three.

BRIELLE MONROE.

—Entonces, vamos a fingir que nunca te comportaste como imbécil y vas a responder todas las preguntas —sentenció Nash, que se había puesto de pie y apoyado contra la pared unos cuantos metros lejos de mí, pero con una mirada muy penetrante fija en toda mi anatomía—. Yo voy a empezar... ¿Cuál es tu nombre completo?

Me quedé en silencio hasta que me di cuenta de que me superaban en número, tenían un arma, o quizá cuántas más, y que no valía la pena seguir luchando, porque no me dejarían ir hasta que respondiera.

—Brielle Monroe —murmuré con la cabeza en alto, sin mirar a ninguno a la cara, con mi vista fija en el pene de la pared que me sonreía.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó Calvin, aún apuntándome con esa pistola.

—Veinte.

—¿En qué ciudad naciste?

—En Nueva York, pero me he estado mudando desde entonces.

—¿El último lugar en el que viviste? —inquirió Nash.

—Un pueblo de Georgia, Roswell.

—¿Cuando fuiste a vivir a Roswell?

—En el 2019.

—¿Eres virgen? —preguntó Jesse con cierta picardía.

—No —contesté—. Pero me queda claro que tú sí.

Ryan se rio a carcajadas y Nash le dio una mirada, reprendiéndolo.

—¿Cuándo te mudaste aquí? —inquirió el azabache, volviendo a observarme con los ojos entrecerrados.

—Fue ayer.

—¿Por qué te mudaste aquí? —preguntó Calvin.

—Porque mi mami se casó con un hombre que vive acá.

Los chicos se miraron entre ellos.

—¿Quién es ese hombre? —preguntó Ryan con tono suave, cauteloso.

—Leonardo Leggio —repuse en voz baja, quitando por fin mi vista del dibujo obsceno en la pared y mirando a Nash, que miraba a través de la ventana.

Las venas del cuello y de los brazos se le marcaban mucho, como si estuviera bastante tenso.

Hubo una pausa.

—Creí que sería más emocionante —comentó Jesse.

—Yo también, esperaba que nombrara a alguien peligroso —coincidió Ryan.

—Juraba que...

—¡No estamos hablando de eso! —Calvin interrumpió a su hermano con brusquedad, y volvió a mirarme para seguir con su interrogatorio—. ¿Por qué te mudas tan seguido?

—Porque mi mami lo decide. Siempre se casa con diferentes hombres.

Calvin alzó las cejas.

—¿Conociste a mi padre en Roswell? —preguntó.

—¿Uh? —inquirí—. ¿Por qué lo conocería?

—Murió ahí.

—¿Y qué tendría que ver yo?

—Sólo era una pregunta —gruñó Calvin, y se pasó las manos por el cabello rizado, aún con la pistola. Deseé que se le pasara el tiro en ese momento.

Sonreí como si fuera un angelito caído del cielo y esperé a que la pausa silenciosa se agotara. Mientras tanto le di un sorbito a mi vaso de jugo y le enseñé el dedo del medio a Nash, que me miraba, y rodó los ojos.

—¿El hombre al que Nash estaba golpeando en el baño te vio? —preguntó Calvin, volviendo a mirarme.

—¿Conque el carita de culo lo golpeaba? —me asombré, y esta vez Nash me mostró el dedo del medio.

—¿Te vio? ¿Sí o no? —insistió Calvin.

—Sí, me vio —afirmé, clavando mis ojos en el rubio frente a mí—. Es obvio, ¿quién no va a querer mirarme si soy la...?

—No lo entiendes, eso es serio, y no sólo para nosotros —me interrumpió Calvin, englobando la habitación con un gesto de mano, y luego me señaló con la pistola—. Para ti también.

—Miren —fruncí el ceño, relamiéndome los labios y mirando el techo con frustración, ordenando mis ideas—, no entiendo una mierda, pero sería muy genial si me dieran explicaciones. Yo ya les di información sobre mí, así que les toca. Suponiendo que esto es grave como dicen, claro.

—Nos metimos en algo muy malo —dijo Nash desde la pared.

—¿Qué es eso tan malo? —pregunté con interés, acomodándome en mi asiento.

