#24
Observó la bandeja cargada de pinchos con carne para asar, en mis manos. Intento enfocar mi vista en ellos para tratar de ignorar la rara sensación que crece cada vez más en mi estómago al recordar que voy a encontrarme con Eros en tan solo segundos.
—¿Estás bien?
Giro mí cabeza en dirección hacia Iris, quién carga otra bandeja. Luce despampanante con su traje de baño azul de dos piezas, no cabe duda de que Daniel supo escojer muy bien.
—Lo estoy, es solo que... —“tu hermano mayor me pone nerviosa”—. No me agradan mucho las fiestas.
—Oh, bueno, yo creí...
—No me mal entiendas es solo que tú hermano... Eros, me pone un poco incómoda —confieso al instante en las puertas del ascensor se abren dándonos paso hacia su impresionante ático con piscina.
—¡¡Los pinchos ya llegaron!! —grita Iris llamado la atención de todos.
La piscina se encuentra en el centro, es rectangular y ahora se encuentra llena de globos a petición de Ares. Camino rodeándola por el lado derecho hasta llegar a la otra esquina en donde se encuentra Daniel, maniobrando unas tenazas sobre la parrilla.
En la mesa cuadrada de madera clara, coloco la bandeja. Toda ella se encuentra repleta de refrescos gaseosos, cervezas, carne y papas fritas.
El lugar tiene un ambiente increíble, se encuentra iluminado por elegantes lámparas de luz blanca, además de lluvias navideñas en toda la barandilla vuelta redonda. Hay plantas por todas partes, dos mesas de playa de concreto con techo de zinc. En fin, un lugar maravilloso que seguramente debió costar una fortuna a los Dickerson y si a esto le sumamos que viven en un edificio de apartamentos exclusivos, el costo de dólares seguramente debe de aumentar mucho más.
El solo echo de imaginar que cada uno tienen un piso para si solo, me descoloca por completo.
—Dale la vuelta, ese lado ya está listo, Daniel —ordena Iris a su novio que muy obediente lo hace.
—¿Sabés algo de Abby y Leo? —pregunta Daniel agregando pinchos a la parrilla.
—Su último mensaje dice que estaban saliendo de la pastelería —responde Iris abriendo una bolsa de papas fritas.
—¿Y de André?
—Ares lo invito, pero no sé si vendrá —contesta su novia.
No se quién es André, pero al parecer no es un tema muy cómodo de conversación para Iris, así que decido cambiarlo por uno de mayor interés para mí.
—¿Qué hay de Leiton, Mía y Emma? Pensé que ya estarían aquí —suelto ganando la atención de ambos.
—Ares nunca los invita, es más, nunca invita gente nueva a su fiesta de cumpleaños, tú eres una excepción, debes de gustarle o algo —me responde Daniel con una sonrisa.
«¡Claro y a mí me gusta su hermano, que maravilla!»
—A mí me tomo dos años para poder venir, eres como mí idola ahora, Blair —agrega con una sonrisa, pero esta se borra al recibir un golpe en la cabeza por parte de Iris —. ¿Qué? Es la verdad.
—¿Entonces solo somos nosotros? —pregunto de nuevo y ambos asienten con la cabeza—. Pensé que Ares hacia esas fiestas de cumpleaños inmensas como en las películas.
—Hay varías razones por las que no lo hago, linda —me sobresalto al sentir su presencia tras de mí—. La número uno, la más importante y la inquebrantable: Eros me partía el culo por llenar nuestro edificio de alcohol y gente. La número dos: no lo hago porque me gusta celebrar mí cumpleaños con solamente mis hermanos y pues los novios se colan.
Suelto una risilla al ver la cara de molestia de Daniel por el comentario de Ares.
—Y la tercera, bueno no hay tercera —finaliza tomando una cerveza—. Tú, Abby y Leo con las únicas excepciones. No me perdonaría tener a Emma fastidiándome en mi fiesta.
—Pero sí que te joda en el cuarto de limpieza, que cosas ¿no? —dice Daniel provocando de Ares vuelva a la piscina para reunirse nuevamente con Camila y Oriel.
—¿Eros se quedará ahí toda la noche?
—Sí, ¿quieres ir a hacerle compañía? —pregunta Daniel subiendo y bajando sus cejas.
—Eh... No.
Justo cuando Daniel iba a decirme algo más el sonido del ascensor y los gritos de Leo lo hacen callar.
