado. Más notó como San José de Arimatea comenzó a vibrar en su mano.
En una de las bovedas detrás de unos gruesos barrotes de hierro negro, se encontraba una inmensa criatura; pelaje negro, con enormes cuernos brillantes color blanco y ojos azules. La criatura se levantó y caminó hacia el muchacho. sus piernas, se curbeavan y terminaban en pezuñas. con afiladas garras en sus manos y su cara humanoide.
—¡Ah!, Al fin nos volvemos a encontrar,vieja amiga. —Anunció la bestia.
—¿De qué estás hablando? Yo no te conozco. —Respondió Evein Coaster.
—No me refiero a ti, usuario de San José de Arimatea. Estoy hablando con la espada.
—¿Le hablas a mi espada?—Le preguntó Evein a la bestia.
—Así es, después de todo, en la espada corre la sangre de nuestra reina, Ariadna, la hija de Avon El Progenitor. —Respondió la bestia. —Permiteme presentarme, usuario de San José de Arimatea. —Mi nombre es Krampus.
—¿El demonio de la navidad?—Preguntó Evein, algo sorprendido.
—¡Ah! Veo que mi reputación me precede. —Replicó el demonio sonriendo maliciosamente.
—No en el buen sentido. —Le respondió Evein.
—Difícilmente, los tramoyistas se llevan el reconocimiento del actor bajo el reflector. —Dijo Krampus. —Más mi trabajo hablaba por si mismo. Parece ser que Alexander Noelius ha metido la pata, y la ha metido hasta el fondo, si sus errores han convocado a tres nuevos guerreros vetados de la cristiandad. —Replicó el demonio.—¿Y quién eres tú, guerrero?
—Evein Coaster, ¿Conoces a Alexander Noelius?—Le preguntó Evein.
—No solo lo conocía, trabajaba con él. Juntos, fuimos un equipo imparable que trajo el fin de los humanos en Purgis. Él atacaba a sus padres en el día y no me encargaba de los pequeños en la noche. Esas fueron las noches gloriosas.
—Si eran un equipo, ¿por qué pararon?
—Porqué Alexander Noelius olvidó que el día le pertenece a él, pero la noche a mí. Y cuando me ordenó dejar de perseguir niños, después de que el último de los humanos se extinguió. Yo, simplemente no quería terminar. Los niños humanos habían muerto, sí pero aun habían niños elfos, enanos, duendes, muchas otras clases de juventudes...—Dijo Krampus. —Él y sus pilares de adviento me persiguieron, me sometieron y luego me encerraron aquí en esta cueva.Dime muchacho, ¿cuanto falta para la media noche? Después de todo, estoy seguro que el viejo aún no se cansa del invierno. Aún no se cansa de matar niñas...
—No sacrificará a nadie este año. —Respondió Evein. —Yo lo impediré. Cueste lo que cueste.
El Krampus comenzó a reír.
—¿Crees que lo impedirás? ¿Y como piensas cruzar el foso de las carboneras, enfrentarte a los pilares de adviento y cruzar los gruesos muros del interior del Castillo Astral?
—Yo lo detendré antes de la media noche. —Replicó Evein.
—Tal vez puedas hacerlo, o tal vez no. Más no puedo negar que incluso debajo de la tierra, puedo sentir el aura de una niña dentro de los muros del Castillo Astral.
—Así que es cierto, Yavine está en el interior del Castillo Astral. Gracias Krampus. —Replicó Evein y luego se dió media vuelta. Listo para dejar al Krampus en su prisión.
—¡Espera muchacho! —Gritó el Krampus. —¿No vas a liberarme?
—¿Por qué razón debería hacerlo?
—Porque estamos en esto juntos, para vencer a Alexander Noelius necesitarás ayuda. Y yo estoy dispuesto a dartela. —Dijo Krampus.
—También eres un demonio que mata niños. Y mi hermanita es la niña que Santa espera sacrificar a la media noche. De liberarte, mi hermana se convierte en presa para ti. —Replicó Evein.
—Ah, veo que eres un chico listo. —Entonces el Krampus agarró su cuerno izquierdo y lo partió en dos. —Esta es mi promesa para ti, Evein Coaster: Usuario de San José de Arimatea.Yo Krampus, me comprometo a no dañar a tu hermana y regresartela sana y salva. Y acambio, tú Evein Coaster, te comprometes a dejarme salir de esta prisión. —Respondió el demonio.
—Si hago esto, ¿atacarás a otros niños?—Preguntó Evein.
—Es mi naturaleza. —Replicó Krampus. —Así como es la tuya, liberar a Purgis. —Respondió Evein.
—Pero es mi decisión, el dejarte salir o no. —Respondió Evein.
—Bien, te prometo algo, Evein Coaster. Hasta que Alexander Noelius haya sido vencido, prometo no atacar ningún niño. —Respondió el Krampus. —Hasta que Alexander Noelius esté vencido.
Entonces Evein Coaster de un tajo con la espada, cortó los barrotes
—Wow, fue facil convencerte.
—No. —Replicó Evein. —Una vez que termine con Alexander Noelius, iré por ti, Krampus. Como dices, es tu naturaleza matar a los niños, y es mi naturaleza tener que salvarlos.
El demonio, comenzó a reir. —Hasta que nos volvamos a ver, Evein Coaster. —Respondió el Krampus.
El demonio se hizo ceniza y se disipó en el aire. Dejando solo su cuerno en el suelo.
Evein lo tomó.
Y luego se dirigió a la salida de la mina.
El fuego que se exparcía por los techos de la ciudad tenía a los enanos corriendo de un lado a otro, tratando de apagar el fuego. Dando ordenes, estaba Snorri.
—¡Que ocurrió aquí! —Exclamó Evein.
Snorri se dio la vuelta. —Esto es tu culpa, la perra de tu cardinal se volvió loca. Y le prendió fuego a la ciudad.
—Simma, no haría eso. —Respondió Evein.
Entonces Evein vió una gran jaula humeante.
—¿Qué es eso? —Le preguntó Evein a Snorri.
—Tratamos de hacer que la cardinal te ayudara allá abajo.—Respondió Snorri.
—¡Qué! Ustedes trataron de meter a Simma en una jaula.
—Fue solo para ayudarte, chaval. —Replicó Snorri.
—¡Mierda! —Exclamó Evein. —¿Y donde está ella?
—¡Quien sabe! Después de prenderle fuego a la ciudad, la cardinal se fue en un torbellino de nieve hacia el norte.
—Maldita sea. —Dijo Evein y comenzó a caminar.
—¿A donde vas? ¿No nos vas a ayudar a apagar el fuego?
—Ya les he ayudado lo suficiente...—Dijo Evein. El muchacho paśo a internarse en el bosque en dirección al norte.
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