Capítulo 35
ERNIE
Después de la cena en el Gran Comedor, la mayoría de los estudiantes de Hufflepuff decidieron ir a dormir más temprano de lo habitual. Ernie era uno de ellos, pero Hannah le había dicho que iba a quedarse en la sala común para repasar un poco sus libros de Herbología y Pociones.
En el dormitorio ya se encontraban Wayne y Zacharias dormitando en sus camas. Después de recostarse en su cama, Ernie se fijó en el reloj cucú colgado en la pared, y se asombró al descubrir que apenas eran las 9 de la noche. Para bien o para mal, Ernie estaba tan emocionalmente agotado que no debió tardar más de diez minutos en quedarse dormido.
***
En su sueño, Ernie volvía a encontrarse en el lugar oscuro lleno de humo, y estaba parado sobre el brillante camino verde. Entre tanto humo y oscuridad, era difícil ver más allá de un par de metros de distancia.
Como si se tratara de un viejo hábito, Ernie comenzó a buscar cualquier cosa que pareciera "fuera de lugar". Esperaba ver algún plato de cereal olvidado en el suelo, o papeles mojados, o fuego sobre el camino como las otras veces que había soñado con ese lugar. Pero humo espectral era todo lo que había.
De repente, Ernie logró captar el sonido de pequeñas garras que golpeaban contra el suelo, lo cual ya era algo habitual en esos sueños misteriosos. Ernie sintió un potente anhelo por descubrir la fuente de ese sonido, algo que jamás había logrado hacer, sin embargo, por algún desconocido motivo, sentía que esta vez su meta era más alcanzable que nunca.
Lleno de determinación, Ernie se dio media vuelta y comenzó a correr sobre el brillante camino verde. La poca visibilidad debido al humo le provocaba el miedo de chocar contra algo, pero eso no hacía que Ernie disminuyera su velocidad.
Volvió a escuchar a la criatura de garras delgadas moviéndose en alguna parte, pero aún no lograba identificar la dirección exacta de donde provenía el sonido. Afortunadamente, Ernie alcanzó a ver por el rabillo del ojo el momento exacto en que una pequeña nube de humo se levantaba a su izquierda.
Ernie frenó en seco y cambió de dirección. Ese extraño lugar parecía no tener fin, y dado a las misteriosas y confusas reglas de los sueños, era muy probable que no lo tuviera. Rápidamente notó que escuchaba garras golpeando contra el suelo con mayor frecuencia, y al cabo de un par de minutos, Ernie divisó a la pequeña criatura corriendo a un par de metros frente a él.
El humo hacía que fuera imposible ver con claridad a la criatura, pero Ernie si logró captar por un instante la forma de una cola peluda con anillos negros agitándose entre el humo. Aunque le costaba, el muchacho se esforzó para correr más rápido. Cada vez le faltaba menos para alcanzar a la criatura, y cuando su mano estaba a pocos centímetros de agarrar la cola anillada, sin previo aviso, algo capturó el tobillo de Ernie y lo tiró al suelo.
Ernie se golpeó con fuerza contra el suelo, pero como se trataba de un sueño, casi no sintió dolor.
Confundido, Ernie levantó la cabeza y se topó con un par de pequeños ojos cafés que lo observaban con curiosidad. Ernie se asustó al principio, pero rápidamente su mente comenzó a registrar las otras partes de la criatura. Esos pequeños ojos cafés estaban rodeados por pelaje oscuro que asemejaba al antifaz de un ladrón. También identificó una pequeña cabeza ancha, un hocico apuntado, y peludas orejas triangulares y erectas. Cuando Ernie volvió a ver la cola anillada y el color pardo grisáceo del resto del pelaje, terminó de comprender que lo que estaba frente a él era un mapache común.
Un simple mapache era lo que Ernie había intentado atrapar en varias ocasiones. Era cómico y frustrante al mismo tiempo.
