10

"PREJUICIOS DESNUDOS"

Hyusang se reincorporó de la cama hasta levantarse por completo para tomar la copa de vino tinto a medio terminar que había dejado en la mesita de noche. Se paseó por la habitación con esta en mano bajo la atenta mirada de Jinwoo, quien dejó su mochila en el borde de la cama mientras se reincorporaba de la misma casi por instinto. 

Solo entonces Hyusang se detuvo frente al gran ventanal, observando la vida nocturna de la ciudad. Por el reflejo del vidrio, pudo ver la hora en el reloj analógico brillante: 12:40 AM. Jinwoo, con la mirada, le recorrió la fina curva de la silueta del rubio, lo pequeña que lucía su cintura a causa de sus caderas esbeltas. Hyusang no solo era guapo de rostro, su rostro andrógino iba en conjunto con una figura que seguramente tuvo años de trabajo físico para llegar a ese punto. 

—Es usted un joven ambicioso, debería darle crédito a eso —murmuró dándole vueltas al líquido rojo antes de darle un trago a este, terminándoselo por completo para dejarlo en la mesita más cercana. 

Solo entonces lo encaró. Mientras se acercaba hasta quedar frente a él, Hyusang analizó el rostro ajeno detenidamente. Lo primero que notó fue su cansado semblante y, aunque quiso usar eso como una excusa para mandarlo a casa, no pudo, no cuando había estado añorándolo por tanto tiempo. 

—Jinwoo... —Los vellos del mencionado se pusieron en punta al mismo tiempo que este observó cómo la mano del rubio se extendió a su dirección vacilante y, justo cuando iba a tocar su mejilla, se detuvo por un momento. 

El estómago del bailarín se estrujó ante la acción ajena. Sus ojos volvieron a encontrarse, donde Hyusang pedía a través de los suyos un silencioso consentimiento. Jinwoo tragó saliva; tenso, sin embargo, asintió. 

Vacilante, el rubio le acarició la mejilla con suavidad, ascendiendo hasta sus cejas, y pasó con gentileza su pulgar por dejado de los ojos, donde la zona yacía oscurecida debido a lo que seguro era falta de sueño. Los ojos del pelinegro se cerraron por medio segundo cuando eso ocurrió, pero volvieron a abrirse un momento después, atento a las acciones ajenas. 

—Han sido días difíciles para ti, ¿no es así? —Hyusang le susurró. 

Las pupilas dilatadas del mismo recorrieron las facciones del contrario antes de finalmente usar sus dos manos para trazar su contorno; descendieron desde su cuello hasta sus hombros, pecho, costillas y cintura. Tomó el dobladillo de su camisa volviendo a hacer contacto visual. 

Jinwoo retuvo el impulso de retroceder, de atrapar las muñecas del rubio para parar sus intenciones, quería incluso pedirle un momento para prepararse y, aunque sabía que Hyusang le daría tiempo, su ego le impidió retroceder. 

—¿Me permites quitarte la camisa? —interroga este. Jinwoo tragó saliva. Observó con detenimiento las facciones de su jefe por un largo momento y tomó una bocanada de aire. 

—Sí. Hazlo —Hyusang tiró de esta, sacándola fuera de su camino—. Recuerda que aún no es tarde para echarse para atrás, Jinwoo... No quiero que...

—Quiero hacerlo —el pelinegro lo interrumpió frunciendo el ceño.

—¿Estás seguro?

—Sí. Esto... es nuevo para mí. —Volvió a tragar saliva—. S-Solo dame tiempo, ¿sí? 

—Está bien. Siéntate en la cama, Jinwoo. —Este obedeció sin rechistar. Casi sorprendiéndose a sí mismo ante la manera en que el mayor había logrado bajarle por un momento la guardia. Respira...

¿En qué momento había dejado de hacerlo? El bailarín soltó una exhalación larga. 

Al mismo tiempo que el rubio apoyó su rodilla a un costado de la cadera del tatuado, inclinándose para acariciar con la punta de su nariz el contorno de su mandíbula antes de entreabrir su boca y dar inicio a un camino de besos por el cuello del mismo. 

