Él se enamoró de la belleza de su alma.
Declaimer: Los personajes de Naruto NO son míos, pertenecen a Kshimoto, yo sólo los uso para crear esta historia, sin fines de lucro, con el único objetivo de hacer pasar un buen momento al lector.
Capítulo único.
Nadie puede resistirse a las flechas de Eros.
Ni él mismo lo conseguiría.
Después de todo, los dioses también se enamoran.
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—Eres un idiota, ¿Qué te hace pensar que una mujer como yo sé fijaría en alguien cómo tú?
Eros sintió cierto odio por aquella mujer, tener una mejor clase social no le daba el derecho de humillar a quien con tanto esfuerzo, reunió valor para confesarle sus sentimientos. Él había lanzado su flecha al hombre que se desarrollaba como profesor de Sicilia, no pensó que lo condenaba a una mujer que en apariencia podría ser linda, aunque por dentro era alguien insensible. Indignado por el trato tan cruel que le hacía pasar al profesor, Eros retiró el arco que cargaba en la espalda y apuntó con su flecha a la mujer.
—Pero, Tsunade...
Y llegó.
La flecha impactó su cuerpo, cambiando esos ojos molestos por unos llenos de cariño.
—Obvio no te aceptaré, Jiraiya. Primero me debes obsequiar una flor— la rubia se acercó tanto al hombre, que hizo estremecer su cuerpo.
—Las flores que quieras, mi bella dama— ambos se fueron de la mano, sonriendo como si se trataran de dos personas que descubrieron un tesoro. Probablemente sí lo hicieron.
Eros no ocultó su gran sonrisa. Le encantaban esos finales.
Se mantuvo oculto entre los callejones por un tiempo más, observando a todo aquel que, en su opinión, necesitaba un poco de amor. Logró que la mujer que algunos señalaban por tener sobrepeso, conquistara al hijo del dueño de un banco. También que el chico que llevaba meses soñando con su compañera de clases, consiguiera su atención. Los humanos eran impredecibles, y a él en ocasiones le gustaba jugar con la diversidad de parejas que podía formar. Incluso podría hacer que un mortal se enamorara de un árbol, o que un dios se perdiera en los encantos de alguien ajeno al Olimpo.
Estaba a punto de abrir sus alas para emprender un vuelo de regreso a casa, cuando una gran fila de hombres llamó su atención. Todos parecían desesperados, algunos intentando colarse en la fila y otros más buscando obsequios en las tiendas cercanas. Los presentes eran sencillos, pero en su mayoría ostentosos, desde flores a postres y joyas. Una gran cantidad de hombres se reunían a los alrededores de la calle por un motivo que desconocía. ¿Se olvidó de una celebración importante?
Como la curiosidad era más fuerte que su deseo por reunirse con su madre, Eros se colocó una máscara de gato y salió de su escondite, al primer hombre al que miró, fue a quien decidió preguntarle.
—Disculpe, espero no molestar, pero me preguntaba...— el castaño de extrañas marcas rojas en las mejillas no le miraba, pero movía su mano para indicarle que podía seguir hablando —¿Por qué se están reuniendo todos?— el chico dejó de buscar entre la multitud a la persona que volvía loco a todo el pueblo con su increíble belleza.
—¿Estás de broma?— los ojos de Eros demostraban que realmente desconocía el motivo de la reunión de tantas personas, Kiba debió explicarle la situación rápidamente —El día de hoy, la princesa Psique pasará a recoger personalmente un vestido para la ceremonia de cumpleaños de su padre, el rey. Es por ese motivo que podremos verla pasar en su carroza por esta avenida, todos deseamos apreciar su belleza y entregarle un obsequio— terminó su discurso, confundiendo más al pobre pelinegro.
—¿Psique?—
—Debes ser un extranjero para no conocer a la princesa Yamanaka— otro joven se unió a la conversación, un tierno castaño de mejillas voluminosas que poseían unas marcas en forma de espiral. Eros asintió ante su deducción —Es la hija mayor del rey, y si me permiten decirlo, la mujer más hermosa de Sicilia. Me atrevería a asegurar que de todo el mundo— los hombres cercanos a ellos estuvieron de acuerdo con Choji.
—Es incluso igual de linda que Afrodita— gritó otro en la multitud.
—No, su belleza es más que la de la mismísima Afrodita— proclamó un rubio de coleta.
Ese pareció ser la única verdad para todos los hombres que esperaban ver a la princesa, el rumor de la belleza de la joven se fue extendiendo por toda la multitud. Llegando incluso a oídos de la diosa Afrodita. Eros fue el único en sentir como la tierra se estremecía por los gritos de su madre. Se alejó de los hombres que seguían alabando a la princesa, para adentrarse en un callejón y liberar sus alas. Era urgente que regresara con su madre.
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Afrodita era la mujer más hermosa que conocía, no podía creer que alguien dijera lo contrario, ella era una diosa, no debían compararla con una mortal. A los dioses no les gusta eso, mucho menos a Afrodita, que era conocida por ser muy celosa. Al llegar a casa, encontró a su madre destrozando gran parte del lugar. En realidad los comentarios de los mortales le afectaron más de lo que imaginó.
—Maldita— ella arrojó un jarrón al suelo, el cual terminó convirtiéndose en miles de trozos pequeños. Su cabello estaba desordenado, así que imaginó que su madre lo había estirando.
Su madre poseía un increíble cabello azabache, además de unos ojos negros, todos la consideraban como una de las diosas más hermosas, o tal vez ya ocupaba el primer lugar. Resultaba difícil escapar de sus encantos.
