Capítulo 8

JUSTIN

La escandalosa hazaña de Harry Potter y Ron Weasley no hizo más que propagarse por todo el colegio. Al día siguiente, todos los alumnos murmuraban conjeturas en los corredores y en el Gran Comedor respecto a la posible sanción que Harry y Ron debieron haber obtenido.

Justin no les estaba poniendo atención. Estaba tan emocionado por el inicio de clases que casi no había pegado ojo durante toda la noche. Se había propuesto aprovechar al máximo todas las clases de ese año, en especial las de Gilderoy Lockhart, con el motivo de convertirse en un mago igual de formidable. Sin embargo, llegar cabeceando de sueño al salón de clases no era la mejor manera de empezar el año escolar.

Tan grave era su problema de sueño que estuvo a punto de meter la cabeza en su tazón de avena. No tuvo más remedio que pedirle a Ernie y a Hannah que lo pellizcaran en los brazos siempre que empezara a roncar. Sus amigos se lo tomaron muy en serio y se la pasaron pellizcándolo durante todo el desayuno.

No tardó mucho para que las lechuzas aparecieran y comenzaran a planear por todo el Gran Comedor, transportando paquetes de diferentes tamaños y llevándoles cartas a sus dueños. Justin sabía que no recibiría nada hasta dentro de un par semanas, su madre todavía se estaba acostumbrando al correo por medio de lechuzas y no le gustaba molestar a la señora Blunt por todo lo que no entendía del mundo mágico. Justin también sabía que a su vecina no le molestaba para nada ayudarlos.

La señora Blunt era viuda y nunca había tenido hijos, por lo que la madre de Justin era lo más cercano que tenía a una hija, y él y su hermana eran lo más cercano que tenía a nietos. El hecho de que Justin hubiera resultado un mago no hizo más que unirlos.

Salió abruptamente de sus pensamientos cuando una lechuza se detuvo frente a él para entregarle a Megan Jones un sobre azul. La chica estaba abriendo cuidadosamente el sobre cuando, de la nada, se escuchó en todo el salón un potente rugido.

Al principio, Justin creyó ingenuamente que algún alumno había conjurado a un oso en el Gran Comedor por alguna razón, pero cuando empezó a distinguir frases incompletas supo que se trataba de una persona gritando.

Todos en el salón dirigieron su atención hacia la mesa de Gryffindor, pues ahí era de donde provenía el ruido, pero Justin no logró encontrar a la persona que gritaba. Fue entonces que escuchó a Ernie murmurar a su lado.

-Le dieron a Weasley un howler -Dijo, sonando un poco divertido.

-¿Qué es eso? -Preguntó Justin.

-Es una carta mágica que reproduce un mensaje en volumen alto. Los padres los usan cuando necesitan regañar a sus hijos a largas distancias, pero el mío piensa que son de muy mal gusto -Le explicó Ernie.

Parecía que a la señora Weasley le había llegado la noticia de que Ron y Harry habían estrellado un auto contra el sauce boxeador. Su voz sonaba aterradora y parecía que con cada palabra aumentaba de volumen. Algunos alumnos reían mientras otros se tapaban las orejas por el ruido.

Justin alcanzó a ver como un sobre rojo flotaba en el aire y le gritaba al varón menor de los Weasley. Ron tenía una cara de pánico en el rostro mientras que sus amigos de Gryffindor lo miraban con lástima. Es bastante incómodo cuando un padre regaña a su hijo frente a otras personas, y parecía que el howler nunca iba a parar de gritar.

-ESTA NOCHE LA CARTA DE DUMBLEDORE, CREÍ QUE TU PADRE SE MORÍA DE LA VERGUENZA, NO TE HEMOS CRIADO PARA QUE TE COMPORTES ASÍ, HARRY Y TÚ PODRÍAIS HABEROS MATADO, COMPLETAMENTE DISGUSTADO, EN EL TRABAJO DE TU PADRE ESTÁN HACIENDO INDAGACIONES, TODO POR CULPA TUYA, Y SI VUELVES A HACER OTRA, POR PEQUEÑA QUE SEA, TE SACAREMOS DEL COLEGIO.

Por un momento no se escuchó nada. Justin creyó que la carta había dejado de hablar, pero volvió a oír la voz de la señora Weasley, sin embargo, esta vez hablaba con un tono más tranquilo y sus palabras eran dulces.

