Capítulo 27

ERNIE

Esa noche Ernie no soñó nada, al contrario, fue la primera en varios días en que algún sueño inquietante no lo despertó a media noche, o en la que sus pensamientos llenos de ansiedad y culpa no lo hostigaron hasta quedarse dormido.

Los rayos de sol de la mañana de navidad fue lo primero que logró sacarlo de su pacífica ensoñación. Pero no se levantó de la cama. No sentía muchas ganas de celebrar navidad, su familia se encontraba lejos, estaba molesto con su hermano mayor, y su mejor amigo era una estatua humana en la enfermería.

Sin embargo, sabía que eventualmente tendría que levantarse. Debía hacerlo por Hannah y Susan, quienes seguramente lo esperaban para celebrar junto a la chimenea de la sala común. Hannah y él habían acordado la noche anterior que harían todo lo posible para distraer por un rato a Susan de su gran pena.

Aprovechó que Zacharias seguía dormido para ir a bañarse y a cambiarse en completa comodidad. Ya no era obligatorio usar el uniforme, por lo que decidió ponerse un pantalón blanco, un jersey azul que hacía resaltar su cabello rubio, y un par de finos zapatos marrones. Después agarró los regalos que tenía escondidos en el mueble junto a su cama, y fue a buscar a las chicas a la sala común.

Ambas estaban sentadas en el sillón junto a la chimenea. Había un enorme árbol de Navidad a la mitad de la sala común. La profesora Sprout había decorado el lugar con varias masetas de flores nochebuenas, y le había colocado pequeños gorritos de navidad a las figuras de madera de tejones que estaban distribuidas por toda la sala. Hasta Venus, la planta carnívora de Hannah, estaba en la mesa frente a ellos y usaba un brilloso adorno de estrella dorada en la cabeza.

La decoración ayudaba a levantar un poco el ánimo, pero la notable ausencia de Justin hacía muy difícil que los tres entraran en estado de celebración. A pesar de eso, todos hacían su mejor esfuerzo por distraerse un rato de los problemas de los últimos meses. Incluso, Susan se veía más dispuesta a interactuar y a participar que lo que había demostrado la noche anterior.

Pasaron el rato bebiendo chocolate caliente con bombones y comiendo de un plato lleno de galletas, todo conseguido por Hannah de la cocina. Y como no podía faltar, también compartieron regalos. Un mes atrás, Ernie le había mandado una carta a Riv Lee en donde le pedía que usara el dinero que tenía guardado en el armario de su cuarto para comprar tres obsequios. La elfina doméstica cumplió con su pedido, y una semana después, la lechuza de su familia llegó al Gran Comedor y le entrego tres paquetes envueltos a la perfección en papeles dorados y moños rojos.

Ernie le regaló a Hannah una caja de cromos de ranas de chocolate, una bufanda de lana rosa y un pequeño frasco de perfume que Riv Lee había conseguido en el callejón Diagon. Como no estaba seguro de que clase de regalo le gustaría a Susan, Ernie fue por lo seguro y le compró un par de guantes de lana con diseño de pegasos y un gorro de lana que hacía juego con los guantes.

Hannah le regaló una bonita libreta azul, perfecta para alguien tan organizado y práctico como Ernie, una caja de grageas de todos los sabores y un par de calcetines color turquesa que la misma Hannah había tejido, y se notaba. A Susan le dio otro par de calcetines tejidos, solo que los de ella eran morados, y un llamativo collar de plata con un dije de media luna.

Susan se sintió mal por no haber comprado regalos para ellos, pero Hannah y Ernie le dejaron en claro que no necesitaban ningún regalo. Solo querían que ella se sintiera mejor.

Estuvieron conviviendo por un rato más, hasta que Susan les informó que iría a su cuarto para escribirle una carta a sus padres. Se despidieron de ella y la vieron marcharse silenciosamente por el túnel que conducía a los dormitorios de las niñas.

Ambos se quedaron platicando cómodamente en el sillón, hasta que Hannah recordó algo que había querido hablar con Ernie desde hacía días.

-¿Ya has hablado con Brina y con Berto respecto a si les interesa unirse a la guardia? -Le preguntó a Ernie.

-Tenía planeado hacerlo, pero luego se me ocurrió que tal vez no era necesario -Contestó Ernie, con franqueza-. Me refiero a que ambos son de Slytherin, no me parece lógico que el heredero ataque a los miembros de la casa de su propio ancestro.

