thirteen.
BRIELLE MONROE.
Con una pistola apuntándome a la altura de la sien, comencé a seguir las indicaciones de la dirección en la que tenía que ir. Diría que tenía miedo, pero mentiría, porque la verdad es que estaba tranquila. Si ese tipo me quisiera hacer daño ya lo hubiera hecho, porque apretar un gatillo no era nada difícil.
—Tienes buen gusto musical —comentó él, como si anduviéramos en un paseo agradable por la ciudad. Su voz hablaba sin expresión, no demostraba estar ansioso o inseguro por lo que estaba haciendo—. ¿Cuál es tu canción favo...?
—Cállate —lo corté con brusquedad.
Él frunció el ceño y se pasó al asiento de mi lado, sin dejar de apuntarme con la pistola. Aproveché la leve distracción para hacer un viraje brusco y estrellé el auto contra un árbol, justo en el costado que iba él. Se chocó la cabeza contra el parabrisas, lo que me dio tiempo de sacar la pistola de su estuche y dispararle en el hombro. Fue ridículamente conveniente que tuviera balas cargadas, algo que ni siquiera sabía.
Soltó un chillido, llevándose una mano a la herida de donde comenzaba a salir mucha sangre. Le arrebaté la pistola de un tirón, al igual que el pasamontaña. Al quitárselo, pude ver también un cabello rojizo que enmarcaba sus afiladas facciones.
—Qué hábil —comentó con la voz entrecortada, apretando los dientes—. No me lo esperaba la verdad...
—¿Quién eres? ¿Qué quieres? —le pregunté, apuntándole con su propia pistola a la altura de la frente.
—Bueno, si tanto quieres saberlo, me llamo Massimo —contestó, rodando los ojos con fastidio—. Soy el hermano menor de Jakob, supongo que has oído hablar de él en ese sucio grupo de imbéciles al que perteneces ahora, ¿no?
—Yo no pertenezco a ningún grupo —mentí—. No soy parte de ninguna banda de idiotas. ¿Qué quieres de mí?
—Partiendo por tu valentía para chocar un Ferrari...
—¿Qué quieres de mí? —repetí, alzando un poco la voz.
—Matarte... tal vez —contestó con voz suave—. Información, sí.
—¿Y si yo te mato primero?
—Morirás luego, ellos no tardarán en venir —repuso, encogiéndose de hombros, sin poder evitar una leve mueca de dolor al hacerlo.
—¿Quiénes son «ellos»?
—Mi hermanito y sus amigos —contestó.
Y justo en ese momento, como si todo estuviera jodidamente planeado, un furgón completamente negro apareció doblando la curva más cercana de la carretera.
—Mierda... —Me guardé la pistola bajo el dobladillo de la falda, intentando encender el motor del auto de nuevo, pero no funcionó.
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Cuando abrí los ojos me encontraba amarrada a una silla en medio de una habitación oscura, y ahora sí que tenía miedo de verdad. No sabía qué hacer. El único punto a mi favor era que Massimo se había desmayado al perder tanta sangre por culpa de mi disparo, por lo que no había alcanzado a decirle a nadie que yo también estaba armada, con la pistola dentro de la falda, cubierta por mi suéter. Tampoco me habían agredido ni física ni verbalmente, porque por lo visto querían mantenerme ilesa hasta que Jakob llegara y decidiera qué hacer conmigo.
Mientras tanto, analicé mis posibilidades de escapar. El lugar parecía un estacionamiento subterráneo abandonado, por lo que era bastante abierto y la luz de la luna se colaba por las ventanas rotas. A ambos lados de mi silla había dos hombres grandulones, encapuchados, y mucho más altos que yo. Frente a mí, uno se paseaba de un lado a otro, echándome miradas nerviosas como si temiera que me desapareciera por arte de magia.
Lo que ellos no sabían, era que uno de mis anillos, en vez de un diamante o algo por el estilo, tenía una pequeña hoja de navaja bien afilada, lo que fácilmente me serviría para cortar las cuerdas que me amarraban, ya que no eran tan fuertes. Ante los ojos de esos hombres yo era bastante débil, pero en realidad tenía muchos ases bajo la manga y estaba dispuesta a matar si eso era necesario.