El animal solo se limitaba a observarlo y a mover su redonda nariz negra. Toda la situación era tan extraña que Ernie sintió el impulso de echarse a reír, sin embargo, no tuvo oportunidad de hacerlo. De repente sintió como algo lo jalaba de la pierna con fuerza, y Ernie fue arrastrado un par de metros por el suelo.
Asustado, Ernie trató de incorporarse, pero algo se aferró a su hombro y volvió a jalarlo hacia abajo. Se trataba de un brazo, salvo que este no era parecido al de cualquier humano. .
Pero lo peor de todo era que no solo se trataba de un brazo, sino varios. Uno sujetaba el hombro de Ernie, otro el pie, y varios más aparecían entre el humo y se arrastraban tétricamente por el suelo hasta llegar a Ernie.
El muchacho intentó zafarse de su agarre, pero los brazos eran mucho más fuertes que él. Ernie sentía una angustia asfixiante cada vez que esos enfermos brazos tocaban partes de su piel. Poco a poco, los brazos fueron rodeando el cuerpo de Ernie hasta cubrirlo por completo.
Ernie sentía que lo brazos lo asfixiaban. El humo del lugar se arremolinaba sobre él. La luz verde fosforescente del camino se volvió más intensa. Afortunadamente, la conciencia de Ernie se percató de que estaba abandonando el sueño.
***
Ernie despertó y escuchó un grito.
Al principio creyó que ese grito era suyo, pero pronto se daría cuenta de que era uno de sus compañeros de cuarto el que gritaba. Asustado, Ernie se sentó en el colchón y deslizó las cortinas de la cama.
Una de las lámparas de cobre de la habitación estaba encendida. Vio a Zacharias de pie frente a un espejo que estaba junto a su cama. Le daba la espalda a Ernie, pero era extremadamente sencillo concluir que los gritos provenían de él. A pocos metros de distancia se encontraba Wanye, quien observaba completamente inmóvil y con la cara pálida a Zacharias
-¡¿Qué está ocurriendo?! -Exclamó Ernie, saliendo de su cama.
Wayne no contestó, y Zacharias estaba tan alterado que solo emitía sollozos y lamentos incomprensibles. Ernie se dirigió hacia este último y lo agarró de los hombros para darle la vuelta. Se arrepintió al segundo después de haberlo hecho.
Horrorizado, Ernie se tapó la boca con la mano y retrocedió hasta que su espalda se topó con uno de los postes de su cama.
Ahora entendía perfectamente porque Zacharias gritaba y lloraba como loco. Los brazos del muchacho, normalmente blancos, habían adquirido un alarmante tono azul. Había varias ronchas verdes de buen tamaño distribuidas a lo largo de cada brazo, y las uñas de las manos estaban a medio proceso de tornarse amarillas.
-¡¿Qué me está pasando?! -Gritó Zacharias, desesperado-. ¡No tenía estas cosas cuando me fui a dormir! ¡Aparecieron de la nada!
Ernie temió a la posibilidad de que, inconscientemente, le hubiera hecho una clase de embrujo a Zacharias que transformó sus brazos para que se vieran iguales a los de sus pesadillas. Pero Ernie de verdad desconfiaba en que él mismo poseyera el nivel de poder mágico para lograr algo así estando dormido.
-Necesitas ayuda -Habló Wayne, por primera vez desde que Ernie había despertado-. Debemos avisarle a algún prefecto o a la señorita Pomfrey.
-Yo voy a buscar ayuda -Dijo Ernie, dirigiéndose a la puerta.
-¡Rápido!
Fue lo último que Ernie escuchó gritar a Zacharias antes de cerrar la puerta. Fuera de la habitación casi no se escuchaba el alboroto que había adentro. Sintiéndose nervioso y un poco desorientado, Ernie recorrió el túnel de los dormitorios de chicos hasta llegar a la sala común. Había unas pocas lámparas encendidas, pero brindaban la suficiente luz para que uno pudiera caminar por el lugar sin tropezarse con los muebles.