-Eso no implica que no haya ningún estudiante de Slytherin que sea hijo de muggles -Señaló Hannah-. Al heredero podría darle igual que pertenezcan a la casa de Slytherin o no.

Ernie, que se sentía como un tonto por no haber pensado en esa posibilidad antes, asintió con la cabeza y le propuso ir a buscar a Brina y Berto al Gran Comedor.

-Pero nuestros grupos de la guardia siguen en sus habitaciones, probablemente sigan dormidos, ¿no será muy grosero ir a despertarlos solo para que nos acompañen? -Dijo Hannah.

-No es necesario, podemos ir solo nosotros dos. Yo conozco de memorias las rutas seguras y que áreas debemos evitar, y ambos contamos con las reliquias de bronce para advertirnos del peligro.

De repente, Hannah pareció recordar algo y comenzó a retirar suavemente el anillo de bronce de su mano.

-A propósito, creo que es buena idea que, hasta que encontremos tú collar, será mejor que tu uses el anillo y yo los aretes. Al fin de cuentas, tú no tienes las orejas perforadas como Justin y yo.

Hannah le extendió el anillo de bronce con forma de perro y Ernie lo aceptó amablemente. Casi de inmediato, el muchacho le entregó los aretes, los cuales había guardado en el bolsillo de su pantalón.

Antes de abandonar la sala común, Hannah decidió estrenar la bufanda que Ernie le había regalado y se la colocó alrededor del cuello. El color rosa de la prenda no combinaba para nada con el suéter verde que llevaba puesto, pero a la chica no parecía importarle.

Después, ambos subían las escaleras del sótano, con la esperanza de encontrar a Brina y a Berto en la seguridad del Gran Comedor, pero al llegar ahí, solamente vieron a Brina. Era la única persona en toda la mesa de Slytherin, y daba la sensación de que estaba ansiosa y preocupada.

Es verdad que por un momento Ernie pensó en dar media vuelta y hablar con Brina en otro momento, pero ella y Berto habían sido muy amables con ellos después de lo que ocurrió con Justin, y sentía que era su responsabilidad corresponder el favor.

Con la decisión tomada, ambos avanzaron discretamente hacia la mesa de Slytherin. Saludaron a Brina y comenzaron a hablar con ella tratando de que la conversación aflorara lo más natural posible. Aunque Brina respondía a todo lo que ellos le decían, ella se comportaba en todo momento de manera distante y poco entusiasta, como si necesitara estar en otro lugar o con alguien más.

-¿Todo está en orden, Brina? -Preguntó Hannah, sin poder resistir la intriga.

Notaron que la niña de Slytherin meditó muy bien sus siguientes palabras, como si estuviera tentada a mentir, pero también daba la sensación de que necesitaba hablar con alguien.

-Se trata de Berto -Respondió después de casi un minuto completo de silencio-. Nathaniel Rosier, un muchacho de Slytherin, siempre lo anda molestando y provocando, y esta mañana hizo algo en nuestra sala común que realmente sacó a Berto de sus casillas.

-¿Pasó algo malo? ¿Berto se encuentra bien? -Preguntó Ernie, con genuino interés.

-No creo que sea buena idea que yo les diga lo que ocurrió, pero Berto está bien. Lo que pasa es que se fue molesto de la sala común y no tengo idea de en donde podría estar -Explicó Brina, sin quitar la vista de la entrada del Gran Comedor, como si en cualquier momento Berto fuera a cruzar el umbral-. Si no fuera por los ataques recientes que me tienen tan nerviosa, iría yo misma a buscarlo.

Sin ninguna explicación, Ernie sintió el impulso de revisar el anillo de bronce un su mano. La reliquia no le había advertido sobre algún peligro próximo, aunque Ernie si tenía la sensación de que el anillo le estaba ordenando que hiciera algo al respecto.

-Yo puedo ir a buscarlo -Soltó sin ningún reparo-. Poseo un buen conocimiento de las áreas de la escuela, y sé perfectamente cuales zonas pueden ser riesgosas. Será mucho más seguro que yo vaya a buscarlo.

-¿De verdad harías eso? -Le preguntó Brina, demostrando un gran alivio en la voz-

-Claro, iré en este preciso momento.

Ernie se dio media vuelta y se dispuso a salir del gran comedor, sin embargo, a los pocos pasos sintió como Hannah lo tomaba del brazo para detenerlo.