Sin embargo, no tenía ningún verdadero plan para salir de ahí.
Incliné la cabeza hacia atrás con frustración. Ante esa mínima muestra de movimiento, los tres individuos me apuntaron con una pistola diferente cada uno.
—Señores, relájense —dije con voz chillona.
Ellos relajaron la postura y yo aproveché para comenzar a cortar las cuerdas que sujetaban mis manos en silencio, comprimiendo las muecas de dolor al sentir leves pinchazos por herirme sin querer a mí misma en el intento.
Entonces, cuando menos lo esperé, apareció él. El hombre al que no conocía hasta ahora, pero que había inspirado miedo en mí desde que supe de su existencia. Y de verdad que verlo de cerca, en persona, me dio mucho más miedo.
Era tan alto y tan fornido que tuve la impresión de tener un ogro frente a mí. Incluso era más alto que los grandulones que estaban a mis lados. Sin embargo, su rostro parecía sacado de una patética revista que ponía estándares de belleza a las personas. Tenía unos treinta y algo años, era igual o más pelirrojo que Massimo, y una cicatriz le atravesaba desde la frente al pómulo, cruzando por su ojo.
Sus ojos azules me miraron con una frialdad espeluznante antes de hablar con una voz gruesa y cantarina.
—Brielle, Brielle... Hasta que te conozco.
Se veía sarcástico. Si él usaba el sarcasmo conmigo, fácilmente podría devolverlo, y peor. Sabía que mi mejor arma —además de la pistola— era lo que podía llegar a provocar con mis palabras. Eso me dio un poco de seguridad y decidí no mostrar miedo.
—Buenas noches, Jakob. —Incliné la cabeza en modo de saludo, con una sonrisa arrogante dibujada en mis labios.
Él tomó una silla y la arrastró hasta ponerla frente a mí, sentándose a horcajadas sobre ella. Inclinó su rostro hacia el mío y lo miré a los ojos.
—¿Qué haces, Brielle? —preguntó.
—Aquí, tranquilita, amarrada en este lugar que apesta. Pero gracias por venir, ya me hacía falta un poquito de compañía, porque estos parecen maniquíes. —Señalé a los grandotes con un movimiento de cabeza.
Jakob sonrió levemente, aunque era una sonrisa sin ninguna pizca de diversión.
—Bueno, Brielle, voy a ir directo al grano, y no quiero que te hagas la chistosa conmigo —dijo, señalándome con el dedo—. ¿Quién eres realmente? ¿Qué haces? ¿Para qué o quién trabajas?
—Mire, señor, me está persiguiendo hace como un mes, supongo que ya sabe la respuesta a esas preguntas.
—Más o menos —asumió, meneando la cabeza con lentitud—. Eres Brielle Monroe, estudias Psicología en una universidad de Notre Dame junto a otros tres chicos fracasados, cuyos nombres son Calvin, Ryan y Nash, y no saben qué mierda hacer con sus vidas.
Mis labios se entreabrieron con sorpresa, pero lo disimulé inmediatamente. Yo no estudiaba Psicología en Notre Dame, estudiaba Arquitectura ahí en Carmel. Entonces lo entendí y solté una risa en mi mente.
Gracias, Nash, Dios de los hackers.
—Trabajas con ellos, ¿no? —me preguntó Jakob, y pareció recordar algo—. Ah, casi lo olvido. Me faltó nombrar a los otros dos, que son menores de edad y que van a estar muertos antes de año nuevo.
El estómago se me removió de una forma desagradable. No quería que Jesse estuviera muerto, mucho menos Isaac, que me caía tan bien.
—Todo acertado, excepto que trabajo con ellos —repuse, encogiéndome de hombros—. Yo no trabajo con nadie ni para nadie.
Mis muñecas se soltaron en ese momento. Fue más rápido de lo que pensaba cortar esas cuerdas. Pero me quedé quieta, fingiendo estar tan amarrada como cinco minutos atrás.
