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"DESENCANTOS AL ATARDECER"

Hyusang inclinó la cabeza, observando de forma analítica las remodelaciones que estaba realizando en la segunda planta. Habían pasado varios meses desde que había decidido renovar ciertas áreas preferenciales y dar más espacio a las zonas, brindando a los nuevos clientes una mayor libertad visual. Por eso, estaba trabajando de la mano de su diseñador de confianza, Min Minsu, un hombre mayor que él. 

Él se había encargado de las remodelaciones recientes del negocio de Eros desde que su padre le había cedido su función como diseñador principal del negocio de su padre. Participar en los cambios del cliente que su padre tanto admiraba era un honor para él. 

—¿Qué opinas de añadir decoraciones minimalistas con toques de la mitología griega? —Minsu dijo, señalando el área de la pared roja que tenían enfrente; Hyusang rascó su barbilla pensativamente, observando la misma—. Eros es una figura importante y como no, sería ideal crear un espacio perfecto para honrar su nombre, ¿no crees?

Hyusang asintió lentamente; después de todo tenía razón.

—Sí, me gusta la idea. —El contrario sonrió satisfecho, anotando en su tableta la propuesta.

El teléfono de Hyusang vibró en su bolsillo, por lo que sacó de este para echar un fugaz vistazo. Era un mensaje de Jinwoo: «Pasó algo, estoy en tu oficina». El rubio sintió su estómago hundirse, ¿qué demonios significaba eso?

Los ojos de Hyusang escudriñaron el breve mensaje en busca de algún error. Horas antes, había hablado con el bailarín, quien le había dicho que estaba en su entrenamiento habitual. Múltiples posibilidades cruzaron su mente. ¿Se habrá lesionado? ¿Se lastimó? ¿Ocurrió algo con Yuna? En determinado caso que tuviera que ver con ella, tenía por seguro de que Minho le había informado al respecto, por lo que tal vez no pudo ser eso, ¿entonces qué pudo ser?

—Discúlpame un momento, Min, tengo un asunto pendiente que debo resolver...

El mencionado le miró de reojo; había preocupación en el semblante del rubio, por lo que retenerlo sería incorrecto.

—No te preocupes, ve —le animó el contrario con una pequeña sonrisa.

—No tardaré, no te vayas —le advirtió dedicándole una mirada de ojos entrecerrados, haciendo reír al contrario—. ¡Te lo advierto!

Min soltó una risita mientras negaba con la cabeza.

—No me iré. Solo ve.

Hyusang se apresuró a cruzar el pasillo para llegar a su oficina, que no estaba muy lejos. Sus piernas avanzaron en grandes zancadas a medida que su pulso para ese punto estaba en su auge. Casi podría jurar que iba a tener un colapso nervioso ante la preocupación y el que Jinwoo no atendiera sus llamados tampoco ayudó a la causa. 

Al llegar frente a su oficina, agarró el picaporte y lo giró. A primera vista, parecía vacía, lo cual le hizo fruncir el ceño. Sin embargo, justo en ese momento una mano le agarró la muñeca y lo arrastró hacia adentro, lo que le hizo jadear de sorpresa.

En el momento en que iba a protestar, sintió cómo su boca era tomada con una posesividad intensa, lo que le hizo temblar las piernas. El aroma amaderado de Jinwoo lo envolvió en una bruma incitante y al mismo tiempo sus caderas fueron sujetas con firmeza por él, pegándolo luego contra su anatomía. Jadeó mientras su bailarín mordía suavemente su labio antes de recorrer con sus besos su mejilla izquierda y llegar finalmente a su cuello en sensuales roces húmedos.

—J-Jinwoo, ¿qué pasa? —El tatuado lo hizo trastabillar con sus propios pies cuando lo incitó a retroceder hasta pegar su espalda contra la puerta que no tardó en cerrar antes. Presionó su cuerpo contra la misma antes de darle un largo y atrevido lametazo en esa área—. Jinwoo...

—Te extrañé como no tienes ni puta idea. —El pelinegro ronroneó cerca de su oído.

Hyusang dejó escapar un jadeo de sorpresa cuando Jinwoo lo levantó, incitándolo a rodearle las caderas con las piernas, lo cual hizo de inmediato. Ambos se acercaron tanto que pudieron sentir el latido acelerado del otro, lo cual los llevó a sonreír. Su cuerpo no tardó en hormiguearle ante el toqueteo del tatuado en conjunto con aquellos besos que le sacaban más de un suspiro.

