twenty three.

BRIELLE MONROE.

No tenía ganas de ir al funeral del agente Clement el día lunes. Siendo su asesina, sentía que no podría plantar cara en ese lugar, mucho menos rodeada de un montón de otros policías. Pero sabía que tenía que ser valiente, entonces me armé de valor, me planté un vestido negro, unas botas y un abrigo del mismo color, y me fui con los chicos cuando me pasaron a buscar.

La ceremonia se llevó a cabo en un cementerio rodeado de árboles. Nash y yo nos pasamos pegados todo el rato, intercambiando miradas de «ayuda» de vez en cuando. Él me pidió alrededor de unas seis veces que lo golpeara disimuladamente para que no le diera un ataque de risa en medio del funeral. Por suerte, nuestro grupo estaba un poco más apartado del resto de las personas, de pie junto a unos árboles.

—Por favor, rubia —susurró Nash.

—No te voy a golpear, tonto.

—Entonces dame un beso.

—Aquí no.

—¿Por qué?

—Porque no.

—¿No vas a controlarte?

—Cállate.

—Cállame.

—¿No puedes aguantarte? —inquirí, alzando las cejas.

—No —contestó—. Estoy a punto de levantarte el vestido y...

—Nash, estamos en un cementerio —murmuré entre dientes, sintiendo mis mejillas arder.

—Ya, pero dame un beso.

Le lancé una mirada asesina y él se quedó callado, sin embargo optó por abrazarme, acariciando mi cintura y pegándome contra él. Calvin, que se encontraba con el ceño fruncido, intercambió miradas conmigo, así que abracé de la misma forma a Nash.

—¿Y si nos metemos en el cajón con Clement? —me susurró él en el oído.

—Basta, Nash, no me hagas reír.

—Me gusta escuchar tu risa, bonita.

—¿No entiendes que estamos en el funeral de alguien a quien nosotros matamos? —le susurré al oído, y con eso se quedó completamente callado.

Cuando por fin salimos de ahí, fue como si un monstruo que me abrazaba con fuerza me soltaba y me dejaba respirar con normalidad.

Pero el ambiente tenso que había en el sótano después de que llegamos del funeral era casi insoportable, y yo también me estaba poniendo tensa gracias a eso. Sentía la necesidad de ponerme a lanzar chistes malos para romper el silencio, pero me aguantaba, mordiéndome los labios. Lo peor era que Calvin, Jesse y Nash parecían enojados entre ellos, estaba segura de que se pelearon o algo así. Isaac estaba muy serio y Ryan muy callado. No podía entender qué pasaba.

—¿Y si salimos el fin de semana? —propuso Isaac, como intentando romper la incomodidad que había—. Podemos ir a jugar bolos.

—Sí, sí —dije con cierta timidez en un intento de apoyar la causa.

Jesse se puso de pie y se fue de ahí. Calvin miró a Nash con el ceño fruncido y éste lo ignoró por completo, con la vista fija en el videojuego que jugaba. Me puse de pie para seguir a Jesse, porque sentía que ese silencio incómodo tenía que ver con él y quería saber qué pasaba.

Lo encontré de pie en su cuarto viendo las noticias en la televisión mientras fumaba un cigarro. No paraban de hablar del agente Clement.

—¿Puedo entrar? —pregunté en voz baja.

Él se encogió de hombros. No sabía lo que significaba, pero entré de todas formas y me paré a su lado. Estaba demasiado serio y podía notar lo tensa que estaba su mandíbula.

—¿Te sientes bien? —inquirí.

—No —contestó con la voz un poco ronca, negando levemente con la cabeza—. Pero en esta casa nunca ha importado cómo me siento.

No sabía qué decir o qué hacer, me limité a mirarlo.

—Sinceramente, me importa una mierda que mi padre esté muerto —dijo, inclinando la cabeza hacia atrás y expulsando el humo hacia arriba con los ojos cerrados—. Siempre me importó una mierda, pero hay que hacer todo lo que el señor Calvin quiere, ¿no? —Soltó una risa amarga y volvió a darle otra calada al cigarro.

Me quedé en silencio porque quería escucharlo más.

—Mi padre no me quería, ¿sabes? —dijo, mirándome con sus ojos enrojecidos y luego agachando la cabeza—. Pero yo sí. Y él siempre fue un hijo de puta.