El aire se le escapó a Jinwoo en forma de jadeo. Su cuerpo estaba teniendo un extraño conflicto, tensándose ante cada prejuicio y riñas que fueron inculcadas por sus padres, por la sociedad, por lo que fueron sus amigos, incluso por él mismo, que venían a su mente. 

Se aferró a las sábanas; sus dedos se tornaron rojizos cuando ejerció presión sobre las telas. Ahogó un quejido cuando sintió los labios ajenos contra su piel sensible entre el cuello y sus clavículas. Lo único que hizo fue cerrar los ojos, y liberar mucho aire. Casi hiperventilando. 

«Esta mierda no está bien, Park Jinwoo, aún puedes detenerla», su consciencia saltó a reclamarle.

—Jinwoo-ssi...

—Sigue. No te detengas —gruñó entre dientes. 

«No puedo». Necesitamos el dinero.» 

Antes de poder pensar alguna excusa nueva al respecto, Hyusang ya se encontraba casi encima de él. Su torrente sanguíneo se alteró jugándole una mala pasada. En cuanto sintió el contacto entre ambos cuerpos, Jinwoo juró que en aquel instante cualquier cosa a su alrededor empezó a tener menos importancia, teniendo un nuevo debate mental: ¿qué hacer? ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo se supone que se estimulan los gais? ¿Tenían un tipo de rutina previa al coito? ¿Quién demonios iría arriba o abajo? 

Su nula experiencia con hombres estaba pasándole factura en el instante en el que se dio cuenta de que iban en serio, y el solo recordar los videos que había visto empeoró la situación. 

«¡Detén esto, Jinwoo! ¡Podemos encontrar otra forma de tener el dinero!» 

Jinwoo había experimentado demasiado con las chicas en sus años de rebeldía como en su relación actual, pero, en aquel instante, se sintió... distinto. No supo si de forma negativa o positiva, pero lo que tenía claro era que estaba sintiendo... cosas que lo estaban confundiendo. 

Sus manos soltaron poco a poco la tela y los músculos de su espalda se relajaron. Los ojos del bailarín se entrecerraron ante el contacto de la boca de su jefe, que le causaba un cosquilleo placentero en área que jamás había intentado estimular desde que inició su vida sexual. 

«¡Jinwoo! ¡Tienes una relación! ¡Piensa en Yuna!» Le recalcó su consciencia encendiendo sus alarmas. Algo que Jinwoo intentó ignorar. 

«No puedo detenerme, Yuna necesita el tratamiento». Solo debía concentrarse en hacer las cosas bien, no en los prejuicios de su mente. 

Apagando el ruido que ocasionaban sus pensamientos, Jinwoo titubeó, alzando su mano, colocándola sobre la espalda baja ajena. Sus dedos, tanteando el material de aquella diminuta prenda que llevaba puesta, tragó duro cuando se imaginó demasiadas cosas a la vez. Pensamientos errantes como sus acciones en aquel momento. Sin embargo, los ignoró. 

Estaba bien. Todo estaba bajo control, no debía alarmarse. 

—¿Puedo tocar? —Jinwoo preguntó de forma distraída cuando sus largos dedos tocaron el nudo del albornoz. 

En respuesta, Hyusang sonrió sobre la dermis del tatuado, con su mano libre desató el nudo, la bata cayó en sus caderas cubriendo únicamente su trasero y entrepierna desnuda, a la vez que sus manos recorrieron el pecho contrario, estimulando de modo ocasional aquellos botones oscuros antes de descender a su pantalón donde solo desató el botón y bajó la cremallera. 

Jinwoo observó los tonificados brazos del rubio, ahora desnudos, y aquella tela sobre su espalda baja. Sus manos recorrieron aquella brillante piel, y bufó... intrigando ante la suavidad de esta, ¿cómo podía un hombre ser tan suave? Sus músculos se contrajeron ante sus acciones. Nuevamente, se encontraba sucumbiendo sus pensamientos.

 «Kim Jinwoo... Detente. Sabes perfectamente que vas a arrepentirte más adelante». 

Jinwoo relamió sus labios secos, y observó una vez más hacia la nada, apenado de verlo desnudo después de estirar su cabeza hacia un lado de forma inconsciente, dándole mayor acceso a su piel, su pecho subiendo y bajando en aspiraciones pesadas, ante los deliberados nervios que escalaban a través de su espina dorsal. 