—¡Ya llegué perras! ¡Que comience la fiesta! —Ares suelta un grito de emoción al ver a Leo—. Me he encontrado con un amigo suyo abajo, así que lo subí.
Detrás de Leo y Abby, sale un chico de la edad de Eros vestido con un pantalón formal y una camisa manga larga blanca arrendada hasta los codos. Tiene una sonrisa dulce, ojos claros aún que no distingo el color desde donde estoy. Su cabello es rubio y su piel muy blanca, más que cualquiera que haya visto.
El desconocido camina al lado de Leo cargando bolsas y Abby un poco más atrás con un gran pastel redondo.
—¡Hola! Alguien me da un abridor de botellas, por qué quiero embriagarme —pide Leo dirigiéndose a la mesa.
—¡Buenas noches! —la voz del desconocido rubio llama la atención de todos.
—Pense que no vendrías como siempre, André —habla Iris mientras le abraza.
—Bueno estás vez si vine —responde.
—¿Bueno que pasó con la puta música? Es mi cumpleaños no un velorio —grita Ares desde la piscina.
—¡Será tu velorio si no dejas de gritar! —le grita de vuelta Eros, provocando de todos se parten de risa.
—¡Yo me encargo, Ares! —le avisa Leo acercándose a el gran parlante colocado al lado de la mesa.
Tiempo después la voz de Bon Jovi interpretando It's my life suena a un volumen alto, pero no molesto.
—Blair, toma. Llévale esto a Eros —pide Iris, poniendo frente a mí una cerveza.
—¿Qué? —pregunto horrorizada.
—No te preocupes, no va a hacerte daño —dice el tal André, guiñándome un ojo.
«¿Y yo por qué debería creerte?».
—Claro —murmuro alejándome en dirección a Eros con su cerveza en la mano.
«Dios, ayúdame».
«Ayúdate tú, porque Dios ya te abandonó». Réplica mi conciencia.
«Bien, al menos vere sus hermosos ojos llenos de odio otro vez».
«Vaya, consuelo nos das, Blair». Habla de nuevo mi conciencia.
Eros está sentado en una banca columpio de madera, pintada de blanco y puesta sobre una tarima de madera con base de ladrillos. El bello columpio se encuentra techado por completo protegiendo así su madera del agua, además de una bombilla colgada en el centro de este para iluminar.
Le observo concentrado en el libro que sostiene entre sus manos. Su espalda fundada en una camisa celeste me da la bienvenida, junto con su perfume.
Pongo mí pie en el escalón de concreto dispuesta a subir a la tarima del columpio, tocar su hombro y darle de una vez por todas su cerveza, pero para mí mala suerte mi sombra hace acto de preferencia antes de que yo pueda acercarme y Eros voltea su cuerpo en mi dirección para clavar sus fríos y magníficos ojos sobre mí.
Cierra su libro de golpe, dandome a entender que mi presencia no es bienvenida en su precioso columpio. Respiró profundamente para después dar un paso hacia él y tenderle la cerveza, sin embargo la botella parece importarte un comino, por qué sus ojos siguen sobre mí.
—Iris, me pidió que te trajera esto —informo aún a la espera de que tome la botella.
—¿Qué te hace pensar que quiero algo que tú traigas? —pregunta mirando hacia el otro lado.
«Muy bien, ¿con que a esa jugaremos? Pues juguemos, Eros».
—Yo solo estoy cumpliendo un favor, haya tú si la quieres o no. A mí no me interesa —respondo colocando la cerveza en el descansa brazo.
—Claro, no vayas a arrepentirte después —suelta levantándose del columpio bruscamente, pero por fortuna la botella no cae al suelo.
—¿Yo arrepentirme? ¿Por qué? —interpelo colocándome frente a él con los brazos cruzados.
—No lo sé, para ti todo es un error a veces —responde mirándome los labios—. No me sorprendería que más tarde vinieras a pedirme perdón por considerar un error no darme la botella en la mano.
—Tu fuiste el que no quiso tomarla —me defiendo molesta.
—A veces quiero muchas cosas y nos las tomo —dice, para después lamer su labio inferior, provocando que mis ojos se concentren ellos—. No sé cuantas veces tendré que recordarte que mis ojos están aquí arriba.