—Lo siento...

—No importa. Tú no hiciste nada para que él me odiara —me interrumpió, alejándose un poco y llevándose las manos a la cabeza mientras daba vueltas por la habitación—. Y ya no quiero saber quién lo mató, no me importa. De hecho, si tuviera al puto asesino frente a mí, lo invitaría a jugar Call of Duty o qué se yo. Quiero poder vivir en paz, quiero irme con mi mamá y dejar todo este tema atrás. Estoy harto de tener que esconderme para que ese idiota de Jakob no me mate. Todo es la puta culpa de Calvin, joder.

No sabía qué decir, me quedé plantada como tonta.

—Y también estás tú... —Me señaló con el dedo, acercándose a mí—. Y a ti te odio por llegar de la nada a mi vida como un angelito con la cara tan bonita que... que me gustas, joder.

Entreabrí la boca con asombro, pero antes de que pudiera decir algo él me besó.

Me quedé helada de la sorpresa mientras Jesse ponía las manos en mi cintura y me apegaba a él con suavidad. No podía creer que eso estaba pasando de verdad, así que antes de que pasara a mayores, puse mis manos sobre su pecho y me aparté con lentitud para no ser tan brusca.

—Jess...

—Lo sé —me interrumpió, sonriendo con cierta tristeza—. Los vi en mi cumpleaños, así que no lo digas, por favor. Pero quería besarte alguna vez en mi vida. Borraré eso de mi lista de deseos.

Solté una risa. Él se alejó de mí un poco, rozando mis brazos en una sutil caricia.

—Esto sólo hace que mi ego suba —comenté.

—Es un placer subir tu ego. —Inclinó un poco la cabeza en un gesto divertido—. Por favor, olvida esto antes de que no pueda volver a mirarte a la cara.

—¿Qué es lo que tengo que olvidar? —pregunté, haciéndome la tonta.

Jesse sonrió.

No sé de dónde me nació el impulso de abrazarlo con todas mis fuerzas, pero lo hice. Lo abracé por la cintura, apoyando la mejilla en su hombro. Dudaba que él recibiera abrazos seguido, por lo que no me sorprendió que se quedara rígido. Aunque luego de unos segundos me abrazó también, envolviéndome por los hombros y acariciando un poco mi cabello.

No dijimos absolutamente nada, y cuando me aparté de él le sonreí y salí de su habitación, cerrando la puerta detrás de mí.

Miré hacia el piso de abajo por las escaleras y noté que al parecer las cosas ya no estaban tan tensas, porque vi a Isaac, Calvin y Ryan discutir sobre la cena y la película que verían a continuación.

Pero entonces sentí una mano en mi muñeca, lo que de alguna manera me asustó. Sin darme cuenta estaba en el cuarto de Nash, casi golpeándolo debido a que me tomó por sorpresa. Mi espalda chocó con la puerta de la habitación, que se cerró con fuerza cuando él le puso una mano.

—Eh, ¿porque me miras como si fuera un fantasma? —preguntó, acercándose aún más a mí.

—Lo siento, fue... instinto —murmuré, poniéndome un poco roja.

—Como sea... ¿Te estás divirtiendo? —preguntó, sonriendo con sarcasmo.

—¿Uh?

—¿Cómo besa Jesse?

—Ah... No lo voy a negar, besa bien. —Me encogí de hombros.

La sonrisa se le borró de los labios y su mirada oscura me dio un poco de miedo, pero solté una risa.

—¿Celoso, Becker? —pregunté, alzando las cejas.

—¿Quieres jugar, Monroe? —preguntó, repitiendo mi gesto.

—Ya, él me besó —sinceré, rodando los ojos—. Pero lo aparté.

—¿De verdad? —inquirió con ironía.

Volví a poner los ojos en blanco y alcé la vista para mirarlo a la cara, pero me distraje en su cuerpo. No me había dado cuenta de lo lindo que se veía, vestido completamente de negro, con un par de botones desabrochados de la camisa, dejando al descubierto parte de su pecho tonificado y tatuado.

Me relamí inconscientemente los labios y fruncí el ceño.

—No hagas preguntas tontas cuando sabes que el que me gusta eres tú.

Me miró un momento, volviendo a sonreír con evidente satisfacción.

—Espera... Por favor repite eso.