—Tócame. —Tal cual lo pidió, luego de tomarse un tiempo para encontrar el valor de continuar el acto, se encargó de tocarlo, sus manos recorriendo cada lugar posible, apretando y tanteando cada zona, tratando de descubrirlas. Sus dientes rozaron con sutileza la piel de su cuello, donde se atrevió a olerlo; olía demasiado... bien. 

«¡No lo toques! ¡Aléjalo, maldita sea, Jinwoo!» Este deseó haber obtenido alcohol antes de llegar a ese punto solo para ser un poco más determinado, pero no iba a quebrantar las cláusulas. Necesitaba ese dinero, no podía tirar todo a la basura. 

 Sin esperar mucho, solo deslizó su mano hacia el borde de la bata, adentrando sus falanges en la misma, pudiendo percibir la piel de su pierna derecha al mismo tiempo que Hyusang dejó caer su peso sobre su bragueta, soltando un suspiro entrecortado ocasionado que el hombre bajo suyo soltara un gruñido. El pulso del rubio estaba como loco, y el sonrojo de sus mejillas se había extendido hasta sus orejas, al igual que Jinwoo, las cuales ya tenía enrojecidas, dejando en evidencia su estado. 

Solo entonces empezó a mecerse intercalando un ritmo tortuosamente lento hasta uno acelerado y constante. Sus caderas se movieron de manera circular, viniendo de adelante hacia atrás a la vez que repartía besos constantes en el pecho y hombros de su bailarín, donde las emociones encontradas de Hyusang le erizaron la piel. Estas navegaban en la incredulidad de estar haciendo lo que hacía con aquel hombre que consideraba inalcanzable, algo que lo motivó a palparle la piel que destilaba un calor alucinante asegurándose de que ese momento era real. 

El aroma varonil, acompañado del aceite de coco que solía usar en sus funciones, le calaron a través de sus terminaciones nerviosas, creando un nivel de excitación que no pudo medirlo en palabras. 

Jinwoo pasó su nariz por la garganta del rubio, pasando sus manos por los dorsales de aquella piel asombrosamente pálida, muy pálida, casi lucía, nívea, contra sus dedos callosos. 

El aroma avainillado causó que sus pupilas se dilataran a la vez que entreabría sus labios, dejando que sus deseos intrusivos se apoderaran de su mente, haciendo que sus necesidades del momento se priorizaran ante su razón. El suave tacto de la lengua de Jinwoo causó un temblor notorio en todo el cuerpo de su jefe. 

«Jinwoo... Para. Por lo que más quieras».

Por su parte, Hyusang siempre imaginó que la piel del tatuado era cálida, suave y olía bien; no se equivocó en suponerlo. Después de todo, lo había estado observando hace varios meses desde que había vuelto de sus viajes de negocios. 

Jinwoo, en los veinticinco años que llevaba vivo jamás se hubiese imaginado que un solo contrato se redimiría poco después como aquel llamado efecto mariposa, probablemente al día siguiente, lo recordaría a la perfección. Jinwoo reconocía que no era para nada positivo, y había una gran posibilidad de que se estaría martilleando la cabeza con él solo... 

Hyusang gimió cerca de su oído, un sonido tan sutil como la caricia de una mariposa en el pétalo de una flor que hizo temblar al pelinegro con fiereza. 

La mente del Jinwoo se apagó por completo, ignorando aquel cuestionamiento que sonaba como un reto para él. Simplemente, alzó las caderas ajenas, y lo colocó de mejor forma en la cima de su regazo mientras se movía un poco, dándole espacio, causando que las sábanas arrugándose también. 

Un jadeo nuevo escapó de los labios de Jinwoo mientras se adueñaba de la piel blanquecina de su jefe, dejando leves caricias sobre las proporcionadas caderas contrarias y solo con un poco más de confianza tanteó aquel agujero. 

«Esto está mal. Esto no es natural...» 

Para ese punto, Kim Jinwoo se había sumido en las sensaciones demasiado abrumantes, una por una deslizándose directo a su espina dorsal, creando una punzada directa a su piel erizada, y a su entrepierna la piel palpitó cuando fue introduciendo su dedo en el interior de Hyusang, causando que el mismo se arqueara ante ello. 

