fifty.

BRIELLE MONROE.

Él se dio la vuelta y pude ver su maldito rostro perfecto escondido bajo el gorro de una sudadera negra, el cual se quitó con un poco de torpeza. Seguía tan estúpidamente guapo como siempre, su tonto y hermoso cabello negro estaba más desordenado de lo normal. Incluso se veía mucho más sano que la última vez que lo vi. Era un idiota.

—Hola —saludó, sonriendo.

No podía expresar la cantidad de sensaciones que me recorrieron el cuerpo en ese momento. Sentí que el aire se me cortó, mi corazón estaba teniendo dos paros cardíacos por segundo y tuve ganas de reventar mi cabeza contra la pared, o mejor contra la de Nash. Sin embargo, todo eso se comprimió a rabia.

Respiré hondo, intenté serenarme, pero no dio resultados, así que exploté.

—¡¿Cómo que «Hola»?! —Di un paso hacia él, que retrocedió con cara de asustado—. ¡Eres un idiota, Nash!

La sonrisa se le esfumó.

—¿Qué? —preguntó él, confundido.

—¡Eres un idiota! —chillé—. ¿Cómo se te ocurre...? ¡Estás vivo! ¡Estás jodidamente vivo!

—Pues...

—¡Cállate! —lo interrumpí, pisando con fuerza al acercarme a él—. ¿Qué te costó haber aparecido? ¿A qué mierda estabas jugando, Nash? ¿Por qué me hiciste esto?

—Pero...

—¡Cállate! —lo corté de nuevo, dándole un manotazo en el pecho que seguramente me dolió más a mí. La voz se me quebró un poco y los ojos me picaron, pero me aguanté las lágrimas—. No sabes cuánto me dolió que... Te extrañaba tanto, Nash, y no sé por qué me... Estaba mal por ti, tonto, estaba muy mal y tú simplemente...

Él intentó abrazarme, pero di un paso atrás, alejándome de él.

—Te odio —dije entre dientes—. Te odio mucho.

—Lo sé —contestó él, mirándome a los ojos de forma suplicante—. Perdóname, por favor, perdóname.

Lo observé con el ceño fruncido, en silencio. Nash intentó nuevamente abrazarme, pero me aparté, golpeando sus brazos para que los bajara.

—No me toques, Nash —le espeté, empujándolo por los hombros—. Eres un egoísta...

—No me digas egoísta sin saber que todo lo hice por ti...

—¿Que lo hiciste por mí? —Reí con sarcasmo—. ¿Qué hiciste por mí, Nash? ¿Destruirme? ¿Hacerme sufrir mientras te tomabas unas vacaciones...?

—Cubrirte la maldita espalda, Brielle —contestó, frunciendo el ceño.

—No necesito que me cubras la espalda, Nash.

—Oh, ¿de verdad? —preguntó con ironía, volviendo a acercarse a mí. Me quedé plantada con firmeza en mi lugar, por lo que tuve que alzar la barbilla para mirarlo a la cara—. ¿Quién estaba a punto de morir antes de que yo llegara?

—No te des todo el crédito, por favor.

—Deja de ser tan egocéntrica, por favor —contestó.

—¡Eres un idiota! —le grité.

—Ya lo has dicho como cuatro veces, bonita.

—Es que te voy a matar —susurré.

—Inténtalo, veremos si eres capaz —me desafió.

Le di la mirada de desprecio más fea que pude y pasé por su lado, queriendo irme de esa habitación lo antes posible, con mi corazón latiendo demasiado fuerte y rápido. Tenía ganas de agarrar un auto, manejar a doscientos kilómetros por hora y estrellarme contra un camión.

Fui al cuarto de Calvin en busca de mi pistola, pero Nash no tardó en seguirme.

—Tu padre lo supo todo el tiempo, ¿no? —pregunté, girándome hacia él con brusquedad.

—¿Qué cosa?

—¡Que estabas vivo! —exclamé.

—Oh, pues... Sí, la verdad es que lo supo todo el tiempo...