-Ginny, Cariño. Felicidades por entrar a Gryffindor. Estamos muy orgullosos.

Después, el sobre rojo le sacó un listón a Ron como si se tratara de una lengua y comenzó a autodestruirse. Ginny parecía tan apenada como su hermano mayor, excepto por el hecho de que ella estaba roja de vergüenza y Ron había perdido el color del rostro.

Tal escándalo hizo que Justin olvidará completamente el sueño. No le pareció correcto observar cómo Ron se hundía en su miseria y convenció a sus amigos de dirigirse a los invernaderos para su primera clase de Herbología con los de Gryffindor.

Hannah les pidió que primero regresaran al dormitorio para recoger su cámara instantánea. La chica tenía la meta de capturar los mejores momentos que vivera con sus amigos en pequeñas fotografías instantáneas, pero sus amigos debían reconocer que era una lata tener que transportar la cámara por todas partes.

-No he tenido oportunidad de hablar con la profesora Sprout. Me gustaría mostrarle lo mucho que ha crecido Venus en las vacaciones -Decía la chica mientras guardaba en el bolsillo de su túnica una fotografía que acababa de tomarle a su planta carnívora.

Ya habían llegado a las afueras del invernadero cuando vieron a la profesora Sprout, una alegre bruja regordeta y de estatura baja que era maestra de herbología y la jefa de la casa Hufflepuff, cargando dos cajas llenas de túnicas para trabajar en el invernadero. Sin embargo, Justin y sus amigos se alarmaron cuando notaron que la profesora Sprout llevaba vendas que le cubrían ambos brazos.

-¡Profesora! ¡¿Qué lo ocurrió?! -Exclamó Hannah, preocupada.

La bruja dejó caer las cajas y se acomodó el sombrero puntiagudo, el cual ya estaba muy viejo y remendado.

-¡Nada de que preocuparse, muchachos! -Respondió, levantando las manos enguantadas para tranquilizarlos-. Estas pequeñas heridas son lo más natural cuando se le dan atenciones médicas a un sauce boxeador.

-¿Harry y Ron lo lastimaron mucho? -Preguntó Susan.

-Un poco, pero creo que el sauce los lastimó más a ellos. No quedó ni un rastro del coche con el que chocaron. El sauce debió lanzarlo hasta el otro lado del bosque prohibido.

Más alumnos de Hufflepuff y Gryffindor estaban llegando, y entre todos ellos destacaba Gilderoy Lockhart con su cabello dorado, el cual a Justin le parecía que resplandecía como el oro, y su túnica turquesa. Lockhart le hacía señales desde lejos a la profesora Sprout para que se fijara en él.

-Muchachos, háganme el favor de repartir las túnicas entre los alumnos. Las de la caja izquierda son las de Hufflepuff y las de la derecha son las de Gryffindor. Voy atender a este... señor -Les dijo la profesora Sprout. Parecía que su buen humor se había esfumado.

Justin quería hablar con Lockhart, pero no se atrevió a acercarse a él. Aquel mago era un hombre tan imponente y famoso que simplemente no era sencillo atreverse a iniciar una conversación con él. Además, si Lockhart tenía que hablar con la profesora Sprout, probablemente se trataba de algo importante que no se debía interrumpir.

Decidió que era mejor ayudarle a sus amigos a repartir las túnicas en las cajas. No pasó mucho para que los estudiantes empezaran a reunirse enfrente de la puerta del invernadero. Justin reconoció a Harry Potter y su grupito de amigos caminando por la huerta. La profesora Sprout se había separado de Lockhart para atender al grupo de estudiantes e informarles que iban a trabajar en el invernadero 3.

-¡Vámonos, Justin! -Le dijo Hannah, agarrándole un extremo de la túnica-. El invernadero 3 tiene fantásticas plantas mágicas, mucho más interesantes que las de primer año.

Justin no se negó y rápidamente se unieron al grupo que seguía a la profesora Sprout. Lockhart aprovechó que los estudiantes estaban ingresando al invernadero para hablar con Harry. La profesora Sprout intentó evitarlo, pero Lockhart se le adelantó y le cerró la puerta en la cara.