—Madre...— habló con sutileza, queriendo descubrir si era momento de conversar, o esperar a que siguiera destruyendo cosas para aliviar su frustración.
—Han dejado de ir a mi templo— su madre se derrumbó en el suelo, justo sobre los pedazos del jarrón que su padre le obsequió cierto día que regresaba a casa —Todos prefieren llevarle flores a Pique, en lugar de mi— su llanto era amargo, entre sollozos se encargaba de insultar a la princesa que no logró conocer esa mañana.
—Tú eres más bonita, madre— la consoló con cariño, acariciando sus cabellos y susurrando palabras de apoyo cerca de su oído.
—Ayúdame, Eros— le suplicó aferrándose de sus hombros, por la mirada de su madre, el dios sabía que no se acercaba algo bueno —Haz que esa insolente mortal se enamore del hombre más horrible que encuentres— el agarre que ejercía hacia Afrodita se volvió más débil luego de esa petición.
—No es correcto usar mis habilidades para tu beneficio, madre— quiso hacerla entrar en razón, pero cuando Afrodita tenía algo en mente, era difícil conseguirlo.
—¿Y qué?, Como si Zeus no lo hiciera...— al no poder contradecirla, Eros terminó accediendo. De igual manera, no lograría que su madre cambiara de parecer.
Solamente lo lamentaba por aquella pobre chica, aunque si la enamoraba de alguien y hacía que ese hombre correspondiera su amor, tenía posibilidad de ser feliz. Vivirían eternamente enamorados. Con eso en mente, su culpabilidad disminuía.
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Inoichi Yamanaka observaba desde hace horas a su primogénita, quien permanecía sentada en el jardín de su palacio, bajo la sombra de un gran árbol que plantaron en honor a su difunta esposa. Conocía lo suficiente a su hija, como para saber que algo le había sucedido en su trayecto por el pueblo. Deseaba saber qué era lo que atormentaba tanto a su linda hija, pero la verdad es que no encontraba la manera correcta de acercarse a ella. Siempre lo estropeaba, en ocasiones creía que la hacía sentir más desdichada. Era en esas situaciones, que extrañaba tener a su esposa con él, ella conocía las palabras que sanaban el corazón de su querida Psique.
La rubia pedía consejo a su madre, pero como en todos los días anteriores, jamás obtenía respuesta. Con el semblante más triste que antes, se disponía a regresar a su alcoba y encerrarse por horas, lamentablemente su padre frustró sus planes.
—Hija mía— la llamó al tiempo que tomaba asiento en el suelo, justo a su lado, olvidando por el momento la elegancia con que actuaba —Dime que sucede— acarició su cabello con una ternura propia de él, su hija no evitó las lágrimas que la acechaban desde su llegada al palacio.
—¿Por qué no puedo ser feliz?— la pregunta descolocó a su padre, quién no sabía lo que debía hacer para controlar su llanto —Cumpliré veintiséis años y no he encontrado a mi alma gemela. Ni siquiera he podido dar mi primer beso— Inoichi lo entendía. La belleza sobrehumana de su hija, asustaba a sus pretendientes, ninguno se creía capaz de merecer a quien decían, era más hermosa que una diosa.
—No necesitas un hombre para ser feliz— intentó animarla, atrayendo su cuerpo en un abrazo que rompió su corazón. Los incontrolables sollozos de su hija le dolían en el alma. Jamás soportaría verla sufrir.
—Entiendo lo que quiere decir, padre, pero incluso sin una pareja... Nadie quiere mi amistad, mis propias hermanas parecen odiarme— lloró entre los brazos de su padre, él era su único lazo verdadero. Todos huían de ella al creerla una mujer inalcanzable. Hasta sus hermanas solían burlarse a sus espaldas, diciendo que de nada servía tanta belleza, si aún seguía siendo virgen.
—¿Quieres que intente conseguir un esposo para ti?— tal vez su hija estaba tan triste por el matrimonio de su hermana Karin y su hermana Sakura, mientras ellas tenían por pareja a personas importantes, su primogénita se quedaba a lado de su padre.
—Nunca funciona, soy una persona que no merece amor— todo se volvió silencio luego de esa confesión. Inoichi no logró pensar en algo que la hiciera sentir mejor.
La Yamanaka se permitió recordar el motivo que la tenía tan triste, en la tarde, al ir por su vestido de cumpleaños, recibió gran cantidad de regalos. Cuando ella trataba de invitar a sus pretendientes a su fiesta, de pedir tan siquiera su amistad, los hombres huían de ella por miedo a sus propios nervios. Es que nadie le miraba a los ojos, simplemente le admiraban desde la distancia. Las mujeres eran lo contrario, la despreciaban, además de murmurar contra ella, producto de su envidia.
Al cumplir dieciocho años lo entendió. Ella no sería amada, tampoco podría tener una amistad sincera como la que describía su padre. Tal vez era un castigo de los dioses, probablemente les ofendió de alguna manera.
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Un oráculo suele ser la respuesta de un dios tiene hacia un mortal, normalmente era comunicado mediante intermediarios. Después de tantas plegarias de Inoichi al oráculo de Apolo, le fue concedido el saber sobre el futuro de su hija. Lamentablemente, nada era en favor del bienestar de Psique. Su primogénita estaba destinada a ser devorada por un monstruo, y si quería evitar ese final para ella, serían condenados a una terrible devastación. Otra interpretación, le decía que debía llevar a su hija a una de las montañas más altas, debía ir vestida de novia, y tendría que esperar a su prometido. Aunque al igual que con lo anterior, ese que se reuniría con su hija, sería un dragón capaz de hacer temer a los dioses. De todas formas, era un monstruo el que obtenía a su pobre hija.