—Oblígame —contesté.

Él negó con la cabeza y me besó con fuerza, como si quisiera devorarme, lo que correspondí de inmediato, moviendo mis labios a su ritmo. Sabía al chicle de fresa que masticaba.

Sus manos acariciaron mi cintura antes de apegarme a él, por lo que mi cuerpo chocó contra el suyo mientras me ponía de puntillas y lo abrazaba por el cuello en un intento de acabar un poco con la diferencia de altura. Parecía que él disfrutaba que yo tuviera que hacer un esfuerzo por mantener nuestros labios unidos al ser más pequeña en comparación, pues soltó una risa sobre mi boca e inclinó la cabeza hacia atrás con evidentes intenciones de molestarme, por lo que me aparté frunciendo el ceño y lo empujé hacia atrás.

—¿Crees que es divertido? —le espeté.

—Perdóname, bonita —dijo con voz baja y ronca. Rodeó mi nuca con una mano y me volvió a apegar a él con brusquedad, tuve que arquear la espalda para separar nuestros pechos—. Es que me encantas más cuando te enojas.

—¿Ah, sí? —murmuré.

Volvió a unir nuestros labios, más suave, y me resistí en un principio, pero entonces apoyé las manos en su pecho y lo acaricié hacia arriba, agarrándome de su cuello, comenzando a besarlo con una pasión que amenazaba con volverse realmente peligrosa, y la verdad yo sí quería que lo fuera.

Nash bajó su mano por mi espalda baja, acariciándome y presionando nuestros cuerpos, separando un poco los labios para atrapar los míos en un suave mordisco.

—¿Alguna vez te he dicho que eres una diosa? —preguntó, ladeando la cabeza.

—No —contesté sin dejar de mirar su boca con una sonrisa—. Pero ya lo sabía.

Puso los ojos en blanco y yo fui la que lo besó esta vez, enredando mis dedos en su cabello, él conocía tan bien cómo lamer y morder para volverme loca. Empezaba a sentir la humedad acumulándose en mi cuerpo, más abajo, algo estaba creciendo en mi abdomen, y me desesperaba un poco. Atrapé su labio inferior entre mis dientes para estirarlo hacia afuera. En respuesta, metió sus enormes manos bajo mi corto vestido y apretó fuertemente mi trasero, apretándome hacia él, robándome un jadeo de dolor.

—¡Au...! —me quejé sobre sus labios. Y me dio vergüenza. Y me puse roja cuando se apartó y me miró—. Digo... Hum...

Nash sonrió, enseñándome sus hoyuelos. Quise comérmelo a besos. Retiró sus manos de mi vestido y las apoyó en mi mandíbula para seguir besándome.

—Preciosa —susurró entre besos.

Me reí un poco contra sus labios y deslicé una mano por debajo de su camisa, acariciando sus abdominales, sintiéndolos contra mi palma. Ya lo había visto sin camiseta una vez, aunque estaba lleno de sangre, y deseaba verlo sin algo que me impidiera admirarlo.

Ante ese tacto, Nash comenzó a besarme con una repentina desesperación que me dejaba sin aliento, me encantaba. No sé cómo comenzó a caminar hacia la cama, pero me dejé llevar hasta que mis muslos chocaron con el borde de ésta, que era bastante alta. Tomé el cuello de su camisa negra y logré desabotonar un botón, luego otro, y otro...

—Joder —mascullé, apartándome con el ceño fruncido—. ¿No encontraste otra con más botones?

Nash dejó escapar una ronca risa y se quitó la camisa en un segundo, más rápido de lo que yo hubiera podido. Todo era tatuajes, cuadritos en su abdomen, la V que se marcaba en la parte baja, unos músculos perfectamente esculpidos, se notaba mucho el tiempo que se pasaba en el gimnasio... Tuve que parpadear un segundo para asegurarme de que no estaba soñando con el olimpo.

Apoyé una mano sobre sus definidos abdominales tatuados, levantando la cabeza para mirarlo. Mi frente con suerte le llegaba al hombro. No solía sentirme tan chica frente a otras personas, yo ya era alta, pero Nash...

—Me fascinas, Nashie —murmuré, medio atontada.

