Capítulo 14

La oficina del profesor Dumbledore era una sala circular repleta de todo tipo de artefactos singulares y mágicos; algunos emitían sonidos o humo. De las paredes colgaban retratos de todos los directores que Hogwarts había tenido.

El sombrero seleccionador descansaba sobre un estante detrás de la cómoda silla en la que se sentaba el director Dumbledore, y a un lado del escritorio, se hallaba un hermoso pájaro de color escarlata, ojos negros y cola larga. Ernie seguramente se había maravillado al contemplar a su primer Fénix, si no fuera porque se había metido en serios problemas.

Después de sorprender a Ernie lanzándole un conjuro a Crabbe, la profesora McGonagall los llevó a los dos hasta el despacho del profesor Dumbledore, y había llamado a los jefes de las casas de Hufflepuff y Slytherin para una reunión por lo sucedido.

—Los detuve justo a tiempo de que se hirieran gravemente —explicaba la profesora con un tono severo.

Crabbe intentó decir algo, pero no se le entendía nada gracias a los enormes dientes.

—¡Un duelo entre alumnos es algo inaceptable! —continuó McGonagall.

—No es propio de un alumno como Ernie este comportamiento —intervino la profesora Sprout—. Seguramente debe haber una buena explicación.

—A mí me parece sorprendente que, en su estado actual... —señaló el profesor Snape mientras Ernie se limpiaba la nariz con la manga de su sudadera—, un alumno enfermo de primer año pudiera realizar un maleficio a la perfección. Sin embargo, puede que su padecimiento también haya nublado su juicio. Es una pena, tal vez el joven Hufflepuff podría convertirse en un prodigio de los encantamientos, si tan solo decidiera no invertir su tiempo en atacar a estudiantes inocentes.

—Me parece, Severus, que ya ha llegado el momento de que el joven Macmillan hable por sí mismo —dijo el profesor Dumbledore, acomodándose las gafas de media luna—. Adelante, Ernie. Explícanos la razón por la que le lanzaste un conjuro a tu compañero.

Ernie tragó saliva, pero esta vez no fue debido al dolor en la garganta. Era la primera plática que mantenía con Albus Dumbledore, y finalmente tenía la atención de los profesores que tanto quería impresionar, aunque, no de la manera que él había esperado.

—Permítame explicarle, señor —habló lo más claro que pudo. Recordó la forma en que su padre le había enseñado a comportarse cuando se dirigiera a adultos y figuras de autoridad—. Después de que el partido de Quidditch finalizara, me reuní con mis colegas de Hufflepuff en el campo de entrenamiento. Poco después, nos topamos con Crabbe y su amigo Goyle, y ambos expresaron un par de comentarios que me afectaron emocionalmente.

—¿Una tonta discusión infantil merece que le desfiguren la cara a uno? —espetó fríamente el profesor Snape.

Crabbe emitió otro chillido acompañado de una frase inentendible.

—Si me lo permite, profesor, los comentarios de mi compañero Crabbe no eran nada infantiles.

Sintió ganas de toser, pero logró contenerse. No era propio de Ernie contradecir a sus mayores, sin embargo, lo ocurrido con Crabbe había tocado una fibra muy sensible en él.

—Por motivos de practicidad, ¿te importaría repetir lo que el joven Crabbe expresó? —le dijo el profesor Dumbledore, esbozando una sonrisa.

—¡Profesor Dumbledore! —exclamó McGonagall al escuchar el comentario del director.

Ernie se tomó un momento. No quería repetirlo, pero tal vez las cosas mejorarían para él si aclaraba toda la situación.

—Crabbe dijo que mi amigo Justin Finch-Fletchley era un... —sintió que la palabra se le atoraba en la garganta de la misma repugnante manera que una flema—, un sangre sucia.

La profesora Sprout soltó una exclamación, y la sonrisa de Albus Dumbledore desapareció; resultaba evidente que el director había imaginado que se trataba de algo más inocente.

—Esa es una acusación muy seria, Macmillan —dijo la profesora McGonagall—. ¿Tan siquiera cuentas con algún testigo?

—¡Muchos! —dijo Ernie, y comenzó a nombrar todos los testigos que se le venían a la cabeza—. Mis compañeros de Hufflepuff, los gemelos Weasley, algunas chicas de Ravenclaw...

El profesor Dumbledore levantó una mano al aire como señal de que Ernie debía detenerse.

—Después hablaremos con ellos. Quiero dejar en claro que lo que ambos han hecho está terriblemente mal. Agredir a un compañero solo porque es diferente a nosotros es algo injustificable —dijo mirando directamente a Crabbe—. Y señor Macmillan, si las personas respondieran de manera violenta cada vez que escuchan a alguien decir una cosa ofensiva, nuestro mundo hubiera sucumbido a la destrucción desde hace milenios. Hay mejores formas de tratar con las situaciones desagradables; usted debe aprender a actuar con sensatez.

—Entendido, director Dumbledore —respondió Ernie mientras que Crabbe mascullaba algo que sonaba parecido.

—Dejaré que sus jefes correspondientes se hagan cargo del castigo, y me parece que todos estamos de acuerdo en que a ambas casas se les descontarán treinta puntos. Mañana mismo enviaremos cartas a sus familias para informarles lo sucedido.

Ernie sintió como se le caía el alma a los pies. Sus compañeros de Hufflepuff iban a matarlo cuando se enteraran, salvo que su padre lo matara primero.

—Vamos a llevarte a la enfermería para que te apliquen un encantamiento reductor —le dijo el profesor Snape a Crabbe mientras lo agarraba de la túnica y lo conducía hacia la salida. Antes de abandonar la oficina, Ernie logró divisar cómo Snape le lanzaba una mirada llena de ira.

La profesora Sprout lo ayudó a levantarse de la silla y lo condujo hasta la puerta.

—Lamento mucho lo que hice, profesora —le dijo Ernie cuando bajaban por la escalera de caracol que los llevaría hasta una gárgola de piedra.

—Pobre muchacho —respondió la mujer—. Sé que no actuaste de mala fe, pero las reglas del colegio son muy estrictas.

—Solo quería defender a Justin —confesó Ernie, sintiendo cómo los ojos se le llenaban de lágrimas.

—Lo comprendo completamente —dijo suavemente la profesora Sprout mientras le limpiaba una lágrima—. No te sientas tan mal. Fuiste leal a tu compañero y lo defendiste sin importar las consecuencias. Me atrevería a decir que pusiste el nombre de la Hufflepuff en alto. Y debido a eso, el castigo que te asignaré no será tan severo.

La profesora Sprout le guiñó un ojo y le indicó que fuera a la sala común a descansar.

Ernie caminó a ritmo lento durante todo el camino, pero no se debía a su enfermedad. La futura reacción de su padre lo tenía muy angustiado, y necesitaba tiempo para tranquilizarse antes de enfrentar a todos los alumnos de Hufflepuff que quisieran preguntarle sobre el enfrentamiento con Crabbe.

🦝🦝🦝

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