No pude más y le di una cachetada con todas mis fuerzas. Su rostro se giró, presionó los ojos, tensando la mandíbula.

—¡Lo dices como si fuera un maldito chiste! —le grité, y comencé a arrepentirme de inmediato de haberlo golpeado.

—Si estuvieras en mi lugar...

—Yo jamás estaría en tu lugar —lo corté—. Yo nunca te hubiera hecho algo así, Nash.

La voz se me quebró, así que le di la espalda y me quité las lágrimas que se habían acumulado en mis ojos. No quería romper a llorar frente a él y que supiera lo débil que me hacía.

—Rubia, por favor. —Nash me agarró de las muñecas con sus manos, girándome hacia él con suavidad. Me miró a los ojos, sosteniéndome entre sus brazos como si temiera que yo me escapara—. Sé que estuvo mal hacerte esto, pero no era mi intención hacerte daño, bonita. Yo solo quería protegerte. ¿Por qué eres tan dura? ¿No puedes al menos escucharme?

—Fuiste un completo egoísta —solté, haciendo caso omiso a sus súplicas—. Dime qué era lo que querías lograr, Nash. ¿Querías que bramara para que volvieras? ¿Querías jugar un rato porque estabas aburrido y decidiste hacerlo conmigo?

—No pongas en mi boca palabras que nunca pronuncié —replicó—. Te dije que nunca serías un juego para mí.

—Tus acciones no dicen lo mismo.

—No sabes las razones de mis acciones.

—Oh, Dios, ¿me estás jodiendo?

—¿Qué...?

—¿Quieres justificar esta mierda? —me solté de su agarre con brusquedad, dando un paso hacia atrás.

—Sí, tengo muy buenas justificaciones aunque no lo creas —replicó, y eso me hizo hervir la sangre—. Solo escúchame, por favor.

—No quiero escucharte, Nash, no quiero —repliqué, negando con la cabeza, volviendo a dar otro paso hacia atrás—. Eres un tonto.

—Sí, un tonto —afirmó con brusquedad, acercándose nuevamente a mí e inclinándose a mi altura—. ¿Sabes por qué soy un tonto? Porque siempre supe que mataste a Knight y aún así no dije nada porque me tienes a tus malditos pies, Brielle.

Me quedé rígida del asombro, como si me hubiese golpeado, abriendo un poco los labios.

—¿Cómo que siempre...?

—¿Recuerdas al chico con el que conversaste esa noche? —preguntó, señalando su pecho. Comprimí un chillido al estar tan sorprendida—. Me dejaste vivir, y poco tiempo después me di cuenta de que siempre fuiste tú, pero no quise decir nada para protegerte.

Me quedé en silencio porque no sabía qué decir, así que él aprovechó la oportunidad de explicarme mientras yo lo miraba con la vista nublada por las lágrimas.

—La agente Brown iba a investigar a todas las personas que conocieron a Knight, y ahí estabas tú, en su sistema —me explicó—. Iban a ir a tu casa, iban a encontrar la peluca negra que usaste ese día y el cuchillo que tenías escondido debajo de tu cama, con el que lo mataste. Entonces, ¿quién crees que hackeó las cámaras de la casa para ver cómo iban las cosas entre todos ustedes y robar un video de Calvin, eh? ¿Quién difundió el video para que se olvidaran de ti? ¿Quién se metió a tu casa por la ventana de tu cuarto y puso el cuchillo en el de Calvin para que lo encontraran los policías?

—¿Qué...? —De verdad estaba asombrada, me quedé pasmada, pero él siguió hablando.

—¿Quién hackeó las pulseras del arresto domiciliario para que los soltaran? —preguntó—. ¿Quién ha estado vigilando esta casa para que Calvin no te hiciera nada? Estaba a punto de matarte cuando llegué, Brielle.

—¿Tú eras la persona que siempre oía en las noches...?

—Sí, era yo —afirmó—. Fingí estar muerto para no terminar muerto de verdad y ayudarte para sacarte del problema. También necesitaba vengarme de Calvin por toda la mierda que hizo.

Bajé los brazos, suspirando y negando con la cabeza.