Él deslizó sus dedos por mi espalda, agarrando los tirantes de mi vestido, los que lo mantenían amarrado alrededor de mi torso, entonces los jaló y la tela se desajustó, soltándose. La seda cayó por mis hombros y Nash se apartó para enganchar sus dedos y quitármelo con suavidad, lento, como si quisiera que ese momento durara para siempre, como si quisiera grabarse cada centímetro de mi cuerpo que iba descubriendo. Finalmente el vestido cayó al suelo, dejándome sólo con las bragas rojas que llevaba.

Se apartó de mí un poco, con aquellos ojos más negros que nunca clavados en mi cuerpo. Se detuvo en mis pezones endurecidos, en las manchas blancas de mi estómago, luego debajo de mi abdomen...

Posó sus enormes manos en mi cintura y me volteó bruscamente, apegando mi cabeza a su pecho. Me presionó fuerte, con malicia, y solté un suspiro cuando sentí algo demasiado duro contra mi trasero.

—Me llamo Nash —susurró—. Es Nash, no Nashie.

Deslizó una de sus manos por mi abdomen, sin soltarme, justamente esa mano en la que tenía tatuado «Nash» en los dedos. Ahogué un jadeo de sorpresa mientras bajaba hasta meter lentamente los dedos por el borde de encaje de mis bragas.

—Siempre he pensado que te ves como una diosa con el rojo —dijo, arrastrando su otra mano hacia mi culo y apretándolo con fuerza—. Pero ahí se te ve mejor que nunca.

Estaba muy acalorada, en todos los sentidos posibles, como para decir algo. Nash metió su mano en mis bragas, deslizando un dedo lentamente por mis pliegues húmedos. Cada parte de mi cuerpo se tensó, doblé un poco las rodillas, pero Nash me sostuvo por la cintura con el otro brazo y me presionó fuertemente hacia él. Se me arrancó un gemido al sentir el bulto cada vez más duro en mi trasero, así que él me tapó la boca, su mano tatuada cubría más de la mitad de mi cara.

—No quieres que los chicos te escuchen, ¿verdad? —inquirió.

Negué con la cabeza y miré hacia arriba. Él estaba inclinado sobre mí, era tan, pero tan alto, que me sentí diminuta en sus brazos. Nash me miró a los ojos mientras sumergía uno de sus largos dedos en mí. No pude evitar soltar un gemido de dolor contra su mano, porque sí que dolió. Era basquetbolista y guitarrista, ¿qué esperaba?

—Shh... —susurró Nash, inclinándose un poco a mi altura—. ¿Quieres que pare?

Volví a negar, más frenéticamente. Dios, por favor que no parara.

Entonces metió otro dedo y se me doblaron las rodillas. Me exploró por dentro, suspiré y dejé caer la cabeza en su pecho, sus dedos formaron una curva, los sacó, los volvió a meter y volvió a repetir lo mismo con rapidez. Su pulgar pronto encontró mi clítoris y lo masajeó, enviando una electricidad por todo mi abdomen y mi columna. Sentía la humedad palpitante, arqueé la espalda y llevé mis brazos hacia sus piernas, agarrándome de la tela de su pantalón a la altura de sus muslos.

Me quejé contra su mano, mirándolo a los ojos, y él besó mi frente, aumentando la velocidad de sus movimientos.

—No hagas ruido —gruñó contra la parte superior de mi cabeza.

Nash se inclinó hacia mi cuello, mordiendo suavemente la piel de mi garganta. Usó la mano con la que cubría mi boca para jalar mi cabeza hacia atrás y besar mis labios con desesperación, sin dejar de masturbarme cada vez más intenso. Casi olvidaba mi nombre con las sensaciones que recorrían mi cuerpo mientras Nash me besaba.

—Nash —gemí contra sus labios sin poder contenerme, presionando sus pantalones con fuerza—. Mierda...

—Shh... —susurró.

—Es que... —Tragué saliva, soltando un suspiro mientras me agarraba de su brazo y le enterraba las uñas—. Creo que...

—No —dijo—. Aún no.

Retiró sus dedos, se puso frente a mí y me besó con fuerza, agarrando mi culo para levantarme del piso con una facilidad que me sorprendió, como si no pesara más que una pluma. Me dejó recostada en la cama y apoyó los brazos a cada lado de mi cabeza. Me besaba como si fuera lo último que haría, lo tenía encima de mí, pero no me parecía suficiente. Quería mezclarme con él si era posible.

