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"ESPEJISMO DE LIBERTADES"

Jinwoo se consideraba a sí mismo como una persona lógica. Las emociones negativas, aunque siempre estuvieron presentes en su vida, nunca lo convirtieron en una persona irracional, especialmente cuando se trataba de celos desmedidos. En su relación con Yuna, nunca sintió la urgente necesidad de imponer su dominio, ya que siempre fue un hombre seguro de sí mismo y consciente de su propio valor. Tenía plena confianza en la relación con su novia y estaba convencido de que el lazo que compartían era lo suficientemente sólido como para resistir cualquier ataque de inseguridades.

Sin embargo, las cosas no fueron de ese modo con Lee Hyusang. Desde el momento en que comenzó a valorar hasta qué punto el rubio solía priorizarlo sobre sus empleados, se dio cuenta de que había caído en la mala costumbre de anhelar la atención de su jefe exclusivamente para sí mismo. Con el pasar de los meses descubrió un lado posesivo que incluso a él lo escandalizaba, el enojo injustificado cada ocasión que Hyusang compartía sonrisas con alguien más, las risas en su ausencia con otros hombres, la amabilidad del mayor le llevaba de una inseguridad extrema que jamás llegó a experimentar.

¿Y si encontraba a alguien mejor que él? ¿Si sentía atracción por alguien más? ¿Habría considerado hacer una propuesta sexual a otro bailarín debido a su apretada agenda? ¿Realmente quería que se fuera del club para su propio bienestar? ¿O lo hacía para poder acercarse a alguien más libre y menos complicado que él?

Cada pregunta resultaba más abrumadora que la anterior, llevándolo a perderse en un mar de incertidumbre que, al final del día, lo dejaba fatigado y de mal humor. Decidió comprometerse con su crecimiento personal, anhelando convertirse en una mejor versión de sí mismo y brindarle a ese hombre la estabilidad que merecía. Después de descubrir que deseaba una relación seria, se preguntó si había sido prematuro discutir ese tema con sus padres. Ni siquiera le había mencionado a Hyusang ese detalle, así que decidió utilizarlo como pretexto para dirigirse a Eros.

Sus presentaciones en el club eran cada vez más escasas, y los rumores sobre su inminente salida comenzaron a circular rápidamente entre sus colegas y los clientes. A pesar de que el rubio había asegurado que su salida no ocasionaría un impacto notable en el desempeño del negocio, Jinwoo sabía que eso no era del todo cierto. La popularidad de Eros en las redes sociales había caído notablemente. En su última visita al área de administración para recoger su cheque, escuchó a los contadores discutir sobre las pérdidas financieras. Sentía una profunda indignación, primero hacia Hyusang por haberle ocultado esa verdad, y luego hacia sí mismo por haber permitido que la situación llegara a tal extremo. No quería dejar a Eros, pero era difícil cuando su representante estaba acosándolo para que dejara de hacerlo.

—¿Estás escuchándome, Kim? —Hablando de su representante... Se había ensimismado en su propio debate interno, que apenas recordó el estar en una llamada con el señor Oh, su mánager.

El aroma a auto nuevo aún se percibía con fuerza, a pesar de que lo había adquirido y estado utilizando durante las últimas tres semanas. Había adquirido un Camaro ZL1 donde días después decidió incorporarle luces rojas dándole su toque. Aún se estaba adaptando a la conducción, dado que había pasado mucho tiempo desde la última vez que tuvo un auto propio, lo cual rememoraba a sus días universitarios, cuando vivía con sus padres. A pesar de ello, no lo estaba haciendo tan mal.

—Ya te escuché y mi opinión sigue siendo la misma; no estoy considerando renunciar a Eros todavía. —Se escuchó un fuerte bufido al otro lado de la llamada—. Entiendo que te esté presentando problemas por la molestia de los medios, pero puedo manejarlo.

—Te está costando la participación en las regionales como de muchas campañas importantes, ¿tienes idea de la gravedad de eso? ¿De verdad piensas conformarte y quedarte estancado en ese lugar? ¿Tu jefe te tiene atado? Si ese es el caso, tengo en contacto unos abogados que...

—Estoy allí por mi propia decisión; no digas cosas tan ridículas. —Era su momento de interrumpirlo. Hubo una larga pausa al otro lado de la línea, así que Jinwoo se aseguró de que la conexión aún estaba activa—. ¿Qué pasa ahora?

