12
"EL PRECIO DE UN CORAZÓN BONDADOSO"
Jinwoo no hizo mucho cuando llegó al departamento, dejó la compra que recién hizo de camino sobre la barra de la cocina y se dispuso a preparar los fideos instantáneos que tenía planeado comer esa noche como cena. Mientras el cuenco reciclable de Ramen daba vueltas dentro del microondas, no pudo evitar recordar aquella escena con la que se topó en el estudio de Hyusang. El verlo en acción en aquellas telas no le había revuelto el estómago, como imaginó que sucedería al tenerlo cerca.
La forma de actuar del rubio al entrar en su salón de ensayo, interrumpiendo el ensayo, sus ojos castaños analizando el movimiento de sus compañeros; adjunto a ello estaba el extraño impulso que le motivó a ir al salón de su práctica solo para verlo un poco más. Algo que mantuvo pensativo al tatuado un largo tiempo, tanto que ni siquiera fue consciente de que ya se estaba sirviendo la cena de manera automática y comía del mismo modo. Terminó en completo silencio aquellos fideos y se dirigió hacia el cuarto que compartía antes con su novia.
Hacía muchos años que se había acostumbrado a dormir largos lapsos de tiempo solo, en especial cuando Yuna tenía recaídas. Al inicio, solía dormir en el hospital, luego pasaron a las videollamadas, y finalmente, de alguna, ya se estaba acostumbrando a no darle las buenas noches a cómo lo hacían en un comienzo.
Se estaba acostumbrando al sentimiento de soledad. La mayoría del tiempo Jinwoo se encontraba solo. Solo cuando esos momentos se presentaban, era que se cuestionaba a sí mismo si aún seguía teniendo caso el estar ahí, porque al parecer nunca podía sentirse conforme.
Se rodeaba de personas cada vez que la situación lo ameritaba. Por ejemplo, cuando su único amigo usaba sus redes sociales, sucedía muy de vez en cuando, como para no decir que eran casos muy extraños. Esto tal vez se debía a su labor como diseñador de autos deportivos. Su entrega por su labor casi podría igualar al suyo en trabajar. Vendría, sí, pero dejaría que su suerte decidiera por él. Solía ser el tipo de sujeto que no se preocupaba por el futuro a largo plazo, según él. ¿Para qué apresurarse? ¿Para qué aligerar las cosas? No tenía sentido hacer nada de eso.
Una vez limpió lo que había ensuciado y desechó lo correspondiente, se dio una ducha. Normalmente, Jinwoo prefiere ir a la cama con el torso desnudo, tan solo con un pantalón de pijamas y unos infantiles calcetines de superhéroes que le regaló Yuna en uno de sus cumpleaños. Se metió en la cama, soltando un gruñido de satisfacción.
Solo entonces se permitió relajar su cuerpo; sin embargo, su mente pareció no tener la intención de permitirle descansar; tenía tantos pensamientos siendo un cúmulo imposible de apartar, atascados uno a uno en su mente que se vio a sí mismo volteando de un lado a otro, golpeteando su almohada como si fuera la causante de su imposibilidad de dormir.
La soledad en su habitación era tan asfixiante que ni siquiera los sonidos lejanos a las afueras del edificio lograban distraerlo, darle una palanca para poder tomar control de su propia mente y eso lo hizo bufar. Agarró su teléfono cuando se dio por vencido media hora más tarde.
Leyó algunos mensajes sin contestar y respondió a estos. Jinwoo en ocasiones trasnochaba. Quizá solo era parte de su estrés que, en ocasiones, las deudas acumuladas o sus trabajos le provocaban o también solía ser porque naturalmente padecía de insomnio. Como fuese, dormía hasta altas horas de la madrugada o, a veces, ni eso.
Debía admitir que a veces era egoísta consigo mismo, y en ocasiones como esa, aquello solía verse reflejado en consecuencias claras para él. Cuando su cuerpo casi gritaba por algo de descanso para dormir hasta tarde, estaba seguro de que tratar de aliviar su malestar con una taza de té no iba a solucionar nada.
Jinwoo, desde que había abandonado las comodidades de sus padres, solía colocarse en último lugar, y hacerle caso a todo, menos a lo que a él mismo le sucedía. Aun así, en muchos aspectos era blando. Se dejaba llevar con facilidad, quizá más de lo que podría admitir, y solo lo notaba cuando llegaba a un límite.
A la mañana siguiente había empezado con él temblando entre las sábanas, en ese momento en que la fiebre notoria solo fue el pico de lo que en realidad le sucedía a su cuerpo.