—¿Qué pasa? —Hyusang volvió a preguntar.

El bailarín se apartó lo suficiente para revelar aquellos orbes oscurecidos y la respiración agitada. El cabello lo tenía hecho un desastre, en conjunto con sus mejillas enrojecidas, imagen que causó un gran impacto en el contrario, quien acunó su cara para acariciar las mismas bajo la atenta mirada del tatuado. Ni siquiera Hyusang se dio cuenta de que estaba usando su ropa de entrenamiento hasta que se alejó un poco, lo que lo llevó a levantar las cejas con incertidumbre al mirarlo de nuevo.

—Tenía que encontrar la manera de que vinieras pronto a mí —Jinwoo confesó ganándose un golpe en el hombro por parte de su jefe justo cuando terminó la oración, de modo que se quejó en medio de una risa.

—¿Tienes idea del susto que me diste? —Hyusang refutó, molesto.

—Lo siento, Hyung. —Volvió a besarlo con más tranquilidad, algo que logró aminorar el mal humor del mayor.

—Estamos en la oficina, Kim, no... —recriminó a la vez que ponía las manos contra el pecho ajeno en un vano intento de apartarlo, porque, vamos, desde que había probado esos labios se habían convertido en su debilidad y estaba seguro de que Jinwoo lo sabía.

—Besarnos tampoco hizo parte en el plan, pero míranos ahora —contraatacó el pelinegro luego de lamerse descaradamente los labios hinchados—. Quiero hacerlo, aquí, ahora. Es lo único que he tenido en mente toda esta semana.

Hyusang abrió los ojos como platos y el calor se concentró en sus mejillas e ingle. ¿Hacerlo en su oficina? ¿Con el personal de limpieza afuera? ¡Era una locura! El rubio negó con la cabeza, levantando la barbilla de forma desafiante.

—No, está contra las reglas y... Soltó un gemido al sentirlo presionarse contra su cuerpo, aquella firmeza lista para satisfacerlo que lo hacía salivar—. J-Jinwoo, no podemos.

—Eres el jefe, esto es tuyo... —Tomó la muñeca del rubio para llevar su mano a su propia erección—. Y esto también.

Hyusang jadeó temblando, acalorado y ansioso.

El miedo a ser descubiertos solo intensificó la emoción de tener a Kim Jinwoo entre sus piernas, mirándolo con deseo crudo, con una necesidad carnal que, a pesar de sus encuentros sexuales, parecía insaciable. Y él, como el idiota que era, con Jinwoo era débil. Siempre fue así; nunca pudo resistirse a esos enormes ojos de venado que siempre usaba para conseguir lo que quería. Por lo que simplemente asintió.

A Jinwoo solo le bastó aquel gesto para sacar el preservativo de su bolsillo y romperlo con los dientes, mientras Hyusang se encargó de desnudarlos. Después de ampliar con destreza su entrada, se introdujo, provocando gemidos simultáneos en ambos, obligando al rubio a silenciarlos, cubriendo sus bocas. Las embestidas eran firmes, confiadas y llenas de pasión, con un contacto visual constante. Jinwoo se sentó en uno de los sillones y Hyusang cabalgó sobre su regazo, disfrutando de cómo lo llenaba por completo, llevándolo al límite cada vez que estimulaba su punto sensible.

Jinwoo lamió y chupó con avidez la piel al descubierto, elevando sus caderas en busca de dominar cada centímetro de aquel ser que tenía entre sus brazos. Su deseo insaciable era apropiarse de cada parte que se le ofrecía. Con su mano libre le proporcionó placer, creando una sinfonía de piel que resonó en la oficina. Una vez que alcanzaron un orgasmo intenso, se besaron apasionadamente, fusionando sus lenguas en un erótico baile húmedo que los dejó sin aliento y ávidos de más.

—Me encantas, Lee Hyusang —admitió sin aliento, Jinwoo, abrazándose a la cintura ajena con posesividad.

—Tú a mí —respondió un segundo después del mencionado, ocultando su cara enrojecida en la curvatura de su cuello.

