26
"COMPORTAMIENTOS INCONGRUENTES"
Hyusang tuvo muchos pendientes durante esa semana; sin embargo, no pasó por alto las actitudes en cierta persona. Sus mensajes dejaron de ser respondidos desde el último encuentro. En sus turnos empezó a notar cosas... extrañas. La primera vez lo vio esquivarlo varias veces, devolviéndose por pasillos en los que se encontraban de frente, o solo se introducía en la primera puerta que encontraba; en ocasiones se apresuraba a tomar otro, sin dudar. Cuando se lo topaba en la barra, lo vio pelear con algunos meseros con la bandeja donde extrañamente se ofrecía a llevarlas personalmente a sus mesas, dejando a todos aturdidos.
Kim Jinwoo parecía querer cualquier cosa menos cruzar caminos. Quiso pasarlo por alto. La forma poco disimulada de casi ignorarlo cuando le hablaba directamente lo hizo sentirse molesto. Apenas juraría que sería capaz de lanzarse desde la zona VIP que quedaba en el segundo piso sin pensar si se lo topara de frente. Pero aun así, la sentía. Hyusang notaba que la mirada del menor clavaba en su nuca cada ocasión que compartían un mismo espacio, por lo que intentó seguirle la corriente e ignorarle hasta que el tatuado diera el primer paso.
Aquella noche no fue la excepción. Bajó a la barra por un nuevo trago donde encontró a los bailarines más antiguos hablando entre murmullos mientras miraban en dirección al salón principal.
—¿Qué ocurre? —Hyusang preguntó al llegar.
—No lo sé —Sunny dijo, apoyando los codos en la barra con una sonrisa burlona—. Pero es divertido.
Hyusang frunció el ceño.
—Es la cuarta vez que vemos a Jinwoo ocultarse bajo las mesas estas últimas dos semanas —Woojin relató entre risas—. Creo que la chica de hoy le pisó la mano con el tacón; ¡Oh mira, le acaba de regar sus bebidas cuando se golpeó la cabeza contra la mesa!
Todos rieron. Hyusang bufó tratando de calmar su enojo, más no dijo nada.
Pero su paciencia fue aminorándose con el pasar de las semanas y no hubo un cambio en ello. Para cuando cumplió un mes completo con el mismo comportamiento, casi quiso ahogarlo como Homero Simpson ahorcaba a Bart cada vez que perdía los nervios.
Su mal humor se hizo notorio cuando Jinwoo nuevamente había causado caos al regar las bebidas, en el momento en que decidió esconderse esta vez al otro lado de la barra, cuando lo vio bajar por las escaleras.
El rumor de que Hyusang lo había estado buscando lo motivó a simplemente saltar de cabeza al otro lado del sitio de trabajo de las bartenders, causando que las chicas soltaran maldiciones en su nombre.
Algo que culminó la paciencia del dueño del club.
—¡Hyaaa, Kim Jinwoo! —Su voz resonó con molestia por encima de la música, llamando la atención de todos. Los bailarines hicieron muecas al escucharlo incluso desde el segundo piso—. ¡Ven a mi oficina, ahora! ¡Es una maldita orden!
Los grandes ojos del mencionado fueron los primeros en asomarse al otro lado de la barra.
—Está molesto —murmuró, Sunny a su lado, un chasquido con la lengua.
—Está cabreado, ¿qué demonios hiciste, Kim? —La misma se burló. Algo que motivó a maldecir al bailarín, quien fue al lugar acordado a regañadientes.
Hyusang lo esperó con peligrosa paciencia en su oficina; ni siquiera tomó lugar detrás de su escritorio a como lo acostumbraba. Solo cuando sintió la presencia de Jinwoo lo encaró con sus cejas fruncidas y el cuerpo tenso.
—¿Vas a decirme qué demonios sucede contigo o piensas lanzarte por la zona VIP para evitar hablarme? —preguntó directamente cruzando sus brazos contra su pecho—. ¿Qué hiciste tan mal para que estés evitándome? Habla. ¿Acaso quieres morir, mocoso bipolar?
Jinwoo tragó saliva, evitando mirarlo a los ojos. Quedó completamente paralizado cuando Hyusang cruzó la oficina.
A medida que entró a ella, notó que el rubio iba a acercarse, por lo que apresuró a poner distancia entre ambos, dejando al dueño del club paralizado. La confusión en su rostro fue evidente antes de que apretara la mandíbula, volviéndose a una expresión sombría.
—Jinwoo... ¿Qué ocurre? —habló en tono pausado mientras se detenía, casi quedando a varios pasos delante de la puerta.