-¿Ernie, no te parece que antes deberíamos ir por nuestros equipos de la guardia? -Lo cuestionó Hannah.

-Perderíamos mucho tiempo, tiempo valioso. Será mejor si voy ahora, además, recuerda que tengo esto -Dijo Ernie, mostrándole discretamente en anillo de bronce-. Si empiezo a sentir que estoy en riesgo, daré media vuelta y regresaré corriendo a la sala común. Tu quédate con Brina y trata de hacer que se tranquilice.

Ernie no se quedó para ver si Hannah había quedado convencida, ya que abandonó el Gran Comedor lo más rápido que pudo y comenzó su búsqueda. No había convivido con Berto lo suficiente para conocer el lugar exacto al que el muchacho iría para estar solo. Aunque si tenía una corazonada sobre en donde podría estar Berto, gracias al tour que Ernie, Hannah y Justin les habían hecho a los niños de primero a comienzos del año escolar.

Esperando no estar equivocado, Ernie salió del castillo y se dirigió al Campo de Quidditch, el único lugar en donde había visto a Berto emocionado y relajado, aunque tan solo fue durante un momento fugaz.

Como era de esperarse, todo el estadio estaba desierto, cubierto de nieve, y había muchos carámbanos que colgaban de las gradas. Ernie se arrepentía de no haber traído consigo una bufanda o un par de guantes, pero se esforzó en soportar el frío hasta encontrar a Berto.

Gracias al cielo, su corazonada había sido correcta y no tardó en divisar a Berto sentado en la parte superior de las gradas. Una bufanda de rayas verdes y plateadas le cubría la parte inferior del rostro, por lo que Ernie no podía distinguir en que estado de humor se encontraba el muchacho. Decidió que lo mejor era aproximarse lenta y discretamente hacia el muchacho, con el fin de no alterarlo.

Cuando llegó hasta él, Ernie llamó su atención con un simple saludo. Parecía que Berto no se había percatado en ningún momento de su presencia, y naturalmente, el muchacho abrió mucho los ojos y soltó una pequeña exclamación al ver a Ernie.

-¿Por qué estas espiándome? -Le preguntó Berto, bruscamente.

-Lo lamento, no estaba espiándote, y tampoco era mi intención espantarte. Me topé con tu amiga Brina en el Gran Comedor, me contó que algo malo te había ocurrido en la mañana, y pensé que tal vez necesitabas alguien con quien hablar -Explicó Ernie.

Trataba de que sus palabras fueran cuidadosas y amables para que estas inspiraran un poco de confianza en el muchacho moreno, aunque sus esfuerzos parecieron ser en vano cuando notó que el rostro de Berto adoptaba una expresión de indignación.

-Pues te equivocaste. No te necesito a ti ni a nadie -Respondió Berto, con frialdad-. ¡Quiero que me dejes solo!

Acto seguido, el muchacho le volteó la cara para no seguir viéndolo a los ojos. Estaba muy enojado, eso era indiscutible, pero Ernie también presintió que Berto se sentía frustrado y hasta... ¿humillado?

Ernie también notó otro detalle sutil. Berto usaba su mano izquierda para sujetar con fuerza el final de la anormalmente larga manga derecha de su túnica, como si estuviera tratando de ocultar una herida debajo de su brazo.

Ernie se preocupó y se acercó más a Berto.

-¿Te encuentras herido? ¿Nathaniel Rosier te lanzó alguna maldición? Déjame revisar tu brazo -Dijo Ernie, extendiendo su mano para revisar la lesión del Slytherin.

Pero Berto se levantó inmediatamente de su lugar y se alejó de él lo mas rápido que pudo. Sus ojos oscuros y felinos miraron a Ernie con un gran disgusto.

-No estoy herido. Tampoco necesito tu ayuda, así que te pediré por última vez que me dejes solo -Respondió Berto, con tono amenazante.

Para ser alguien tan joven, Berto tenía mucha furia y desconfianza en su interior. Ernie no supo exactamente a que se debía, pero descubrió repentinamente que deseaba saber más al respecto y quería encontrar una forma de que Berto se sintiera mejor. Tal vez todo se debía a que se sentía agradecido con él y con Brina por haberlo ayudado en el pasado.