Psique deseó poder convencer a su padre de que estaría bien, pero él se negaba a aceptar la despedida. Muy en contra de su voluntad, Inoichi dejó a su hija sobre una roca de la montaña más alta del reino, con un paraguas en mano que le ayudaría a cubrirse de los rayos del sol.
La princesa lloraba en silencio, esperando que aquel monstruo hiciera su aparición. La idea de saltar por el acantilado fue muy tentadora, pero no se atrevió a ir en contra de los dioses.
Sucediendo en el mismo lugar, Eros permanecía a unos metros, sin apartar sus ojos de la mujer. Quedó cautivado con su lindo caballo, con sus hermosos ojos y esos labios que pedían a gritos un toque suave. La observó por horas, admirando su gran valentía, estaba dispuesta a seguir el futuro que los dioses le habían dado, a pesar de que fuera el de estar junto a un monstruo. A pesar de que no quería hacerlo, Eros buscó entre las flechas que había dejado olvidadas en el suelo, era el momento de cumplir la petición de su madre y también el oráculo.
Al seguir distraído por la mujer de mirada triste, Eros terminó resbalando, lo que trajo como consecuencia que una de sus flechas se clavara en su mano. Todo eso sin dejar de verla. Fue de esa manera que Eros se enamoró de la mujer que su madre le ordenó castigar. Rápidamente recogió sus armas, extendió sus alas y emprendió un vuelo que lo llevara a lo más profundo del bosque. Necesitaba despejar su mente antes de intentar su siguiente movimiento.
La mujer de ojos azules, continuó esperando a que un monstruo apareciera a devorarla. Le parecía cruel tanta espera, pues solamente la hacían sufrir más por culpa del miedo y la tristeza. Fue en ese instante, que el viento suave del oeste, Céfiro, tocó su frente con la intención de provocarle un sueño del que sería difícil despertar. Tomándola en brazos, la transportó a través del cielo, teniendo por objetivo principal llevarla hasta un valle donde estaría a salvo. Eros esperó a que Céfiro abandonara el lugar, para comenzar a construir un palacio digno de su nueva prometida. Se esforzó por crear marionetas que parecieran ser humanos, de esa manera, su hermosa princesa no estaría sola cuando él tuviera que dejar el castillo.
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Los suaves rayos del sol la obligaron a abrir los ojos, esperaba ver de nuevo la montaña y el tenebroso bosque, pero en su lugar, descubrió un inmenso jardín. En el centro, un palacio incluso más grande que el de su padre se apreciaba gracias a la luz que poco a poco iba en aumento. El castillo era tan magnífico, que se atrevería a decir que era obra de los dioses y no de algunos humanos. No entendía qué hacía en el nuevo paisaje, pero se dejó guiar por las voces que le hablaban desde la entrada de esa majestuosa construcción, caminando por los mosaicos de oro en donde se reflejaba su figura.
Las personas que la recibieron, se presentaron como sus más leales trabajadores, confesando que todo el lugar era un obsequio para ella. Psique quiso preguntar sobre la persona que le daba esa clase de regalo, sin embargo, no se atrevió. No estaba segura de si podía confiar en esas personas, sus ojos carecían de vida. Aceptó, porque eso era mejor que su verdadero destino.
Durante todo el día, se dedicó a explorar el palacio, buscando las mejores rutas de escape que usaría en caso de ser necesario. Al comprobar que realmente no existía peligro por el momento, prefirió arreglarse con ayuda de las empleadas del castillo. Como ellas le confesaban los detalles de la persona que llegaría por la noche a presentarse, Psique sintió que podía decirles un poco de su vida también. Al final, la noche reemplazó al día, y el dueño de la casa jamás apareció. La princesa acudió nuevamente a la habitación que sus empleados le asignaron, todo era muy lindo con la luz del sol, aunque ahora que había oscurecido, le resultaba imposible ver con claridad.
Con el ruido de un aleteo y de alguien entrando por la ventana, Psique se cubrió más con las ligeras mantas de seda. La silueta del intruso le parecía agradable en lugar de provocarle miedo.
—Mi querida Psique, ¿Te ha gustado el castillo que construí solamente para ti?— la voz era de un hombre, su manera de dirigirse a ella fue muy dulce —Me encargué también de contratar empleados leales a ti, jamás estarás sola de nuevo. Cuando yo necesite ir a mi trabajo, tú podrás convivir con tus nuevos amigos— añadió mientras se acercaba un poco a la cama, la preocupación se instaló en él al ver que la mujer no respondía.
—¿Quién es usted?— indagó con curiosidad, la Yamanaka también disminuyó la distancia entre ellos, atraída principalmente por el aroma de aquel desconocido.
—¿No te lo dijo tu padre?, Soy tu prometido— Eros se sentó cerca de Psique, quien en lugar de huir, permaneció en su lugar —Mi nombre es Itachi Uchiha— tomó la pequeña mano de la rubia para depositar un suave beso en su dorso.
—Itachi Uchiha— repitió en voz baja —Jamás escuché un nombre parecido, ¿Es usted un forastero?
—Lo soy, mi ciudad de origen se encuentra en los países asiáticos— como ella le permitía seguir tomando su mano, Itachi no hizo un intento por alejarse.
—¿Puedo preguntarle a qué se dedica?— lo único que conseguía ver eran sus ojos, su rostro, a pesar de no apreciarse correctamente por la falta de luz, iba cubierto con una máscara de gato. Cómo unas que si padre alguna vez les regaló de un viaje a Japón.