—Tu jefe ha contestado mi correo electrónico. —Jinwoo pisó el freno con fuerza, aprovechando que había un semáforo en rojo delante. El enojo empezó a crecer en su pecho, tensando sus manos sobre el volante al mismo tiempo.

—¿Qué demonios piensas que estás haciendo?

—Lo que debiste haber hecho hace mucho tiempo, Kim. —Hizo una pausa tan larga que el tatuado retuvo el impulso de mandarlo al diablo—. El señor Lee ha aceptado tu renuncia.

Todo a su alrededor se detuvo en ese momento; ni siquiera le importó que el semáforo hubiera cambiado y que los automóviles le pitaran para que avanzara. Firmó una carta de renuncia como condición tras ceder a su propuesta de intentar adaptarse a su doble vida laboral. Sin embargo, que hubiera decidido enviar aquella carta sin su consentimiento se sintió como una traición.

—¿Qué demonios acabas de decir? —El tono de voz de Jinwoo resonó abrupto. La vena de su cuello no tardó en hacerse notar debido a la tensión.

Hubo un largo silencio al otro lado de la línea.

—Ya no eres trabajador de Eros Club. A partir de ahora, vas a concentrarte en tu carrera como boxeador y...

—¡Puedes irte muy a la mierda, Oh Jinsung! —Finalizó la llamada antes de poner en marcha el vehículo, haciendo chirriar los neumáticos por la abrupta aceleración. Mientras esquivaba autos con destreza, decidió contactar al hombre que, sin previo aviso y sin preguntarle si estaba de acuerdo, había optado por darle la espalda al aceptar su renuncia—. ¡Por el amor de todo lo sagrado, Lee Hyusang, responde la maldita llamada!

No obtuvo respuesta, por lo que no tuvo más elección que llamar a Minjae, quien no tardó en responder.

—¿A qué se debe el milagro, Kim?

—¿Te encuentras en Eros en estos momentos? —el mencionado atacó.

—Eh sí, ¿por qué?

—¿Está Lee Sunbaemin en su oficina?

—Creo que sí, ¿por qué...? —Finalizó la llamada emprendiendo camino al sitio.

Media hora después, Jinwoo atravesó el área principal del club, desestimando las miradas que lo rodeaban, y subió las escaleras a toda prisa rumbo a la oficina del propietario. Al llegar a su puerta, llamó con insistencia, sintiendo que la tensión en su cuello y hombros era más abrumadora de lo que había imaginado, convirtiéndose en un doloroso malestar.

—Adelante. —Identificó la voz del rubio al otro lado.

Al abrir la puerta, reconoció a Gong Hwan, quien estaba sentado al otro lado del escritorio con las manos entrelazadas. A simple vista, no parecía gran cosa, pero en medio del caos mental que experimentaba el tatuado en ese momento, miles de hipótesis comenzaron a cruzar su mente: ¿podría ser que él fuera su reemplazo? ¿También buscaría un nuevo amante? ¿Dejaría de tener contacto con él después de ese día? Cada teoría le sentó como una patada en la espinilla. 

Entró dándole una mirada recelosa al intruso para clavar la vista al mayor, quien yacía usando unos lentes de marco negro que lo hacían lucir malditamente hermoso y odió apenas verlo de ese modo por primera vez, o peor aún, que el nuevo bailarín lo hubiera hecho antes que él.

—¿Qué haces aquí? Pensé que estarías en tu entrenamiento —Hyusang mencionó sin apartar la mirada del documento que tenía en manos; Jinwoo fijó su vista en él. ¿Acaso eso era un contrato como el que le ofreció meses antes?

—¿Por qué aceptaste mi carta de renuncia? —Jinwoo lanzó su ataque, lleno de tensión, decepción y nerviosismo—. ¿De verdad me dejarás ir así, sin más?

Hyusang cerró la carpeta para observarlo.

—Ya hemos abordado ese tema anteriormente.

—Creí que había sido claro al expresar que no tenía la intención de irme —el tatuado contraatacó—. ¿Ya no soy útil para ti, Lee?

—¿Qué? ¡No! ¡No se trata de eso, Kim! —Ambos intercambiaron una mirada que hizo que Hwang se retorciera en su asiento.

—¿Quieres que me vaya, Hyung? —Jinwoo se puso tenso al escuchar sus palabras, mientras que Hyusang simplemente negó con la cabeza. Por su parte, Hwang se quedó en su lugar, con la mirada fija en sus manos.