Justin no era un chico que sentía envidia con frecuencia, pero tratándose de su más grande héroe, imitó a Ernie y deseó por un momento ser igual de famoso que Harry Potter para que Gilderoy Lockhart tuviera el interés de hablar con él.

Resignado, cogió una de las orejeras que se hallaban sobre una larga mesa y ocupó un lugar junto a Ernie, quien estaba frente a una fila de bandejas llenas de docenas de masetas. Harry ingresó al invernadero unos cuantos minutos después, y Justin se moría de curiosidad por saber que era lo que habían hablado él y Lockhart.

Justin no reconocía el tipo de planta en las bandejas, lo que era bastante raro pues siempre había vivido en una granja, pero crecían en fila y sus hojas eran enormes.

-Hoy nos vamos a dedicar a replantar mandrágoras. Veamos, ¿quién me puede decir qué propiedades tiene la mandrágora? -Preguntó la profesora Sprout.

Justin se dio cuenta de que Hannah quería responder, pero Hermione Granger se adelantó, como siempre. Hannah no pareció molestarse, simplemente se limitó a escuchar la respuesta de Hermione.

—La mandrágora, o mandrágula, es un reconstituyente muy eficaz —dijo Hermione en un tono que daba la impresión, como de costumbre, de que se había tragado el libro de texto—. Se utiliza para volver a su estado original a la gente que ha sido transformada o encantada.

—Excelente, diez puntos para Gryffindor —dijo la profesora Sprout—. La mandrágora es un ingrediente esencial en muchos antídotos. Pero, sin embargo, también es peligrosa. ¿Quién me puede decir por qué?

Justin volvió a notar que Hannah quería responder, incluso Ernie y otros estudiantes de Hufflepuff intentaron levantar sus manos, pero Hermione era muy competitiva y su brazo se elevaba con la velocidad de un rayo. De hecho, levantó su brazo tan rápido que por poco le tira los lentes redondos a Harry.

—El llanto de la mandrágora es fatal para quien lo oye —dijo Hermione.

—Exacto. Otros diez puntos —dijo la profesora Sprout—. Bueno, las mandrágoras que tenemos aquí son todavía muy jóvenes.

Lo siguiente que la profesora hizo fue pedirles que se colocaran las orejeras y que se aseguraran que los oídos les quedaran completamente tapados

Luego descubrieron que las túnicas tenían un hechizo que impedía que sudaran y que se mancharan de tierra el uniforme o la piel. La profesora también se colocó unas orejeras antes de agarrar con firmeza una de las plantas. Justin no estaba mentalmente preparado para lo que vería después de que la profesora diera un brusco tirón y sacara la planta de la bandeja.

La bruja sostenía una extraña y deforme criatura que se asemejaba a un gordo bebe hecho de barro al que le salían verdes hojas de la cabeza, con un rostro que exhibía una ancha caverna negra como boca y cuyas extremidades estaban formadas por gruesas raíces. Pero lo más espeluznante de todo eran los insoportables lloriqueos chirriantes que emitía la criatura. Ahora Justin entendía porque la maestra les había pedido que se aseguraran de tener las orejeras bien puestas. Ese horrible llanto era suficiente para dejar sordo a cualquiera.

Todos los estudiantes pusieron caras de horror y asco, lo que alivió a Justin por no ser el único estudiante en escandalizarse al ver una planta tan horrenda. Inmediatamente, la profesora Sprout tomó una maseta y les mostró la manera correcta de cubrir a una mandrágora con tierra. Después de un par de minutos, se dejó de escuchar el llanto de la mandrágora y solo se podían ver las hojas verdes entre la tierra negra y abonada.

La profesora hizo una señal con el pulgar para que todos se retiraran las orejeras.

—Como nuestras mandrágoras son sólo plantones pequeños, sus llantos todavía no son mortales —dijo ella con toda tranquilidad, como si lo que acababa de hacer no fuera más impresionante que regar una begonia—. Sin embargo, los dejarían inconscientes durante varias horas, y como estoy segura de que ninguno de ustedes quiere perderse su primer día de clase, asegúrense de ponerse bien las orejeras para hacer el trabajo. Ya les avisaré cuando sea hora de recoger.

»Cuatro por bandeja. Hay suficientes macetas aquí. La tierra abonada está en aquellos sacos. Y tengan mucho cuidado con las Tentacula Venenosa, porque les están saliendo los dientes.