Un reloj colgado en la pared más cercana a él indicaba que eran casi las once de la noche.
Primero Ernie pensó en buscar a la profesora Sprout, pero se detuvo abruptamente cuando notó que alguien dormía en el sillón junto a la chimenea. Era Hannah, quien aparentemente se había quedado dormida mientras leía un capítulo de su libro de Pociones y nadie había hecho el esfuerzo por despertarla.
-¡Hannah, despierta en este instante! -Dijo Ernie, zarandeándola con un poco de fuerza.
La chica despertó atontada y con los parpados pesados.
-¿Qué está pasando que te tiene tan angustiado? -Habló Hannah, con voz somnolienta.
Ernie le contó todo lo que había pasado, incluyendo su sueño en donde brazos enfermos lo acorralaban. Hannah no pareció comprender nada de lo que Ernie le había dicho, por lo que él la tomó del brazo, hizo que se levantara del sillón, y la llevó a su dormitorio.
-¡Dijiste que irías a buscar ayuda, no a una niña tonta que usa coletitas! -Le reprochó Zacharias a Ernie cuando lo vio cruzar la puerta con Hannah detrás de él.
Ernie ignoró por completo a las protestas de Zacharias, sabía que había hecho lo correcto al traer a Hannah al cuarto.
-Zacharias dice que estas ronchas aparecieron en su piel mientras estaba dormido. Has pasado los últimos meses leyendo libros sobre enfermedades mágicas, seguramente podrás ayudar a identificar lo que le está pasando a Zacharias, y de esa forma la señora Pomfrey y tú podrán actuar más rápido para ayudarlo -Expuso Ernie, con seguridad.
Hannah tardó un poco de tiempo en reaccionar, pero logró controlar su inseguridad y caminó decidida hacia Zacharias. Luego, lo tomó con suavidad del brazo izquierdo, cuidando las posiciones de sus dedos para que no tocaran directamente alguna de las enfermas marcas en la piel del muchacho.
Ernie y Wayne prendieron todas las lámparas del cuarto para que Hannah pudiera examinar a Zacharias con mayor facilidad.
-¿Cuál es tu veredicto, sanadora? -Preguntó Zacharias, impaciente. Tenía los ojos rojos, las mejillas llenas de lágrimas, y la voz le temblaba, pero eso no era ningún impedimento para que su irritante sarcasmo se presentara.
-¿Tuviste contacto con alguna clase de planta mágica durante las últimas horas? -Le preguntó Hannah, con voz seria.
-No -Respondió Zacharias.
-¿Te picó algún tipo de bicho?
-No.
-¿Ingeriste alguna poción o sustancia desconocida?
-¡Ya te he dicho que no! -Gritó Zacharias.
Hannah se separó de Zacharias, quien había comenzado a apretar con su mano derecha una pelotita de goma que usualmente guardaba en el mueble junto a su cama para tranquilizarse, y fue directo hacia Ernie.
-Esto me da muy mala espina -Le susurró Hannah a Ernie-. La espontaneidad en que la enfermedad apareció y la rapidez con la que se esparce por el cuerpo de Zacharias solo me hacen pensar en las maldiciones que caen sobre las personas que se atreven a robar tesoros en las pirámides o en templos antiguos.
-¿Maldición? -Preguntó Ernie.
-Es la única explicación que se me viene a la cabeza. Probablemente la señora Pomfrey tenga una respuesta más acertada, pero por los libros que he leído sobre enfermedades causadas por maldiciones y embrujos, he aprendido que cuando una persona roba un objeto que está bajo la protección de algún maleficio, esa persona suele sufrir males que se manifiestan en su cuerpo, en especial en la piel -Hannah explicaba su hipótesis usando un tono de voz suave para tratar de no alarmar más a los tres chicos-. Es como una clase de castigo y marca para que los demás vean que esa persona es un ladrón. El tono azul que la piel de Zacharias está adquiriendo me parece señal de algún maleficio.
