#1
Llevo ya varios minutos despierta observando las mariposas de colores que se encuentran pegadas en el techo de mí habitación, mientras espero que la alarma de mi despertador suene. Esto no tarda mucho, ya pronto me encuentro de pie haciendo mi cama cuidadosamente y verificado que no quede arruga alguna en el edredón.
—¡Blair! —oigo gritar a mamá desde el piso de abajo.
Miro mi cama satisfecha, después de todo será la última vez que la haga.
—¡Blair! —vuelve a gritar mamá.
—¡Ya estoy levantada mamá¡ —le contesto.
Escuchó pasos apresurados por el pasillo. Sé que es papá, se encuentra tan nervioso como mamá.
Tengo un nudo en el estómago, solo espero que con el paso del día este desaparezca. El agua de la ducha hace su efecto y logra tranquilizarme. Nunca he sido alguien insegura pero ahora que estoy apunto de llegar a una nueva universidad mi seguridad se desestabiliza.
—¡Blair! —oigo por tercera vez en la mañana gritar mi nombre, pero esta vez es papá.
Sé que se encuentran preocupados por mí, pero mantengo mí paciencia con ellos. Salgo del cuarto de baño con una toalla cubriendo mi cuerpo. Abro una de las puertas de mí armario y tomo cuidadosamente la ropa que seleccione ayer por la noche para hoy. Tengo que estar calmada, solo unos de los tres puede no estar histérico y esa soy yo.
Mis manos tiemblan al abrochar mi jeans negro. Suelto un suspiro y tomo mi blusa blanca. Ahora ya vestida me encuentro más tranquila. Busco mis zapatillas negras y me las calzó rápidamente.
—¡Blair Cullen! —escucho a mamá de nuevo.
—Mamá, ya bajo. ¡Por favor deja de gritar mi nombre así! —digo mientras abro la puerta de mí habitación.
Para mi sorpresa me encuentro con papá mirándome con una sonrisa.
—¿Todo en orden pequeña? —pregunta.
—Sí, papá. Las maletas estan al pie de la cama —le informo señalando las dos maletas gigantes de color negro.
—Claro, pequeña. Ahora baja antes que tú madre entre en crisis —yo asiendo con la cabeza, mientras paso por su lado en dirección a las escaleras.
Entro al comedor rápidamente y me siento en mí lugar.
—¡Gracias a Dios ya estás aquí! —exclama mamá mientras me sirve el desayuno.
—Gracias mamá —agradezco antes que empezar a devorar mi desayuno.
Mi madre me mira unos segundos y sus ojos se empiezan a cristalizar.
—¿Estás bién mamá? —pregunto dudosa.
—Lo siento, es que no puedo creer que sea la última vez que le serviré el desayuno a mí hija —dice abanicándose el rostro con sus manos.
Le dedico una sonrisa que parece tranquilizarla un poco. Tiene derecho a estar nostalgia. Siempre he vívido aquí, tope con la gran suerte de que los primeros dos años de mi carrera universitaria no tuve que irme lejos.
—Termina de desayunar y por favor ve arreglar tu cabello —es lo último que me dice antes de perderse por la puerta de la cocina.
Minutos después miro mi plato ya vacío y me levanto de mi lugar para comenzar a dirigirme hacia las escaleras. Subo los escalones de dos en dos y llegó rápidamente a mí habitación. Camino hacia mi cama y abro mí bolso sacando un peiné y una pequeña prensa.
Arreglo velozmente mi cabello y me coloco la prensa a un costado de mi cabeza para que sostenga uno de mis mechones. Devuelvo el peiné a su lugar y saco un brillo labial y lápiz delineador de ojos color negro junto con una máscara de pestañas descolorida y una base en polvo.
Tomo lo que saque y camino hacia el baño. Me cepillo los dientes rápidamente y comiendo a maquillarme levemente.
—Blair, ¿estás lista? Es hora de irnos cariño —escucho avisar a papá desde el marco de la puerta de mi habitación.
—Si, ya estoy. Bajo en un minuto —respondo terminado de aplicarme brillo labial.
—Mamá y yo te esperemos en la camioneta —dice eso último para marcharse.
Salgo del baño y camino hacia mi cama tomado mí bolso de lado. Guardo todo lo que utilize en el y camino hacia la puerta para salir.
Tomo el plomo de la puerta y me quedo mirando mi habitación por unos segundos antes de cerrar la puerta.
Bajo las escaleras rápidamente y corro hasta llegar a la puerta de salida de mí casa. Respiró fuertemente al escuchar el claxon de la camioneta de papá. Camino hacia su dirección y me subo cerrando la puerta tras de mí.
—¡Vámonos Luis! —exclama mamá desde el haciendo del copiloto mientas rebusca algo en su bolso.
Papá suelta un resoplido antes de comenzar a avanzar por la carretera en dirección a Bagusth.
—¡Blair! —me llama mi madre.
—¿Si? —pregunto apartado mi visita de la ventana para mirarla.
