eighteen.
NASH BECKER.
Odiaba las fiestas.
Odiaba la música electrónica que sonaba en ese momento.
Odiaba que hubiera tanta gente en la casa.
Odiaba el alcohol.
Odiaba todo.
Me paseé por la casa como si me divirtiera sólo para saber si mis cosas estaban bien. Había cerrado mi cuarto con llave y asegurado la ventana para que nadie entrara, porque no se me borraba de la cabeza cuando vi a una pareja follando en mi cama la última vez que hubo una fiesta ahí. Al día siguiente hasta me cambié de cuarto.
Luego me senté en un sofá frente a la pista de baile para comprobar que todo estuviese bien mientras bebía jugo de piña. Siempre había sido el más responsable del grupo aunque no lo pareciera, pues no me agradaba beber. Me puse a supervisar que Ryan no bebiera mucho, que a Jesse no le diera un patético ataque de baile, donde se ponía a bailar como ridículo frente a todos, y que Calvin no matara a nadie que le rozara el brazo.
Todo estaba bien. Ryan bebía de a poco, Jesse discutía con un tipo sobre el mejor superhéroe de Marvel y el fideos bailaba con Nailea, que por cierto, tenía cara de obligada. A Isaac ya lo había visto desaparecer hace bastante rato con el hermanastro de Brielle, así que no me preocupaba por él. Y Brielle...
Odiaba a esa rubia.
Me quedé mirándola cuando la vi en el otro extremo de la habitación. Tenía aspecto de enojada, con la mandíbula apoyada en el puño mientras el oficial Clement a su lado la miraba como un depredador analizando a su presa. Era evidente a kilómetros que le gustaba. Y claro, Brielle parecía una chica inalcanzable, y eso era lo que le encantaba a todo el mundo. Pero se notaba que ella lo odiaba con toda su alma por la forma en que lo miraba, como si él fuera un pedazo de mierda que se encontró por la calle. Tenía sus razones, y yo sí que las conocía muy bien.
—Nash —Jesse se me acercó y se sentó a mi lado—, no me la vas a creer.
—¿Qué cosa? —pregunté, sin dejar de mirar a la rubia hermosa.
—Cumplo dieciocho —dijo Jesse, contando con sus dedos—. ¡Dieciocho!
—Oh, ¿de verdad?
—¡Sí! —Jesse me rodeó el cuello con los brazos, casi volcándome encima el contenido de su vaso.
Se lo quité y lo dejé encima de una mesa que había a mi lado.
—¿Por qué no dejas de beber un poco? —me dirigí a él como si le hablara a un niño de cinco años—. Luego vas a andar vomitando igual que la última vez, ¿recuerdas?
—Está bien —dijo—. ¿A quién miras?
—A nadie —mentí, alborotándole un poco el cabello—. Feliz cumple, creo que no te lo había dicho.
—¡Por fin! —exclamó—. Creí que te habías olvidado.
—¿Cómo me iba a olvidar?
No pude evitar reírme un poco. ¡Si estaba en su fiesta!
—Gracias —dijo, sonriendo, y se levantó de un brinco de repente—. ¡Eh, Isaac! Ay, no era él...
Lo observé hasta que lo vi perderse en medio de la gente.
Volví a mirar a la rubia, que al parecer estaba más enojada que antes. Sentí una extraña punzada en el estómago al verla tan cerca de Clement, también por la forma en la que él le miraba los labios sin ningún tipo de disimulo mientras ella le hablaba. Brielle puso cara de «no lo soporto» y entonces miró hacia mi dirección.
Sus ojos grises se encontraron con los míos, y sonreí inconscientemente cuando vi que las mejillas se le ponían de un lindo color carmesí al darse cuenta de que la había estado mirando. Sin embargo, me enseñó el dedo del medio con ambas manos. Solté una risa por lo bajo, me tomé lo que quedaba de jugo de un solo sorbo y salí de ahí con las manos en los bolsillos de la chaqueta.
Tenía frío. ¿Qué estaba haciendo con el torso desnudo? Seguramente parecía ridículo.
—¡Hola! —Isaac se cruzó en mi camino—. ¿A quién mirabas así? Ah...
Se quedó en silencio al ver a Brielle yéndose con Ryan a la cocina.
Su forma de caminar, Dios...