-¡¿Estás acusándome de ser un vulgar ladrón?! -Aulló Zacharias, arrojando la pelota de goma al suelo.
El objeto rebotó y golpeó un lugar en el suelo que estaba cerca de la camita de Jace. El gato se espantó por el ruido e inmediatamente fue a ocultarse debajo de la cama de Ernie.
-Tratar de mantener la compostura, Zacharias -Exclamó Ernie, mientras se agachaba para reconfortar a su gato-. Hannah solamente estaba explicando una teoría.
Metió un brazo debajo de la cama, y dos segundos después de tantear el piso, su mano se topó con algo peludo y ligero, pero no se trataba de Jace. La sensación del pelaje contra la piel de Ernie era suficiente para saberlo sin la necesidad de mirar debajo de la cama.
Extrañado, Ernie agarró el objeto con fuerza y lo sacó a la luz.
-¿Qué tienes ahí? -Le preguntó Wayne.
-Un peluche de mapache -Dijo Ernie, arrodillado en el suelo-. La prometida de mi hermano Edrick me lo regaló la navidad antepasada. Había olvidado que lo tenía debajo de mi cama.
De repente, la mente de Ernie comenzó a hacer conexiones a gran velocidad. Una idea surgió, la cual era muy descabellada, pero encajaba dentro de la locura que estaban viviendo.
-Creo que ya comprendo que es lo que está pasando aquí -Anunció Ernie, con los ojos muy abiertos.
Ernie se levantó del suelo y le pasó el peluche de mapache a Hannah. Después, rodeó su cama hasta llegar a su mochila, la abrió y dejo que todo el contenido se desparramara encima de la cama.
-¿Qué es lo que haces, Ernie? -Le dijo Hannah, mientras lo veía buscar con desesperación entre el mar de cobijas y objetos escolares.
Ernie no respondió hasta que logró su objetivo. Le tomó varios segundos lograr encontrar un sobre marrón, aunque a Ernie le parecieron minutos. Lo sostuvo en alto y se lo mostró a Hannah, Wayne y Zacharias.
-Creo que esto es lo que necesitamos para descubrir que fue lo que embrujó a Zacharias -Declaró Ernie.
-¡Eso es solo un estúpido sobre, Macmillan! -Gruño Zacharias.
-Hannah, ¿recuerdas que hace poco recibí de correo dos cartas de mi padre y mi hermano Edrick? -Dijo Ernie, tratando de hacerla recordar.
Su amiga asintió lentamente, pero no parecía comprender hacia donde quería llegar él.
-El día en que las recibí -Comenzó a relatar Ernie- Solamente leí la de mi padre, y esa carta tenía el único propósito de recordarme que debía seguir todas las reglas del colegio y esforzarme en los exámenes finales. Después, Wayne se sentó a mi lado y me interrumpió para preguntarme algunas cosas sobrar la clase de Transformaciones, y ya no pude seguir leyendo.
-Discúlpame por haberme entrometido en tus importantes asuntos solo para que me explicaras un par de dudas sobre la tarea que McGonagall nos había encargado -Lo interrumpió Wayne, con cara de ofendido.
-El punto es que olvidé leer la carta de mi hermano Edrick, y la había mantenido guardada en mi mochila desde entonces.
Luego, Ernie rompió el sello del sobre marrón. Había una nota pequeña y una hoja grande en el interior del sobre. Ernie tomó la pequeña nota y la leyó en vos alta.
Para Ernie:
Erzulie me pidió que te entregara esta carta lo más pronto posible. No tengo idea de lo que dice, pero trata de responderle de la manera más apropiada y amable posible.
Escribe pronto,
Edrick
Después de dejar la nota sobre su cama, Ernie tomó la hoja y comenzó a leerla.
