seventeen.
BRIELLE MONROE.
Mi habitación era un completo caos considerando que solo éramos cuatro personas en ella. Leandro se paseaba de un lado a otro, intentando acomodarse mi abrigo rojo a la perfección. Le quedaba un poco pequeño de los hombros, pero yo le insistía en que se veía genial y que no se lo quitara por más incómodo que se sintiera. Me encontraba sentada en mi tocador mientras Nailea me maquillaba porque yo no sabía hacerlo tan bien como ella.
Mamá estaba ahí de chismosa, sentada en mi cama como una niña pequeña que quería que jugaran con ella.
Personalmente las fiestas no me gustaban mucho, pero sabía que Nailea y Leandro me iban a obligar, y además pensaba que después de tanto trabajo en la universidad tenía derecho a divertirme un poco.
—¡Quedaste muy bonita! —me dijo Nailea cuando acabó, enseñándome mi reflejo en el espejo—. Me encanta.
—Gracias, Nai. —Le sonreí abiertamente; de verdad me caía demasiado bien.
Ella se encogió de hombros y me agarró de la mano para levantarme del asiento, entonces me puso a su lado para mirarnos en el espejo de cuerpo entero. Leandro se apegó a nosotras.
Nuestros disfraces eran combinados, como lo habíamos planeado —o al menos Leandro y Nailea—. De todas formas me gustaba como nos veíamos.
Leandro usaba unos pantalones negros de mohair y una camisa blanca con unos cuantos botones abiertos. Sobre eso usaba mi abrigo rojo y largo, y en la cabeza llevaba un sombrero del mismo color con una pluma blanca.
Nailea, por su parte, portaba un vestido verde ajustado a su figura y unas alas de hada en la espalda. El cabello castaño lo llevaba recogido en un peinado muy bonito y usaba un maquillaje bastante natural. Se veía hermosa.
Yo llevaba puesta una mini falda negra, que era con bastante volumen, lo que le daba un aspecto desordenado. Un corsé negro se ajustaba a mi cuerpo por encima de una blusa blanca que tenía las mangas largas y los hombros descubiertos. Me había puesto unas botas negras que me llegaban a la altura de las rodillas e iba a andar trayendo una espada de juguete en la mano, al igual que Leandro.
Éramos una copia barata de la película "TinkerBell, hadas piratas". Leandro era el Capitán Garfio, Nailea era TinkerBell y yo era Zarina.
—Prefería las chicas superpoderosas de todas formas —comentó Nailea—. Pero nos vemos geniales.
—Yo no quería las chicas superpoderosas; soy chico —replicó Leandro.
Mamá se levantó y me agarró de la mano para girarme hacia ella y estudiarme.
—Eres hermosa —dijo—. ¿Te tapaste las manchas?
—No, sabes que me gustan —contesté—. Se notan poco porque aquí no hay sol.
—Te hace falta un bronceado —comentó mamá—. ¡Pareces un fantasmita!
—¿Un pirata fantasma? —pregunté.
—Es broma, estás preciosa. —Ella me pellizcó la mejilla, haciéndome reír—. ¿No llevas la falda muy larga? —ironizó.
—Si me siento parece calzón —repliqué.
Ella se rio y besó mi frente.
—Cuidado con andar enamorando a gente —dijo antes de salir de la habitación, guiñándome un ojo.
—Tu mamá es genial —comentó Nai.
—Oigan —dijo Leandro, sin dejar de mirarse al espejo—, ¿cómo creen que me veo?
—Excelente.
—Precioso.
Salimos de mi habitación y bajamos las escaleras de la casa. Leo se encontraba en la sala viendo televisión.
—Que la pasen bien —dijo desde el sofá, agitando una mano—. Y no beban tanto.
—¿Cómo crees, papá? —susurró Leandro con sarcasmo mientras salíamos de la casa.
Nos fuimos en un taxi porque no teníamos intenciones de manejar si íbamos a beber, y al llegar a la casa de los chicos me sorprendió ver que la fiesta estuviera tan tranquila.
