Epílogo
«Paradise»
— Gracias por el día de hoy, Hoseok. De verdad me divertí mucho contigo. — el hombre de cabello castaño dijo esas palabras en un tono verdaderamente agradecido; Hoseok, quien se quedó mirandolo, asintió primero, para luego dar un beso en su frente y finalmente uno cálido en sus labios como despedida.
— Te veré mañana, cariño. — el ahora pelinegro dejó que el otro entrara por completo y sacudiendo su mano con una brillante sonrisa cerró la puerta del apartamento, tomando casi enseguida rumbo por el pasillo hasta bajar por las escaleras; saliendo del edificio vio la hora en su reloj dorado, antes de echarse a caminar por la calle.
Le gustaba su novio, a pesar de que llevaban saliendo ya un año completo, le gustaba un montón; él era atractivo, inteligente, dulce, gracioso, sumiso y honesto, sobre todo honesto.
Es suficiente con eso ¿no?
Si tuviera que hablar sobre sí mismo, le encantaba mucho hacer ejercicio, de verdad amaba que su cuerpo hubiese adquirido una fuerte musculatura con el pasar de los años, se había dedicado a ello desde que iba a la escuela y los resultados lo tenían muy satisfecho; cada vez que sentía que su talla era reducida o algo similar, no dudaba en tomar las pesas y volver a trabajar incansablemente hasta aumentar dos más.
Amaba su trabajo, ser profesor de literatura le enseñó a ser paciente con los demás, a entender a las personas con un poco más de precisión y a tolerar muchos de sus planos días. Solía disfrutar de dar clases, de hacer rondas y de compartir sus ideas para una mejor forma de que los estudiantes se animarán a amar la lectura.
Odiaba las hamburguesas de McDonald's, en parte porque le recordaba directamente a él y simplemente lo odiaba, pero en otra porque le era sumamente imposible pensar en comer algo así, si en realidad cuidaba de su cuerpo como templo sagrado; aunque se atrevía a desobedecer eso cuando se trataba de ramen y torta de chocolate.
Su padre murió cuando era muy joven, razón por la cual no recordaba demasiado sobre él, salvo por algunas fotos que su madre atesoraba lo suficiente, no solía en realidad recordar muy seguido su rostro y por lo general sólo sostuvo en su mente a su madre como el único apoyo que tuvo y tendría siempre; ella era diligente y siempre supo darle lo mejor, incluso ahora cuando iba a casa a visitarla le resultaba acogedor siempre encontrar un montón de comida que no dudaba nada en aceptar y devorar.
A ese punto, lamentaba haberla decepcionado en algún momento.
Fantasear se le daba bastante bien, mejor que nada, era algo que siempre estuvo con el y que fue creciendo a medida de que le encontró sentido a ello; es decir, la primera vez que pensó por ejemplo que le gustaban los hombres mucho más que las mujeres, fue porque precisamente se imaginó cogiendo con aquél estudiante modelo que solía ir a su misma escuela, justo en el salón de enseguida.
No era nada malo, no lo creía así, porque mientras estuviera dentro de su mente no habría forma alguna de que pudiese dañar a nadie ¿o sí? Bueno, no sabía exactamente, igualmente amaba hacerlo y le encantaba imaginarse en situaciones que le aceleraban el corazón, que le hacían ponerse duro cuando no era común en nadie excitarse por cosas tales o simplemente fantaseaba para escapar de la realidad durante cualquier momento en el día.
Sólo a veces era un poquito confuso, simplemente porque aquello siempre estuvo ahí y ya no distinguía.
El sexo era algo muy importante, no era exigente exactamente sobre follar o ser follado, más sin embargo si lo era con el hecho de encontrar a alguien que lo hiciera alucinar, que lo hiciera perder la cordura y lo llevara a caer hasta el fondo en que no era posible distinguir entre el increíble placer, la intensa satisfacción y la locura, simplemente porque las mismas iban correlacionadas a un algo que en sí era un misterio.
Está bien, sólo con él sintió eso.
Le fascinaba tantísimo ser atado, probar cosas nuevas dentro del sexo era algo a lo que se había acostumbrado muy bien y que comenzó alguna vez cuando descubrió que obtenía un inmenso placer del ver a otros teniendo sexo o cualquier tipo de actividad sexual; de verdad amaba eso. Haber descubierto aquello mientras era adolescente
¿era bueno o malo?