Para Ernie Macmillan:
Me arrepiento tanto por haber sido tan descuidada con un asunto tan importante como este durante mucho tiempo. Mi cabeza ha estado tan ocupada con asuntos de la planeación de la boda y manejar los dos negocios de mi familia que últimamente me he vuelto muy distraída y olvidadiza.
Edrick me ha contado que este año decidiste llevar a tu colegio el regalo que te di en la primera navidad que pasé en tu hogar (el pequeño peluche de mapache), y necesito explicarte un par de cosas para que puedas evitar cualquier situación desagradable.
¿Recuerdas cuando te dije que ese peluche era un compañero bastante útil? Bueno, lo decía en serio.
El objeto en tu poder no es para nada común. Yo misma lo hice, y deposité en su interior un poco de mi magia. Este muñeco tiene la función de proteger todas tus pertenencias de cualquier ladrón. Cuando alguien tome sin permiso un objeto que sea tuyo, el muñeco embrujará a esa persona. Tiempos llenos de desgracias le esperarán a ese ladrón, y si tu pertenencia no te ha sido devuelta después de una considerable cantidad de tiempo, marcas de enfermedad aparecerán en la piel del ladrón. Hay un poco de tu cabello en el interior del peluche, Edrick lo tomó de tu cepillo la vez que fuimos a visitarlos para las fiestas navideñas, lo cual implica que existe un vínculo entre tú y el muñeco. Cuando te encuentres dormido, en algunas ocasiones, el muñeco hará que tengas sueños en los que puedas ver premoniciones que ayudarán a revelar la identidad del ladrón.
Si alguno de tus compañeros roba una de tus pertenencias y descubres de quién se trata, la única forma de romper el embrujo sobre esa persona es devolviéndote lo que es tuyo. De lo contrario, cosas peores le irán ocurriendo conforme avance el tiempo.
Espero que esta información te sea de ayuda.
Lamento cualquier inconveniente,
Erzulie
Ernie terminó de leer la carta y todas las personas en la habitación compartieron miradas incómodas entre sí.
-Zacharias, ¿robaste algo que le pertenezca a Ernie? -Comenzó a hablar Hannah, imitando a una madre que quería ver a su hijo confesar algo que ella ya sabía era culpable-. Di la verdad, es la única forma de ayudarte.
-¡Yo no tengo nada de Ernie! -Gritó Zacharias-. ¡Ni siquiera tiene algo que valga la pena robar!
-Mi collar -Discrepó Ernie-. Se que tienes mi collar de bronce. Desapareció hace meses y he visto a tus ojos de coyote fijados en él en más de una ocasión.
A pesar de que Zacharias parecía sufrir un fuerte dolor en los brazos, su orgullo era suficiente para que no le permitiera reconocer su crimen. Simplemente permaneció callado y fijó su mirada a la pared.
-Ya escuchaste lo que decía la carta -Le recordó Hannah a Zacharias-. Lo que te está pasando empeorará si no le devuelves a Ernie su collar. Hoy son tus brazos, pero mañana podría seguir el resto de tu cuerpo.
El rostro de Zacharias palideció aún más de lo que cualquiera hubiera creído posible. Suprimiendo un gemido de dolor, Zacharias metió la mano en la funda de su almohada, y del interior sacó su varita. Después, la apuntó hacia un lugar en la pared que estaba pocos centímetros arriba del cabecero de su cama.
-¡Revelio! -Exclamó Zacharias, girando su varita como si se tratara de una llave en un picaporte.
Un fragmento de piedra con forma rectangular se separó de la pared y quedó suspendido en el aire, dejando al descubierto un pequeño compartimiento secreto. Gracias a la luz de las lámparas, todos pudieron notar un pequeño destello de bronce que provenía del compartimiento. Ernie supo inmediatamente que era su collar de salamandra, oculto frente a sus narices todo este tiempo.
-Siempre supe que eras un patán y un embustero de la peor calaña -Gruñó Ernie, dirigiéndose al compartimiento secreto y recuperando su collar.