Esta no dice nada y se dedica a rociar con su perfume por todas partes haciéndome soltar un estornudo.
—¡Por Dios Megan vas a ahogarla y a ahogarnos! —exclama papá abriendo las ventas del auto y apagando el aire acondicionado.
—Quiero que mí hija huela bién, se que olvidó ponerse perfume —se escusa mamá guardando la pequeña botella de perfume en su bolso.
—Estoy bien mamá. A nadie le importara si huelo o no bien en la universidad —le recalcó obvia.
—¡Tonterías! Son solo pretextos —dice mirando la carretera.
Una hora después, nos encontrábamos a solo una cuadra de llegar al campus de la universidad.
—¡Estamos apunto de llegar, que emocion!
Ruedo los ojos al verla tan feliz. Cualquiera diría que ella es la que entrara a la universidad. Papá detiene la camioneta al frente de un edificio, de cuatro pisos color crema con ventanas por todas partes.
—Muy bien bajemos —propone mamá—. Hay que llevar las maletas a tú habitación Blair.
Asiento con un moviendo de cabeza y bajo del auto con mí bolso. Papá hace lo mismo y se dirige hacia a la cajuela de su camioneta para sacar mis maletas. Aparto mi vista de papá para ponerla en mamá. Esta se encuentra leyendo algunas hojas.
—Vamos, Luis. Su habitación es la D7 en el último piso —informa mamá—. Demonos prisa, hay que subir treinta escalones.
Papá asiente empezando a caminar con mamá frente a mí, cargando mis dos maletas. Miro a mi alrededor y sujeto con fuerza la tira de mi bolso. Mis manos sudan y desafortunadamente el nudo en mí estómago a regresado.
Camino bajo la atenta mirada de unos y siendo ignorada por otros.
—¿Todo bien, cariño? —pregunta papá, seguramente por mí cara de espanto.
—Sí. Todo está en orden —respondo tratando de sonar los más tranquila posible.
Por fin nos adentramos en el edificio. Caminamos por un pasillo hasta llegar a los primeros diez escalones. Los subimos en silencio, gracias a Dios no hay nadie.
—¡Rápido Blair! ¡Tú también muévete Luis! —la voz de mamá me saca de mis pensamientos.
Mamá se encuentra ya en la cumbre de las escaleras, mirándonos con desaprobación por nuestro lento caminar.
—¡Cálmate mujer! Subir escaleras con dos grandes y pesadas maletas no es fácil —le reprocha papá con el ceño fruncido.
—¡Son puras patrañas! —exclama mamá avanzado hacia los siguientes escalones.
No digo nada, prefiero mantenerme en silencio. Ahora lo único que quiero es llegar a mi nuevo cuarto, a respirar tranquilamente sin la voz de mamá taladrando mi cabeza con ¡Blair has ésto! ¡Blair toma ésto! Y no, no me malinterpreten amo a mi mamá, pero siento que a veces me ahoga. Seguramente esta preocupada porque ya no tendrá a nadie en casa que fastidiar, claro que papá tampoco se salva.
No me percato de que ya nos encontramos a unas puertas de mi habitación hasta que mamá llama mí atención.
—Blair, ¿traes las llaves verdad? —levanto mi vista del suelo y la fijo en el rostro de mamá, quién me mira con una ceja arqueada en espera de una respuesta de mi parte —. ¿Blair?
—Sí, claro. Lo siento mamá —respondo antes de empezar a buscar las llaves en mi bolso.
Me dirijo hacia la puerta y tomo el plomo de esta para insertar la llave y terminar de abrir la puerta. Soy la primera en entrar a mi nueva habitación. Miró todo a mi alrededor sin expresión alguna, por su parte mamá no deja su lado dramático y suelta un grito terrorífico.
—¡Por Dios! ¿Qué clase de habitación es esta? —busco a papá con la mirada en espera de su reacción, pero éste solo se encoge de hombros—. Te das cuenta de donde dormirá nuestra hija, Luis, esté cuarto es del tamaño de nuestro baño.
—Megan por favor, no empieces a exagerar. Esta bastante bien para ser una habitación individual —defiende papá—. No me digas que hubieras preferido una compartida.
—¡Claro que no! Dios me libre de ver a mi hija compartir habitación con quién sabe quién —alega mamá mientras posa una mano en su pecho dándole más dramatismo a sus palabras si es posible—. No me hagas recordar que hay chicos rondando por los pasillos a toda hora.
—Relajate mujer, estás fastidiando con tu dramatismo —dice papá mientras camina en dirección al escritorio que se encuentra frente a la única ventana de la habitación—. En mí opinión todo está excelente.
—Si, se me olvidaba con quién hablaba —refuta mamá mientras camina hacia mi dirección—. Bueno creo que llego la hora de despedirnos.
En ese preciso momento me doy cuenta que talvez no volveré a ver a mamá y a papá hasta las vacaciones.
—Te amo mi pequeña, nunca me cansare de decirte lo orgullosa que estoy de ti —dice mamá con lágrimas en los ojos—. Eres lo mejor que me a pasado en la vida.