—Los resultados obtenidos fueron favorables estas últimas semanas, por lo que nos pareció correcto que Yuna pueda continuar su tratamiento en casa —Minho informó con una pequeña sonrisa. 

Yuna sonrió con satisfacción antes de dirigirle una mirada significativa al hombre de cabello negro, quien permanecía inmóvil junto a la puerta, incrédulo, incapaz de creer lo que acababa de escuchar, al tiempo que sus emociones se agitaban profundamente.

Las cejas de Jinwoo casi llegaron al nacimiento de mi cabello. Mordisqueó su labio inferior de forma pensativa y clavó su vista en su novia. La chica le había mencionado que tendría una sorpresa, más nunca imaginó que sería de tal magnitud. Junto a la camilla estaban sus suegros, quienes, tras abrazarse emocionados, le regalaron una sonrisa llena de orgullo. 

Por un tiempo, aquellas sonrisas tuvieron el poder de conmoverlo, de hacerle sentir que era digno de ella. Sin embargo, las cosas eran distintas en ese momento. Sus sentimientos habían cambiado y el amor apasionado que había sentido durante tantos años por esa hermosa mujer comenzaba a desvanecerse.

Kim no supo cuándo ni cómo. Intentó atribuirlo a la monotonía, el estrés y todas las adversidades que les impidieron disfrutar nuestros años juntos. Sin embargo, ignoró por completo el hecho de que en ese momento ya estaba enamorado de otra persona, un hombre.

Jinwoo apreció que el cabello castaño de Yuna caía hasta sus hombros en un corte recto que favorecía a su cara ovalada. Siempre se había sentido atraído por esos grandes ojos de cachorro, que lo hacían suspirar y sonreír como un tonto enamorado. En ese momento, experimentó un cariño completamente diferente al que solía sentir por su novia y eso aumentó su incertidumbre mental. 

Jinwoo estaba seguro de que sus padres habían esperado hasta el chequeo médico final para darle la noticia. Sus pertenencias ya estaban empacadas, y tenía la certeza de que todo su esfuerzo para pagar el tratamiento había valido la pena. Porque frente a él estaban los resultados tangibles de sus sacrificios.

¿Entonces por qué sentía apretado su pecho en ese momento?

Quizás la razón se debía a que ya no podría disfrutar de buenos momentos con Hyusang en casa, como lo venía haciendo en los últimos meses. El aroma avainillado de las sábanas cambiaría al antiguo olor a jazmín que desprendía su novia, trayendo consigo un nuevo dilema. Si Yuna terminaba con sus tratamientos, podría mantenerse por sí misma y así dejaría sin excusa para mantener su contrato con Hyusang-nim. En realidad, en ese momento, ni siquiera necesitaba el dinero, ya que su carrera como boxeador estaba floreciendo y no dependía tanto de esos ingresos. 

Jinwoo ganaba lo necesario para poder mudarse de apartamento con su chica, algo que había estado planeando mientras no pasaba su tiempo libre con el rubio, quien generosamente se ofreció a ayudarle a encontrar uno.

Kim se ofreció a cargar las maletas hasta el automóvil después de la despedida de Yuna con sus compañeras de habitación. Hizo un esfuerzo por sonreír mientras recibía los últimos cumplidos de las mujeres y luego siguió de cerca a la familia de Yuna hasta el auto. Mientras Yuna disfrutaba de una animada conversación con sus padres, se acomodó en la parte trasera del vehículo y comenzaron su viaje. El cielo se tiñó de tonos anaranjados y rosados al atardecer, mientras las aves volaban hacia el horizonte y las nubes parecían auténticas obras de arte.

Inevitablemente, pensó en él, en las tardes en las que contemplaban el atardecer cuando permanecían en la habitación lujosa o en su reducido apartamento, y en las ocasiones en las que se enviaron imágenes del mismo. ¿Desde cuándo algo tan simple lo hacía pensar en Lee Hyusang? ¿Tan envuelto estaba en él? Era una locura.

—¿Qué tal va la búsqueda de apartamento? —el señor Oh se dirigió a él luego de notarlo más callado de lo usual. Jinwoo lo miró frunciendo el ceño.

Yuna levantó las cejas ante esas palabras, sorprendida, para mirar al hombre a su lado.

