Capítulo 19
Dedicado a Robbie Coltrane
Justin
Las vacaciones de navidad se acercaban y era momento de que los estudiantes que quisieran quedarse en el castillo se reportaran con la profesora McGonagall. La mayoría de alumnos estaban tan asustados por lo que le había pasado a Colin, que casi nadie quería permanecer en Hogwarts.
Durante la primera semana de diciembre, los padres de Hannah le habían mandado una carta explicándole que ella debía quedarse en el castillo, ya que ellos estaban visitando a su abuelo, quien se había lastimado gravemente la cadera y no podía hacerse cargo de sí mismo o de la vieja huerta familiar. Hannah no tuvo más opción que resignarse a su angustiante destino, y empezó a elaborar planes que impidieran que ella abandonara el sótano de Hogwarts durante las vacaciones.
-El castillo estará prácticamente vacío, cualquiera podría ser una víctima fácil para el heredero de Slytherin -Les comentaba, alarmada, durante la cena del día que recibió la carta-. Se los digo, solo saldré de la sala común para escabullirme a la cocina.
Una semana exacta después, Ernie también recibió malas noticias. Le llegó una carta de su padre que decía que había tenido complicaciones muy graves en el caso en que trabajaba actualmente, y pronto tendría que viajar a Estados Unidos para visitar a Edrick y a Erzulie, con el fin de finalmente comenzar a planificar la boda. Por lo que Ernie y Elber debían permanecer en Hogwarts por el resto del año escolar.
A Elber no parecía importarle en lo más mínimo no regresar a casa, pero Ernie se había unido a Hannah en la construcción de un refugio seguro en el sótano de Hogwarts.
En el día que la profesora McGonagall recogió las listas con los nombres de los estudiantes que se quedarían en el castillo, Hannah y Ernie se la pasaron toda la mañana rogándole a Justin que decidiera permanecer en Hogwarts con ellos.
-Estaremos más seguros si permanecemos los tres juntos, las reliquias de bronce son más eficientes cuando están juntas -Le explicó Ernie, casi suplicando.
-Te prometo que haré que la navidad sea igual de divertida aquí que en casa -Le susurró Hannah, durante la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras-. Además, Lockhart se quedará en el castillo, y estoy segura de que necesitará la ayuda de su asistente personal para responder todo el correo de fans que le llegará en las vacaciones.
A pesar de que quería seguir trabajando con Lockhart, a Justin no le entusiasmaba mucho la idea de permanecer en un Hogwarts semivacío, en especial después de enterarse, por medio de Hannah, que Susan tampoco regresaría a casa para las fiestas navideñas. El muchacho de ojos oscuros y cabello marrón prefería regresar a la seguridad de su hogar materno, en donde nadie lo asecharía o intentaría petrificarlo, pero había un gran problema con esta segunda opción.
En el momento exacto que la madre de Justin lo volviera a ver, seguramente se percataría de que algo malo le estaba pasando y no dejaría de indagar hasta descubrir la razón. Nunca nadie lograba ocultarle algún secreto a su madre por mucho tiempo. Le había costado mucho trabajo y esfuerzo convencer a su madre de que lo dejara estudiar magia, y Justin estaba seguro de que ella no le permitiría regresar si descubriera que hay alguien en el colegio que lastima a los hijos de muggles.
Y aunque sus últimas semanas en el mundo mágico no habían sido exactamente las mejores, Justin tampoco quería perder esa parte de él que lo hacía sentir tan especial y le traía mucha alegría. Por ese motivo, y al último momento, Justin acudió con la profesora McGongall y le informó respecto a su decisión de quedarse en las vacaciones. No tendría más remedio que escribirle una larga y convincente carta a su madre, en la que le explicaría su deseo de no permitir que sus amigos pasaran las fiestas navideñas en soledad. Al menos podía fingir de lejos.
***
Días después, otro acontecimiento volvió a escandalizar a la escuela, pero esta vez no se trataba de algún alumno o animal petrificado, sino del anuncio de la próxima inauguración de un club de duelo.