Kim era consciente de que se estaba comportando de forma inmadura, que alejarse solo empeoraba las cosas para los dos. En un acto de valentía, alzó la mirada hacia el contrario. Aquel lunar junto a su ojo se notaba más cuando tenía el ceño fruncido de tal modo. Era la primera vez que lo veía tan molesto, en especial con él y ante su vista... Se vio muy ardiente.
Pensamiento que lo motivó a maldecirse.
—Jinwoo-ssi —intervino deletreando su nombre con lentitud.
—¡Yo no hice nada! —se defendió exaltado.
Hyusang levantó una ceja en respuesta.
—Si no has hecho nada, ¿por qué me estás evitando? ¿Por qué me evitas justo a mí? ¿Qué ocurrió? —Jinwoo tragó saliva. Estaba acorralado; si intentaba huir, fácilmente podía agarrarlo y neutralizarlo.
Sus ojos recorrieron el sitio con incertidumbre, ¿qué tenía que perder? ¿Cómo podría salir de aquella situación? Por lo que decidió hacerle caso a su pensamiento intrusivo. Primero se acercó a Hyusang a paso lento, sintiendo cómo su cuerpo había comenzado a temblar. Trató de mantener el contacto visual y, justo cuando lo tuvo a un paso de distancia, hizo el ademán de besarlo, pues sabía que el rubio lo evitaría. Algo que ocurrió, por lo que intentó escabullirse a la puerta con rapidez. O al menos eso intentó antes de que el cuello de su camisa fuera atrapado en el acto.
¿Por qué mierda pensó que podría escapar?
—¡Hyaaa! —rugió Hyusang furioso. Su grito llegó a sonar incluso en el primer piso por encima de la música, donde los bailarines se miraron entre ellos con sorpresa.
Hyusang arrastró su culo cobarde de regreso, donde lo obligó a tomar lugar en el sillón. Soltando maldiciones por lo bajo, tiró del cinturón del tatuado, sacándole este y ató sus muñecas por encima de su cabeza para sostenerla con una de sus manos. Jinwoo parpadeó con aturdimiento con el rostro enrojecido. Su respiración errática le acariciaba las mejillas al hombre que se cernía sobre él, quien también soltaba aspiraciones pesadas por el ajetreo.
—No estoy para tus malditos juegos infantiles. Kim. O tomas esta mierda en serio o cancelo el puto acuerdo ahora —murmuró entre dientes.
Eso le sentó como una patada en el estómago al tatuado, quien apretó la mandíbula.
—Lo siento, Hyung. Lo siento mucho —murmuró; intentó encontrar una forma de justificarse, algo que pudiera sonar coherente. Pero su cerebro estaba demasiado abrumado ante la simple cercanía de Hyusang—. Hyung, yo. No sé por qué me estoy comportando de este modo, hay tantas cosas en mi cabeza ahora mismo, hay demasiadas cosas que tengo que pensar que no sé qué hacer.
—¿Y eso me involucra directamente a mí para que sea el blanco de tu incertidumbre? —Hyusang atacó con hostilidad—. ¿Qué pasa? Si no hay una comunicación asertiva en esto, no podré ayudar...
—El asunto es que no puedes hacer nada, Hyung —Jinwoo le interrumpió, abatido—. Es solo que... Ellos me dijeron que... Tenía que considerar focalizarme en ello, que debería dejar mi doble vida y mantener mi atención a la competición nacional.
—¿Tus entrenadores? —Jinwoo no le miró, pero sí asintió en respuesta—. ¿Qué pasa con eso?
—Tengo una deuda contigo, mi compromiso con Eros Club es por cuatro años y no han pasado ni medio año desde que renové contrato, además... el otro trato. —Hyusang finalmente suavizó sus facciones, entendiendo el punto—. Quería considerarlo mejor. En un punto neutro, creí que si te evitaba, podría tener una mejor claridad ante la toma de mis decisiones, pero...
—Pudiste pedirme darte un espacio, Jinwoo. Maldición. —El mencionado negó con la cabeza.
—Lo siento, Hyung, perdón —susurró, sus labios temblaron—. No quería que buscaras un remplazo en ningún aspecto.
El tatuado levantó la mirada para encontrarse con aquellos orbes avellanos que habían hecho de su mente un total desastre. Lee Hyusang había cambiado su vida; su humanidad lo había vulnerado a ser incapaz de verse culminando aquel contrato que ambos en secreto compartían. No quería que eso acabara.