—No intentes manipularme diciéndome estas cosas, Nash, porque no te voy a perdonar.

—No te estoy manipulando.

—Nada en contra de Calvin salió como esperabas —le espeté—. El cuchillo estaba en el cuarto de Jess y él terminó preso. Nos soltaste del arresto domiciliario, pero Isaac ya había muerto y... —No pude más, entonces las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos—. ¿Te das cuenta de que nada de esto hubiese pasado si te hubieses quedado?

—Pero probablemente seguiríamos peleando con Jones bajo las garras de Calvin —respondió con voz suave—. Todos hubiéramos terminado muertos, Brielle.

Suspiré y me quité las lágrimas del rostro.

—Te extrañaba, tonto —le espeté, empujándolo por los hombros—. Eres un maldito idiota, Nash, te odio. Te odio.

—Tampoco creas que fue algo muy fácil para mí —replicó—, porque no sabes las ganas que tenía de mandar todo a la mierda y volver para tenerte cerca. Las ganas de estar contigo, poder tocarte, besarte, verte sonreír... Joder, Brielle, eso me estaba matando por dentro.

—¡Eso suena como si me estuvieras culpando! —exclamé, volviendo a empujarlo, golpeando su pecho, aunque sin aplicar tanta fuerza, no quería volver a hacerle daño de verdad como con la cachetada que le di—. Tú fuiste el que no volvió, Nash, toda la culpa es tuya.

—No te estoy culpando —replicó con voz calmada, agarrando mis muñecas para detener mis golpes hacia él—. Y no, no volví, porque no quería arriesgarme a perderte de verdad. Necesitaba ayudarte porque no hubiera soportado verte acabada en una cárcel o incluso muerta, Brielle, porque te amo, joder, no sabes cuánto te amo. ¿Entiendes? Te amo como nunca pensé que podía amar.

Me quedé pasmada con sus últimas palabras, no pude detener el calor que se elevó hacia mi rostro...

—Piensa en eso. Piensa en que todo lo hice por ti, por favor —suplicó—. Y está bien si no me perdonas, lo entendería perfectamente, pero no creas que te lo voy a hacer tan fácil, porque no voy a cansarme hasta recuperarte. Si es necesario, volvería a hacer el esfuerzo de conquistar a esa hermosa rubia sarcástica e insoportable que secuestré en el centro comercial por no saber qué hacer con ella.

—Ahí está el maldito problema, Nash —dije—, que a pesar de todo, sigo completamente enamorada de ti, tonto.

Él como que quiso sonreír, pero pareció comprender a tiempo que si lo hacía, me iba a enojar aún más.

—¿Eso es un «te perdono»? —inquirió con tono cauteloso.

—No, es un «no te soporto, perfecto de mierda» —susurré, quitándome las lágrimas del rostro y volviendo a golpearlo en el pecho.

—Brielle —pronunció lentamente—, me estás poniendo esto más difícil de lo que esperaba.

—¿Querías que corriera a tus brazos apenas te viera, Nash?

—De preferencia —contestó—. Pero se supone que las parejas se arreglan con comunicación, no quería llegar y comerte a besos de una.

—Eres ridículo —susurré.

Nash compuso una pequeña sonrisita que me ablandó el corazón. ¿Por qué ese idiota pelinegro me hacía tan débil?

—Perdóname por golpearte —me disculpé—. Lo siento mucho, fue un impulso tan tonto...

—No importa, después me las vas a pagar —respondió.

—¿Perdona? —Fruncí el ceño—. ¿A qué te refieres con eso, Nashie... Nash?

Su sonrisa se hizo todavía más grande.

—¿Nashie? —inquirió. Negué rápidamente con la cabeza, él sabía que se lo decía con cariño—. Te juro que eres la única persona a la que no me dan ganas de matar cuando me dice así.

—Oh, no seas...

Pero Nash frunció el ceño de repente, mirando por sobre mi cabeza, y no esperaba para nada sentir unos brazos rodeando mi cintura y una voz ronca susurrando en mi oído.

—¿Me perdí de algo, cariño?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top