No era un secreto para nadie que Jinwoo poseía una presencia intimidante; incluso los nuevos integrantes mantenían cierta distancia debido a su imponente figura. Por eso, la forma en que entró en la oficina de su jefe sorprendió al novato, especialmente por la manera en que se dirigía al propietario del club.

—Lárgate, esto es un asunto personal —dijo el de cabello recién llegado mientras el más joven se encogía en su silla, visiblemente intimidado.

—¿Qué te hace pensar que tienes derecho a echarlo en mi oficina, Kim? —Hyusang contradijo, lo que le valió la severa mirada del más alto—. Te estás comportando de forma irracional.

—¿Yo? ¿«Irracional»? —Soltó una risa sarcástica—. ¿Por qué? ¿Por querer quedarme aun cuando no están todos de acuerdo con eso?

—Así es. Tú eres un boxeador, Jinwoo-ssi...

—¡Maldita sea, también soy tu bailarín! ¡Aún lo soy! —Hwang dio un respingo ante el cambio abrupto del tono de voz del recién llegado.

—No. Ya no lo eres. —Jinwoo sintió que algo se rompió dentro de él.

—¿Cuánto... tiempo nos queda de contrato? —Hyusang se tensó, por lo que le dio una mirada nerviosa a Hwang.

—Hwang, será mejor que vengas en otro momento. —Este asintió y se marchó como si estuviera protagonizando una pelea que podría herir a terceros.

—¿Acaso yo ya no te gusto, Hyung? —Esa pregunta salió de los labios del joven de cabello oscuro de manera vacilante.

—No es nada personal, Jinwoo-ssi. Sabes que deseo lo mejor para ti.

—Entonces si sabes que es lo mejor para mí, ¿por qué no me permites tomar mis propias decisiones? —Hyusang sintió que el nudo en su garganta empezó a intensificarse en el momento que vio los ojos de Jinwoo llenarse de lágrimas—. Te elegí a ti.

—No.

—¿Por qué no, Hyung? —Hyusang apartó la mirada—. ¿Conseguiste otro amante? ¿No es así?

Hyusang resopló dedicándole una mirada mordaz.

—No, y no es algo que deberías estar preocupándote, tienes una competencia que...

—¡Al diablo la maldita competencia! —Jinwoo atacó en un gruñido molesto.

Hyusang lo observó con intensidad, dejando escapar un profundo suspiro justo cuando la pantalla de su teléfono se iluminó. Era Oh Jinsung. La vista de Jinwoo fue la misma y su mandíbula se tensó.

—¿Hyusang-nim? —El mencionado pareció sumirse en una bruma de pensamientos en los que recordó las llamadas constantes del mánager del tatuado. La constante presión de rescindir el contrato debido a una oferta exorbitante de dinero, acompañada de sutiles amenazas, invadió la mente del propietario de Eros—. ¡Hyusang!

Este dio un respingo, volviendo la atención al tatuado.

—Tu trabajo como bailarín de Eros terminó —el mencionado dijo con voz monótona, dejando paralizado al contrario.

—Hyung...

—Ya que estás aquí, deberías recoger tus pertenencias.

—¡Hyung!

—Sobre el otro contrato. —Jinwoo retuvo el aliento, incapaz de creer que Hyusang le estaba hablando de esa forma tan fría y distante. Algo en su interior le susurraba que había más en la historia; algo había sucedido que provocó el drástico cambio en el comportamiento de su jefe.

—¿Qué ocurre?

—Nos queda un mes. —La revelación del mismo dejó al mismo completamente petrificado—. Nos vemos esta noche en el hotel, ¿está bien?

Jinwoo apretó la mandíbula en señal de respuesta y asintió antes de marcharse. Sin embargo, al llegar a la puerta, se detuvo para lanzar una última mirada por encima del hombro.

—Ven a mi departamento, ya conoces la dirección. —Antes de que Hyusang pudiera replicar, Jinwoo atravesó la puerta, dejando una sensación de pesadez en el aire.

Aunque Hyusang había estado en su residencia, no pudo evitar una extraña sensación al notar la ausencia de las pertenencias de Kim Yuna. No había rastro de sus tazas y sus cuadros de animales al óleo; el lugar solo estaba adornado con algunas decoraciones que los amigos de Jinwoo habían obsequiado, como fotografías en blanco y negro de paisajes y plantas artificiales.

