#16
Cepillo mi cabello mirando por la ventana las gotas de lluvia caer débilmente. Paraguas van y vienen por todas partes. Si estuviera con mamá, sería el día perfecto para quedarnos en casa y tomar una taza de chocolate caliente.
Abandono mi cepillo sobre mi escritorio y camino hacia el espejo de mi baño para observarme por última vez, mi blusa morada manga larga hace juego con mi suéter negro y mis jeans azul oscuro.
Suelto un suspiro pesado mientras salgo del baño y camino hacia mi cama para tomar mi bolso y paraguas.
Aseguró la puerta de mi departamento y comiendo a caminar en dirección a las escaleras. Las bajo lentamente, sin prisa, aún me siento débil y cansada. No he visto a ninguno de los hermanos Dickerson desde del incidente en el que casi muero. A Eros fué a quien vi por última vez, en cuento llegamos a la entrada de la recidencia dejo caer la bolsa con mi ropa mojada en el suelo, alegando que ya había ayudado suficiente.
Empujó la puerta de cristal y rápidamente abro mi paraguas. Renuevo mis dedos del pie, dentro de mis botas de agua color azul. Desciendo por los tres escalones e inicio mi caminata hacia Bagusth.
Algunos corren a mi lado sin paraguas intentando mojarse lo menos posible, otros ni siquiera se preocupan de que sus libros se conviertan en una sopa gracias a el agua.
—Sigo creyendo que, este año debíamos haber ido a Hayes no a Ungrid —. La voz de una chica roba mi atención.
—Luana, creo que te estás precipitando —la informa otra voz—. Los profesores se reunirán hoy, además el viaje de fin de curso es aburrido, más cuando jamás quedamos en el grupo de los Dickerson.
«¿Viaje?».
—Eros no dejara que alguien por fuera de sus hermanos entre al grupo —reconoce la primera—. Siempre queda un lugar libre.
Dispuesta a escuchar más disminuyó más mis pasos, pero para mi desgracia estás me rebasan riendo.
A solo unos cuantos metros diviso las puertas de Bagusth, me apresuro a caminar hacia ella. En cuanto llego, cierro mis paraguas y comienzo a movilizarse entre los pasillos llenos de estudiantes. Mis pasos van dirigidos hacia mi casillero, pero me detengo de golpe al ver a mismísimo Ares Dickerson de pie junto a el. Rápidamente bajo mi rostro y declino la idea de ir por mis libros, y mejor decidido ir directamente hacia mi clase.
El sonido de la sirena, alerta a todos los que se encuentran en los pasillos que ya van tarde a clases, pero no me preocupo. En minutos los pasillos se encuentran totalmente vacíos y mi paraguas gotea, dejando un rastro de agua tras de mí.
Muerdo el interior de mi mejilla derecha antes de abrir la puerta del salon de clases.
—¡Buenos días!
—¡Oh! Buenos días, señorita... —titubea el profesor al final, a la espera de que le diga mi nombre.
—Blair —informo.
—Señorita Blair, aprecio su entusiasmo por venir a mi clase, pero como puede notar no hay nadie en el salón y me encuentro saliendo a una reunión para tratar el asunto sobre el viaje de fin de curso de la próxima semana —comunica el calvo y amable profesor Gerson —. Le aconsejaría que se dirija hacía la biblioteca o regresé a su casa, si me disculpa debo retirarme.
—Claro, gracias —digo haciéndome a un lado.
—Con su permiso —el profesor sale del salón a paso rápido y minutos después le sigo.
Avanzado por el pasillo en dirección a la biblioteca mirando la cerámica beige. Todo se encuentra en silencio, como si se tratara de unas de esas películas de terror en las que un asesino vigila a una estudiante, calculando el momento exacto para acabar con ella.
Suelto un risilla al pensar una tontería como esa.
De pronto sin darme tiempo de levantar mi cabeza, alguien paso por mi lado de forma violenta, golpeando mi brazo.
—¡Hey! —grito molesta.