La noticia estaba en boca de todos, sin embargo, ninguna persona en Hogwarts se emocionó más que Justin al enterarse de que el mismismo Gilderoy Lockhart se encargaría de entrenar a los duelistas. Finalmente, lo que tanto había esperado desde que inició el año escolar se le cumpliría. Recibiría instrucciones de duelo mágico de uno de sus más grandes héroes. Por primera vez en un considerable periodo de tiempo, Justin volvió a sentir la emoción por aprender magia y crecer como hechicero.
Hasta Ernie y Hannah parecían deseosos de asistir al club. Por ese motivo, durante la noche del diecisiete de diciembre, los tres se presentaron en el Gran Comedor media hora antes de la primera sesión del club.
No pasó mucho tiempo antes de que el salón se llenara de estudiantes de todas las casas y años. Justin se alteró cuando vio a Harry Potter emtrar por las enormes puertas del Gran Comedor, pero decidió que se mantendría el resto de la sesión lo más alejado de él.
El lugar había sido decorado para la ocasión. Las cuatro enormes mesas habían sido reemplazadas por una larga tarima que recorría el salón, y estaba decorada con el dibujo dorado de las etapas de la luna. Miles de velas flotaban en el aire, iluminado el comedor, y los estudiantes de todos los años se agruparon a ambos lados de la tarima.
Los estudiantes empezaron a impacientarse justo en el momento exacto en que el profesor Lockhart entró por la puerta de la sala contigua. A pocos pasos de distancia, el profesor Snape acompañaba al profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, con una evidente expresión de desagrado en el rostro. Con su caminata elegante, Lockhart subió a la tarima y los murmullos de los estudiantes se silenciaron.
-¡Acérquense! ¡Acérquense todos! ¿Todo el mundo me ve? ¿Todos me escuchan bien? ¡Excelente! -Gilderoy Lockhart se acomodó su fina túnica negra en el lado izquierdo del cuerpo, y posó su mano derecha en la cintura-. Dados los sucesos penosos que han ocurrido, el profesor Dumbledore me ha concedido permiso para abrir este modesto club de duelo, con la intención de prepararlos a todos ustedes por si algún día necesiten defenderse tal como me ha pasado a mí en incontables ocasiones (para más detalles, consulten mis obras).
Justin no necesitaba revisar ninguno de los libros en su colección de Lockhart, podía recitar de memoria cada batalla que el mago había escrito.
Después, Lockhart se liberó de su túnica y la dejó caer sobre la multitud con un movimiento extravagante. Un grupo de chicas de Gryffindor atraparon la túnica, soltando pequeños gritos de emoción, y Justin se maldijo a si mismo por encontrarse demasiado lejos de la prenda.
»Les presento a mi asistente, el profesor Snape —dijo Lockhart, con una amplia sonrisa—. Él dice que sabe un poquito sobre el arte de batirse, y ha accedido desinteresadamente a ayudarme en una pequeña demostración antes de empezar. Pero no quiero que ninguno se asuste: no se quedarán sin profesor de Pociones después de esta demostración, ¡no teman!
El profesor Snape mantuvo su seria expresión de disgusto y comenzó a caminar hacia la mitad de la tarima. Lockhart hizo lo mismo, pero a diferencia de Snape, el mostraba una confiada sonrisa. Luego alzaron sus varitas mágicas frente a ellos, como si fueran espadas.
-Esa es la posición de combate clásica -Le susurró Ernie al oído-. Los magos solían usarla mucho en la antigüedad, cuando se batían en duelos de honor.
Luego, Lockhart y Snape se dieron media vuelta y se distanciaron por una considerable cantidad de pasos. Acto seguido, ambos adoptaron diferentes poses ofensivas, pero no ejecutaron ningún encantamiento.
-Una..., dos... y tres -Contó Lockhart.
Ambos alzaron las varitas y las dirigieron a los hombros del contrincante. Snape gritó:
-¡Expelliarmus!
Resplandeció un destello de luz roja, y Lockhart despegó en el aire, voló hacia atrás, salió de la tarima, pegó contra el muro y cayó resbalando por él hasta quedar tendido en el suelo.