Sus palabras logran que mi a atención regrese a sus dos esferas verdes. En mí interior se lo agradezco, de otra forma los recuerdos del bosque y mis ganas de besarlo me hubieran cegado.
—Cretino.
—Tonta.
—¿Cuál es tu problema? Estoy harta de que mires con tanto odio —le cuestiono cansada.
—Mi maldito problema es que odio tú voz, odio tú cara y si aún no entiendes, odio todo lo que tenga que ver contigo —objeta con tanta rabia que me hace dar un paso hacia atrás—. Eres un jodida molestia que...
—Cállate de una vez por todas, Eros. O juro por Dios que que te parto tú linda cara de un puñetazo —amenazo, tomándolo por el cuello de su camisa, logrando de sus cejas se levanten en señal de sorpresa—. No soy ninguna Idiota, mucho menos alguien a quien crees pues gritar o pisotear cuando se te dé la gana. Vete al diablo, tú y tú odio porque yo no pienso seguir aguantando tu amargura. ¡Que te den, Eros!
Suelto el cuello de su camisa furiosa.
Eros aún está paralizado, sé que no esperaba mí reacción. Creyó que seguramente bajaría la cabeza y me trataría sus palabras, pero hoy le he mostrado que sé defenderme, que no soy cualquier tonta, como él me llama, ¿o acaso cree que las cicatrices en mi estómago son de lujo?
—Eros, Blair, vengan a cantar cumpleaños a Ares antes de que se embriague y no sepa quien es —ordena Oriel encendido las veintitrés velas del pastel.
Le doy una última mirada a Eros antes de comenzar a alejarme en dirección a la mesa de madera en donde los chicos han hecho espacio para colocar el pastel y Ares no pierde tiempo en colocase tras de el para una fotografía.
—¡Blair ven aquí! ¡Quiero que estés a mí lado! —pide Ares haciendo pucheros para que no pueda negarme.
—Bien —acepto, colocandome a su lado.
—Gracias, linda —sus labios se estampan en mí frente de forma fugaz al instante en que Leo hace una fotografía.
Unos de los brazos de Ares me rodean por la cintura, impidiendo que pueda alejarme de su lado. Me esfuerzo por ignórar la sensación de incómodad mientras canto la canción de cumpleaños.
—¡Sopla las velas y pide un deseo! —grita Iris emocionada.
Ares no pierde el tiempo y se inclina sobre su pastel y apaga las velas en dos soplidos.
Aprovechando su descuido para safarme de su agarre y me alejo de la mesa soltando un suspiro de alivio. Les doy una última mirada antes de comenzar a caminar hacia el ascensor a paso rápido.
—¡¿Blair?! —me giro al escuchar a Iris.
—Ire a tu apartamento, quiero descansar —aviso retornando mi andar.
—Bien, te guardaré un pedazo.
Presionó el botón de llamada del ascensor y de inmediato las puertas se abren frente a mí. Entro en el y oprimo el botón del segundo piso.
Cierro mis ojos llena de tranquilidad al escuchar las puertas comenzar a cerrase, pero un sonido anormal me hace abrirlos de golpe. Un brazo se a interpuesto en medio de las puertas impidiendo que se cierren y estás reboten hacia los lados, abriendo paso nuevamente.
Ahora la que se paraliza soy yo.
Eros, entra al ascensor en toda su gloria, en silencio y sin mirarme. Estira su brazo al tablero de botones y presiona el seis, haciendo que las puertas se cierren está vez con éxito y sin interrupción.
Lentamente me alejo hacia la esquina derecha del ascensor, intentando poner una buena distancia entre nosotros. Eros sigue sin mirarme, lo cual hace que muy dentro de mí me enfade. Es mucho mejor cuando me veo con odio que cuando me ignora por completo. Le miro de reojo repetidas veces, mientras juego con mis manos de tras de mi espalda. El ambiente se ha vuelto pesado y los sonoros suspiros de Eros hacen que me sienta peor que nerviosa. Hace sólo unos minutos lo amenacé con romperle la cara y ahora estoy aquí, tensa por su imponente presencia.
—Siento haberte amenazado —digo de forma rápida, provocando que yo misma quiera darme unos puñetazos.
Al final él tenía razón. Siempre termino considerando lo que hago un error y pidiendo disculpas.
Golpeó mi zapato contra el suelo metálico, una y otra vez pidiendo a Dios que el ascensor se abra en mí piso y me permita huir de está calamidad. Como siempre me decía mí abuela «Al parecer a los Cullen les gusta avergonzarse solos».