El rubio suspiró con pesadez, pasándose la mano por el cabello en un gesto frustrado. Y como no, las últimas semanas había estado matándose la cabeza intentando descifrar qué era lo que había hecho mal, qué había causado para que Jinwoo se comportara como tal, pero definitivamente su declaración, aunque pasó por su mente, no la consideró tan grave como para que lo cambiara hasta a ese punto.
—Kitten... —Hyusang parpadeó, aturdido, volviendo la vista al tatuado—. No quiero irme.
Sus ojos claros analizaron las facciones del azabache mientras analizaba sus palabras. Jinwoo había entrenado por mucho tiempo, por lo que el estar viviendo ese acontecimiento era como un milagro, una oportunidad caída del cielo que no podía despreciarse para continuar estancado al ser un bailarín en un club nocturno. Pero al parecer ese detalle no estaba claro para él.
Hyusang frunció el ceño.
—Deberías pensarlo mejor... —Le desató las muñecas.
Jinwoo le tomó de la cadera, impidiendo que se alejara una vez que lo dejó libre.
—No quiero irme —repitió con firmeza.
Hyusang apretó los labios; sus ojos analizaron el rostro abatido del hombre frente a él. Por segunda vez, el asunto era ¿por qué quería quedarse? ¿Por qué ahora, cuando tenía una nueva oportunidad laboral que podría darle un mejor beneficio monetario que su negocio, decidía aferrarse a ello?
—No quiero que dejes perder una oportunidad como esta; el contrato con Eros puede ser discutido. No pienso cobrarte por la culminación pronta de este —explicó. Sus ojos se encontraron de nuevo cuando fue el mayor quien la apartó para analizar mejor la situación—. Sobre el otro, yo puedo...
—No quiero reemplazos. Hyusang-nim. No —le interrumpió el ajeno—. No.
El rubio ladeó la cabeza con las cejas levantadas. ¿Acaso eso eran... celos? ¿Era siquiera posible que Kim Jinwoo sintiera algo así? ¿Por él?
Las cejas de Jinwoo estaban fruncidas y la mandíbula apretada. Había convicción brillando en aquellos oscuros orbes que dejaron una sensación cosquilleante en el pecho del mayor.
—Está bien. —Los hombros del tatuado se relajaron de manera notoria.
—Hyung, déjeme compensarle el malentendido. —El rubio sonrió a pesar de que quiso mantenerse serio, pero demonios, ¿cómo podría enojarse con ese hombre si lo miraba con esos ojos brillantes? Era imposible—. ¿Sabes patinar?
—¿«Patinar»? —El ajeno asintió varias veces con una sonrisa que el rubio consideró adorable y lo maldijo por eso, por ser putamente tierno.
—Te quiero invitar a patinar. —Hyusang parpadeó aturdido.
Pronto cumplirían cinco meses desde que iniciaron aquella cláusula donde serían amantes por seis meses. Durante ese tiempo habían pasado numerosas cosas en las que a ambos se permitieron conocer sus lados más bordes como los más suaves. Encuentros que fueron apreciados por Hyusang como tesoro y Jinwoo como un respiro de sus largos años de resiliencia.
Ambos habían compartido juntos el cambio de estaciones donde la primavera y el otoño fueron sus favoritas. La vista de la ciudad en esos días era preciosa, donde en más de una ocasión se encontraron en días comunes, en tardes coloridas en las que después del apasionado encuentro apreciaban las puestas de sol. En el que Jinwoo se abrazaba del cuerpo del rubio y repartía besos por su cuello, acariciando las nuevas marcas que había dejado en aquella piel.
Por lo que los encuentros no solo se alteraron de algún modo, sino también en la forma en que Hyusang notó cómo los ojos de Jinwoo empezaron a brillar en su presencia, trayendo una extraña corazonada que quiso ignorar, sobre todo cuando su traicionero corazón se aceleraba ante la idea.
—Bien. Vamos a patinar. —Jinwoo sonrió con amplitud ante su respuesta.
—Perfecto. Te recogeré este viernes a las diez, ¡estaré allí puntual! —Se levantó sin soltar al rubio, donde dejó un sonoro beso en su mejilla para salir de la oficina con la misma sonrisa.
Hyusang se llevó la mano a la zona con sorpresa mientras observaba por dónde se había marchado el tatuado.
—Kim Jinwoo, vas a sacarme canas —murmuró para sí mismo el rubio.
Yuna se removió en la camilla con una mueca graciosa en su rostro. La mujer de mediana edad interrumpió lo que estaba diciendo en el relato cuando vio a Jinwoo entrar en la puerta con un par de bolsas en sus manos, quien hizo un par de inclinaciones en forma de saludo en dirección de las mujeres mayores presentes, quienes no dudaron en saludarlo con notorio entusiasmo.