Sus músculos se encontraban adoloridos y el dolor de garganta era tan severo que juraría que tragaba lava cada ocasión que pasaba saliva. Parecía que sus extremidades le torturaban con solo realizar un mínimo movimiento, y lo único que brotaban de sus labios eran quejidos lastimeros. La fiebre le hacía sentir como si estuviese drogado o en algún tipo de trance, que ni siquiera tenía fuerza suficiente como para abrir los ojos.
Ni siquiera supo cuándo los síntomas iniciaron; solo sabía que poco después de finalmente obligarse a dormir, la sensación de frialdad se adhirió a su dermis como una segunda piel; luego vino el malestar general que lo llevó hasta la situación de ese momento.
Solo supo que olvidó apagar la alarma que ha estado sonando una y otra vez en la mesita de noche. Debía detenerse, lo sabía, debía tomar un descanso, pero era demasiado terco, que ni siquiera lo había considerado alguna vez. Incluso en esa situación consideró ir a trabajar.
Pensamiento que le dio una mínima fuerza para conseguir levantarse, creyendo que al entrar a la regadera disminuirá su problema. Eso no pasó, cuando se encontraba de regreso en su cama, con un pantalón de pijama puesto y su torso desnudo en el que la dermis le escocía ante el simple tacto. Solo supo que estaba más enfermo de lo normal. Había sucedido en ocasiones tiempo atrás, pero nunca le había puesto atención a sus problemas porque tenía otros más importantes que atender.
Nuevamente, su rostro se pegó a una de las almohadas; sus ganas de levantarse el resto del día fueron nulas. Solo entonces recordó que debía justificar su ausencia en aquel club.
Estiró su mano temblorosa, apenas sostuvo aquel móvil entre la misma. Sus dedos consiguieron rebuscar el contacto, y sin dudar, está marcando a su jefe una vez más. Suena un par de tonos antes de que la voz del rubio le reciba desde el otro lado de la línea.
—¿Cómo sigues de salud, Jinwoo-ssi? —Jinwoo tosió en respuesta.
—No creo que pueda dar mi función esta noche. —Hubo un largo silencio al otro lado de la línea, tan largo que Jinwoo tuvo que confirmar que la llamada no se había interrumpido—. ¿Señor Lee?
—Entiendo. No te preocupes, Kim. Puedes tomarte un tiempo para recuperarte. —La idea de hacerlo no le gustó en lo absoluto.
—Mañana volveré. No se preocupe, Hyusang-nim. —Hubo otro silencio.
—Disculpa, Jinwoo-ssi, debo colgar la llamada. —Sin darle la oportunidad para preguntar, esta dio por finalizado, dejándolo con los labios entreabiertos.
«¿Así? ¿Sin más? ¿Le había colgado? ¿Le había... dejado de importar?» Pensó Jinwoo algo ofendido y extrañamente molesto a causa de su indiferencia. «Por lo menos pregunta qué es lo que quiero, imbécil; finge un poco de preocupación».
Dejó el teléfono en la mesita de noche, soltando unas cuantas maldiciones. La sensación de molestia casi opacó su malestar físico. Más allá de que se sintió utilizado luego de aquel primer encuentro, tuvo la vaga esperanza de que quizás algo podría cambiar. No quería llamarle a desear un favoritismo por encima de los demás, pero en el fondo, una parte de él que simplemente negaría admitir en voz alta, deseó tener ciertos beneficios en conjunto, quizás un trato especial más allá de un bien monetario.
Y se insultó por eso. Por ser tan blando en cuanto a relaciones interpersonales, por lo que aquellas barreras que por una noche bajaron ante las atenciones que recibió de Hyusang volvieron a alzarse más fuertes e imponentes que antes. Se abrazó a la almohada de Yuna, haciéndose un ovillo mientras cerraba los ojos. Un suspiro tembloroso abandonó sus labios resecos, mientras sus nudillos se tornaron blancos ante la forma que apretaba el material de funda de la misma.
Estaba a punto de dormirse cuando el sonido del timbre lo trajo al presente. Iba a ignorarlo. Pero volvieron a tocar con cierta insistencia que le impidió identificar de quién podría tratar. Normalmente, su vecina era tímida, por lo que su interacción con la mujer que pasa gran parte del tiempo en bata de pijamas era escasa debido a su ansiedad social. El vigilante solía dejar la correspondencia en el área asignada y sabía que Taeyang no lo visitaría sin avisar. Por lo que se reincorporó a regañadientes.
Al llegar al recibidor, abrió directamente la puerta al llegar, sin siquiera mirar por la cámara de seguridad a su costado. Al hacerlo, sus orbes se abrieron con sorpresa al ver de quién se trataba. El olor avainillado le invadió sus pulmones justo en el momento en que sus ojos se encontraron con los ajenos. Hyusang frunció el ceño al verlo.
—¿Me permites pasar? —este fue quien rompió el estado de aturdimiento de Jinwoo.