¿Cuánto había pasado desde la última vez que visitó aquel sitio? Aunque no lo recordaba con claridad, en su mente permanecía grabada la certeza de que esa sería su última vez en ese lugar. Sabía que una vez que Yuna regresara a su sitio, los encuentros en el hotel se reducirían a meros recuerdos, y cada uno tomaría rumbos diferentes. Sin embargo, en el fondo, sabía que ese momento significaría que Jinwoo se llevaría consigo una parte importante de su corazón. Sin embargo, ahí estaba, desafiando una vez más sus propios planes y rompiendo sus propias reglas, vencido por un joven que medía casi dos metros, algo que no había sucedido en mucho tiempo.

El rubio admiró la decoración de la sala de estar, donde el rojo sangre y el negro dominaban la paleta de colores. La tenue iluminación aportaba al ambiente un toque erótico que evocaba su negocio, despertando en él una inconfundible mezcla de nerviosismo. Jinwoo había modificado su espacio. Su manera de ser de alguna forma había sido manchada por su trabajo y no supo cómo sentirse al respecto. El simple hecho de estar acompañado por Kim Jinwoo, el destacado bailarín principal del club, era un honor que pocos podían permitirse, en especial cuando se trataba de su espacio.

Se deshizo de la chaqueta, quedando con una camisa básica negra sin mangas al acercarse al sofá. Se dejó caer en él, inclinando su torso hacia atrás y apoyando las palmas de sus manos a los costados, adoptando una postura despreocupada al ocupar el asiento.

—¿Por qué me solicitaste aquí, Kim Jinwoo? ¿Vas a castigarme ahora o esto es una especie de recompensa por haberte liberado de cuatro años de trabajo nocturno?

Una sonrisa burlona comenzó a asomarse en los labios opuestos tan pronto como escuchó esa afirmación. Era probable que no estuviese nada bien lo que estaban haciendo ante los ojos de cualquiera. Pero ya estaba hecho. Por vigésima ocasión, ambos se dejaron llevar nuevamente por el cinismo y el deseo desenfrenado que, invariablemente, solían consumirlos.

—El plan era llevar solo lo que nos trajo aquí, pero reflexionando sobre ello, creo que mereces que te haga esperar, así como tú lo hiciste conmigo. —De inmediato lo cargó con facilidad entre sus brazos, causando que el rubio chillara con sorpresa. Aquel espacio iluminado fue ocupado por ambos cuando cerró la puerta, arrojándolo sobre la cama.

—Jinwoo... —Sus helados falanges se deslizaron a través de sus costillas cuando alcanzó a bajar el cierre de sus prendas. Cuando la tela se deslizó, revelando su torso y sus piernas desnudas, los ojos de Kim se centraron inmediatamente en su rostro.

—Si te ato a la cama, probablemente quieras matarme después, ¿verdad? —Fue más una afirmación que una pregunta; mientras sus rodillas se hundían entre las sábanas, sus manos despojaban la cadena que colgaba de su cuello. Luego, con un movimiento decidido, envolvió las muñecas ajenas con ella, atando el agarre y asegurándose de elevar sus brazos.

—¿En serio harás esto? —se quejó el contrario removiéndose bajo su cuerpo.

—Sí, lo haré y continuaré haciéndolo hasta que comprendas que las cosas no siempre se desarrollan como tú las has planeado, Lee Hyusang.

Hasta que tal y como lo quiso, sus muñecas estuvieron atadas contra la barra de aquel espaldar de la cama. La sola imagen había significado una punzada contra su espina dorsal, deslizándose directamente a su abdomen bajo.

—Jinwoo...

—Si te mueves, te harás daño —El mencionado advirtió, mientras se alejaba. Al ponerse de pie a una corta distancia de la cama, comenzó a despojarse de su ropa, lo que intensificó el rubor en las mejillas de Hyusang.

—¿Estás molesto?

—¿Qué opinas, Kitten? —Solo se había quitado la camisa y apenas había desabrochado el pantalón. 

A esa altura, Jinwoo era un verdadero caos, o al menos eso fue lo que el rubio percibió en el breve instante que se lo permitió, pues el tatuado no tardó en darle la espalda, revelando el impresionante tatuaje de dragón negro que se extendía majestuosamente por toda su espalda. El bailarín se acomodó frente a él en el sillón de cuero que había adquirido meses atrás, ofreciendo una visión provocativa de Lee Hyusang, casi desnudo y atado, con solo su oscura ropa interior como única prenda.