—¿Ah, sí? —Él alzó las cejas—. Brielle, no me gusta que me mientan.
Pensé durante unos momentos, sabiendo que cualquier información dada de la forma incorrecta podría costarme la vida.
—Sólo soy una fuente de información para ellos —contesté, escogiendo cuidadosamente mis palabras—. Ellos me usan y yo los uso para saber cómo proteger a mi madre de otros idiotas que quieran asaltar aviones o cosas por el estilo...
—¿Información para qué? —me interrumpió.
—Para atrapar al asesino de Knight.
Jakob soltó una amarga carcajada.
—¿Ya aceptaron que eso no tenía nada que ver conmigo? —Alzó las cejas.
—Sí, supongo. —Me encogí de hombros.
—Se tardaron —comentó, pasándose una mano por el cabello—. Qué gran montón de idiotas. Esos hijos de puta están ciegos.
Se puso de pie y comenzó a pasearse frente a mí, dando grandes zancadas de un lado a otro, como si reflexionara profundamente. Lo miré con confusión.
—¿A qué te refieres? —pregunté.
—Conozco a un asesino —dijo en voz baja, deteniéndose frente a mí y dando un paso al frente— porque yo soy uno...
—Sí, ya lo sospechaba —murmuré, pero él no me escuchó.
—Conozco sus lados —continuó Jakob—, sus cualidades, las debilidades... todo de ellos. Y puedo decirte, Brielle, que la persona que mató a Gregory Knight está entre ellos y no se dan cuenta.
—¿Cómo? ¿Piensa que uno de ellos fue?
—Así es —afirmó—. ¿Qué me dices de ese pelinegro? ¿Becker?
Abrí la boca con asombro. ¿Nash matando al señor Knight? Era posible, con el odio que le tenía a Calvin... Pero, además de eso, ¿por qué?
—Sé que Becker es peligroso e inteligente —continuó—. Él ha matado a muchos de mis hombres sin dejar rastro. Si tiene tanta experiencia, ¿por qué no?
Me quedé en silencio. Estaba muy atontada como para hablar.
—Y esos hijos de puta... —gruñó Jakob.
—¿Sabe que fue Calvin? —lo interrumpí.
—¿Uh?
—Calvin —repetí—. Él fue el que mató a su hijo, señor.
Su rostro se ensombreció aún más y se quedó rígido, mirándome en silencio, como si esperara que siguiera hablando.
—Sí, bueno... —murmuré—. Creo que lo agarró y lo golpeó sin parar hasta que le hizo tantas heridas tanto externas como internas, que su hijo no la contó al otro día, obvio. Y no crea que me estoy mofando de la muerte de su hijo o algo así, señor, sólo...
—Cállate.
—Nadie me hace callar —repliqué—. Pienso que el verdadero idiota es usted por haber permitido que sus sucios negocios y crímenes afectaran a su hijo, porque tarde o temprano eso iba a pasar. Si no era Calvin, era otra persona la que...
Me interrumpió al tomar mi rostro con una de sus enormes manos, obligándome a mirarlo. No pude evitar soltar un gemido de dolor debido a la fuerza con la que me agarró. Los grandulones de al lado se fueron por una puerta rápidamente, al parecer de verdad todo estaba planeado.
Después de todo, así eran los psicópatas como Jakob. Meticulosos, sigilosos, cuidadosos y, por sobre todo, peligrosos.
—No juegues con fuego, Brielle. —Jakob se inclinó hacia mí, acercando nuestros rostros—. Cometiste un error al hablarme de esa forma. Te voy a sacar toda la información que necesito, y luego veré si tendré un poquito de piedad como para darle un cabello tuyo a tu madre.
Sonreí, mirando directamente sus fríos ojos azules.
—Me gusta jugar con fuego, señor, y es más divertido si me quemo.