—Principalmente a la caza, es por eso mismo, que sólo puedo venir a verte durante las noches— tener que alejarse de la joven no le agradaba, pero no quería correr el riesgo de que ella viera su rostro. Necesitaba que la dulce mujer se enamorara de su persona, no de la increíble belleza que heredó de su madre.
—Lo entiendo, está bien si debe irse durante el día— se preguntó porque su padre le mintió diciendo que un monstruo vendría a devorarla, cuando lo único que ella apreciaba, era a un hombre amable.
—He elaborado también nuestros nuevos anillos, estoy ansioso por casarme contigo, con un juramento bajo la luna— ella tocó el anillo que su prometido colocó en su dedo, tenía un gran diamante que brillaba cada que la luna lo acariciaba.
—¿De verdad quiere casarse conmigo?— se encontraba conmovida, por fin alguien la deseaba desposar.
—Por supuesto, solamente debes aceptar una condición— sus manos estaban entrelazadas, sentir los dedos de Itachi unidos a los suyos provocó que su corazón saltara de alegría. Alguien la amaba, tanto como para unir su vida a la de ella.
—¿Cuál es?—
—No intentes verme— le advirtió, como la princesa seguía feliz al saber que su prometido la amaba, no se opuso. Por el momento no importaba que le fuera imposible verlo.
—De acuerdo...
—Entonces, ¿Aceptarías ser mi esposa?— Itachi escondió el cabello de su prometida detrás de su oreja, aprovechando esa cercanía para acariciar su mejilla.
—Acepto... Acepto ser su esposa, Itachi— con esa oración, Psique le colocó un anillo a su ahora esposo, en el lugar correspondiente. De esa manera comprobó que la sortija de Itachi, era menos ostentosa que la que creó para ella.
Estuvieron abrazados por varios minutos, dos corazones que buscaban amor después de haber pasado por tanto. Itachi intentaba contenerse, el maravilloso cuerpo de Pique se apegaba tanto al suyo, que era difícil conseguir su objetivo. Respiró su aroma a lavanda, que servía como un distractor por el momento.
La Yamanaka se separó ligeramente de su esposo, y antes de que Kakashi preguntara el motivo por el cual lo miraba tanto, ella trató de quitarle la máscara en medio de toda la oscuridad. El pelinegro era consciente de que Psique no podía verlo, lo deducía por la forma en que tocaba a tientas su rostro, como buscando el inicio de la tela que se ataba detrás de su cabeza. Al cumplir su objetivo, la princesa acortó la distancia y presionó sus labios contra los de su acompañante.
El Uchiha sentía a su corazón retumbar cerca de sus oídos, tan fuerte que le sorprendería que ella no pudiera escucharlo. Sus latidos se volvieron irregulares, todas sus reacciones eran provocadas por los cálidos labios de su esposa. Sus pensamientos eran un caos, los sentimientos que causaban su primer beso resultaban un poco intimidantes, aun así, Itachi se dejó llevar por ese momento tan maravilloso. Psique se aferró a los hombros de su esposo, temblaba en la espera de lo que sería de ella esa noche. Por su parte, Itachi rodeó su cintura con la intención de profundizar más su contacto único, al principio como una caricia tierna, para pronto transformarse en un beso que encendía sus deseos reprimidos.
Él pasó su lengua por los labios de la mujer, mordiendo un poco y disfrutando de las reacciones que su acompañante reflejaba. Psique suspiró casi en contra de su voluntad, fue un sonido tan vergonzoso que casi colapsaba. Tratando de no tener pensamientos impuros, ella prefirió tocar los cabellos oscuros de su nuevo amor. Todo sucedía muy rápido, aunque por alguna razón, no dudaba demasiado en corresponder a las muestras de afecto de aquel hombre. Probablemente porque le parecía mejor que su antigua vida, sin amigos y teniendo sólo a su padre o a una mascota para hablar sinceramente.
Cuando menos lo esperaba, Itachi invadió su boca después de detenerse unos instantes a recuperar el aliento. Su tibia lengua rozaba la propia, queriendo saborear centímetro a centímetro el interior de la mujer que se esforzaba por seguirle el paso. Sin ser consciente de sus acciones, la joven Yamanaka se sentó sobre el regazo de su esposo, cortando las distancias de sus cuerpos. Itachi se dedicó a explorar con sus manos la figura femenina, apretando sus caderas o deslizando sus fríos dedos por su espalda.
Con cada minuto que pasaba, se volvía más difícil tener sólo una sesión de besos, se encontraban hambrientos por descubrir lo que el amor era capaz de hacer en dos personas que lo buscaron por tanto tiempo. El pelinegro abandonó sus labios para atender el camino de su cuello que lo atraía al igual que una abeja a la miel. Repartió sutiles caricias con su boca hasta volver a llegar a su barbilla, solamente para descender una vez más hacia su clavícula. La rubia se estremecía en los momentos que su lengua dejaba rastros húmedos por su piel. De la pequeña boca de la Yamanaka se lograban escuchar jadeos con su nombre, mismos que se quedaban grabados con fuego en la mente de Itachi. Reuniéndose de una valentía que desconocía, Psique dejó de tocar su cabello con la clara intención de sentir con su propio tacto el cuerpo del Uchiha. Inocentemente, trazaba líneas y figuras en los músculos de su espalda, al contrario de él, que sujetó sus glúteos para hacerla sentir parte de su erección. Con ese acercamiento, ella gimió en una mezcla de susto y excitación.