Se escucharon las risas y exclamaciones de varios estudiantes. Hannah quedó horrorizada al ver el cuerpo de Lockhart tirado en el suelo, pero se tranquilizó al ver como el profesor se levantaba rápidamente. Justin también debía admitir que se había paralizado al ver a su héroe volar por los aires.
-¡Bueno, ya lo han visto! -dijo Lockhart, tambaleándose al volver a la tarima-. Eso ha sido un encantamiento de desarme, y ha sido una excelente idea enseñarlo a los alumnos, pero si no le importa que se lo diga, era muy evidente que iba a atacar de esa manera. Si hubiera querido impedírselo, me habría resultado muy fácil. Pero pensé que sería instructivo dejarles que vieran...
Esa explicación bastó para convencer a Justin, después de todo, Lockhart era un experto en lo que hacía, y no podía cometer errores de principiante como no saber defenderse de un encantamiento de desarme.
-Quizás sea prudente primero enseñar a los estudiantes a bloquear encantamientos enemigos, profesor -Respondió Snape
Lockhart meditó en silencio la propuesta del profesor de Pociones durante unos segundos, pero terminó aceptando con una brillante sonrisa que exhibía sus perfectos dientes.
-¡Excelente sugerencia, profesor Snape! Ah, ¿Una pareja voluntaria? -Lockhart le dio la espalda a Snape para buscar a los voluntarios ideales entre la multitud de estudiantes. Justin sentía el impulso de levantar la mano y que Lockhart notara lo valiente que era, pero su miedo de salir disparado por los aires y atravesar una de las enormes ventanas del Gran Comedor hizo que se mantuviera inmóvil en su lugar.
-Potter y Weasley, suban -Exclamó Lockhart, finalmente.
Harry y Ron estaban por subir a la tarima cuando la macabra voz del profesor Snape resonó en el salón.
-La varita de Weasley causa estragos con cualquier hechizo, enviará a Potter a la enfermería en pedazos. Sugeriría un elemento de mi propia casa -La expresión de disgusto de Snape fue rápidamente reemplazada por una actitud casi burlona, mientras que Lockhart permaneció serio-. ¿Malfoy, tal vez?
Lockhart aceptó sin decir mucho, y acto seguido, ambos profesores se retiraron a los extremos opuestos de la tarima para que los dos voluntarios tuvieran espacio para enfrentarse.
Draco se veía muy confiado y sonriente, mientras que Harry permanecía con un semblante serio y analítico. Con toda honestidad, Justin no sabía a cuál de los dos contrincantes apoyar.
-¡Varitas arriba! -Ordenó Lockhart, después de que Draco y Harry quedaron frente a frente.
Ambos obedecían las indicaciones al instante. Justin alcanzó a escuchar un sutil intercambio de palabras entre los dos.
-¿Asustado, Potter? -Murmuró Malfoy, de forma que Lockhart no pudiera oírle.
-Ni un poco -Le dijo Harry, torciendo la boca.
Después, ambos imitaron el anterior comportamiento de duelo de Lockhart y Snape, tomaron una distancia prudente y adoptaron posturas ofensivas. El ambiente se había llenado de tanta tensión que era posible cortarla con un cuchillo. Todos los espectadores observan atentos hasta el más mínimo movimiento de los duelistas.
-Cuando cuente hasta tres, lancen encantamientos para desarmar al oponente. Sólo para desarmarlo; no queremos que haya ningún accidente. Una, dos y... tres.
Harry apuntó la varita hacia los hombros de Malfoy, pero éste ya había empezado a la de dos. Su conjuro le hizo el mismo efecto que si le hubieran golpeado en la cabeza con una sartén. Harry se tambaleó, pero aguantó, y sin perder tiempo, dirigió contra Malfoy su varita, diciendo:
-¡Rictusempra!
Un chorro de luz plateada alcanzó a Malfoy en el estómago, y el chico voló por los aires hasta caer a los pies del profesor Snape. El chico de pelo rubio platinado se quedó un momento sentado, retorciéndose de dolor, mientras el jefe de la casa de Slytherin lo vio como si fuera un perro pulgoso que acababa de dejarlo en ridículo.