La profesora se refería a una planta espinosa y verde que expulsaba veneno de sus brotes, y en ese preciso momento, la plata había intentado acercársele por detrás, pero la bruja pudo apartar los peligrosos tentáculos con un solo manotazo.

Los estudiantes comenzaron a ir de un lado a otro por todo el invernadero. Entre la confusión, Justin se alejó de sus amigos y terminó compartiendo bandeja con Harry, Ron y Hermione. El muchacho nunca había cruzado palabra con alguno de los tres, pero Justin siempre estaba dispuesto a hacer nuevos amigos. Vio que Ernie, Hannah y Susan habían hecho equipo con Zacharias, no parecían estar muy entusiasmados con la idea, pero la profesora ya les había entregado una bandeja.

Justin se volvió hacia su equipo y le extendió la mano a Harry.

-Justin Finch-Fletchley -dijo alegremente-. Claro que sé quién eres, el famoso Harry Potter. Y tú eres Hermione Granger, siempre la primera en todo. -Hermione sonrió al estrecharle la mano-. Y Ron Weasley. ¿No era tuyo el coche volador?

Justin se alarmó al ver que Ron no estaba contento con el comentario de Justin. Se sintió estúpido por ignorar que lo sucedido con el howler en el Gran Comedor aún era muy reciente. Desesperado por cambiar los ánimos, y aprovechando el encuentro que Harry acababa de tener con Gilderoy Lockhart, empezó hablar sobre el tema que más le gustaba.

-Ese Lockhart es famoso, ¿verdad? -dijo contento Justin, cuando empezaban a llenar sus macetas con estiércol de dragón-. ¡Qué hombre más valiente! ¿Han leído sus libros? Yo me habría muerto de miedo si un hombre lobo me hubiera acorralado en una cabina de teléfonos, pero él se mantuvo sereno y ¡zas! Formidable.

»Me habían reservado plaza en Eton, pero estoy muy contento de haber venido aquí. Naturalmente, mi madre estaba algo disgustada, pero desde que le hice leer los libros de Lockhart, empezó a comprender lo útil que puede resultar tener en la familia a un mago bien instruido...

Justin ya no pudo seguir hablando con ellos porque había llegado el momento de sacar a las mandrágoras y debían ponerse las orejeras. Tal vez Justin no sabía tanto de las plantas mágicas como Hannah y Hermione, pero todo el trabajo que había hecho durante años en su granja le habían otorgado cierta fuerza y habilidades para el cultivo. Su mandrágora salió de la tierra con un solo intento mientras que al resto de su equipo le tomó varios intentos.

Sin embargo, enterrar a una planta que no paraba de moverse y retorcerse era más complicado que sembrar cualquier otra cosa. Mientras cubría a su mandrágora con tierra abonada, vio como Neville Longbottom, un estudiante de Gryffindor de cara redonda, se desplomaba al piso y quedaba inconsciente.

-Parece que Longbottom no siguió las instrucciones -Inquirió la profesora Sprout, ya acostumbrada a las torpezas de Neville.

-No, maestra. Se desmayó -Intervino Seamus Finnigan, otro estudiante de Gryffindor.

-Déjenlo dormir -Respondió la profesora.

Pero Hannah y Ernie no obedecieron a la profesora y arrastraron a Neville hasta la pared más cercana, lo recargaron, e intentaron despertarlo.

***

Cuando la clase terminó, los de Gryffindor estaban tan cansados que no notaron que ningún estudiante de Hufflepuff se había ensuciado, y eso se debía a que ellos usaban túnicas especiales que tenían un hechizo que impedía que se mancharan de tierra el uniforme. Aunque la profesora Sprout les recomendaba no hablar al respecto con otros alumnos.

La clase de Encantamientos fue menos emocionante que la de Herbología, pero también fue más difícil. El profesor Flitwick les pidió que leyeran el primer capítulo del Libro reglamentario de hechizos, grado 2, para aprender la teoría sobre como construir un poder mágico con el toque de la varita antes de que sea liberado. Según lo que Justin entendió, el dominio de esta técnica permite la invocación de hechizos más poderosos, sin embargo, debía mantener una gran concentración ya que la técnica no estaba libre de riesgos.

Al momento de practicar la técnica, Wayne no se concentró lo suficiente y salió disparado de su asiento hasta chocar con la pared más cercana. Pero no ocurrió nada grave.