Las mejillas de ella estaban rojas, cada toque de Eros encendía pensamientos que ella jamás había tenido. ¿Eso hacían las parejas?, Porque siempre había creído que los besos eran solamente en los labios. Ahora no dejaba de desear que Itachi posara su boca en lugares que incluso parecían prohibidos. Se imaginó a su esposo besando su pecho, descendiendo a su abdomen, sin detenerse hasta llegar a... Se reprendió mentalmente por aquello.
—Itachi...
Eros intentó contenerse, empero, Psique le impidió apartarse de su lado —¿Te parece bien continuar?, No quiero obligarte a nada— nervioso por su respuesta, el pelinegro pasó una de sus manos por su cuello.
—Lo deseo, quiero estar junto a Itachi por el resto de mi vida— tomó ambas mejillas de su pareja, depositando un corto beso sobre sus labios, ante su mirada incrédula. Fue su sonrisa dulce lo que provocó que se le hiciera imposible rechazar su amor. Y no es como si quisiera hacerlo.
Sujetando su cintura con fuerza, Itachi invirtió las posiciones, dejándola a ella debajo de su cuerpo. Nuevamente besó sus labios, queriendo demostrar el increíble deseo que tenía por poseer ese lindo cuerpo.
—Quiero estar contigo— confesó contra su cuello, con una voz más ronca que la que usaba hace sólo unos minutos. La Yamanaka sintió a su corazón latiendo a mayor velocidad.
Sin permitirle dudar respecto a su unión, Itachi fue subiendo sus manos por debajo del vestido que ella usaba para dormir, sonrió ante su buena suerte, su esposa no tenía puesto un sujetador. Mientras una de sus manos acariciaba lentamente sus senos, otra recorría su pierna derecha, causando que su piel se sintiera caliente con cada uno de sus toques. Con ayuda de su rodilla separó sus piernas, lo suficiente para situarse entre ellas, aprovechando que su bata estaba por sus caderas, Itachi le hizo notar su erección. Psique gimió maravillada, aunque fueran sólo roces, parecía que su mente se volvía nublada.
La bata de dormir pronto abandonó el cuerpo de la rubia, que no intentó cubrir su cuerpo, su esposo no podía verla gracias a la oscuridad. Las manos de Itachi no se quedaban quietas, estaba ansioso por descubrir el cuerpo de la persona que lo cautivó. Eros la había observado durante el día, escuchaba las conversaciones que tenía con las doncellas del castillo. Su querida princesa no era muy feliz en su antiguo hogar, y él se encargaría de cambiar eso ahora que la tenía para sí mismo. En el segundo que su ropa interior fue retirada de su cuerpo, la Yamanaka tembló por culpa del aire que entraba desde la ventana.
—Eres tan hermosa— se apartó de sus labios para poder hablar, a Psique le falló la respiración al escucharlo. Era consciente de su belleza, pero ahora que era su esposo quien lo decía en lugar de otra persona... Se sentía diferente, le causaba un sentimiento de felicidad y tranquilidad.
Las marcas de los besos de Itachi fueron trazando un recorrido que le encantaba seguir. Desde su cuello, aunque en esa ocasión sin detenerse hasta llegar a su pecho. Comenzó a explorar lentamente sus senos, acariciando uno con cariño, y usando sus labios para complacer al otro. Saboreando el endurecido botón rosa, fue la manera en que consiguió un gemido más fuerte por parte de Psique.
—¡Itachi!— el pelinegro se cautivó con aquel grito con su nombre, incluso su erección respondió a esa expresión de placer que le regalaba su esposa.
Un poco desesperada por sentir la piel de Itachi, la rubia llevó sus manos a los botones de su camisa. Él la observaba tomar su tiempo, no se decidía a quitar su pantalón por vergüenza, como si pudiera adivinar sus pensamientos, Itachi situó su manos sobre las de su amada para ayudarla. Muy lentamente fue desvistiendo a su acompañante, permitiéndole ir conociendo parte de su anatomía.
Aunque no le era posible verlo, Psique casi podía jurar que su esposo tenía el cuerpo de un dios griego. Era demasiado perfecto para ser real. Sus músculos estaban bien definidos, como los de las esculturas que algunos artistas realizaban en honor a los dioses del Olimpo.
—¿Por qué no podemos encender las velas?— preguntó ella, en su habitación había dejado algunas velas, porque le era difícil dormir a oscuras. Con la llegada de su esposo, esas velas que desprendían olor a frambuesa extinguieron su llama.
—No necesito la luz, tu brillas lo suficiente para iluminar mi mundo— le respondió al tiempo que repartía sutiles besos por su rostro —Eres como un atardecer en el bosque...— unió sus labios a los de ella fugazmente —Mi bosque— se corrigió —Eres mi Ino.
—Itachi...
—Permíteme amarte esta noche— le suplicó sin despegar su frente a la de ella, la Yamanaka sostenía el torso desnudo de su esposo con su mano derecha, gracias a ello sentía los fuertes latidos de su corazón.
—Todas las noches que desees, mi amado esposo— correspondió a su amor con una frase verdaderamente significativa para Itachi, quién creyó encontrar a la persona correcta para acompañarlo.
Ino lo recibió con los brazos abiertos, feliz de sentirse amada por ese hombre, uniendo sus cuerpos en un íntimo momento. Un fuerte gemido escapó desde lo más profundo de la Yamanaka, quien creía que sería capaz de volar con todo lo que Itachi le hacía sentir. Él la besó nuevamente, ahogando los sonidos de su garganta, estaba ansioso por moverse libremente dentro de ella, sin embargo, esperaba a que se acostumbra a su tamaño.
El Uchiha frotó su dedo pulgar en la zona íntima de su amada, Ino arqueó la espalda cuando su esposo por fin encontró el botón que la enviaba a un viaje por el cielo.
