Código 18: La unión en el firmamento
Ereyzai
Estoy en una especie de jaula magnética y redonda, como un pequeño domo, acompañada de otros humanos. No puedo tocar las rejas, pero todo tiembla cuando el gancho gigante nos transporta a GenesisAmon. Nos coloca dentro del edificio y caemos como objetos desechables, como muñecos de una colección. Visualizo a Monserrat, hace una seña, un robot abre la compuerta de energía, entonces me sacan de allí. La máquina me agarra del brazo y mientras avanzo, miro hacia atrás a toda esa gente desforme, la cual parece que está sufriendo mucho. Quisiera ayudarlos, como a los demás de la otra vez, pero no creo que esté en mis manos.
—Querida —dice Monserrat, entonces frunzo el ceño, así que se ríe—. Antes parecías más adorable.
—No sé qué le haces a esa pobre gente, pero eres malo, malo —repito.
Vuelve a reír.
—No les hice nada, nacieron así, son desechos de clon, últimamente, se crean muchos así. Sufren, por lo tanto, intentamos sacarlos de su desdicha lo más pronto posible. Quizás con tu ayuda se arreglarían, pero... —Me agarra la barbilla y se aproxima a mi boca—. Morirías, eso sería un desperdicio.
Une su boca con la mía, entonces forcejeo con él.
—¿Qué estás haciendo?
Escucho una voz fría, no tan suave como la de mi atacante, entonces este se separa de mí.
—¡¡Me provocó!! —se defiende Monserrat.
—¡¡Qué machista!! —me quejo—. ¡¿Culpas a la víctima?!
El que interrumpió y detuvo el ataque, se ve bastante serio, vestido tan formal. Su cabello es negro, pero sus ojos celestes son muy claros. Estos se giran hacia mí, entonces me sonríe. Se ve emocionado, así que comenta:
—Al fin te conozco.
—Tú eres... —Recuerdo el nombre mencionado—. ¡¡Derdey!!
—Cariño, no me ignores —se queja Monserrat, y creo que no me habla a mí sino a él—. Oye, deja tus experimentos y préstame atención.
—Te veías muy bien divirtiéndote —expresa, molesto, el moreno—. Ah, sí, con mi investigación.
—No soy un experimento ni una investigación —me defiendo—. Exijo mi liberación inmediata.
—No tienes derechos aquí —aclara el platinado.
—Monsy, vete al cuarto —lo reprende el morocho.
—¿Y dejarte a solas con ella? —Me mira de refilón—. Ni hablar.
Primero me quiere atacar y ahora me odia, no lo entiendo.
—Lo único que comprendo es que son pareja —aclaro en voz alta—. Así que, mientras arreglan sus diferencias, yo me podría ir.
Derdey lo agarra del brazo a Monserrat y lo obliga a salir de la habitación, la cierra con una especie de clave. Cuando nos quedamos a solas, me da un poco de tensión, pero creo que es peor permanecer con el otro. Ojalá tuviera tierra cerca para entender lo que está pasando.
—Ereyzai. —Suspira y sonríe—. Al fin.
Me río, nerviosa.
—Sí, dígame, ¿qué quiere?
—Habrás notado que los clones fallan —comienza y asiento—. Mi intención como científico no es matarlos, yo quiero curarlos. En realidad, por un bien mayor, deseo curar a las mujeres.
—Pero soy la última, ¿no?
—La última que se mueve con salud, seguramente.
—¡¡¿Hay otras mujeres?!! —Me sorprendo—. ¡¿Dónde?!
—Son mujeres clones que están criogenizadas hace mucho tiempo, se encuentran en el fondo de HimnoVida, en cápsulas que ya nadie puede encontrar. Cuando se decidió que ya no habría más, ese lugar se cerró y solo se esperaba que un día despertaran todas, vivas y saludables. Solo unos pocos conocemos ese lugar, pero sabemos que es en vano activarlo.
—Oí que usted quería devolver el mundo a como era antes.
—Con tu ayuda sí, pero es tu decisión.
—¿Lo que dijo Monserrat es cierto? ¿Puedo morir?
Asiente.
—Eso es correcto.
—¿No me va a mentir? —exclamo, asombrada.