-Entiendo que no quieras hablar con nadie, y que prefieras solucionar esto por tu cuenta. Yo también he experimentado esa sensación en el pasado, pero si hay algo que mi amigo Justin me ha enseñado, es que hace mucho más bien hablar de las cosas malas en tu vida con alguien de confianza, que guardártelo todo y tratar de solucionarlo por tu cuenta.

-¿Y tú eres alguien en quien puedo Confiar? -Lo cuestionó Berto, con frialdad. Su expresión se suavizó un poco, sin embargo, Ernie tenía el presentimiento de que aún faltaba mucho para ganarse la confianza del muchacho.

Ernie se sentó en la grada, y meditó detenidamente la mejor respuesta que lo hiciera sonar sincero y creíble.

-Eso es algo que tu tienes que decidir. Por mi parte te puedo asegurar que haré mi mejor esfuerzo por no juzgarte y trataré de ayudarte en lo que pueda. No tienes que hablar necesariamente conmigo, solamente quiero dejarte muy en claro que no tienes que pasar por esto solo, sin importar lo complicado que sea.

-No quiero tu lástima -Contestó Berto.

-No la tendrás, lastima no es igual a compasión.

-¿Por qué haces esto?

-Porque si Justin estuviera en mi lugar, él haría lo mismo sin pensarlo -Respondió Ernie, sabiendo en su interior que cada palabra que decía era totalmente verdadera.

Ernie tuvo la sensación de que el muchacho se reusaría a hablar con él y estaba a punto de abandonar el campo de Quidditch. Sorprendentemente, Berto bajó la cabeza y ocupó el asiento enseguida del suyo. Él no comenzó a hablar de inmediato, pero Erie se comportó paciente y comprensivo en todo momento.

-No estoy herido -Habló Berto, finalmente-. Tampoco es algo grave. Brina no debió preocuparse. No es nada que no haya manejado en el pasado, aunque me pregunto si algún día terminará. No entiendo que fue lo que le hice a Nathaniel Rosier para que me convirtiera en su principal blanco de burlas, ya es bastante malo compartir el mismo dormitorio con él, pero esta mañana decidió ir un paso más lejos.

Berto comenzó levantarse la manga derecha de la túnica. Ernie no sabía que era exactamente lo que esperaba ver, pero cuando el muchacho de Slytherin se descubrió completamente la mitad inferior del brazo, se quedó un par de minutos observando fijamente el brazo de Berto, sin mover un solo músculo o sin producir un solo sonido.

Lo que estaba viendo no era una mano, o por lo menos, no era una de carne hueso. Una fina prótesis de madera reemplazaba casi por completo la mitad inferior del brazo de Berto.

-Es muy impactante la primera vez que la observas, ¿verdad? -Comentó Berto, usando una voz que no denotaba ninguna emoción-. Lo cierto es que llevo tanto tiempo con ella que probablemente no poseo algún recuerdo en el que no la use. No recuerdo si alguna vez me sorprendió, o si desde pequeño acepté que era parte de mí, pero nunca me ha gustado, y mucho menos cuando otras personas la miran de la misma forma en que tú lo haces ahora.

-Disculpa, te prometo que no era mi intención...

Comenzó a hablar Ernie, sintiéndose bastante avergonzado, pero Berto lo interrumpió con un simple ademan de su mano izquierda.

-No te disculpes, es natural que reacciones así. Brina también reaccionó de la misma manera la primera vez que la vio. Mi madre creyó que alargar la manga de mi túnica ayudaría a disimular la prótesis, pero cuando supe que tendría que compartir dormitorio al llegar a Hogwarts, acepté que solo era cuestión de tiempo para que alguno de los otros chicos la notara. Y para mi mala suerte, el sujeto en cuestión resultó ser Nathaniel Rosier. No comprendo porque decidió esperar tanto tiempo, pero hoy en la mañana, cuando todos los Slytherin se encontraban en la sala común, le lanzó un encantamiento a mi prótesis y esta se separó de mi cuerpo. Mi mano de madera comenzó a correr como araña por toda la sala común, mientras yo la perseguía como si fuera un gato detrás de un ratón. Todos se reían de mí, y ahora cada estudiante en Slytherin sabe lo de mi prótesis.

Aunque lo que contaba era bastante penoso, Ernie notó el esfuerzo que hacia Berto para que ninguna emoción se le escapara.