—Hasta que yo lo quiera te quedas ahí, ¿Mmh? —Jinwoo reveló la información, lo que dejó a Hyusang sorprendido.

—No puedes estar hablando en serio, Kim.

—Hablo completamente en serio, Lee. —Los labios del bailarín se sentían secos, y el raro hecho de saber que era observado solo le mandó a sisear del dolor. Dolía como el infierno. Aquella jodida y molesta erección que punzaba contra la tela del pantalón lo motivó a soltar profanidades; relamió sus labios y su lengua jugó con aquel arete en su labio inferior.

Sus propias manos recorrieron su torso desnudo. Tiró de su cabeza hacia atrás cuando alzó un poco las caderas, para estirarse levemente. Aquella perforación en su labio brilló cuando volvió a bajar la mirada. Una de sus manos descendió hasta el bulto en su regazo, acariciando este encima del mismo, observando cómo se estaba desesperando en corto tiempo. Vista que solo mandó estremecimientos al rubio, quien yacía apretando sus manos mientras mantenía su vista fija en él.

—Estás siendo injusto ahora, Conejito; yo... solo quería que siguieras tu sueño. —El simple vistazo a unas mejillas sonrojadas, unos labios carnosos que automáticamente se dibujaban en un puchero y esa voz excesivamente suave se coló en su mente, desatando un torbellino de pensamientos caóticos. ¿Por qué, demonios?

Jinwoo gruñó en respuesta.

—Cállate.

Todo lo que tenía que ver con Hyusang le hacía sentir tan mal, tan descolocado, tan fuera de sí mismo y no tenía idea de por qué era así; incluso había desistido ante la posibilidad de coquetear con alguien más; parecía que el indomable Kim Jinwoo le había dado exclusividad aun sin quererlo. Hyusang atrajo la atención de Jinwoo en un instante, sin entender del todo la razón; solo sintió que la sangre recorría su cuerpo a una velocidad vertiginosa, provocándole una intensa sensación de deseo.

La última prenda escapó de su cuerpo, quedando completamente desnudo. En ese instante, no le importaba en absoluto: si estaba atado y no podía hacer nada al respecto, debía encontrar una manera de lidiar con la repentina erección. La sangre corría con intensidad, fluyendo directamente hacia su entrepierna, provocando intensas punzadas de excitación. Estaba tan sensible que incluso el más ligero roce lo hacía estremecerse. Jadeó ante la rozadura de su pulgar contra el mojado glande y Hyusang lloriqueó.

Estaba en un estado de desesperación, pero eso no parecía importarle; Hyusang había llevado a Jinwoo a buscarlo con la misma intensidad que un adicto en crisis, y las semanas de ausencia habían dejado una huella profunda en él en un tiempo sorprendentemente corto. Merecía que le hiciera esperar como él lo había hecho tiempo atrás.

—Jinwoo —Hyusang murmuró por lo bajo—. Lo estás haciendo muy bien. Desliza tu pulgar alrededor de tu glande en movimientos circulares, aplicando una ligera presión.

El mencionado soltó un jadeo entrecortado cuando hizo lo que pidió.

—Hyusang... mierda. —Su mano se movió con destreza a lo largo de la superficie dura, bombeando repetidamente al ritmo de las instrucciones que se le dictaba, mientras su espalda se arqueaba con suavidad contra el oscuro sillón. 

No hubo instante en el que no hiciera contacto visual con el que alguna vez fue su jefe; supo que después de todo esto, él iba a darle todo lo que le había estado negando en los últimos días, pero aun así necesitaba encontrar liberación en su cuerpo, o juraba que iba a morir en el intento.

Ya no tenía control de las miles de corrientes que atravesaban su cuerpo entero, en tanto su mano se deslizaba una y otra vez de manera brusca sobre la erección adolorida, que en ese instante permanecía hinchada y llena de aquel líquido pre-seminal, entre más se tocaba; y, por supuesto, aquellas vibraciones provocadas solo por saber que él estaba viéndolo todo en primer plano aumentaron su desquicie, multiplicando el abrumador placer que sentía, sumado a sus palabras tan jodidamente estimulantes.