Me quedé pegado un momento, admirando la manera en que se movían sus caderas bajo esa mini negra que llevaba.
—Te gusta, ¿verdad? —preguntó el rubio a mi lado.
—Me tiene mal —murmuré.
—Se te nota a kilómetros —comentó, riendo un poco—. En fin, ¿has visto a Jess?
—Por ahí te andaba buscando —respondí.
—Genial. —Isaac se alejó.
Entonces, procurando que nadie me viera, bajé corriendo las escaleras para llegar lo antes posible al sótano y refugiarme de tanto escándalo. Planeaba esconderme ahí hasta el día siguiente y aparecer cuando todo estuviera limpio y ordenado.
Al cerrar la puerta del sótano me invadió un sentimiento de soledad, justo lo que quería. Estaba bastante silencioso y mucho más calentito que afuera. Lo primero que hice fue quitarme el estúpido maquillaje de la cara porque ya me picaba. Agarré una de las guitarras eléctricas que había en el fondo y un paquete de galletas de un estante, porque ya no me aguantaba el hambre por no haber comido nada en todo el día.
Me senté a tocar la guitarra un rato, pues hace tiempo que no lo hacía y sentía que había perdido la práctica. Pero un rato más tarde me interrumpió el ruido de la puerta abriéndose y cerrándose de golpe.
Brielle estaba apoyada contra ella con la respiración agitada y las mejillas rojas. Parecía haber estado huyendo de un fantasma. Me vio y se acercó a mí con una mueca que parecía ser de vergüenza.
—Qué creativo el disfraz de pirata, me sorprende que no vinieras en bikini —comenté con sarcasmo.
—Lo más sorprendente es que estés disfrazado, ¡y en una fiesta! —replicó, subiéndose de un salto a la mesa para sentarse a mi lado. Rodé los ojos y le di un pequeño mordisco a una galleta—. Pero te ves lindo.
—¿Qué se supone que debería responder a eso? —inquirí sin mirarla, tocando tres veces una cuerda de la guitarra y luego girando la manija para afinar.
—Nada. —Se encogió de hombros y tomó una de mis galletas, dándole un mordisquito.
Hubo un momento de silencio entre nosotros. La música electrónica de afuera se escuchaba amortiguada gracias a las gruesas paredes del sótano. El único ruido que había ahí era la canción cuyos acordes intentaba recordar.
—¿Guns N' Roses? —preguntó Brielle con curiosidad.
—Sí —afirmé—. La introducción de Welcome to the jungle.
—Recuerdo perfectamente cómo temblaba el baño químico cuando tocaron esta canción —comentó con una sonrisa que pretendía ser nostálgica.
—Ah, claro —murmuré. Dejé la guitarra de lado y la miré como si fuera un extraterrestre que me encontré en el techo de la casa—. ¿A qué se debe tu desagradable interrupción en mi momento de paz, rubia?
Ella frunció el ceño y me miró directamente con sus lindos ojos grises. Le sostuve la mirada con expresión seria.
—Estaba escapando de Jesse —contestó, haciendo una mueca de vergüenza—. Se ha tomado hasta el agua del florero y me estaba persiguiendo, diciendo que él también es pirata y que quiere enseñarme su espada. —Hizo comillas con los dedos.
Solté una pequeña carcajada. Me imaginaba la situación porque conocía muy bien a Jesse.
—¿Sabes qué es lo que me gusta de hablar contigo? —comentó, inclinándose hacia atrás mientras apoyaba su peso sobre sus brazos. Alcé las cejas—. Es que eres tan expresivo. Es como estar hablando con Siri, así de deprimente.
—Mejor cállate un rato.
—Nadie me hace callar —me espetó.
Rodé los ojos y me puse de pie, acercándome a la puerta. Ella me miró con indignación.
—¿De verdad me vas a dejar sola aquí? —preguntó.
—No sé —me di la vuelta para mirarla—, ¿quieres venir?
Asintió rápidamente con la cabeza y se puso de pie para seguirme. Salimos de la casa en un intento de que nadie nos viera y luego, después de escalar rápidamente por una escalera que había en un costado, logramos subir al techo de la casa.
—Uau... —dijo ella, mirando hacia abajo—. No había notado que la casa era tan alta.
—¿Qué esperas? Tiene dos pisos enormes —contesté con obviedad, acostándome con cuidado.