De inmediato me arrepiento al reconocerlo. Eros me mira con sus manos hechas puño y sus ceño fruncido.
—No me mires así, tu fuiste el que casi me tira —le recuerdo.
Mi comentario no parece sentarle bien, porque con voz neutra me manda a callar.
—¡Cállate! —Otro día de humor negro en la vida de Eros Dickerson.
—Como si te obedeciera yo a ti —le digo dandole la espalda.
Continúo caminando, tratando de ignorar su presentación tras de mi. Sus pasos hacen eco y mi respiración comienza a ser más rápida. Trato de acelerar el paso, pero una mano me toma por mi antebrazo derecho y sin previo aviso sus labios se estampan con los míos.
Lo miro petrificada. En su rostro hay tanta sorpresa que me atrevo a decir que esto no lo planeó, sus pupilas están dilatadas y desde dónde estoy lo puedo escuchar tragar saliva ruidosamente.
—¡Mierda!—exclama antes de girarse y darme la espalda.
El suave toque de sus labios me a aturdido y no puedo evitar mírale como si le hubieran salido dos cabezas. Ni en mis mejores sueños pensé que ésto sucedería, se supone que nos odiamos o por lo menos eso era lo que yo creía.
—Sabía que ibas a lograrlo, eres sorprendente —la voz de Ares hace que Eros se aleje de mi.
—¡¿Ares?!
—Crei que tendría que pagarle a Emma esos dólares —habla guardando su celular en su bolsillo.
Regreso mi atención a Eros y de inmediato lo tomo del brazo.
—¿De qué estás hablando, Ares? —pregunto.
—Ya sabes, del reto en la fiesta, enserio creí que sería misión imposible, pero heme aquí presenciando lo que creí impresenciable —Ares me mira con una sonrisa—. Pensé que mi hermano se mantendría firme, pero al parecer has conseguido que caiga. Eres sensacional, Blair.
—Yo...No...
—¿Eso es verdad? —pregunta Eros mirándome—. ¿Estabas esperando ésto?
Le veo sin saber que responder, miro en dirección a Ares, pero este ya de ha ido.
—¡Responde, malditacea! Me has criticado por ser una mierda de persona y tú apuestas con esos dos inútiles nuestro beso.
«Nuestro beso».
—¿Cómo pude ser tan estúpido? —Eros se pasa las manos por el cabello, como si lo que el mismo hizo, fuera unos de los peores pecados capitales.
—Jamás apostaría sobre algo que pensé que nunca pasaría, acaso crees que caminaba por ahí esperando que vinieras a besarme y salir corriendo a contarle a el idiota que casi me mato, que me he besado conmigo —recalcó—. No tienes ningún derecho a gritarme y menos culparme, porque a tu hermano le faltan neuronas y es un idiota.
—Eres una cínica —dice entré dientes.
—Oh, claro disculpa por no ser tan perfecta como tú, al menos sé quién soy, y no tengo que andar pisoteando los demás para sentirme mejor cómo lo haces tú.
—Sabes olvídalo, esto se puede ir al demonio —murmura comenzado a caminar por el pasillo.
Antes de que logré escapar le tome de la mano.
—Tú fuiste quién me beso, así que no trates de culparme—mis palabras lo dejan estático.
—Eres igual o peor que ellos —musita.
—No, me creo mejor que ese par y tu tambien lo eres —respondo.
—No sabes nada.
—Se lo suficiente como para saber que en éste momento te encuentras confundido y lo único que quieres es huir —digo acercándome—. Tus ojos no te ayudan, ellos me demuestran lo roto que algún día estuviste y como hasta ahora has intentado repararte a ti mismo, pero hay piezas que ya perdiste para siempre, y ahí dentro —señalo con mi dedo su pecho—, hay miedo de buscar un nuevo reemplazo para ellas.
—No tengo miedo —susurra posando su mano sobre la mía.
—¿No?
—No. —responde, para después apartarse bruscamente y alejarse.
Lo miro y se que he dado con la verdad.
—Tines miedo, pero ¿por qué?
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Esto me hizo el día. 😂😂😂
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