—Estamos diligenciando los últimos detalles con el arrendatario. Es un lugar agradable y queda cerca del gimnasio en el que estoy entrenado —Jinwoo respondió, dedicándole una sonrisa apenada a la chica—. Lo siento, se supone que era sorpresa.

—No sabía que era una sorpresa, hijo, lo siento —dijo el padre de Yuna avergonzado.

—¿Se venció el contrato de nuestro apartamento actual? —Asentí.

—Deseo vivir en un lugar más decente contigo; cuento con la capacidad de costeármelo. —Jinwoo dijo luego de soltar un suspiro, mientras entrelazaba su mano con la de la chica—. Puedes quedarte en la casa de tus padres mientras pasan nuestras pertenencias al nuevo lugar.

Yuna frunció el ceño, disgustada.

—Has cuidado de mí durante estos meses, Oppa, permíteme ayudarte.

—Taeyang me ayudará; además, algunos chicos del trabajo se ofrecieron a ayudarme. —Le dedicó una pequeña sonrisa—. Estaré bien. Tendré manos de sobra; podrás ayudarme a acomodar la despensa, ¿te parece?

Frunció los labios con descontento y lanzó una mirada de reojo a sus padres, quienes, al darse cuenta, respondieron encogiéndose de hombros en silencio.

—Creo que Jinwoo tiene razón. Realmente es una tarea para hombres, especialmente considerando que acabas de salir del hospital, cariño —su madre dijo mientras se acomodaba el asiento del copiloto.

—Está bien. —Yuna volvió la vista al tatuado—. Llámame, en cualquier caso, ¿de acuerdo?

—Lo haré. —El padre de Yuna lo dejó frente a su viejo apartamento luego de que se detuvieron para comer algo en el camino, por lo que los tres pares de ojos se fijaron en él cuando el motor se apagó.

—Si necesitas algo, hijo, no dudes en llamarnos. Tienes mi número —el señor Oh le recordó.

—Sí, Ajusshi. —Tras despedirse respetuosamente, volvió su atención a la chica, quien lo sorprendió al darle un beso en los labios, provocando la risa de sus padres ante tal gesto.

—Te extrañé mucho, cariño —la chica susurró con las mejillas sonrojadas.

—Y yo a ti —Jinwoo respondió con una pequeña sonrisa—. Escríbeme cuando lleguen a casa.

—Lo haré.

—Que tengan un viaje seguro —dijo al salir del vehículo y cerrar la puerta tras de él. 

—Gracias, hijo —respondieron sus padres al unísono.

Se alejó del automóvil y los observó desaparecer por la siguiente avenida. Metió las manos en sus bolsillos y entró en el edificio, donde subió interminables escaleras mientras sacaba su teléfono del bolsillo y buscaba el nombre del rubio antes de acercárselo a la oreja.

—¿Conejito? —Jinwoo mordió su labio inferior sintiendo una punzada en su ingle.

Maldición.

—Estoy en casa, fui a ver a Yuna.

—¿En serio? ¿Y qué te dijeron? Jinwoo se cuestionó si Hyusang había experimentado celos hacia su novia en algún momento. Se preguntó si sentía algo al imaginarlo besándola o al desempeñar su papel de novio. Sin embargo, acabó descartando por completo esa idea. ¿Por qué estaría celoso? Era absurdo.

—Le dieron el alta, por lo que no tardará en instalarse en el nuevo departamento. —Aguardó a recibir una reacción auditiva por parte del contrario, pero solo escuchó su respiración.

—Me parece una noticia estupenda. —Jinwoo frunció el ceño—. ¿Ya te contactó el señor Kim?

—Sí. Dijo que mañana puedo iniciar el traslado —el tatuado expresó con cierta frialdad, algo que lo sorprendió.

¿Por qué estaba molesto? Quizá esperaba una respuesta distinta, una que mostrara a Hyusang menos como un amante por contrato y más real, o quizás Jinwoo era demasiado ingenuo por desear despertar los celos de ese hombre.

—¿Quieres que te eche una mano? Los chicos podrían venir ayudarte.

—Está bien, hablaré con ellos.

—De acuerdo. —Hubo un nuevo silencio en medio de ambos.

—Hyung.

—Dime, conejito. —Jinwoo tragó saliva.

—Una vez que ellos se vayan, quiero que te quedes conmigo. —Mordisqueó su labio expectante.

—Está bien, lo haré.

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