Ella se sentó conmigo, mirando el cielo estrellado. Había un par de nubes tapando un poco la luna. El aire estaba frío y agitó el cabello de Brielle, por lo que me pegó con él en la cara.
Increíble, que pase de nuevo.
—Perdón —dijo ella con diversión, y se recogió el cabello en un moño desordenado. Luego se recostó a mi lado, mirando el cielo—. ¿No te gustan las fiestas?
—No, ¿y a ti?
—Tampoco, prefiero otras formas de diversión.
—¿Como quemarte los ojos leyendo?
—Oye, leer es muy genial —contestó Brielle.
—Ajá —ironicé.
Ella se encogió de hombros.
—A ti te gusta escuchar música ruidosa —dijo.
—La música ruidosa es genial —repliqué.
Brielle dejó escapar una risa y giró la cabeza para mirarme.
—¿También te obligaron a disfrazarte? —preguntó.
No fue una pregunta con malicia y tampoco me sentí a la defensiva por eso. Lo que me molestó fue que me mirara como si yo estuviera postrado por alguna enfermedad terminal.
—Lo hice por Jess —dije con frialdad—. Y no me mires con esa cara.
—Uy, lo siento, señor carita de culo —ironizó, volviendo a mirar el cielo.
Sonreí para mí mismo, observando las estrellas. Y me sentí muy extraño. Nuestros brazos se rozaban y tuve el leve impulso de querer acercarme más a ella. El calor de su cuerpo junto al mío se sentía raramente agradable, pero no quería moverme por si llegaba a incomodarla.
Brielle se puso de pie, volviendo a mirar alrededor con esa expresión de curiosidad que siempre llevaba. Se quedó observando el bosque, de espaldas a mí.
—¿Siempre subes aquí al techo? —me preguntó—. Es genial la vista.
—Sí, y siempre me planteo las ganas de tirarme —contesté entre dientes.
—Deja de decir esas cosas, Nash.
—El humor negro es el mejor, rubia —dije mientras también me ponía de pie.
Ella soltó una risa y se dio la vuelta para mirarme.
—A veces me caes bien —confesó.
—Qué halagado me siento —ironicé—. Nunca olvidaré este momento.
—Eres tan pesado, Nash.
—Qué bipolar.
Rodó los ojos y siguió mirando el cielo, pero yo me quedé mirándola a ella. De verdad era bonita. Siempre me pareció atractiva aunque no quisiera aceptarlo. Me gustaban las manchitas que tenía en el cuello. Sus labios me parecían muy tentadores. El problema era que no la soportaba.
—¿No trajiste las galletas? —me preguntó.
—¿Las trajiste tú?
—Pues no.
—Y yo tampoco.
Brielle soltó un bufido, pero sonrió cuando me saqué las galletas del bolsillo y le di una, sacando otra también para mí.
De nuevo nos quedamos en silencio mientras masticábamos, pero no era un silencio incómodo, de hecho me parecía agradable. Más agradable de lo que normalmente me parecían los silencios.
—Oh, mira, ya hay uno en la piscina —dijo ella, estirando el cuello para ver hacia abajo.
El que estaba en el agua era Isaac. Su disfraz de Teletubbie ya se había ido a la mierda.
En ese momento la música electrónica cambió por una canción que a mí me gustaba mucho.
—Eh, pero qué buen tema —dijo Brielle.
—¿Lo conoces?
—Hablamos de So Fine de Guns N' Roses, Nash, ¿quién no lo conoce?
Solté una risa y pensé durante unos segundos.
¿Me iba a arrepentir? Probablemente.
¿Lo iba a disfrutar? También.
—¿Quieres bailar? —pregunté precipitadamente.
—¿De verdad? —Ella me miró con asombro.
No le hice caso y la agarré de la mano para acercarla a mí con cuidado, hasta que quedamos frente a frente.
—No hagas que me arrepienta, Brielle —dije en voz baja.
—No lo...
—Cállate.
—Bueno, lo siento.
Puse las manos en su cintura, empujándola contra mí con fuerza. Ella tropezó con sus propios pies y solté una carcajada por eso.
—Eres idiota —gruñó.
—Gracias. —Le sonreí.
