#6
Luego de haber desecho todo pensamiento sobre Eros de mi mente, procedo a caminar por el pasillo en busca del salón número cuatro. Cuando llegó a mi destino, me detengo frente a la puerta y justo cuando a voy a tomar el plomo de está para abrirme pasó hacia el salón, alguien lo hace primero desde adentro.
—Pase adelante, señorita —habla un hombre mayor—. Soy su profesor de Marketing.
—Un placer, gracias —respondo pasando por su lado.
Finalmente me adentre al salón, despacio levante mi vista y como era de esperarse, me tope con un sin fin de miradas sobre mí.
—Señores y señoritas, les presento a su nueva compañera de clase —informa el profesor hacia mis nuevos compañeros—. Su nombre es Blair Cullen y nos acompañara los meses restantes del año.
Todo el salón se queda en silencio tras mi presentación, al parecer esperan que yo misma les haga una de mí.
—Muy bien, toma asiendo al final, al lado del señor Dickerson —pide el profesor—, será tu lugar en lo que resta del año.
Yo solo asiento con mi cabeza y me dirijo hacia mi lugar.
—Y una cosa más —me detengo—, no quiero problemas, esto va para usted señor Dickerson.
Todos apartan la mirada de mí y la ponen en mi compañero de asiento, quién es nada más y nada menos que Eros Dickerson.
Lo miró antes de seguir avanzando hacia mi lugar, a este pararse importarle un comino lo que el profesor le a dicho, ni siquiera levanta su rostro del cuaderno de dibujo que hay en su mesa.
—Empezemos la clase —se escucha nuevamente la voz del profesor—. Como ya sabrán el Marketing es un nuevo tipo de mercadeo en el que el factor virtual es clave, esta materia pretende aportar los conocimientos esenciales en formar a los estudiantes para desarrollar proyectos.
Las palabras del profesor de marketing se siguen escuchando mientras tomo asiento, pero yo me encuentro concentrada en algo que según mi cerebro es mucho más interesante.
Y eso mucho más importante tiene nombre: Eros Dickerson.
Su poca importancia y atención hacia lo que parlotea el profesor es impresionante.
Ahora trae puesta la capucha de su chaqueta como si quisiera ser invisible o desaparecer del salón.
Se encuentra totalmente enfocado en su cuaderno de dibujo, en el cual no para de mover su mano derecha junto con su lápiz. No logro ver lo que dibuja, pero por la mueca de disgusto que hace, me atrevo a decir que las cosas no les están saliendo como quiere.
Casi una hora después, mi mente y mis ojos siguen prestando atención a mi compañero, sentado a mi lado derecho.
—¡Psst! —escucho a mi lado izquierdo—. ¡Hola!
Me giro en dirección de donde proviene la llamada, encontrándome con Camila.
—¿No haz tenido problemas para llegar? —interroga en un susurro.
—No, gracias.
—El profesor Gordón me aburre, siempre repite lo mismo —sigue susurrando—. Todos intentamos no dormirnos en media clase.
Rio por lo bajo al escucharla.
—Creo que moriré de aburrimiento —habla un chico rubio sentado al frente de Camila.
—¡Oriel, cállate! Si te escucha terminarás en detención —le reprende Camila.
Los miro unos segundos, no puedo creer que sean pareja. Paren un perro y un gato, hasta creo que Camila está apunto de sacarle a Oriel los ojos con la punta de su lápiz.
—¡Fea!
—¡Idiota!
—¡Loca!
—¡Estúpido!
—¡Te amo!
—Te........Espera ¿Qué?
Reprimo una carcajada al ver como Oriel a acabado con la discursion, a dejado a su novia sin palabras.
Despreocupadamente giro mi rostro hacía la izquierda. Y por segunda vez en el día su mirada conecta con la mía.
Sus ojos verde olivo no parecen querer apartase de los míos, pero aún así Eros los desvía nuevamente hacía su cuaderno de dibujo.
—¡Oh! Lo había olvidado —murmura Camila en mi oído—. Eros también dibuja, pero no dibuja cualquier cosa, él hace retratos.
Le escuchó, sin apartar mi mirada de Eros.
—Deja de mirarlo —asiento con mi cabeza.
—Ya sabe que lo mirabas —dice Oriel.
—L-losiento.
—Al menos lo aceptas —habla el castaño sentado al frente de Eros—. De todas maneras mirar es gratis y la vista es magnífica ¿no?
Sus palabras hacen que mis mejillas se tiñan de rojo.
—Ares, quieres dejar de molestar a Blair y de idolatrar a tu hermano —agrega la chica pelirroja frente a mí.
—No jodas, Emma —le repele el castaño—, estoy socializando con la chica nueva.
—¡Pudrete! —le insulta la chica.
—Soy Ares Dickerson —se presenta el chico, estirando su mano en mi dirección.
—Blair, un gusto—respondo tomando su mano.
—El placer es mío, presiosa —dice Ares besando el torso de mi mano.
—¡Malditacea! —suelta una voz gruesa a mi izquierda.
De inmediato apartó mi mano de la Ares y giro mi rostro hacía Eros.
El me mira con la mandíbula tensa para después levantarse violentamente de su lugar y salir del salón irritado.
—¿Qué demonios le pasa ahora?—pregunta Ares a Oriel.
—No lo sé Ares, pero cuando Eros me lo diga, serás el primero en saberlo —responde Oriel sin mirarle.
—Es un maldito amargado —refuta Ares.
—¿Porqué hablas así de tu hermano? Eso es horrible —las palabras salen de mi boca automáticamente.
Los cuatro voltean a mirarme sorprendidos. Mi boca de cierra y se abre mientras trato de artícular alguna palabra, pero para mí suerte la sirena de salida se hace escuchar y no pierdo mi tiempo en levantarme de mí lugar y salir rápidamente del salón.
Ni siquiera levanto mi vista del suelo, aún sabiendo que talvez podría tropezar con un contenedor de basura y caer dentro de el, pero otra vez el destino se encarga de cerrarme la boca de la forma menos esperada.
Un cuerpo choca contra el mío haciéndome tambalear y como si fuera posible la historia párese repetirse.
Eros Dickerson me toma por la cadera pegándome a su cuerpo. Sus ojos buscan los míos y terminan por encontrarlos.
Sus labios rosados y rellenos se encuentran entreabiertos, y no puedo evitar mirarlos fascinada e inesperadamente de ellos sale una disculpa.
—Lo siento —murmura.
En ese precioso momento me doy cuenta de que hace solo unos minutos defendí a un chico que ni siquiera conozco, a un chico que según dicen sus hermanos es un antisocial y amargado.
Yo Blair Cullen, defendí a Eros Dickerson. El chico que me llamo tonta, la primera vez que nos vimos y ahora se encuentra frente a mí mirándome fijamente y discúlpandose.
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