En realidad diría que no era enteramente malo ni bueno, porque de no haber sucedido seguramente sería un hombre más reprimido que no encontraba felicidad en nada; pero por otro lado, odiaba que hubiese sido junto a él que lo experimentó, y, que cada vez que su novio accedía a dormir con algún otro más mientras lo veía disfrutar placenteramente, no pudiese ver a nadie más que no fuese a él.
El sentimiento últimamente se estaba haciendo más fuerte.
Entrando a la estación del metro pensó en la manera en que Hyungwon apareció alguna vez en su vida, un simple tonto más que recordaba solía hacerse en medio del salón sólo porque amaba llamar la atención de todos, que solía corregir cosas en el tablero, mientras los profesores trabajaban diligentemente en explicar algún tema que seguro él ya sabría muy bien y que luego diría que sufría de alguna enfermedad de la vista o cualquier otra cosa, siendo que lo único que logroba ser en realidad era ser un jodido idiota, mentiroso y un manipulador.
¿Cómo era que nunca lo vio?
Mientras abordaba el metro se lo preguntó en serio, tantas oportunidades y nunca quiso ver las razones tras esas sonrisas o cuando jugaba con su mente hasta llevarlo a hacer cosas que nadie creería alguien podría hacer por otra, siempre preocupado y sumiso, tan dócil; Hyungwon buscó mil millones de maneras de hacerlo caer a sus pies, y pensándolo bien, no comprendia.
¿Qué era realmente el amor para Chae Hyungwon?
Algo sencillo, sí, eso lo dijo un centenar de veces en que se encogia de hombros, levantaba sus brazos, abría sus malditos ojos de rana y decía con frescura que no había una fórmula imposible para encasillar el amor.
Bastardo infeliz...
¿Cómo en todos los infiernos de todas las malditas religiones él podía siquiera pensar de esa manera?
Pero para eso tenía una respuesta más o menos clara, una a la que trató de darle sentido luego de haberlo dejado, tras haber huido la primera vez intentando en serio parecer fuerte ante un sentimiento que era devastador, que lo molia y lo dejaba en el suelo totalmente derrotado; Hyungwon era una persona misteriosa que solía siempre observar minuciosamente en silencio a los demás, conocer sus debilidades, sus necesidades, sus miedos e incluso sus más grandes alegrías, todo aquello lo englobaba, y si le fascinaba o envidiaba algo, lo tomaba como amor hasta conseguirlo y consumirlo por completo.
Sonaba gracioso porque, a pesar de intuir eso, no logró jamás descubrir qué mierda era lo que quería y buscaba de el, sus razones de haberle causado tanto daño siempre fueron un misterio y aunque se lo preguntó en aquel entonces, lo único que dijo era que su profesor Hyunwoo se merecía un daño que nunca pidió y menos se ganó de ninguna manera; había sido sólo Hyungwon siendo la persona más maldita posible y haciendo lo que mejor sabía hacer, que era hacer ver al mundo entero como un tonto.
Pero con todo y eso lo amaba
¿O lo odiaba?
Interesante, el sentimiento con el pasar de los años se iba haciendo demasiado borroso y se entremezclaba de una manera poco satisfactoria, era un enorme bucle en el que caía constantemente sin saber exactamente por qué; saliendo de la estación subió las escaleras considerando aquello. Luego de haber conocido a Hyungwon todo lo que creía conocer fue reemplazado por cosas que nunca pidió y lo odiaba profundamente por eso, su forma de pensar, sus palabras, su manera e incluso su sonrisa eran de plástico porque él todo le había arrebatado.
¿Qué había querido Hyungwon en realidad si todo se lo dio?
¿Por qué lo hacía?
"Te amo"
sonrió caminando por la acera porque aquellas palabras no tenían el más mínimo significado para el, ya no, sólo las veía como algo rutinario de algún sentimiento que cada persona entendía a su manera y que usaba a su antojo según la situación; pero seguía aún siendo complejo por donde fuera que lo viera.
Es porque él es un mentiroso, Hoseok.
Lo era, un mentiroso muy diestro.
Y aunque le gustara seguir enumerando cosas que amaba u odiaba, no había absolutamente nada más luego de que recordaba a Chae Hyungwon; él era todo lo que más amaba y odiaba en la vida, él contenía cada uno de esos ámbitos que lo componían como persona y que le había hecho ver el vacío como si fuera un lugar relajante y prometedor.