Snape tiró de la túnica de Malfoy hasta ponerlo de pie, y después le dio un empujón hacia el centro de la tarima. El chico volvió a tomar una postura ofensiva y miró a Harry con ojos de odio.
-¡Dije solo desarmarlo! -Los reprendió Lockhart, y Justin se sorprendió al notar una mirada nerviosa en su rostro.
Malfoy levantó rápidamente la varita y bramó:
—¡Serpensortia!
Hubo un estallido en el extremo de su varita. De ella salía una larga serpiente negra, caía al suelo entre los dos y se erguía, lista para atacar. Todos se echaron atrás gritando y despejaron el lugar en un segundo.
Tal fue su impresión al ver al peligroso animal, que Justin no se movió de su lugar. Simplemente se quedó perplejo, observando como la serpiente zigzagueaba por la tarima.
-Déjame, Potter -Dijo Snape, apartando a Draco de su camino, y caminando a paso decidido hacia la venenosa criatura-. Yo me encargo de esto.
-¡Permítame, profesor Snape! -Gritó Lockhart. Blandió su varita apuntando a la serpiente y se oyó un disparo: la serpiente, en vez de desvanecerse, se elevó en el aire unos tres metros y volvió a caer al suelo con un chasquido. Furiosa, silbando de enojo, se deslizó derecha Justin y se irguió de nuevo, enseñando los colmillos venenosos.
Si antes la idea de moverse de lugar era difícil, ahora le resultaba imposible. Justin jamás había sentido tanto miedo en su vida, ni siquiera cuando su madre descubría que el y su hermana habían roto una de las masetas más costosas de su hogar. Podía sentir que su corazón quería salirse de su pecho, frías gotas de sudor le resbalaban por el rostro, casi no podía controlar su respiración, y sus dientes castañeaban sin parar, todo esto pasaba mientras la furiosa serpiente lo observaba fijamente.
Además de su propio miedo, Justin podía percibir el pánico de las personas detrás de él. No necesitaba darse la vuelta para saber que Hannah seguramente se había aferrado con pavor al brazo de Ernie, y que lo más probable es que este último estuviera sufriendo un pequeño episodio traumático en su interior. Justin deseaba decirles que todo estaría bien y que no debían preocuparse, pero lo cierto es que ni siquiera el mismo sabía si eso era verdad.
De repente, la serpiente se deslizó un poco más hacia él, y Justin escuchó un agudo grito de histeria detrás de él, el cual estaba casi seguro de que le pertenecía a Susan. Sin embargo, y por muy sorprendente que pudiera sonar, algo más llamó su atención.
Por el rabillo del ojo, Justin alcanzó a ver a Harry Potter caminando lentamente hacia la serpiente. Sus verdes ojos estaban fijos en ella, y entonaba con una voz seseante un macabro cantico que sonaba hipnótico y perverso.
La serpiente parecía entender lo que Harry pronunciaba, y rápidamente pasó de estar furiosa a en una especia de trance. Pero no aparentaba que quería dejar a Justin en paz, es más, Harry sonaba como si le estuviera dando instrucciones específicas a la serpiente. Instrucciones para atacar a Justin.
De repente, la profunda voz del profesor Snape volvió a resonar por las paredes del Gran Comedor.
-¡Vipera Evanesca!
Una chispa roja emanó de la varita de Snape, alcanzó a la serpiente y consumió su cuerpo hasta que no quedaron más que brasas y ceniza.
Todos los presentes voltearon a ver a Harry. Justin salió de su trance de horror, y cuando dirigió su mirada hacia la tarima, encontró al muchacho de la cicatriz con forma de rayo en la frente sonriéndole descaradamente.
Justin se sentía aterrado, pero también furioso. Ahora no le quedaba la menor duda de que Harry Potter odiaba todo lo que tenía que ver con muggles, y que él era el heredero de Slytherin.
—¿A qué estabas jugando? —Gritó, y antes de que Harry pudiera contestar, se había dado la vuelta y abandonaba el salón.
🦝🦝🦝
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