Había gente conversando y bebiendo en la entrada con sus disfraces. En el balcón del segundo piso unas personas jugaban a las cartas, y dentro la música no estaba tan fuerte. Tal vez era porque el anfitrión todavía no estaba presente o porque las personas ahí eran así.
—Qué tranquilo —comenté mientras Leandro nos servía jugo de piña—. En Roswell una vez tiraron un inodoro por la ventana.
Leandro y Nailea se miraron entre sí.
—¿Le dices tú o le digo yo?
—Que mejor se dé cuenta sola.
—No me digan que... —murmuré, pero fui interrumpida.
—¡BRI! —Jesse se deslizó por la baranda de la escalera para llegar más rápido hacia mí, y me abrazó con fuerza. Al parecer ya estaba medio bebido.
—Feliz cumpleaños, Jess —dije con dificultad, ya que me apretaba con brusquedad.
—Pensé que no ibas a venir —dijo Jesse al apartarse, mirándome de arriba hacia abajo—. Qué linda te ves. Y hola. —Saludó a Leandro y a Nailea con la mano.
Miré por sobre mi hombro y vi a los demás. Solté una risa al instante, aunque debía aceptar que sus trajes eran divertidos y originales. Isaac y Ryan se complementaban, ambos usaban unos pantalones jardineros, de color morado y amarillo respectivamente. En la cabeza tenían unas vinchas, Isaac con un palito largo y Ryan con un triángulo invertido. Eran Teletubbies; Tinky Winky y Lala.
—Oye, dinos quiénes están mejor —dijo Jesse, abriendo los brazos—. Apostamos cincuenta dólares.
Miré a Jesse, Calvin y Nash, que se complementaban entre ellos. El mayor de los hermanos usaba unos pantalones negros, un cinturón que tenía un signo de un murciélago brillante y una camiseta ajustada; ni siquiera necesitaba usar disfraz con músculos falsos para que se viera tan musculoso como Batman. Una capa negra le colgaba de la espalda y usaba una máscara negra también. El menor llevaba unos pantalones rojos, una camiseta verde y una capa amarilla, aunque había reemplazado la R de Robin por la J de Jesse.
Cuando vi a Nash me quedé mirándolo unos segundos más que a los demás. No fue necesario que se pintara la cara blanca porque ya era lo suficientemente pálido como para parecerse al Joker. Se había dibujado la sonrisa alargada hasta sus mejillas con lo que parecía labial rojo corrido, cosas que le sentaban demasiado bien. Llevaba una chaqueta de cuero abierta, dejando al descubierto su abdomen marcado, gracias a lo que podía ver la cantidad de tatuajes que decoraban su piel —esta vez sin la presencia de sangre—.
Alzó las cejas en modo de saludo y asentí con la cabeza, quitándole rápidamente los ojos de encima para mirar a los demás.
—Se ven geniales los cinco, pero ganan los Teletubbies —respondí divertidamente.
—¡Vamos! —gritó Ryan, triunfal, abrazando a Isaac con fuerza.
Nash me enseñó el dedo del medio, se dio la vuelta y se fue. Me relamí los labios de forma inconsciente con la vista fija en su espalda, hasta que lo vi perderse por la puerta del jardín.
Leandro chasqueó los dedos bajo mi nariz y di un respingo al tiempo que él me pasaba un brazo por sobre los hombros.
—Se te nota a kilómetros la cara de estúpida con ése —me susurró en el oído.
—¿De qué mierda estás hablando, Leggio? —Fruncí el ceño y le quité la botella de cerveza de la mano para darle un sorbo—. ¿Qué me dices de Isaac?
Él chasqueó la lengua y se alejó de mí, fulminándome con la mirada. Solté una risa y me giré para hablarle a Nailea, pero me di cuenta de que ella ya había desaparecido y estaba conversando con unas chicas un poco más allá.
—Eh, ¿cómo estás? —Calvin se apoyó en una pared a mi lado.
—Como siempre. —Me encogí de hombros y me acerqué a él, bajando un poco la voz—. Oye, ¿no es peligroso que haya tanta gente aquí?
—¿En qué sentido? —preguntó.
—En muchos —respondí—. Partiendo porque más de un sapo saldrá de aquí, y el cabeza de zanahoria puede enterarse de donde viven.