—No quería que pararas —protesté contra sus labios, respirando agitadamente.

—No voy a parar, bonita. —Nash mordió mi labio inferior y separó mis piernas para ponerse entre ellas.

Me empecé a preguntar dónde había quedado la Brielle dominante que era. Nash tenía todo el control en ese momento, pero no iba a mentir, me encantaba.

Acarició mis muslos y me arrancó las bragas húmedas de un tirón, las dejó caer mientras sus ojos viajaban por todo mi cuerpo. Sonrió ante mi desnudez, enseñando esos hoyuelos preciosos que aparecían cada vez que lo hacía.

—Eres una maldita obra de arte, Brielle —dijo en un gruñido que salió desde lo más profundo de su garganta.

Sonreí y volvió a atacar mis labios. Apoyé las manos en su pecho desnudo y lo acaricié mientras arrastraba mis besos por su mandíbula. Nash rodeó mi garganta con sus dedos y me obligó a volver a sus labios, agarrando un puñado de mi cabello y jalándolo hacia el lado para obligarme a inclinar la cabeza y desplazar sus besos por mi cuello. Atrapó un pedazo de mi piel, mordiéndolo y succionándolo, lo que claramente iba a dejar una marca. Solté un quejido de dolor por su brusquedad, pero la verdad era que me encantaba. Repito, me encantaba.

—Para que sepan que eres mía —susurró mientras bajaba una mano hacia mis pechos, y su voz ronca me hizo estremecer.

Suspiré como una tonta, acariciando su cuerpo, sintiendo sus abdominales y cerrando los ojos al disfrutar del placer de sus besos sobre mi piel sensible. Una de sus manos, aún sobre mis pechos, viajó hacia mi trasero y me empujó hacia él, provocando un roce que de nuevo me hizo sentir el bulto bajo su pantalón.

—Me estás volviendo loco —susurró sobre mi oído—. ¿Estás segura de que quieres...?

—Nash —lo interrumpí, buscando nuevamente sus labios—, ¿no te quedó claro todavía?

Él sonrió con satisfacción, uniendo nuestras bocas mientras que en un rápido movimiento me agarraba de los tobillos, me jalaba hacia al borde de la cama y se ponía entre mis piernas, deslizando sus dedos por la parte inferior de mis muslos mientras se inclinaba hacia mí con la respiración un poco agitada.

—Hay un problema. No tengo condones.

Meneé la cabeza.

—A la mierda —dije, impaciente—. Tomo anticonceptivos.

Sus ojos atravesaron los míos, desabrochándose la correa, el pantalón y sacándoselo de dentro del bóxer. Era grande, no sé por qué me sorprendió, teniendo en cuenta que todo en él era grande.

Se acomodó cerca de mi intimidad, sus ojos atravesando los míos mientras acariciaba mi muslo con una mano y con la otra se direccionaba para acariciar mi entrada con la punta. Un solo jadeo de mi parte fue suficiente para que se enterrara en mí con fuerza, tomándome por completo en una sola estocada.

Tardé unos segundos en acostumbrarme a la, en un principio, dolorosa sensación. Sentía que algo dentro de mí se rompía, mis ojos se llenaron de lágrimas mientras un fuerte gemido abandonaba mis labios.

—Shh... —Nash agarró mis muñecas, poniéndolas sobre mi cabeza, saliendo y volviendo a entrar de nuevo. Esta vez se sintió increíble, fue una oleada de placer que me dominó, volviendo a provocar mis gemidos—. Me avisas si duele mucho —susurró, inclinándose sobre mí—. Pero dudo que me detenga hasta que te vea gritando mi nombre en un orgasmo, bonita.

Realmente me iba a volver loca.

—Nash —gimoteé en un susurro, mirando sus ojos—. Sí duele...

Unos golpes en la puerta me impidieron acabar con la frase. Me llevé las manos a la boca y Nash me afirmó de la cintura, sonriendo con malicia al darme otra estocada. Tuve que hacer un esfuerzo enorme por no quejarme.

—Nash —dijo una voz, era Calvin—. Llegó la comida, ¿vas a bajar o no?

—No —respondió Nash, acariciando mis caderas—. No quiero, vete.

—¿No has visto a Brielle? —inquirió Calvin.