—Llevamos investigando la muerte del señor Knight hace tiempo —explicó Isaac, que hasta el momento había permanecido muy silencioso—. Entre nuestros principales sospechosos estaba el líder de una banda de traficantes de aquí, de Carmel. Su nombre es Jakob Jones.

—Decidimos interrogar a su único hijo —añadió Jesse, relamiéndose los labios resecos—. Era compañero nuestro en la escuela, un idiota. Lo secuestramos e intentamos sacarle información, pero a alguien se le ocurrió matarlo.

Dejé escapar un chillido ahogado, de verdad sorprendida.

—¿Quién de ustedes...?

—Fui yo —gruñó Calvin—. Lo amenacé con dispararle si no respondía, pero dijo «No me importa, ¿y sabes?, me cago en la tumba de tu padre» —Hablaba con asco, como si quisiera desenterrarlo para volver a matarlo.

—Se enojó y lo mató a puñetazos —finalizó Isaac con simpleza, encogiéndose de hombros.

—Y no me arrepiento —murmuró Calvin con una sonrisa, volviendo a sentarse frente a mí y dejando la pistola sobre la mesa.

—Yo sí, porque por lo mismo ahora nos pueden matar a nosotros —gruñó Nash.

Hubo un silencio muy tenso.

—¿Qué hicieron... qué hicieron con el cuerpo? —pregunté con asombro.

—Lo quemamos —repuso Jesse, encogiéndose de hombros—. Borramos todo tipo de pruebas y culpamos a un tipo cualquiera que intentó pasarse de listo con mi madre hace un tiempo.

—Él está preso ahora —añadió Ryan.

—Pero... —balbuceé—. Pero entonces ese tal Jakob no debería saber que fueron ustedes...

—Fue Calvin —me corrigió Nash con amargura.

—De alguna forma que desconocemos, Jones sabe que fuimos nosotros —respondió Calvin con brusquedad, haciendo énfasis en la última palabra.

—Fuiste tú —repitió Nash.

—Te recuerdo, idiota, que tú aceptaste por tu propia cuenta la idea de ser parte de esto, nadie te obligó, así que puedes incluirte en todo —le espetó Calvin, y Nash se quedó en silencio, aunque sin borrar la cara de odio, claro.

—Ese hombre al que Nash estaba golpeando en el centro comercial trabajaba hace un tiempo para Jones y sospechamos que volvió a hacerlo —continuó Ryan con un tono de voz pausado, como si le explicara una tarea a una niña pequeña—. Puede pensar que eras una espía y correrá a decirle de ti a su ex jefe... o jefe.

—Lo mejor para él será quitarte de su camino aunque no esté seguro de lo que haces —añadió Isaac—. Y bueno, no hablamos específicamente de darte un empujón para hacerte a un lado.

—¿Me están diciendo que yo sólo quería hacer del uno en el centro comercial y acabé en peligro de muerte?

—Así es —afirmó Isaac con simpleza.

Y no voy a mentir, me asusté.

Maldita malteada de frutilla.

—Tienes dos opciones —dijo Calvin, mirándome directamente a los ojos—. Te puedes cuidar sola de Jones, cosa que no creo que puedas hacer, o aceptas nuestra ayuda, aunque eso implicaría que también tendrás que ayudarnos a nosotros en un par de cosas que implican la búsqueda del asesino de mi padre.

—¿Disculpa? —pregunté, poniéndome de pie de golpe con el ceño fruncido—. Me puedo cuidar mucho mejor yo sola de lo que ustedes cinco lo harían.

Jesse alzó las cejas y sonrió.

—Me gusta ese carácter —comentó.

—A mí me gustaría que te quedaras callado —gruñí, aún mirando a Calvin.

Él se puso de pie y tuve que alzar un poco la barbilla para mirarlo a la cara, ya que se elevó frente a mí.

—Bien —musitó fríamente, encogiéndose de hombros—. Si te crees capaz de cuidarte del traficante más peligroso del Estado, que maneja todo tipo de armas, de drogas y de personas, pues vete sola de aquí.

—Eso he querido hacer desde que llegué —repuse con una sonrisa sarcástica.