Los muslos fornidos del bailarín se abrieron un poco más, mostrándose completo ante Hyusang y sus ojos se abrieron solo para hacer contacto visual; se sentía tan jodido. Su sangre fluía libremente para concentrarse perfectamente en la punta del glande demasiado sensible y el escuchar los ronroneos coquetos del rubio tampoco ayudaba a mantener su placer a raya. Su cabeza cayó hacia atrás contra el espaldar del sillón, mientras mantenía su otra mano tras su cuello, sus labios entreabiertos, mientras duros gruñidos escapaban de ellos.

Se sentía jodidamente afectado, a punto de correrse, de la manera más dura posible.

—¿Tanto me deseas, conejito? No has parado de nombrarme. —Apenas logró escucharlo a lo lejos.

—No tienes idea de lo jodidamente desesperado que he estado por tu causa. Esto es todo lo que he podido hacer para suprimir las ganas que tenía de joderte desde que estás aquí, desde que te he perdido de vista. —Su labio inferior fue apresado entre sus dientes, mientras los húmedos sonidos de su dilatada longitud contra su larga y venosa mano aumentan la obscenidad del asunto.

Algunos minutos más tarde, un gemido grave y duro escapó desde el fondo de su garganta, sintiendo los espasmos en su abdomen bajo y el cosquilleo en la punta de su adolorida erección. Su cabeza no disipaba aquellos flashbacks de las veces en las que habían terminado como ahora lo estaban haciendo, ¿por qué demonios siempre pensaba en él? No importa qué estuviese haciendo. Hyusang era lo único que se reproducía en su cabeza día y noche. No lo sabía, pero estaba mucho más duro y jodidamente desesperado de lo normal; la tortura para ambos se había iniciado a causa suya, por lo que intentó convencerse de que él merecía esperar.

Llevó su mano hasta su propio cuello, envolviendo el mismo y apretándolo. Aquel vaivén de su mano subía y bajaba, yendo duramente a través de la hinchada erección. Nunca en su existencia había sentido un orgasmo tan cercano como aquel; sin embargo, abrió los ojos cayendo en cuenta de que estaba frente al de piel pálida aún, sus muslos apretándose y sus mejillas rojizas; emitió un profundo suspiro, aun tratando de controlar su respiración, en vano, porque estaba jodidamente agitado.

—Conejito... —Jadeó Hyusang removiéndose en la cama a la vez que tiraba de sus esposas para intentar liberarse; su necesidad por tocarlo iba más allá de una necesidad insana.

Jinwoo soltó la erección que dolía mucho más de lo normal; además, el grosor de la misma le lastimaba. Le había obligado a jadear ante la sobreestimación sin saber muy bien por qué. Si no iba hacia él y terminaban con esto de una vez por todas, estaba seguro de que iba a enloquecer ahí mismo.

Necesitaba matar y ahogar todo el jodido libido con su amante, su jefe, su hombre, suyo. Únicamente con él lograba saciarse lo suficiente como para sentirse satisfecho al día siguiente y a los próximos.

Hyusang lo siguió con la mirada algo húmeda y observó como su mano colmada con aquel líquido repasó su abdomen, dejándolo levemente mojado y brillante. Sus roncos quejidos podían escucharse por toda la habitación. Relamió sus rosáceos y pomposos labios, observando aquella barra en la esquina de la cama, reteniendo sus manos. La forma en la que trataba de salir de la cadena solo afirmaba que Hyusang estaba entrando a sentir lo mismo que él estaba sintiendo. Lo había sentido en todas esas semanas de ausencia, donde él mismo le había privado de siquiera tocarlo solo para que se concentrara en sus entrenamientos.

Había sido tan tortuoso. Su palma abierta y helada voló de nuevo a su entrepierna, tomando la erección entre sus falanges, bombeando la misma. Segundos después, su abdomen, el torso y el piso habían sido salpicados con toda aquella esencia, después de haberse quejado ante la larga corrida. Su entrecejo se había hundido, su torso subiendo y bajando, ante su respiración vuelta una mierda.

Los ojos de Jinwoo no perdieron de vista los contrarios, mucho menos cuando estuvo soltando jadeos bruscos mientras encontraba liberación a medias, porque aún permanecía duro, y necesitaba tocarlo.

—Ruega por esto, Hyusang-nim —Jinwoo murmuró con aquel tono de voz profundo por lo recién hecho—; ruega para que te folle y me desquite contigo todo el tiempo que estuviste lejos.

https://youtu.be/H761LZAvaZM

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