—No tengo motivo, no puedo obligarte.
—¿Cómo? ¿A qué se refiere? ¿No va a robarme el ADN o algo así?
—Tú más que nadie sabes que el ADN Ilarium lo controla su portador. Eres la humana con más ADN Ilarium que haya visto, sería imposible controlarlo si no eres tú quien lo hace.
Trago saliva.
—¿Me está ofreciendo salvar el mundo a voluntad?
—Exacto. —Vuelve a asentir.
Frunzo el ceño.
—No puedo confiar en usted si no estamos en tierra.
—¿Eso quiere decir que lo estás considerando? —Enarca una ceja.
—Mi compañero se va a morir. Además, creo entender que no puedo regresar a mi planeta, porque suena a una misión que haría un Ilarium, así que comprendo que quizás lo que hizo mi jefe no fue una traición, pero necesito la tierra para asegurarme.
—Perfecto. —Hace una sonrisa cálida—. Acompáñame.
Lo sigo, tomamos un ascensor, luego bajamos unas escaleras y al fin llegamos a un pequeño jardín. Mis pies tocan el pasto, así que también sonrío, sintiendo la paz de la naturaleza.
—Mucho mejor.
—¿Ahora me crees? —consulta Derdey y se cruza de brazos.
—¡¡Quítate los zapatos!! —le ordeno, señalándole el calzado.
No duda mucho y se los saca.
—¿Bien? ¿Contenta?
Lo miro de arriba abajo, entonces noto la sinceridad.
—Supongo que está bien.
—¿Lo harás? —pregunta.
—Antes tengo que hablar con Alijeth.
—Tu compañero, lo mencionó Monserrat.
—Exacto.
—Creo que es el que quiere romper nuestra puerta. —Señala una pantalla en el techo que lo muestra intentando entrar en la recepción.
Me río.
—Sí, es ese.
—¿Entiendes que te va a detener? —cuestiona.
Sonrío.
—No pasa nada, me lo llevaré conmigo.
—¿Disculpa?
—Cosas de Ilarium, no me preste atención. —Río de nuevo y agito la mano—. Ábrale, pongámonos a trabajar.
Derdey me da a elegir el lugar de mi sacrificio, así que mi decisión es clara, opto por estar rodeada de naturaleza. Ajustan la máquina en el suelo y me dejo conectar los tubos azules fluorescentes, luego me quedo sola. Me siento en el pasto a esperar a mi compañero, mientras todo se activa.
Me recuesto, cómoda, entonces Aleth llega corriendo al jardín y me agarra con preocupación.
—¡¡Zai, cielos, llegué tarde!! —expresa, desesperado—. Lo siento.
Mira para todos lados buscando a sus enemigos, los cuales no están, pero toco su mejilla con los ojos entre abiertos y le sonrío.
—Está bien, no te preocupes, lo sé.
Sus ojos se humedecen.
—¿Qué sabes?
—Cuando vas a morir.
Queda en shock.
—Zai, ¿de qué estás hablando? No es momento —pide—. Vamos, levántate.
Me saca los tubos que ya no son parte de mí ni me conectan, pero pareciera que sin ellos igual me evaporo.
—Entiendo que necesito morir para traer de regreso a las mujeres —confieso.
—No es tu responsabilidad.
—Quizás, pero fui criada de una manera diferente. —Tomo su mano—. Y ahora solo queda volar.
Se ríe de una manera baja.
—¿De qué hablas?
Me aproximo a su boca.
—Ya es hora de unirse en el firmamento.
—Zai...
Sus mejillas se sonrojan como si me entendiera, aunque, de hecho, lo hace. Después de todo, estamos conectados, por lo tanto, me besa y le correspondo como esperaba. De mi cuerpo salen como esporas en un azul fluorescente y Alijeth también brilla en ese tono. Es una sensación muy agradable. Nuestro destino siempre fue terminar juntos en el infinito lleno de posibilidades, porque las estrellas lo ordenaron. Volar para un Ilarium es la etapa más importante de una pareja y es un sentimiento pleno, pues, en la mayoría de los casos, se van unidos con su alma gemela. El firmamento con la unión es el destino final y el más hermoso.
El fin.
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