—No eres tan tonta como pensaba, Brielle —dijo, inclinándose un poco hacia mí—. Pero mira, de todos los que están aquí, la cuarta parte ni siquiera sabe de quién es la casa, mañana algunos hasta se van a olvidar de que estuvieron aquí. Además, creen que es una casa sólo para realizar reuniones y eso.
—No me subestimes, Calvin.
—No lo hago. —Se encogió de hombros, sonriendo levemente—. Pásala bien.
Me guiñó un ojo y se fue. Le hice una mueca por la espalda justo cuando encendieron un parlante y di un respingo del susto debido a que la música retumbó en todas partes. Me escabullí de ahí antes de que la pista de baile se convirtiera en un campo de roces y toqueteos del que no quería ser parte.
Y bueno...
«¿Le dices tú o le digo yo?» «Mejor que se dé cuenta sola»
Debí tomarme esas palabras en serio. Muy en serio.
Una hora más tarde la música electrónica retumbaba en mis oídos mientras conversaba con Nailea en un sofá de la casa. Ya toda tranquilidad se había ido por la borda. Las luces fluorescentes iluminaban con diferentes colores a cada rato, por lo que las figuras en la pista de baile se veían un tanto distorsionadas. A través de la ventana que estaba junto a nosotras, podía ver a una pareja besándose como si ese fuera el último día de sus vidas. En una pequeña mesa un poco más allá hacían su aparición las tarjetas de crédito y las líneas blancas que dejaban sus huellas en las narices de ciertas personas.
—Cuando fui al baño antes había un tipo durmiendo en la ducha —me dijo Nailea en el oído para que se escuchara por la música tan alta.
—No duró nada —comenté entre risas.
—Eh, mira. —Nailea señaló a un costado.
Miré y vi a Leandro conversando con Isaac en una esquina, ambos sentados en el piso, mirando la pista de baile mientras se reían, seguramente burlándose de los que se juraban geniales con la nariz blanca.
—Qué lindo es el amor —murmuró Nailea, sonriendo—. ¿Cuándo me tocará a mí?
—Nai, bailemos. —Calvin se acercó a nosotras y le tendió una mano a la pelinegra.
—¿Por qué hablé? —susurró ella, y sólo yo pude escucharla, por lo que me reí por lo bajo.
Sin embargo, se puso de pie y me miró con una mueca antes de irse con el rubio.
Me quedé observándolos. Era obvio que Nailea estaba bailando con él más por cortesía que porque quisiera, y me pregunté por qué se veía tan incómoda con Calvin. Siempre había pensado que entre ellos había algo, pero tal vez sólo era por parte del fideos.
Di un brinco del susto cuando alguien disfrazado de Spider-Man se sentó a mi lado. Él se inclinó hacia mí y susurró a mi oído con una voz ronca desagradablemente conocida.
—Buenas noches, princesa —me saludó.
Rodé los ojos y puse la mano en su rostro para empujarlo hacia atrás y alejarlo de mí. Él soltó una risa y se quitó la máscara, dejando ver su cabello castaño desordenado y mirándome con sus ojos verdes.
—¿Qué quiere, oficial? —pregunté con una amarga ironía—. ¿Sobre qué viene a interrogarme ahora?
—Sobre nada. —Él se encogió de hombros, dándole un sorbo a una lata de cerveza y apoyando la espalda contra el respaldo del sofá.
—Siento que me estás persiguiendo.
—¿Te incomoda?
—Exacto —afirmé, molesta—. Y mucho.
—No pensé que me odiaras tanto —comentó, estirando los brazos y pasando uno por el respaldo detrás de mí.
—Ahí está el problema —me incliné un poco hacia él—, pensaste.
—Igual es difícil no pensar en ti —comentó, observando alrededor con despreocupación. Luego me miró—. Te ves bonita, por cierto.
—No intentes coquetearme.
—¿Por qué? ¿Me vas a romper la nariz de nuevo?
—Dios, al parecer te gustó que lo hiciera, tanto que me lo recuerdas.
—Sí, me enamoran las que rompen narices —ironizó.