Durante el receso para comer, Hannah les pidió que regresaran al invernadero porque se le había olvidado recoger su cámara después de ayudar a Neville.

-No sé que es más irritante -Decía Ernie mientras caminaban por la huerta-. El hecho de que cargues con tú cámara por todas partes y la dejes olvidada, o que Neville haga una torpeza cada que respira.

-¡Neville no es ningún torpe! solamente es un poco distraído -Replicó Hannah, fastidiada-. De hecho, la profesora Sprout dice que es muy hábil para la Herbología.

-Tal vez sería de los mejores estudiantes de la clase si tan solo Hermione Granger dejara que otros estudiantes dieran las respuestas por una vez en su vida -Inquirió Susan.

Los cuatro empezaron a reír y a murmurar sobre como Hermione tenía la costumbre de responder incluso antes de que los profesores terminaran de formular las preguntas.

-No hay nada de malo en ser un poco competitivo -Dijo Ernie, defendiendo el espíritu de Hermione por querer ser reconocida por su intelecto.

Acababan de llegar al invernadero 3. Hannah llamó a la puerta para saber si la profesora Sprout se encontraba adentro cuidando de las mandrágoras, pero nadie respondió. Afortunadamente, la perta estaba sin seguro.

-Una cosa es ser competitiva y otra es no querer que nadie más destaque, Ernie -Respondió Susan, abriendo la puerta.

-No creo que lo haga con esa intención. Hermione parece una persona muy agradable.

Siguieron a Susan hasta llegar a las bandejas que se habían usado para albergar a las mandrágoras. Hannah había dejado la bolsa en dónde transportaba su cámara junto a unas masetas en las que habían plantado unos diminutos hongos grises.

-¿Ustedes creen que Hermione lo haga para compensar el hecho de que es hija de padres muggles? -Dijo ella, sacando la cámara para comprobar su buen estado.

-¿Hermione es hija de muggles? -Dijo Susan, anonadada-. Pero ella parece saber mucho respecto al mundo mágico.

-Lo sabe debido a todos los libros que ha estudiado, pero mi madre también es muggle y me contó que ella y la madre de Hermione iban a la escuela juntas.

-¿Por qué necesitaría hacerlo? -Preguntó Justin, desconcertado.

Contempló la manera en que sus amigos guardaban silencio y debatían con miradas si debían responder. Era como ver a un grupo de adultos discutir si debían explicarle a un niño pequeño algo muy complicado. A Justin le molestaba que lo trataran como un niño ignorante.

-Escucha, Justin -Comenzó a hablarle Ernie-. Muchas brujas y magos no están de acuerdo con que los muggles se mezclen con los de nuestra especie. ¿Recuerdas lo que Susan y yo te contamos en primer año, después de que Crabbe te insultara?

-¿Lo de la pureza de la sangre? -Respondió Justin, recordando ese lamentable acontecimiento.

-Muchos creen que la sangre impura es menos poderosa que la de un mago completo. Que cruzar nuestras especies significa debilitar nuestros poderes hasta que se extinga la magia.

-Lo cual es ridículo porque no existe evidencia de que la pureza de la sangre sea un factor en las habilidades mágicas de un mago -Intervino Susan-. Incluso hay casos como los squib, que son personas nacidas en familias repletas de magos, pero que no tienen alguna habilidad mágica.

Aunque las explicaciones de sus amigos eran bastante reconfortantes, Justin se quedó muy serio. Hannah se acercó lentamente a él y le puso una mano en el hombro.

-Yo tengo un padre mago y una madre muggle y siempre me he sentido bendecida por mis dos orígenes. Lo que intentamos decirte, Justin, es que no debes preocuparte por lo que magos cerrados de mente piensen sobre ti, tu presencia es suficientemente mágica en nuestras vidas -Dijo, esbozando una sonrisa. Justin le sonrió de vuelta y se sorprendió cuando Hannah le entregó la cámara-. Ahora, si no es mucha molestia, me gustaría que me tomes una foto frente a las mandrágoras. Quiero plasmar su proceso de crecimiento en varias fotos. 

Justin emitió una pequeña risita. Preparó la cámara mientras Hannah se acomodaba sus dos coletitas rubias.

🦝🦝🦝

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