Nash recorrió mi cuerpo desnudo de arriba hacia abajo con una sonrisa, se inclinó sobre mí y me susurró en el oído mientras besaba el lóbulo de mi oreja.

—Respóndele, bonita.

Me destapé la boca y tragué saliva con fuerza.

—Estoy... aquí —intenté que mi voz sonara firme, pero Nash volvió a salir y entrar con malicia, y más bien fue un jadeo entrecortado.

Se me escapó un chillido, tuve que morderme el labio mientras le lanzaba un manotazo en el pecho a Nash, cuya ronca risa me puso la piel de gallina.

—¿No vas a bajar?

—Te dije que te fueras —gruñó Nash.

—Como sea —respondió Calvin.

Nos quedamos quietos un segundo. Me cubrí la cara con las manos, avergonzada, sentía que estaba rojísima.

—¿Se fue? —murmuré.

—Que se vaya a la mierda. —Nash tomó mis manos para destaparme la cara, me besó los nudillos y entrelazó nuevamente nuestros dedos—. ¿Sigo, bonita?

—Por favor —jadeé.

Empezó suave, lento, a un ritmo tranquilo que me desesperaba de alguna forma, y se notaba que esa era su intención. Quería más duro, pero no fue necesario que se lo pidiera, pues fue aumentando su fuerza, haciendo que el respaldo de la cama rebotara contra la pared mientras presionaba mis manos contra las sábanas.

—Oh, mierda... —gemí sin poder contenerme, mirando hacia abajo para ver el punto en el que nuestras pieles se encontraban. Cerré los ojos y arqueé la espalda, apretando sus manos entre las mías—. Nash, Nash...

Él me besó, ahogando mis gemidos con ello. No recordaba que el sexo se sintiera tan bien, nunca de esa forma...

𓍯 ࣪🔪 ᳝ ˑ ♡̷

A la mañana siguiente me desperté por culpa de un trueno que estampó el cielo. Amaba mucho el clima de ése lugar, me encantaba que lloviera casi todos los días y no poder sentir ese calor agobiante que hacía sudar y ponía de malhumor.

Intenté moverme un poco, pero el fuerte brazo de Nash que rodeaba mi cintura me lo impidió. Sentí mis mejillas arder al recordar todo lo que había pasado la noche anterior. Lo miré. Estaba durmiendo tranquilamente con las sábanas hasta el cuello, evidentemente tenía frío.

Me incorporé un poco en la cama y miré alrededor en busca de mi ropa. Localicé mi vestido tirado junto a mí, así que lo agarré y me lo puse encima.

—¿Nash? —susurré. Él soltó un gruñido medio dormido—. ¿Me dejas salir?

No se movió, no se despertó. Así que con cuidado tomé su brazo, quitándolo de mi cintura para ponerme de pie. Busqué el resto de mi ropa y salí de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí con cuidado de no hacer ruido.

Cuando me detuve, fui consciente del ardor que sentía en la entrepierna. Claro, no tenía sexo desde hace más de un año y sentía que hasta se me había olvidado la sensación. Era como no haber hablado en días y que te doliera la garganta al volver a hacerlo. Qué deprimente.

Cuando me giré por el pasillo para seguir con mi camino hacia la habitación de invitados —donde se suponía que tenía que dormir—, solté un chillido ahogado al ver a Isaac mirándome con la boca abierta junto a la puerta de su cuarto.

Me puse demasiado roja, y eso al parecer lo hizo salir de su estado de shock, porque presionó los labios, comprimiendo una carcajada.

—No te rías —susurré.

—Que sepas bien que anoche no me dejaron dormir. —Me señaló con el dedo de la mano en la que tenía un vaso de leche con chocolate.

—Lo siento...

—Mentira —me interrumpió—. Sabes bien que no lo sientes.

Me mordí el labio, nerviosa. Entonces eché a andar rápidamente por el pasillo para llegar lo antes posible a la habitación. Cerré silenciosamente la puerta cuando llegué. Escuché la risa de Isaac y luego mi celular vibrando en el bolsillo de mi abrigo. Lo saqué, y vi un mensaje de un número desconocido, el mismo que me había hablado el día del incidente en el jet privado.

⌨︎
Desconocido:
Cuídate, Brielle.
⌨︎

Suspiré y no le di tantas vueltas, porque ya me tenían harta. ¿Cuándo se iban a cansar?