—Estoy rifando un asesinato y te estás ganando todos los números, Clement —susurré.
Él soltó una risa y le dio un sorbo a su cerveza. Miré alrededor y de repente mi mirada se encontró con la de él.
Estaba sentado en un sofá del otro extremo de la habitación, mirándome tan fijamente con sus ojos negros que tuve la sensación de que echaban chispas. Tragué saliva, nerviosa. Su cuerpo se encontraba inclinado hacia delante, con un vaso entre las manos y el ceño levemente fruncido. Al parecer notó mi nerviosismo porque una pequeña sonrisa cargada de burla se curvó en sus labios. Se bebió el vaso de un solo trago, se puso de pie y se fue.
Me acomodé el cabello detrás de los hombros y volví a mirar al agente Clement, echándome disimuladamente aire con las manos.
—¿Cuál es tu nombre? —le pregunté.
—Bryce —contestó.
—Muy bien, Bryce, no vengas a hacerte el lindo conmigo. Tal vez seas atractivo, pero tengo claro que eres una mierda de persona —le dije con calma mientras me ponía de pie—. Mejor ve a hacer tu trabajo bien.
—Ya, ya —dijo con fastidio—. Pero ¿cómo está Ru...?
Había levantado la mano para golpearlo con todas mis fuerzas. ¿De verdad iba a mofarse de esa forma? ¿Se estaba burlando de la muerte de mi mejor amiga? Pero, para su suerte, Ryan me había agarrado de la muñeca y jalado hacia la pista de baile.
—Te ves muy tensa —dijo, tomando mi mentón con sus dedos y levantándolo para que lo mirara.
—Estoy bien. —Mi voz salió como un gruñido furioso. Y sí, estaba demasiado enojada como para romper lo que se me cruzara.
—¿Qué quieres tomar? —preguntó Ryan, tomando suavemente mi mano y arrastrándome hacia la cocina.
Cuando llegamos, había una pareja besándose sobre la isla en medio de la habitación. Me cubrí los ojos y Ryan agarró al chico de la ropa para jalarlo lejos de la chica.
—Esto no es un puto motel, aquí cocino, asquerosos —les dijo—. Váyanse.
Ellos se fueron corriendo, avergonzados.
—¿Al menos conoces a tus invitados? —le pregunté mientras lo veía abrir el refrigerador y sacar una botella de champán.
—Ni siquiera Jesse los conoce —contestó Ryan— y es su cumpleaños.
—¿Yo qué? —Jesse apareció apoyado en la puerta.
—Hablando del rey de Roma —murmuró Ryan, sacando un bote de helado.
—Hola, preciosa. —Jesse se puso a mi lado y pasó un brazo por sobre mis hombros. Evidentemente ya estaba más borracho que antes—. ¿Por qué hablaban de mí?
—¿Conoces a los invitados? —le pregunté.
—Ni idea de quiénes son la mayoría. Seguramente vinieron sólo porque es Halloween y ni saben que estoy de cumple. —Jesse se encogió de hombros—. Pero no importa.
—Deberías dejar de beber tanto —le aconsejó Ryan, que preparaba una mezcla en un vaso.
—Ah, mírate tú. —Jesse lo señaló con el dedo.
—Le estoy preparando algo a Bri —replicó Ryan.
—Muy bien entonces. —Jesse asintió con la cabeza.
—¿Qué es? —le pregunté a Ryan cuando me entregó un vaso rojo.
—Champán con helado de piña, una delicia.
Le di un sorbito. De verdad era delicioso.
—Sí, está rico —afirmé, sonriendo.
—Bueno, ven, quiero bailar contigo. —Jesse me agarró de la mano y me arrastró fuera de la cocina.
Al llegar a la pista de baile giré la cabeza para mirar al agente Clement, que estaba sentado en el mismo sofá y me sonrió burlonamente, levantando su lata de cerveza hacia mí como si brindara. Lo observé con los ojos entrecerrados, y mientras Jesse me agarraba de la cintura le enseñé el dedo del medio.
Me las vas a pagar, hijo de puta.
Hola!!!
Solo una cosita, la fiesta aún no termina :p
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