Dejo salir todo el aire de mis pulmones en cuanto la puertas se abren en el departamento de Iris y Daniel. Casi lloro de emoción, por fin este día iba a terminar y si la virgen María estaba conmigo me ayudaría a salír ilesa de este edificio mañana.
—¡Buenas noches! —murmuro dispuesta a salir del ascensor.
—Pero... Tú, ¿a dónde demonios crees que vas? —suelta Eros, lanzando su libro al suelo de forma violenta.
«Muy, muy lejos de ti».
—¿Q-Qué? —pregunto a punto de colapsar.
—¡Pequeña estúpida! —exclama para después jalarme hacia él—. De verdad te odio.
Sus labios se estampan contra los míos en un beso apasionado que no puedo evitar responder. Siento sus manos pegarme a él con fuerza como si quisiera fundirnos en uno solo. Mi cuerpo se amolda al suyo a la perfección a pesar de que su altura es mayor a la mía. Siento que tanto su cuerpo como el mío están ardiendo y mis pulmones queman por la falta de aire, pero sus labios se niegan a dejar los míos.
—¡Maldita mierda!—musita parando el ascensor de un manotazo—. ¡Mierda!
Sus labios se aventuran en mi cuello como aquél día en el bosque y tampoco puedo enviar soltar un gemido por lo bien que se siente.
—Creí que me odiabas —jadeo logrando que se detenga y su frente se junte con la mía.
Sus brillantes ojos me miran fijamente y su rápida respiración se mezcla con la mía.
—Te odio —ratifica, al tiempo que le da otro manotazo al trablero deteniendo el ascensor otra vez—, pero la verdad es que me apetecía darme cabezadas contra la pared cada vez que te tenía a mi lado y no podía besarte.
—¿Ibas a hacerte daño por mi culpa? —cuestiono acariciando sus mejillas.
—¿No lo entiendes verdad? —niego y esto lo hace rodar los ojos—. Me lastimaste.
—¿Te lastimé?
—Sí, joder, me besas y luego me dices que es un error. Me dieron ganas de seguirte y lanzarte por la escalera después de que saliste de mí habitación —dice al instante en que las puertas se abren en el piso seis.
—¿Debería preocuparme o tomarlo como una broma? —pregunto con sarcasmo.
—Ambas.
—¿Por qué no me sorprende viniendo de ti?
— Tal vez porque estás empezando a conocer quien es Eros Dickerson en realidad —contesta alejándose de mí con una sonrisa ladeada.
—¿Así que tengo ese tan deseado honor?
Eros se muerde el labio inferior aún sonriendo al tiempo en que sale del ascensor y se detiene en la entrada de su lujoso apartamento. Su brazo se estira hacia el trablero y preciona el segundo botón para después decir:
—Tú tendrías todo de mí si quisieras —abro mi boca atónita por su confección.
Eros me guiña un ojo antes de que las puertas se cierren frente a mí, separándome de él otra vez.
Bajo mi vista al suelo y en una de las esquinas veo su libro. Una portada de colores opacos que muestra a dos amantes basarse afuera de un balcón.
De inmediato lo reconozco.
Romero y Julieta de William Shakespeare.
Dejo salir una gran sonrisa al ver el título del libro abandonado.
Eros, es ese tipo de hombre que leé novelas de amor, pero no sabe como vivir una. Supongo que aún no le han dicho que no se pude odiar y querer a alguien al mismo tiempo, pero con Eros, con él nunca se sabe.
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Hola, ¿cómo están?
Los he extrañado mucho, y he extrañado subir capítulos aquí, pero por fin ya. Sí, creó que es uno de los más largos que he escrito y la verdad me ha encantado mucho. Hasta puedo decir que es uno de mis favoritos.
¿A ustedes no les encanta Eros? Es tan lindo cuando deja de ser un amargado, a poco ¿no?😍
No olviden dejar su comentario de a cual #Team pertenecen.(Se valen todos que aún no son papas casadas). 😂
PD: Chic@s como ya había avisado en un anuncio (está en mi perfil, vayan a leerlo si no lo han hecho) tengo un proyecto de darle vida a estos personajes y la verdad me gustaría contar con su ayuda. Ya saben donde contactarme si les interesa.
Nos vemos pronto.
Los ama,
Celeste.
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