CICLOS CONVERGENTES


La oscuridad es un refugio

Brindado por las sombras y el dolor,

Un altísimo soberano

Inmenso e inclemente,

Una impía utopía

Que absorbe y drena la esperanza,

Para tomarla y destruirla en su abrazo

Y darle reposo a lo que causó,

Un consuelo momentáneo,

Que confunde al ser

Para hallar los destrozos que han sobrevivido,

En un reconocimiento anhelado

Y frívolo por la niebla que inunda

Hasta desbordar las lágrimas que yacen inmortalizadas.


Un último suspiro es entregado

Abandonado al aire gélido y cortante,

Bañado por la sangre que emana

Como un elixir delirante,

Que desquicia la cordura

De un ser que encontró su nirvana,

Allí, en las noches retorcidas

Se encontró a sí mismo

Extraviado en fragmentos de ilusión,

Para consumar los resquicios de una sensatez que nunca existió.


El tiempo araño las máscaras impuestas

En el vacío residente,

Aun si la causa del desastre

Responde a su nombre exclamado,

Creo posibilidades de encuentro,

Un resignificado a la existencia,

Una nueva caída despiadada

Fue auspiciada y divulgada

Más allá de los límites contingentes,

Un aviso se pregonaba

Desde las entrañas candentes

De un ser gobernante.


Los grietas de luz

Que brotaban con avidez

De una consciencia embriagada

Por el famélico deseo

Que despertaba luego del baldío acontecido,

Con la imponencia proveniente

De los rincones convergentes,

Determinados por la polaridad

Y los disparates que buscan en contraposición

La aniquilación o la resurrección

A una pretensión inexistente y profana.  


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