Después de darme una larga ducha caliente y vestirme de nuevo, me senté en la cama esperando a que llegara la hora de ir a la universidad. Entraba a las 8 a.m y eran las 7:30 todavía.

Me sorprendió escuchar la puerta siendo golpeada y más todavía me sorprendió ver entrar a Calvin.

—¿Para qué tocas si entras igual? —pregunté, y entreabrí la boca con asombro al ver que traía una bandeja con comida en sus manos.

Estaban pasando muchas cosas raras en ese momento.

—Porque es mi casa —contestó, aunque con un tono que pretendía ser divertido—. Te traje desayuno.

—¿Gracias? —repuse, un poco recelosa.

Él dejó la bandeja junto a mí y se sentó al lado de ella, tomando una dona. Me tendió un café helado en un vaso de vidrio.

«Si el hielo no flota, la bebida tiene algo» «Si tiene olor a canela, es para tapar el olor de otra cosa», pensé.

Pero el hielo flotaba y olía simplemente a café. Y me pregunté por qué estaba desconfiando tanto de Calvin si él nunca me había hecho daño. Saqué esos pensamientos de mi mente y le di un sorbo al vaso.

—¿Cómo dormiste? —me preguntó.

¿Cómo te explico que casi no dormí?

Bien —dije, un poco incómoda.

Hubo una pausa.

—Me preguntaba qué pensabas de lo que le ocurrió al agente Clement. —Él rompió el silencio, mirando la lluvia a través de la ventana—. ¿Crees que tuvo que ver con el asesino de mi padre?

—Humm... —Le di un sorbo a mi café para darme tiempo de pensar una buena mentira.

No maté a tu padre pero sí al agente Clement, ¿te sirve esa opinión?

No lo sé, todo es muy confuso —murmuré, mirando el fondo de mi vaso.

—Demasiado. —Calvin suspiró y me miró de reojo—. ¿Te gustaría salir conmigo?

—¿Uh? —pregunté, levantando la cabeza para mirarlo con confusión.

—Y con los chicos, claro —aclaró—. El próximo sábado iremos a jugar bolos.

—Ah, sí, obvio —afirmé, y volví a darle un sorbo a mi café.

Otro silencio.

—¿A qué hora sales de la universidad hoy? —me preguntó.

—A las cinco.

—¿Te irás a tu casa?

—Sí, quiero descansar bien.

Frunció el ceño con confusión.

—Me dijiste que habías dormido bien.

Me puse de pie un poco nerviosa, sin saber por qué.

—Pues sí... —Me quedé en silencio cuando se levantó frente a mí también.

Tomó un mechón de mi cabello rubio y lo movió suavemente para acomodarlo detrás de mi oreja. Entonces miró mi cuello por un milisegundo, lo suficiente como para que yo me diera cuenta de lo que había visto, un chupón, y el recuerdo de la noche anterior me pegó como una cachetada.

—Para que sepan que eres mía.

—Uh... —murmuró Calvin. En su voz había una mezcla de malicia, diversión y tal vez un poco de rabia—. No sabía que Nash tenía complejo de vampiro.

Me agarré el cabello y lo volví a acomodar para que me cubriera el cuello.

—Qué divertido —comentó en voz baja—. De verdad quiere jugar sucio.

—¿Qué? —pregunté, confundida.

—Me refiero a que tal vez solo seas un juego para él —contestó, sonriendo levemente—. Aunque para otras personas no.

Me quedé en silencio, mirándolo con los dientes apretados.

—No te creo —dije.

—Primera etapa: negación —respondió, tomando mi mentón entre sus dedos.

—No uses mis palabras contra mí, Calvin...

—Escucha, Bri —me interrumpió—, eres muy bonita como para perder el tiempo con Nash.

Y no agregó nada más, sólo me guiñó un ojo y se fue de la habitación.

Hola!!

Como que en este capítulo pasaron muchas cosas y me encanta juju.

¿Qué opinan de lo que hizo y dijo Jesse?

Calvin cada vez se pone más amenazante.

Adelanto sobre el próximo capítulo: sabremos un poquito más de Nash y sus sentimientos hacia la rubia.

¡Espero que les haya gustado! Y disculpen por no haber actualizado en tanto rato.

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