Solo entonces el azabache bajó la mirada a las bolsas que tenía consigo; por la ilustración de estas estaba claro que había pasado por una farmacia antes de presentarse frente a él. Jinwoo tragó saliva haciéndose a un lado. El rubio se quitó los zapatos de cuero y se dirigió al interior, siendo seguido por el más alto.
—¿Dónde está tu cocina? —el contrario volvió a preguntar.
—A tu derecha. —La voz enronquecida del menor fue notoria. Se apoyó en el lumbar de la puerta, observando cómo su jefe dejó las bolsas en la mesa más cercana. Sirvió un vaso de agua antes de acercarse, luego de sacar algunas pastillas de sus empaques antes de acercarse.
—Jinwoo, ven aquí. —El cuerpo del mencionado obedeció sin siquiera darle la oportunidad de considerarlo. Recibió las pastillas en el momento justo en que Hyusang puso el dorso de su mano en su mejilla y frente, con una mueca de preocupación en su rostro—. ¿Qué has tomado para la fiebre?
—Nada. Solo me di una ducha...
—Jinwoo-ssi —refutó Hyusang.
—Pensé que tendría medicamentos en casa, pero ya estaba demasiado cansado como para tener la iniciativa de salir a por ellos cuando confirmé que no había nada.
—Pudiste pedirlos a domicilio —Hyusang continuó con aquel tono de reproche.
—Lo olvidé —Jinwoo mintió.
Ambos compartieron una larga mirada mientras este se tragaba las pastillas.
—¿Te diste una ducha? —Jinwoo asintió—. ¿Cambiaste las sábanas?
El tatuado negó mientras tragaba otra tanda de medicamentos.
—No hiciste nada, entonces. Las cambiaré, ¿dónde guardas las de repuesto?
—Hyusang-nim...
—¿Dónde guardas tus sabanas limpias, Jinwoo? —El mencionado tembló ante la manera informal en que su nombre fue pronunciado.
—En la parte de abajo del armario. —El contrario asintió antes de desaparecer.
—¡Cámbiate de ropa! No, ¡mejor date otra ducha! —Escuchó a su jefe decir desde su habitación, Jinwoo suspiró pesadamente.
«Sigue siendo mandón incluso cuando estoy enfermo». Se burló mientras se dirigía a la habitación para tomar otro cambio de ropa.
Para cuando salió de la habitación, no encontró al rubio en ella; sin embargo, escuchó el sonido de la lavadora al otro lado del apartamento. Dejó que su cabello húmedo se secara por sí solo y fue en búsqueda de su jefe.
—¿Señor Lee? —preguntó en voz alta. No le costó mucho encontrarlo, pues el sitio era pequeño y le vio en la cocina poco después de su llamado—. ¿Qué está haciendo?
—Preparé una sopa de arroz. No suele tomar mucho tiempo, así que puedes sentarte. —Jinwoo tomó lugar al otro lado de la barra—. En la bolsa hay suplementos vitaminados; tómalos también durante tu recuperación.
El ajeno parpadeó aturdido viendo la bolsa a su lado y tragó saliva al ver las marcas; eran costosas.
—Hyusang-ssi...
—Dime.
—Gracias. —Jinwoo no entendía por qué. Pero se estaba empezando a sentir mal de solo verlo ahí, a pesar de que hace una hora estuvo quejándose de lo contrario.
Hyusang lo miró por un momento por encima del hombro antes de sonreír, mostrando aquella sonrisa gatuna que tanto lo caracterizaba, y a la vez empezó a llamar la atención del menor por su cierto parecido a un... gato, un pequeño gato de pelaje blanco. Sí, definitivamente Hyusang sería uno así en caso de que reencarnara en un animal. Un elegante felino de grueso pelaje blanco.
—¿Estaba ocupado antes de venir? —indagó el pelinegro. —No. No estaba ocupado; iba camino al club cuando recibí tu llamada —Hyusang respondió revolviendo lo que tenía en la estufa—, Solo era una visita rutinaria, no tenía mucho por hacer.
Lo vio sacar su teléfono donde tecleó por varios minutos antes de finalmente encararlo. El rostro de Hyusang estaba tenso, algo que solo acentuó el nudo en el estómago de Jinwoo.
—Seré honesto contigo, Jinwoo. No me gusta que estés tomando otros trabajos fuera de Eros. Esta vida que elegiste, puedes dejarla en cualquier momento, pero te aferras a ella cuando hay otras formas de mejorarla —mencionó, muy frustrado.