-Si, tomé prestado tu feo collar por un par de meses -Confesó Zacharias, sin demostrar ni un poco de vergüenza-. ¡Ahora quítame esta endemoniada maldición!
-Creo que eso ya pasó. Ahora que Ernie recuperó su collar, el peluche de mapache ya no tendrá motivos para seguir embrujándote -Inquirió Hannah.
-¡¿Y por qué demonios mis brazos no han sanado aún?!
-Porque es una enfermedad, y ni siquiera las enfermedades mágicas se desvanecen de un segundo a otro -Dedujo Hannah, fastidiada por la actitud Zacharias-. Deberá tomar un poco de tiempo para que tus brazos sanen, tal vez un par de días o semanas.
Zacharias extendió sus brazos decadentes hacia el frente.
-¡Míralos bien! ¡No puedo vivir con esto durante días! -Chilló Zacharias-. ¡El dolor es demasiado para soportarlo durante días enteros!
-Entonces vayamos con la señora Pomfrey, ella sabrá como ayudarte -Contestó Hannah, dirigiéndose a la puerta.
-¡La primera buena idea que oído en toda la noche! -Respondió Zacharias-. La segunda buena idea seguramente será cuando la profesora McGonagall decida expulsar a Ernie por traer un objeto maldito al dormitorio.
La mano de Hannah se congeló en el pomo de la puerta. Asustada, miró a Ernie en busca de ayuda.
-Si van a expulsar a alguien de esta habitación será a ti, Zacharias -Discrepó Ernie, enfrentándose cara a cara con Zacharias-. Robar objetos personales de otros estudiantes es motivo de expulsión, puedes verificarlo en el reglamento escolar.
-Poseer un objeto con magia oscura es mucho peor que robar un corriente collar.
-¡Yo no sabía que el peluche tenía magia! -Contestó Ernie-. Seguramente la profesora McGonagall comprenderá mi situación y me tendrá clemencia.
-Eso lo veremos -Sentenció Zacharias, fríamente.
Aunque ninguno estaba dispuesto a reconocerlo, ambos sabían que habían llegado a un punto muerto. Si uno de los dos salía perjudicado, era bastante probable que el otro también.
-Creo que lo mejor es que ambos mantengan la boca cerrada respecto a este asunto -Intervino Wayne, en un intento por aligerar el ambiente-. Los dos pueden salir muy mal parados de esta situación.
-En ese caso, no podemos ir a la enfermería. El padecimiento de Zacharias está muy arraigado a la magia oscura, la señora Pomfrey no lo atenderá sin hacer preguntas, en especial si consideramos que todo el personal de la escuela esta muy alterado por lo de la Cámara de los Secretos. -Añadió Hannah, preocupada-. Si vamos a hacer algo para curarlo debemos hacerlo nosotros.
Frustrado, Ernie le colocó el collar de salamandra a Zacharias. El muchacho protestó, no entendiendo que era lo que Ernie pretendía, pero sus brazos estaban tan adoloridos que no pudo oponer resistencia.
Pasaron un par de minutos en incómodo silencio. Hannah, Wayne y Zacharias contemplaban confundidos a Ernie, pero este último no les prestaba atención. Ernie deseaba que el poder de sanación del collar fuera suficiente para curar los brazos de Zacharias, pero pasaron los minutos y no ocurrió algún cambio.
-¡Caracoles hervidos! -Exclamó Ernie, mientras le quitaba el collar a Zacharias- Ya se me acabaron las ideas.
-Creo que yo puedo sugerir algo -Dijo Hannah, con voz seria-. Ernie, acompáñame a la sala común.
Abrió la puerta y dejó que Ernie pasara primero.
-¿Qué es lo que están tramando ustedes dos? -Los interrogó Zacharias.
-Esta niña tonta con coletitas va a evitar que se te caigan los brazos -Respondió Hannah, cerrando con un portazo.
🦝🦝🦝
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