—Grita mi nombre, no te contengas— la manera en que la tocaba era suave al principio, e iba aumentando de velocidad conforme la escuchaba. Era un verdadero deleite tener a esa linda mujer en su habitación.
—¡Ah!, ¡Itachi!— la rubia se aferraba a las sábanas, gimiendo fuertemente sin ser capaz de controlar su voz. Con sus piernas rodeó las caderas de su esposo, atrayendo más su cuerpo, pidiéndole en silencio que comenzara a moverse.
Fue lento, disfrutaba de lo estrecha y caliente que era su amada, de una sola embestida consiguió mover el cuerpo de Ino al igual que la cama. Ella arañó su espalda, haciendo gemir a ambos. El movimiento de sus cuerpos era suave y a la par, como si fueran participes de una danza que hacía arder su interior con un fugo que apenas iniciaba. Itachi tomó sus caderas con la mayor delicadeza que era capaz de manejar, su deseo lo convertía en un preso de instintos desconocidos hasta ese momento. Bastaron algunos minutos para que aumentara la velocidad de las penetraciones. Los gemidos de Ino llenaban la habitación en compañía de los ruidos de sus cuerpos al conectarse.
Ella seguía tocando su espalda con sus pequeñas manos, tratando de que no se apartara de su lado. La forma en que la tomaba era única, Ino no tenia con que compararlo, pero ni siquiera pensó en eso. A partir de esa noche, no existía otro hombre con quien quisiera estar. Las embestidas a su cuerpo se volvieron mas profundas y veloces, con cada minuto se presentía que el final se acercaba.
—Itachi, por favor— todo su ser se estremeció de placer, el nudo que se formaba en su interior estaba a punto de estallar.
Su esposo besó sus labios justo en momento culminante, grabando en su memoria los juegos de sombras de la silueta de su amada, y la anatomía de su cuerpo desnudo que imaginaba gracias a lo que descubría con ayuda de sus manos.
El pelinegro salió de su interior casi en contra de su voluntad, a pesar de todavía estar deseoso de la mujer rubia, era consciente de que le debía permitir un descanso. No podía forzarla tanto en su primera vez. Se abrazó a ella para dormir un poco, acariciando sus cabellos, acción que provocaba un sueño profundo en Ino.
Eros se enamoró de la belleza de su alma, Psique de la manera en que le hacía el amor.
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Pasaron algunos meses desde el comienzo de su nueva vida, admitía que era feliz, aunque sólo podía convivir con su esposo durante las noches, ella lo esperaba pacientemente. Lo único que extrañaba de su antiguo hogar era a su padre, quien siempre fue la persona que procuraba su bienestar, la más sincera que conocía. Claro que amaba a sus hermanos, empero, ellos no parecían corresponder a sus sentimientos.
Desde hace unas semanas que sus doncellas le comentaron sobre las personas que rondaban su hogar, y que además se parecían a ella. Como su esposo le pidió que no las recibiera, pues podrían causar mal a su amor, Psique decidió obedecer a su petición. Ignoró por días la presencia de sus hermanas, se negaba a salir de casa para no encontrarse con ellas ni por casualidad. Eros sintió pena por su amada, que solamente necesitaba saber de su padre para traer paz a su alma. Le permitió recibir a sus hermanos, con la condición de que no revelara su identidad, por más que ellos preguntaran.
Durante la mañana sus doncellas la ayudaron a arreglarse después de su baño, hicieron todos los preparativos con el objetivo de recibir a las hermanas de Ino. Con tan sólo sentir la presencia de aquellas mujeres, los empleados del castillo presintieron que algo malo estaba por suceder.
—Señorita Ino, no creo que esto sea una buena idea— habló una de sus doncellas ante la atenta mirada de las hermanas de la rubia.
—¿Ino?— Sakura se dirigió a su hermana en busca de alguna respuesta que le explicara el motivo de aquel apodo.
—De esa manera me llama mi esposo— respondió ella al tiempo que los invitaba a pasar al comedor del castillo.
—Que mal gusto tiene— fue lo que su hermana dijo, haciéndola sonrojar. Ella creía que era una linda muestra de afecto por parte de Itachi.
—No deberías permitir que los empleados te hablen con tanta confianza, Ino— su hermana Karin pronunció su apodo con burla, razón por la que ganó miradas de odio por parte de las doncellas, que llegaban al comedor con joyas y regalos que Ino escogió especialmente para ellos.
—¿Cómo está padre?— la Yamanaka fue directamente a lo que en verdad le interesaba, a petición de sus doncellas, que le repetían que sus hermanas no eran una buena compañía para ella.
—Estaba preocupado pensando en que su hija fue devorada por un monstruo, enfermó gracias a eso— la joven de cabello rosa cruzó sus brazos, molesta por saber que su hermana vivía como reina mientras su padre perecía por culpa de la incertidumbre sobre su fatídico destino.
—Y nuestra querida hermana mayor viviendo sin preocupaciones, ¿Estás feliz con eso?— la atacó Karin, contando con el total apoyo de Sakura.
—Pueden traer a padre, mi esposo no tiene inconveniente con eso. Díganle que estoy bien y soy muy feliz con el esposo que escogió para mi— se notaba la suplica en sus palabras, sin embargo, Sakura y Karin fingían no prestarle atención por ver los regalos que les obsequió. Estaban celosas, ni ellas tenían posesiones tan valiosas.
—¿Quién es tu esposo?— Karin sintió más odio en contra de su hermana, su padre le había escogido una pareja con mayor riqueza que a ella, eso sin duda era una injusticia.
—Sólo sé que se dedica a cazar, además de ser de un país lejano...