Estábamos demasiado cerca, pero me gustaba la sensación. Sentía algo en el estómago que no podía explicar muy bien. Mis ojos estaban clavados en los suyos, grises como el cielo en invierno, pero brillantes como cuando lo iluminaba un relámpago. Brielle estiró los brazos, rodeando mi cuello con ellos y apoyando la mejilla en mi pecho. Suspiré y me dejé llevar por el ritmo y la letra de la canción.
¿Cómo podía verse tan bonita? ¿Cómo podía ser tan genial?
Ella levantó la cabeza para mirarme a la cara. Tenía las mejillas un poco rojas y una pequeña sonrisa en sus labios.
—Oye, Nash.
—¿Qué?
—¿No tienes frío?
—Más que la mierda —contesté en voz baja, mirando detenidamente su rostro, que estaba muy cerca del mío.
—Sí, yo también. Creo que me...
—Cállate —la interrumpí, y presioné mis labios contra los de ella.
Hace tiempo que no tenía tantas ganas de besar a alguien como las que tenía en ese momento, y digamos que no me gustaba mucho la idea de torturarme a mí mismo por aguantarme. Lo necesitaba en serio y di paso a que las ganas destruyeran mi dominio propio por completo. ¿Cómo pude privarme de eso por tanto tiempo? Sus labios eran suaves, pero fríos como el hielo y sabían a las galletas de chocolate que nos estábamos comiendo. Eran adictivos y lo mejor que pude probar en mi vida. Ella me besó con las mismas ganas con las que yo lo hacía, moviendo su boca contra la mía en un ritmo perfecto.
Quería devorarla. Creo que nunca se había sentido tan bien besar a alguien, y podía sentir el calor expandiéndose por mi cuerpo como la misma sangre que corría por mis venas, me estaba volviendo loco.
Brielle me agarró por el cuello de la chaqueta y sentí que sonrió contra mis labios mientras me atraía hacia ella, profundizando aún más el beso. También sonreí, aunque inconscientemente, y odiaba sonreír. Pero al menos ella no me veía hacerlo y no iba a darse cuenta de que estaba más contento que la mierda.
Me separé para respirar un poco, pero apenas tuve tiempo porque ella volvió a besarme con más desesperación que antes. No me quejé, aunque eso se estaba volviendo peligroso, lo cual hacía que mis ganas crecieran junto con la adrenalina.
La presioné contra mi cuerpo, deseando estar mucho más cerca de lo que ya estábamos. No había ningún rastro de los seis grados de temperatura que nos envolvían hace un rato, ahora solo podía sentir calor. Ella deslizó sus dedos por mi torso, erizándome la piel, por lo que le mordí el labio inferior en respuesta. Bajé mis manos por su cuerpo hasta meterlas bajo su falda, acariciando la suave piel de sus muslos.
Ella jadeó suavemente contra mi boca antes de apartarse lentamente, con los labios hinchados y cara de que no sabía muy bien qué era lo que acababa de pasar.
—Muy buen tema, ¿no? —comenté en voz baja.
Ella soltó una risa; era ridículo, porque la canción ya había terminado hace un buen rato.
—¡¿Bri?! —Antes de que pudiéramos decir algo más, se oyó una voz abajo.
Brielle se acomodó el cabello detrás de los hombros antes de asomarse por el borde del techo. La seguí para ver a Ryan con un enorme bote de helado en un brazo y una botella de espumante en otra.
—¿Qué ocurre? —le preguntó ella.
—¡¿Quieres más champán?! —gritó Ryan, tambaleándose un poco.
—Oh, está bien —contestó Brielle, girándose hacia mí y sonriéndome—. Fue un placer bailar contigo, Nashie.
—No me llames así o te empujo hacia abajo.
Negó con la cabeza y se puso de puntillas para darme un beso en la comisura de los labios. Me guiñó un ojo y luego la vi perderse por las escaleras.
Dejé escapar el oxígeno que no sabía que estaba conteniendo y di un puñetazo en el aire antes de acostarme de nuevo en el techo, mirando la luna con una sonrisa.
HolaAaaA!
Omg por fin Nash y Bri se comieron, un aplauso por favor.
¿Qué opinan de lo que ha pasado hasta el momento?
Les daré un pequeño adelanto del proximo capítulo, en el que conoceremos más al cumpleañero y su pasado. Vienen muchas pistas y explicaciones, están avisados.
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