A penas escuchó aquello, su mirada bajó hasta sus manos entrelazadas sobre su regazo. Soltó un profundo suspiro antes de relamerse los labios, y de nuevo pensó en lo mismo. Se mantuvo con los brazos cruzados. Aún se seguía preguntándose: ¿por qué era que él había estado atravesando, por tanto, a la vez? Jinwoo quería saberlo también, quería encontrar el motivo de su propia mala suerte y todo lo que tenía que ver con lograr algo salía mal. ¿Qué le había estado sucediendo? ¿Había estado muy apresurado en conseguir fuentes de ingreso como para llegar a ese punto? Evidentemente, sabía que esa era la razón por la que se encontraba de esa forma.
Mordisqueó su labio inferior, pasando por alto ese asunto, y enseguida se concentró en el adverso. Para cuando levantó la mirada y conectó con la contraria, no pudo evitar darse cuenta de lo brillantes que eran; le parecían a cierto punto hipnotizante.
—No tengo muchas opciones; he dejado de pensar en mí mismo desde hace mucho tiempo; no es como que tenga entre mis manos la posibilidad de escapar de la vida que estoy llevando; es imposible que suceda. —Enseguida se echó varios mechones largos de su cabello negro hacia atrás—. Las cosas han ido de esta misma forma durante años seguidos; no creo que vayan a cambiar alguna vez, al menos hasta que todo esté mejor con Yuna, no.
Hyusang suelta una maldición, algo que sorprendió a Jinwoo.
—He escuchado respuestas absurdas, pero la tuya raya a lo ridículo —se mofó, negando con la cabeza—. Tu vida no le pertenece. Si no hay un niño de por medio que te ate a esa relación, no tienes la obligación de ser su fuente económica. Habla con sus padres. Si es que tiene, debe tener un tutor y busca ayuda con tu familia.
—No. No puedo —le interrumpió de inmediato.
Hyusang le escrutó el rostro por un largo momento.
—Aunque no lo creas, estuve en tu situación. Kim —admitió con amargura en su voz—. Solo éramos papá y yo. Mi orgullo me exigió que fuera yo quien ganara dinero para pagar su tratamiento. No quería que lo que tanto le costó construir se fuera en bancarrota por sus asuntos de salud, ¿pero sabes qué me dijo?
»Yo soy yo y tú eres tú. Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas, tú no estás en este mundo para cumplir las mías. Si en algún momento o en algún punto nos encontramos, será maravilloso; si no, no puede remediarse. Falto de amor a mí mismo cuando, en el intento de complacerte, me traiciono. Falto de amor a ti cuando intento que seas como yo quiero en vez de aceptarte como realmente eres. —Hizo una pausa para mirarlo—. A lo que me refiero con todo esto es que necesitas algo de amor propio, Jinwoo-ssi. Cuídate porque el cuerpo que tienes ahora es solo uno, no puedes cambiarlo, no es reembolsable. Si te pasa algo, arrastrarás a tu novia contigo y eso será peor.
—Lo sé. Sé de lo que habla, pero, siendo honesto, no puedo abandonarla solo porque sí, lo de nosotros ha sido complicado desde el inicio. —Jinwoo arrugó el entrecejo haciendo memoria, pero tampoco venía nada a su mente por aquella fiebre y terminó soltando una risita ronca.
Jinwoo sabe que le debía muchas respuestas, pero estuvo cuidando de no involucrar a su novia en esos asuntos de dinero, y tampoco quería que aquello se extendiera a oídos suyos. En realidad, no quería que su círculo más cercano se enterara de hasta dónde ha tenido que llegar.
—No tiene a nadie, desde que nos mudamos de Busan, las cosas cambiaron, éramos solo ambos, pero de pronto, ella enfermó y todo se fue hacia abajo. —Terminó por asumir, evadiendo aquella pregunta. Aunque sabía que no lo haría para toda la vida, así que terminó por afianzarse en aquel mesón de granito desgastado.
Jinwoo notó que su jefe desentona del escenario frente a él; el aura intimidante de su persona era opacada por el porte elegante del hombre que tiene enfrente. Quien, aun sin vestir de ropas costosas, seguía destilando aquel magnetismo de una persona adinerada. Lo sabía más que nadie, porque él mismo conoció esa clase de gente cuando acompañaba a sus padres a cenas importantes.
—¿A qué te refieres que siempre tuvieron problemas económicos? —Hyusang interrogó.
—No lo sé, sus padres tenían muchas deudas, y no es como que hubiese tenido oportunidades cuando la conocí. Mi familia... tiene mucho dinero, y ellos querían que estuviese con alguien de mi mismo estatus, pero, cuando coincidimos, no fui del agrado de mi familia, por eso nos mudamos a Seúl, y ambos buscamos trabajos de por medio. —Hyusang lo miró con atención—. Estábamos bastante bien en realidad, pero todo se detuvo porque fue diagnosticada con alguna enfermedad que creíamos que no era grave. En ese momento, no teníamos dinero suficiente como para llevarla a un hospital... —Resumió su vida bajo la atención atenta del rubio.
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