—Aigooo, hijo. Hace mucho tiempo que no te vemos, ¡Bienvenido seas! —la anciana que se encontraba en la camilla del fondo de la habitación dramatizó —. ¿Deseas una mandarina? Nuestra querida Yuna nos ha contado que es tu favorita.
Jinwoo le dedicó una mirada extrañada a la chica, quien apretaba los labios en un intento de retener una carcajada, definitivamente esa chica era consciente de que las mandarinas eran su fruta menos preferida, por lo que le dedicó una mirada entrecerrada a la vez que se acercaba a la mujer de avanzada edad para recibir un par de estas antes de tomar lugar en la silla junto a la camilla de su novia, quien le esperaba con una sonrisa de falsa inocencia.
—Eres un demonio —le murmuró por lo bajo, empezando a pelar una de ellas, tratando de no hacer una mueca de hastío.
Yuna soltó una risita por lo bajo.
—¡Necesitas vitaminas para tu nuevo trabajo! —se defendió, quien volvió la atención a las dos mujeres—. Mi novio es ahora boxeador profesional, señoras. Ganó una competencia importante en Busan y ahora están entrenando para entrar en las ligas menores.
Las mujeres soltaron jadeos de sorpresa, una de ellas aplaudiendo entusiasmada.
—¡Será un excelente boxeador, hijo! —La mujer de mediana edad que estaba al costado de Yuna apoyó mostrando sus dos pulgares.
—¡Y el más guapo de toda Corea del Sur! —añadió la anciana—. ¡Ven, hijo, ven, come más mandarinas! ¡Necesitas vitaminas!
Yuna le dedicó una mirada sabionda ante aquel dato. Jinwoo se forzó a comer el primer bocado de la misma, donde sintió cómo sus pupilas se estremecieron ante el sabor ácido. Su ojo izquierdo se contrajo.
—Están dulces, ¿no es así, cariño? —la misma interrogó después de tragar una.
Jinwoo forzó una sonrisa, sintiendo un pequeño tic en el ojo izquierdo.
—Sí. Demasiado —respondió este. Volvió la atención en la chica, soltando un pesado suspiro—. Lamento no poder venir con más frecuencia. Los entrenamientos...
—Entiendo, Jinwoo oppa. Pero este siempre ha sido tu sueño —le interrumpió poniendo su pequeña mano sobre la ajena—. Esta es una oportunidad que no se presenta todos los días. Sé lo mucho que has luchado por nosotros, por lo que permíteme esta ocasión ser tu apoyo. ¿Está bien?
Jinwoo examinó el rostro de su novia, sintiendo cómo aquella familiar presión de culpabilidad nacía en su pecho, costumbre desde que había iniciado todo lo que la llevó allí; sin embargo, ya no era tan molesta como lo fueron los primeros dos meses, y eso lo hizo sentir peor.
—Estoy orgullosa de ti, Kim Jinwoo. —Maldición: Jinwoo sintió que el malestar se triplicaba en esa ocasión. La mano de su novia se levantó y le acarició la mejilla antes de que los labios de ella reclamaran los suyos, acto que motivó a las mujeres a bromear al respecto.
Jinwoo correspondió con el beso un segundo después. Los últimos meses habían sido contables las ocasiones en que ambos habían hecho eso: besarse, un gesto tan simple, pero que el tatuado consideró íntimo, por lo que atesoraba estos. Era entonces cuando Hyusang volvía a su mente y la sensación de incomodidad lo detenía a disfrutar del suave contacto de su novia.
¿A eso se refería Lee Hyusang con los besos prohibidos? ¿Por qué para él también los consideraba así de importantes y que solo debían ser compartidos con alguien especial? Entonces, ¿qué eran para el otro, para ese punto, porque estaba seguro de no ser el único en desear probar los labios ajenos? Casi podría apostar que el rubio tenía también aquella necesidad, pero por la misma estúpida regla que él mismo había impuesto, se negaba hacerlo.
Apartó esos pensamientos, al igual que lo mismo de aquel contacto cálido de su novia, antes de dejar un beso en su frente, como solía hacerlo luego de que se besaban, algo que motivó a sonreír a Yuna, ya que ese gesto era un hábito que había notado desde que empezaron a salir.
Los besos en la frente siempre estuvieron vigentes en cada momento de intimidad, en los besos en los labios, los abrazos y después de tener relaciones; siempre estaban presentes, algo que de algún modo aseguraba a Yuna que los sentimientos de Jinwoo no habían cambiado.
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