-Lamento mucho que ese individuo tan detestable te hiciera pasar por una situación tan humillante -Dijo Ernie

-Si, bueno -Volvió a hablar Berto, bajando la manga de su túnica para cubrir su prótesis de nuevo-. Brina fue la que descubrió que Nathaniel era quien estaba hechizando la prótesis, y ella le lanzó un embrujo que hizo que Nathaniel chocara contra una pared y quedara inconsciente.

-¿Se metió en problemas por hechizar a un compañero?

-No lo creo, el jefe de nuestra casa no se encontraba cerca, y por lo general, los Slytherin se enfocan en sus propios asuntos y no andan delatando a los demás, a menos que les beneficie de algún modo -Explicó Berto-. Nathaniel no es un tipo muy querido en Slytherin, así que nadie salió a defenderlo, y tampoco es que le haya pasado algo grave. Pero yo estaba tan humillado que recogí mi prótesis y salí corriendo de la sala común.

Berto dejó de hablar, y los dos se quedaron en completo silencio por lo que parecieron varios minutos. Ernie no sabía que era lo que debía hacer después, había tenido una situación similar con Justin y los matones de Draco Malfoy, pero las circunstancias de ambos casos eran muy diferentes. Finalmente decidió que lo más recomendable era preguntarle a Berto lo que quería hacer.

-¿Te gustaría que te acompañe a hablar con Dumbledore o con cualquier otro maestro sobre lo que te pasó? -Sugirió Ernie-. Tal vez puedan reprender a Nathaniel por lo que hizo, puede que lo expulsen del colegio y así no habrá nadie que te moleste.

-No tengo ninguna prueba, y no creo que nadie en Slytherin, aparte de Brina, esté interesado en apoyarme. Como dije antes, cada Slytherin se ocupa de sus propios asuntos, y si voy con algún maestro y le digo lo que pasó, aunque expulsen a Nathaniel, será cuestión de tiempo para que otro tome su lugar. Los delatores no son bien vistos en Slytherin. Pero tenías razón, hablar de esto con alguien hace que esta basura sea un poco más tolerable.

-En ese caso, yo te enseñaré un par de embrujos para que te defiendas -Dijo Ernie, en un intento por hacer que el mundo de Berto fuera menos sombrío y pesimista-. Conozco uno que hará que los dientes de Nathaniel le crezcan hasta llegar a la planta de los pies.

Sorprendentemente, ese comentario bastó para sacarle una auténtica sonrisa a Berto.

-¿Tu eres el Osado de Hufflepuff? Brina y yo escuchamos a las chicas de segundo año de Slytherin hablar sobre un Hufflepuff al que le gustaba hechizar los dientes de la gente -Preguntó Berto, con ánimo.

Ernie pensaba que Zacharias era el único que lo llamaba por ese apodo, pero parecía que una pequeña leyenda sobre él comenzaba a esparcirse por todo el colegio.

-Las cosas no sucedieron así, permíteme que te diga la verdad.

Ernie comenzó a contarle la historia de cuando había embrujado los dientes de Crabbe el año pasado. Fue el único momento agradable que ambos habían pasado juntos, aunque terminó casi inmediatamente después de que la historia de los dientes embrujados de Crabbe finalizó.

El silencio volvió, sin embargo, Ernie se sintió más en confianza y se atrevió a hacerle otra pregunta al chico.

-Berto, ¿recuerdas el día del tour de Hogwarts para los de primer año? -Preguntó Ernie.

-Me parece que sí -Respondió Berto, un poco confundido.

-Cuando nuestro grupo visitó este estadio, había un equipo practicando. Recuerdo que dijiste que te gustaría jugar Quidditch, pero que nunca podrías hacerlo. Eso último lo dijiste por lo de tu prótesis, ¿correcto?

Ernie temió haber ofendido a Berto y que este se negara a seguir hablando con él. Afortunadamente, el muchacho asintió en silencio.

-Necesito una mano para sostenerme de la escoba, y otra para agarrar la Quaffle, la Snitch dorada o el bate para bloquear la Bludger. No puedo jugar solo con una mano -Respondió con amargura.

-Tal vez no todo este definido, podríamos descubrir una forma en la que tu...

-Quiero regresar al castillo -Lo interrumpió Berto, abruptamente.

Ernie de verdad quería compartir esa pequeña esperanza con él, pero también entendía que Berto tal vez no se sintiera preparado para seguir compartiendo asuntos íntimos. Por lo que Ernie cedió, y ambos caminaron entre la nieve hasta volver al castillo.

Por lo menos ya habían logrado un par de avances. 

🦝🦝🦝

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