Jinwoo estuvo consciente de que lo que estaban empezando a construir iba a escalar a lo inevitable. Se sentía tan jodidamente distinto, que incluso aterraba. Se desconocía a sí mismo y como su cuerpo había tomado vida propia después de que Hyusang-nim tomó la iniciativa. 

Presionó sus manos largas y colmadas de venas sobre los glúteos proporcionados del mayor, luego de haberlo dilatado lo suficiente, apretándole el culo y rozándose de forma involuntaria, sacó varios jadeos por parte de ambos. 

—Eso. Lo estás haciendo bien, "conejito", déjate llevar. —Tampoco se detuvo al escuchar la voz ajena, demasiado ronca. 

Y tan solo, aferró sus manos a su cintura; esta vez, dirigió sus labios hasta el mentón ajeno, y luego los deslizó al cuello estilizado y delicado del mayor, plantando besos, leves mordidas y pequeñas lamidas placenteras sobre su piel.

Los músculos de la espalda de Hyusang se tensaban con elegancia bajo su piel. El flequillo rubio ocultó sus oscurecidos ojos y sus labios hinchados se entreabrieron, revelando la punta de su lengua rosada que trazó un camino por la línea de la mandíbula del hombre bajo su cuerpo cuando este se apartó ante el tirón de cabello que Hyusang le proporcionó. 

Los lujuriosos ojos de ambos se encontraron en medio de respiraciones errantes, donde Hyusang apreció el rubor en el rostro del bailarín adjunto con aquellos grandes ojos oscurecidos y como aquellos dientes frontales sobresalían de la boca entreabierta del mismo. 

—Hyusang-nim... 

El mencionado deslizó los pantalones del tatuado fuera junto a su ropa interior y se inclinó al cajón de la mesita de noche y agarró el condón junto al lubricante que había llevado consigo. Puso el protector a ciegas continuando el camino de besos por su cuello y hombros y vertió una cantidad generosa de lubricante por su falo y testículos antes de apoyar el peso en sus rodillas, dilatando de nuevo su propia entrada. 

—Dime lo que debo hacer —el tatuado anexó. 

«¡Detenerte! ¡Eso es lo que tienes que hacer, idiota!» 

El rubio se alineó y fue deslizándose con lentitud hacia abajo, soltando un gemido de gusto. Una corriente eléctrica serpenteó por su espina dorsal y sus tetillas se endurecieron al mismo tiempo que Jinwoo dejó caer su cabeza hacia atrás soltando un fuerte gemido. 

«No, no quiero detenerme». Pensó Jinwoo. 

El pelinegro juró que estaba pisando algún tipo de paraíso, o que estaba tocando nubes con sus dedos, jamás imaginó que de esa manera era como iba a acabar sintiéndose... tan diferente a cómo lo imaginaba, tan crudo, tan placentero, tan carnal. Tan putamente atractivo. 

—Señor... —Un gutural gemido emergió desde su garganta, apenas pudo percibir la sensación de Hyusang apretándose nuevamente a su alrededor de aquella forma tan... buena, ocasionando que sus ojos se cerraran en automático. 

Sus manos fueron directamente a sus glúteos, sosteniéndose de ahí, sintiendo su torrente sanguíneo tan elevado que pensó que en cualquier momento iba a enloquecer. Cada terminación nerviosa en su cuerpo se agudizó, provocando que cada roce, cada mínimo cambio abrupto, se sintiera mil veces intenso, acalorándolo desde fuera hacia dentro. 

Solo entonces Jinwoo había notado que las situaciones en las que convivía con Hyusang consideraba que eran una experiencia nueva, podía describirlas como impredecibles. 

Le gustaba cada acto que aquel hombre llevaba contra él, ambos tenían el control, pero Jinwoo se sentía tan ligero y no podía solo deshacerse de todo lo que su sistema estaba procesando. Menos aquel instante. 

Cuando abrió sus ojos acuosos, todo lo que pudo ver fue aquella silueta frente a él, saltando con avidez sobre su regazo. Empujó su pelvis hacia arriba, hundiéndose por completo entre sus paredes llenas del mismo líquido transparente. Estaba demasiado húmedo, que incluso sus muslos estaban llenos de dicha esencia sin aroma. 