—Y suerte, porque sin duda la vas a necesitar —añadió él.

—Yo no necesito suerte —murmuré, dándole la mirada de desprecio más fea que pude.

Pasé por el lado de Calvin, no sin antes empujarlo con el codo, y estiré la palma de mi mano hacia Ryan. Él captó la señal y sin problemas me entregó el celular y las llaves del auto. Recogí mis bolsas de compras y salí lo más rápido que pude de la habitación.

Pero quedé a medias, porque fuera de ese sótano que olía a pizza y a pipí de gato, era una enorme mansión con suelo gris y abundantes luces. Me quedé de pie unos segundos, pensando que estaba en un laberinto; no tenía idea de cómo salir de esa enorme casa, con grandes ventanas y escaleras. Hasta que Isaac salió del sótano e inclinó la cabeza, indicándome el camino.

—Es por aquí —dijo con cierta timidez.

Lo seguí porque no tenía elección.

—Qué caballeroso —murmuré con sarcasmo—. Después de secuestrarme, lo mínimo que podían hacer era enseñarme cómo salir de su sótano con olor a mierda. Lo agradezco desde el fondo de mi corazón.

—Hum... De nada —contestó Isaac, entre divertido y avergonzado.

Rodé los ojos y lo seguí rápidamente, pisándole los talones, hasta que llegamos a un oscuro patio con muchas plantas. Me di cuenta entonces de que la enorme casa estaba rodeada de espesos árboles, mucho bosque. Era escalofriante.

Hacía frío. Me froté los brazos desnudos, temblando un poco.

—Oye, lamento lo de fideos, bueno, en el nombre de todos nosotros —dijo Isaac, rascándose un poco la nuca—. Fue completamente innecesario que sacara esa pistola.

—Pienso lo mismo —murmuré con sarcasmo, mientras caminábamos por un estacionamiento con seis lujosos autos, los cuales no pude analizar bien debido a la oscuridad—. ¿Cuántos años tienen? —pregunté—. No me digas que van en la secundaria porque me voy a reír y luego los acusaré a sus padres para que les tiren las orejas.

Isaac comprimió una risita y negó con la cabeza.

—En realidad yo voy en último año de secundaria, al igual que Jesse. Tenemos casi dieciocho —explicó simpáticamente, lo que me sorprendió—. Ryan, Nash y el cabeza de fideos van a la universidad. Ryan tiene dieciocho y los otros dos tienen diecinueve. Y no servirá de nada que me acuses con mis padres o algo así.

Lo miré con confusión.

—¿Por qué? Si puedo...

—Ellos no existen para mí —aclaró, y aunque lo hizo con naturalidad, me pareció avistar un brillo de tristeza en sus ojos azules—. Me abandonaron hace un tiempo. Son unos drogadictos. Por eso estoy metido en todo esto, porque no tenía otra opción... No tiene nada que ver... Ni sé por qué lo dije... Bueno... Ya, no importa. —Se aclaró la garganta y se quedó en silencio.

Decir que me dio pena era poco. Mientras sacaba las llaves del auto de Leo para abrirlo, pensé seriamente en llevarme a Isaac para meterlo en una cajita, cuidarlo y jugar Minecraft con él. Aunque me acordé de que me había secuestrado y se me pasó.

—Siento lo de tus padres —murmuré con frialdad al tiempo que me subía al auto, cerrando la puerta roja y brillante—. Chao.

—Espera, espera. —Me detuvo antes de que arrancara a toda velocidad—. ¿Existe alguna manera de saber si llegaste bien a tu casa...?

—Hay muchas, pero al parecer su preferida es secuestrar gente, así que pueden hacerlo cuando quieran para enterarse —ironicé, mirándolo con los ojos entrecerrados, y aceleré el auto lo más que pude para salir lo antes posible de ahí. Asomé la cabeza por la ventana y le sonreí dulcemente—. ¡Hasta nunca!

¡Hola! Espero que les haya gustado este capítulo.

Quiero aclarar que esto es ficción y hay cosas, opiniones, que no comparto para nada con los personajes.

Otra cosa. Si no entienden el sarcasmo de la prota... pues probablemente se tomarán a mal muchas cosas.

¡Cuídense!

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