Di un respingo al escuchar un disparo, y el pelirrojo giró la cabeza para mirar por sobre su propio hombro. Por un pequeño momento temí que yo fuese la víctima del balazo, pero no fue así. El único compinche presente de Jakob cayó al suelo, y abrí los ojos con asombro al ver que una bala había atravesado su cráneo.
A pesar de mi estado de shock, decidí moverme y pegarle un puñetazo con todas mis fuerzas a Jakob. La navaja de mi anillo dio justo en su nariz, por lo que él gritó de dolor mientras comenzaba a sangrar abundantemente.
Una mano me agarró del brazo y me arrastró a lo largo del estacionamiento. Mientras corría, perdí la noción del tiempo y el espacio. El lugar estaba cerrado por vallas de metal, así que tuvimos que detenernos junto a un montón de basureros apoyados en estas.
—¿Cómo me...?
—No es momento de preguntas —respondió Isaac—. Salta esas rejas y corre derecho hacia la carretera, yo me encargo. Nash te espera.
Escuché más disparos que me hicieron estremecer.
—No te puedo dejar solo... —Negué rápidamente con la cabeza.
—Ryan está aquí también —contestó Isaac con la respiración medio agitada—. Sal de aquí, Brielle.
Nunca lo había visto tan serio. Y no voy a mentir, me intimidó bastante. Él me agarró de la cintura y me levantó con una facilidad que me sorprendió, y con eso pude saltar la reja, así que apenas mis pies tocaron el suelo del otro lado, eché a correr lo más rápido que pude, deseando que ni a Ryan ni a Isaac les pasara algo.
Cuando avancé un poco, me di cuenta de que estaba en un barrio que no conocía, evidentemente vulnerable por la apariencia de las casas y calles. Con pistola en mano corrí por mi vida por los oscuros callejones a mi alrededor, empapándome rápidamente gracias a la intensa lluvia que caía. Sabía que podían perseguirme, pero ya llevaba mucha ventaja además de la distracción. Crucé un parque donde había un montón de borrachos, un callejón con unos gatos peleando y una calle completamente vacía.
Corre, perra, correee.
Gracias, conciencia, si no me lo decías no corría.
Ya estaba completamente mojada gracias a la lluvia que era bastante más fuerte. Resbalé muchas veces en el piso húmedo, y cada vez se me hacía más difícil correr. Un mendigo intentó pedirme dinero, pero no le presté atención. Comencé a ir mucho más rápido cuando un perro enorme empezó a perseguirme, ladrando como loco. El perro se cansó y yo también, pero entonces llegué a la esperada carretera.
Tardé unos segundos en oír una música que se acercaba. Un auto negro se detuvo a mi lado, y cuando vi a Nash bajarse de él, tenso, enojado, con cierta expresión de preocupación, el corazón se me aceleró... o se me detuvo, no lo sé muy bien.
Me quedé parada como imbécil mientras él se quitaba la chaqueta de cuero que llevaba puesta y me envolvía en ella tal cual a un polluelo mojado —lo que seguramente parecía en ese momento—. Él rodeó mi cintura con un brazo y abrió la puerta del copiloto de su auto con fuerza.
—Sube —me ordenó—. Y rápido.
—Pero los... los chicos —intenté hablar. Mi voz se cortaba por el cansancio.
—Ellos estarán bien. Sube —contestó—. Rubia, por favor no me hagas subirte a patadas.
No protesté y me subí rápidamente.
Hola, hola, cara de bola.
Han pasado muchas cosas y el salseo se pone cada vez más bueno. Espero que les haya gustado mucho el cap. <3
Dejen sus teorías.
¿Creen que Brielle y Nash logren escapar?
¿Ryan y Isaac estarán bien?
¿Qué pasó con Jesse y Calvin? ¿Por qué estuvieron más ausentes que el dinero en mi cuenta?
¿Qué hará Jakob para vengarse de esto? ¿Qué hará después de lo que le dijo Brielle sobre Calvin?
¿Cuánto le habrá dolido el balazo a Massimo?
¿Quién mató al viejo tieso?
Nadie sabe. Solo yo.
PD: Cadena de oración por el Ferrari rojo. 🕯
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