—Mierda —siseó el azabache perdido en la brusca sensación. 

La palma de Jinwoo se apretó contra el abdomen bajo de Hyusang, pudiendo tantear el contorno de su erección atrapada contra su vientre bajo. No iba a negarlo, le gustó, lo disfrutaba; ambos lo hacían, aunque pensar que no sería engañarse a sí mismo, podía sentir cómo aquel hombre trataba de montarlo y tomarlo toda a pesar de que aquella longitud era demasiado grande para él. Jinwoo movió agitadamente las caderas ajenas, soltando leves palmadas contra la piel clara de las mismas. 

—Se siente... bien —susurró con aquel tono de voz ronco y profundo, sonando casi intimidante. 

Su espalda se recostó contra el espaldar de la cama, y sus manos se sostuvieron de los muslos rojizos de Hyusang con mucha parsimonia. Afianzando su agarre de ese modo en el que pudo observarle a los ojos, temblando a penas pudo analizar la lujuria rezumando en aquellas pupilas dilatadas. 

—Lo sé, precioso. Se siente de maravilla —siseó entre dientes, abriendo más sus piernas. 

Jinwoo no perdió el tiempo, se inclinó, atrapando entre sus dientes una de sus tetillas, su lengua, jugueteando con la piel y su cuerpo, sacudiéndose en leves cosquilleos. Estaba tan sensible, y su erección aún permanecía dura, llena aún de su semilla. Jadeó con fuerza a penas, sintió aquel movimiento en sus caderas. 

El golpeteo de ambas pieles resonó por toda la habitación. Para ese punto, a Jinwoo le daba igual si se enteraban de que se estaba cogiendo de forma brutal a su jefe. 

Su mente estaba demasiado nublaba como para poder dejar de disfrutarlo. Algo que no tardó en hacer. Hyusang encorvó la espalda con elegancia. La manera en que su próstata era presionada en cada embestida mandaba corrientes eléctricas por todo su organismo. 

El pulso tanteando aquellas pieles sudorosas que traspiraban una competitividad de deseo e incredulidad de lo que realmente estaba ocurriendo frente a sus ojos; sin embargo, el aroma avainillado mezclado con el olor masculino del hombre bajo su cuerpo a notas que reconoció como mandarina y cuero les recordó lo que realmente estaba sucediendo. 

Poco a poco, el sudor tornó sus pieles resbalosas, sus cabellos no tardaron en pegarse en sus frentes, por lo que se vieron a sí mismos tirando de estos hacia atrás, dejando a la vista sus facciones sonrojadas. 

Al final, en el que ambos culminaron el acto en un orgasmo devastador, casi al unísono, Jinwoo se retiró poco a poco con una mueca confusa perfectamente gráfica en su rostro cuando recuperaron el aliento. 

Sostuvo al rubio, entre sus heladas manos mojadas, y le analizó con tanta duda: estaba tan confundido en ese momento, tan ensimismado a la vez en lo que parecía ser el inicio de una crisis existencial. Presionó su lengua contra aquel arete helado que rezumaba en su labio inferior. 

—Hablé con Minho-nim. Van a trasladar a tu novia mañana en la tarde si encuentran una ambulancia ambulatoria para que lo tomes en cuenta. —Hyusang reveló antes de entrar al baño y se dio una ducha, salió con una pequeña toalla alrededor de sus caderas quince minutos más tarde para agarrar su teléfono de un mueble donde realizó la transacción. 

El teléfono de Jinwoo se iluminó donde este lo agarró con cierta pereza. Ni siquiera se había inmutado en ocultar su desnudez, sería absurdo. 

—Prometí pagarte cada quince días, pero de seguro necesitarás el dinero para el traslado —mencionó para empezar a vestirse. Jinwoo tragó saliva con su rostro nuevamente sonrojado. 

—¿Va a irse primero? —Jinwoo le interrogó. 

—Sí. Tengo cosas por hacer, llamaré un taxi para que te lleve a casa. 

Jinwoo asintió levantándose para agarrar su ropa y se dirigió al baño donde se dio una ducha rápida. Aun cuando se apresuró a hacerlo, para cuando regresó a la habitación, Hyusang ya se había marchado, dejando un sabor extraño en el paladar de Jinwoo.

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