—Creí que conocerme había sido lo mejor de tú vida —se ollé la voz de papá a mís espalda.
—¡Cállate Luis! No arruines el momento —le riñe mamá.
—Claro solo soy un simple hombre en tú vida. Hombre que te pidió matrimonio y te embarazo para que veinticuatro años después pudieras estar despidiéndote de nuestra hija. ¡Sí, solo soy un simple hombre! —la respuesta de papá me hace reír.
Sí, papá a veces también es un poco dramático.
—No es el momento para tus niñerías Luis. Trato de despedirme de ni única hija —responde mamá mientras me envuelve en sus brazos.
—Única porque tú no quisiste más —murmura papá, pero por suerte mamá no logra escuchar su comentario—. Ahora, hazte a un lado. Es mi turno para despedirme de mi única hija.
Mamá se aparta con cara de pocos amigos y le da espacio a papá, quien sucumbe a abrazarme fuerte. Cuanto extrañaré sus abrazos y consejos.
—Te amo mi niña, cuidate mucho y no dudes en llamarme si necesitas algo ¿Si? —objeta papá mientras acuna mi rostro en sus manos.
—Si papá, no te preocupes —respondo con una sonrisa.
Papá deja un beso en mi frente para comenzar a alejarse.
—No nos olvides cariño. Cualquier cosa que necesites aquí estaremos para apoyarte en lo que sea —las palabras de mamá hacen que mi corazón se estruja ¿Qué clase de hija sería si olvidará a mis padres?—. Te amamos.
—Yo también los amo —respondo mientras me acerco a ellos y los abrazo por última vez—. Jamás voy a olvidarlos.
—Lo sabemos —murmura mamá.
—Los voy a extrañar mucho —les digo con un nudo en la garganta.
—Nosotros a ti, pero ya es hora de irnos —responde papá rompiendo el abrazo—. ¡Adiós pequeña!
—Adiós papá. Adiós mamá —los dos responden con una sonrisa antes de cerrar la puerta.
Ahora sí me encuentro totalmente sola. Sin gritos de mamá ni las risas de papá. Rayos no pensé que me sentíria tan mal.
Me alejo de la puerta y camino hacia un de mis maletas con la intención de abrirla y sacar una nueva sábana y un nuevo edredón para mudar mí cama.
Para mi desgracia la acción roba poco tiempo del que me sobra así que decido terminar de sacar todo lo de mis maletas. Entre ropa, algunos pares de zapatos y otras menudencias logro distraerme un rato.
Cierro la puerta del el pequeño armario con toda mi ropa ordenada algunas prendas en ganchos, otras dobladas y finalmente mis zapatos al fondo.
Las maletas pasaron de estar llenas a estar vacías, por esa razón decido guardarlas bajo la cama. Lo único que me falta es mi bolso. Voy hacia él y saco una gran bolsa de cierre hermético con todos mis nuevos productos higiénicos.
Miró la puerta cerrada a mi derecha a unos cuantos pasos de la principal. Camino hacia ella y la abro lentamente con miedo a lo que me pueda encontrar hallar ahí dentro.
Para mi sorpresa me encuentro con un baño totalmente limpio y reluciente, esto me hace suspirar de alivio.
Pongo todo en orden y salgo del baño en dirección a mí bolso. Termino por vaciarlo completamente, dejando mi preciada portátil en el centro del escritorio, decorado con libros, cuadernos y un embase de madera sosteniendo mis lápices y lapiceros.
Sonrió satisfecha por mi trabajo. Miró toda mi habitación detenidamente. Esta se encuentra pintada totalmente de blanco.
Mis ojos se detiene en los papeles que se encuentra reposando en una esquina de la cama. Camino hacia ellos y los tomo con la intención de leerlos, paso varias páginas hasta que llego a una que habla sobre las materias que recibiré y los libros que ocuparé. Termino de leer y me doy cuenta de que son varios libros los que me faltan de la biblioteca así que desido salir en su búsqueda hacia la universidad, que por suerte queda a unos treinta metros del edificio en el que me encuentro.
Rápidamente tomo mi celular y mis llaves. Me muevo en dirección a la puerta y sin tantos preambulos la abro y salgo al pasillo.
Aseguro la puerta y me encamino hacia las escaleras bajando los escalones como acostumbró, de dos en dos. Rápidamente me encuentro en los últimos diez escalones, pero me detengo a la mirad al ver la gran cantidad de estudiantes que se encuentran en la entrada. De inmediato las ganas de volver a mí habitación llegan y hacen que las que sentía por salir desaparezcan.
Claro, no podía elegir mejor hora para salir por mis libros, justo cuando todos acaban de salir de su clases y regresan a sus cuartos.
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Hola, hola.
Sí, como ven Eros está se vuelta, pero tendrá algunos cambios.
Algunos capítulos de mantendrán y otros serán reescritos en su totalidad.
Pronto subiré más.
Los amo.
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