Aún caminando por la calle mientras las luces blancas iban encendiendose, recordó la manera en que aquella vez él le gritó desesperado sobre nunca jamás volver a buscarlo una vez encontrase alguien mejor, soltó una risotada y negó con la cabeza de sólo recordarlo; podía ser que no entendiera como funcionaba la maldita mente de Hyungwon ante las circunstancias, pero lo conocía lo suficiente para saber que le había hecho perder la cabeza más de una vez y no se arrepentía de una mierda.
Maldito cara de rana.
Ni siquiera cuando él lo llamó a mitad de la noche preguntándole sobre a quién amaba más, y el resentido por aquel tipo con el que salía, le respondió que a su novio por supuesto; Santo Dios, Hyungwon colgó seguramente cabreado porque no volvió a verlo por un buen tiempo, hasta que un día cualquiera al llegar a su apartamento encontró una caja con un anillo de pene dentro y una carta a mano que le decía cuánto lo extrañaba y amaba.
Dios, maldito guarro, jamás aprenderá a comportarse de manera normal.
Abrió la elegante reja, cerró, siguió el camino de cemento, y mientras subía uno a uno los escalones de metal, iba obviando que no era demasiado diestro para distinguir situaciones en que pudiese tener la desventaja, al menos no era hábil como él, sus mentiras siempre fueron básicas y la necesidad que sentía lo hacía ser un tonto sumiso que siempre terminaba yendo hacia él.
No podía parar, lo intentó miles de veces, de miles de formas y por un sin fin de razones que lo albergaban a él, pero aunque su cabeza ordenara una cosa sus pies siempre terminaban por guiarlo al paraíso. Llegando al final de las escaleras miró el panorama que apenas y había cambiado, y soltando un pesado suspiro tocó la puerta que fue abierta luego de un momento.
— Hola, Idiota. — lo detalló. Alto, cabello rubio y una maldita cara de rana que no cambiaba por nada, pero claro que no se lo diría porque seguramente él lo tiraría de ahí de una sola patada. Su mirada era una rencorosa y sabía perfectamente por qué, lo tomó del brazo haciendo que dejara de estar tan tenso y lo besó hundiendo su lengua hasta robarle el aliento; rompiendo el beso lo vio sonreír.
— hola, tontita. Volviste. — lo recibió en sus brazos cuando saltó y le rodeo las cintura con sus largas piernas matadoras, sus brazos al rededor de su cuello eran los grilletes que buscaba ponerse por sí mismo cada que ya no podía resistir estar lejos. — ¿ya dejaste a la puta que sale contigo? — Hyungwon dio besos desesperado y rio haciéndolo detener — no-no lo dejaste ¿Cierto?
—Nop, sigo siendo feliz. Sólo vine a ver cómo está clima, nada más...
Hyungwon se quedó mirandolo desde arriba, su seriedad era penetrante y de la nada una sonrisa se dibujó en su rostro, la misma fue haciendose gigante hasta que una risotada salió de su boca; colvulsionaba de risa entre sus brazos y apoyaba su frente en su hombro mientras le enterraba las uñas en los fuertes brazos
— I'm a fucking loser bitch.... — lo vociferó y asintió con los labios fruncidos porque efectivamente lo era si aún creía que seguía siendo el mismo Hoseok — lo dejé por ti, estúpida perra tonta. En serio lo hice. — con su rostro escondido lo escuchó sollozar y levantó las cejas evitando arrancar a reír.
Miente, por supuesto...
— Entremos, vamos a hacerte feliz de nuevo.
Cerrando la puerta recordó esa célebre frase: "cuando hay que hablar de dos, lo mejor era empezar por uno mismo"
Pues bien, era una persona muy complicada con pensamientos complicados, no le gustaban los lunes, amaba el ramen, amaba la literatura y batallo demasiado para aprender inglés, aunque no se le daba para nada la materia; amaba todo sobre Hyungwon aunque lo odiara todo al mismo tiempo, y a pesar de que podía ser fuerte para resistir no volver a caer a sus pies, aún así soltaba el extremo del acantilado hasta sumergirse en ese mar azul que lo teñia todo con su nombre...
Chae Hyungwon.
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FIN
Bueno, creo que esto es todo. Muchas gracias a todas quienes me acompañaron a lo largo de esta corta historia, espero que les haya gustado y que las haya entretenido.
Las amo! Nos vemos en las otras historias que esperan ser actualizadas!
EROS Wonho; epílogo.
Hyungwon EROS; epílogo.
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