—No puedo creerlo, resultaste ser una cualquiera. Seguro te acostaste con ese hombre que ni siquiera conoces— la pelirroja se reía por el comentario de su hermana, los ojos de Ino se llenaban de lágrimas al ver el desprecio con que se dirigían a ella.
—Padre nos dijo que tu destino era morir devorada por un monstruo, nunca menciono a un prometido. ¿No te resulta extraño?— Karin observaba sus uñas perfectas, sin importarle si su hermana entendía lo que quería decir o no.
—¿A qué te refieres?— Ino contuvo su llanto, la pregunta de su hermana consiguió distraerla un poco.
—Lo más probable es que tu esposo sea ese mismo monstruo que dijo el oráculo— más risas se hicieron escuchar por parte de Karin y Sakura.
—¡Suficiente!, Mi esposo no es ningún monstruo— podía resistir que dijeran lo peor de ella, pero no permitiría que insultaran a Itachi.
—¿Acaso lo has visto?— dudó en responderle a su hermana, ella no conocía el rostro de su esposo.
—En la noche, cuando esté profundamente dormido, utiliza una vela para verlo. Probablemente es cuando muestra su verdadero ser— Sakura terminó de plantar en ella la semilla de la duda, Karin continuó riendo de la inocencia de su hermana mayor.
—¿Por qué siempre son tan crueles conmigo?
—El mundo es cruel, Ino. Alguien debía hacerte ver eso.
—Pero mi esposo, él no...
—No quería verme en la obligación de decirte esto, pero padre visitó de nuevo al oráculo— mintió Sakura, sin que su hermana se percatara de ello —En esta ocasión, dijeron que tu esposo era un dragón que se comería a tu hijo cuando naciera.
Ino estaba tan asustada que no era capaz de argumentar algo en defensa de su esposo.
—Cuando uses la vela para verlo, asegúrate de tener cerca un cuchillo. Si tu esposo tiene el aspecto de un dragón, deberás matarlo— le advirtió Karin, la pobre Ino no paraba de llorar por el giro que dieron los acontecimientos.
Ella amaba a su esposo, empero, no creía que su padre le mentiría a sus hermanas.
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Por la noche, después de que Itachi la hizo suya como tantos días atrás, Ino se preparó para realizar el plan de sus hermanos. Era de madrugada cuando la respiración de su esposo por fin se volvió lenta y pausada, lo que interpretó como una señal de que se encontraba dormido. Tomó una de las velas que dejaba cerca de la cama, misma que encendió con un fósforo.
Al ver a Itachi bajo la luz de la vela quedó inmóvil por unos minutos, el rostro de su esposo resultó ser divino, él era merecedor de llamarse el hombre más atractivo. Al costado de la cama, descansaban su arco y flechas, motivada por la curiosidad y creyendo que su esposo era la deidad del amor, Ino acarició una de las flechas, misma con la que se cortó un dedo. En ese instante, su amor por Eros se volvió permanente.
Estaba tan distraída con su nuevo descubrimiento, que no se percató de que de la vela cayó una gota de cera caliente, Itachi se despertó sobresaltado, al comprender la traición de su amada, la herida causada por la vela oscureció la belleza de su rostro. Ino intentó detenerlo, pero la huida de Itachi fue inevitable, con él también desaparecieron el castillo y todos los empleados.
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Desde la noche en que su amado desapareció, Ino caminaba por todos los templos, esperando encontrar a Itachi en el próximo lugar a visitar. Incluso cierto día regresó a ver a su padre, solamente para hacerle saber que vivía bien, y que su esposo prohibió la entrada de sus hermanas a su nuevo castillo. Eso funcionó, las mantenía alejadas.
La joven mujer era perseguidas por la ira de Afrodita, que no podía creer que su hijo se hubiera enamorado precisamente de ella, mientras Eros sufría por no estar con su amada, la diosa se encargaría de tomar venganza por él.
Las pruebas de Afrodita a Psique apenas comenzaban, aunque la diosa no estaba enterada del embarazo de la mujer de ojos azules.
La diosa no dudó en desquitar todo su enojo con la pequeña mujer, la despojó del vestido que su padre le obsequió antes de irse, para luego obligarla a separar cereales y legumbres. Ino se atemorizó al ver la cantidad que le fue asignada, pensó que tardaría una eternidad en hacerlo, aunque para su gran fortuna, las hormigas se apiadaron de ella. Gracias a su ayuda completó su primer tarea antes de lo que la diosa esperaba.
Lo segundo en la lista era obtener velloncino de oro. Afrodita se encontraba molesta con ella por haber terminado pronto, sospechando que alguien le ayudó, quiso darle algo más difícil. Ino no sabía la manera en que debía cumplir aquella petición, pero nuevamente la naturaleza sirvió de aliada, la hiedra que crecía a la orilla del río, fue quien le dijo lo que debía hacer. Ella obedeció a sus consejos, esparció alimento y luego se escondió mientras el sol subía la temperatura del ambiente. Cuando la oveja por fin decidió descansar en la sombra de un árbol, Ino salió de su escondite para recoger la lana que se había atorado en las ramas de los árboles. Afrodita no estaba feliz con ese resultado.
Su tercer prueba era más difícil, Afrodita no le dejó otra opción, era necesario que subiera a la montaña en busca de un manantial, donde llenaría una jarra de agua negra. Ino sufría con cada paso, los monstruos que rondaban por esos lugares salían a tratar de impedir su misión. En esa ocasión recibió ayuda de un amigo de Eros, un águila de grandes alas y plumas brillantes. El ave dijo que no siguiera por ese camino, o podría resultar herida, incluso se ofreció a ser ella quien quien llenara la jarra para Afrodita. Al terminar con la tarea de la Yamanaka, el águila emprendió su vuelo en busca de Itachi, debía confesarle lo que su madre estaba haciendo con su esposa.
La cuarta petición fue todavía más complicada que las anteriores. Molesta por el triunfo de Ino en todas las tareas, Afrodita le entregó una caja y la obligó a bajar al Inframundo. Aunque no le permitiría llegar con las manos vacías, Ino debía convencer a Perséfone de obsequiarle del ungüento que preparaba, lo suficiente para llenar la caja. Afrodita le dijo que por su culpa Itachi perdió su belleza, y ese ungüento serviría como una cura, con eso volvería a ser el mismo. Ino no encontró la manera de entrar al Inframundo, la desesperación fue tan grande que se vió dispuesta a morir para traspasar al mundo de los muertos. Lo haría con el objetivo de que Itachi estuviera bien.
Resignada al destino que escogió, Ino subió a la torre más alta con la intención de saltar desde ella. La torre mostró compasión ante la pobre joven y le informó sobre la manera en que podría ir y regresar del Inframundo, inclusive le entregó algunas monedas para que el barquero le ayude a cruzar, también bocadillos que servirían como forma de controlar el apetito de Cerbero. Le aconsejó que no hiciera caso de personas que no mencionó, puesto que serían trampas de la diosa Afrodita para hacerla fallar. Si Perséfone le ofrecía comida, tenía que rechazarlo con la mejor gentileza, si comía algo del Inframundo no podría regresar, solamente le era permitido probar algunas migajas de pan.
Perséfone la recibió de maravilla, escuchando atentamente su relato. Sintiendo pena por ella, la diosa aceptó llenar su caja con el ungüento que preparaba. La condición es que no debía abrirlo. Ino temía que la hubieran engañado, comprendía que era muy ingenua, como el día que se dejó enredar por sus hermanas. Abrió un poco la caja para comprobar que llevaba lo que le pidieron, aunque con sólo ver una parte del interior, Ino fue presa de un profundo sueño.
Al enterarse de todo lo sucedido, Itachi enfureció con su madre, escapó de su lado para reunirse con su esposa, sin importar que Afrodita lo seguía de cerca. La diosa intentó detenerlo, pero Itachi la alejó de él con molestia.
—Mi amiga ha dicho que Ino está embarazada, ¿Sabías eso cuando la obligaron a realizar esas tareas?— el rostro de la azabache fue todo un poema, muy difícil de descifrar. Aún con esa acusación, Afrodita seguía enojada.
—Te prohíbo que estés con esa mortal— le gritó al comprender que su hijo tenía la clara intención de despertar a Ino.
—Y yo te prohíbo que te vuelvas a acercar a mi esposa— sin escuchar los reclamos de su madre, Itachi tomó una de sus flechas y la lanzó hacia su amada para hacerla salir de su sueño.
Aún ante la furiosa mirada de Afrodita, Itachi se acercó a Ino para besarla como tanto tiempo deseó.
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Itachi rápidamente tomó a su esposa en sus brazos, abriendo sus alas para acudir a Zeus. Ino iba un poco distraída debido a que recién despertaba, se alegró mucho al comprobar que el daño en el rostro de Itachi desapareció. Se dejó llevar por él, cerca de su pecho se sentía completamente segura. Cuando Itachi estuvo ante la presencia de Zeus, le pidió permiso de casarse con Ino.
—Lo tomaré en cuenta, veré si puedo darte una respuesta— Zeus, conocido por algunos con su apodo de Madara, era alto, de piel clara y grande cabellera oscura. El dios quiso saber hasta donde era el amor de Eros por esa mujer, así que decidió provocarle un poco.
—Me corrijo, no es una petición. Solamente le estoy informando— Zeus se apiadó de él y concedió su deseo, no buscaba tener problemas con Eros, al dios del amor es uno de los que más temía.
Zeus convocó a una reunión con los dioses, dónde les explicó su decisión y la manera en que lo manejaría. A Itachi le ordenó comportarse como un buen esposo, y a Afrodita le advirtió que no podía interferir con ese matrimonio. Como último punto, les dió a conocer que Ino sería convertida en diosa, y de esa forma les sería posible celebrar la boda en el Olimpo.
Itachi e Ino continuaron juntos por toda la eternidad, su pequeño hijo recibió el nombre de Voluptas.
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Notas de la autora:
• Puede contener errores ortográficos.
• Me tardé un poco por unos problemas, pero aquí está por fin la historia 💜
• Esto se trata de una adaptación a otra de mis historias, no piensen que es plagio o algo así 🙈
• Esta es la versión de como yo recuerdo el mito de Eros y Psique, aunque también estuve consultando páginas para no perder muchos detalles. Puede que varíe en como ustedes lo conocen, si quieren pueden decirme en qué es diferente. Me ayuda como retroalimentación :D
• En algunas versión, Psique es la menor se sus dos hermanas. Algunos hablan sobre su venganza contra ellas por haberla engañado, las hermanas terminan sin vida :o no quise hacerlo de esa manera aquí, me parecía no muy apto.
• También se dice que el monstruo del que habla el oráculo, era el mismo Eros. Según esto porque los dioses le temían, ya que ninguno era capaz de evitar al amor.
• Puede ser que Eros observó a Psique mientras realizaba las tareas de Afrodita, en otras fuentes se dice que despierta hasta el final buscando a Psique. Incluso se habla sobre cómo Afrodita trató aún peor a Psique.
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Nos leemos en otra historia 👀❣️
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