Código 1: La palabra prohibida

Alijeth

Golpeo el saco de boxeo seguidas veces en el bar de siempre. Alzo la vista cuando todos miran hacia el techo roto del lugar. El agujero es tan grande que puedes visualizar todo el cielo, ya es como la decoración de estos suburbios tener al menos una abertura de ese tamaño. Debería ser una noche estrellada, pero solo hay una luz enorme. Giro mi vista hacia la ventana, entonces vemos como un vehículo explorador circula por las calles.

—No llegará muy lejos —opina Gandal, uno de los visitantes habituales en este antro de mala muerte.

—La Guarda Proyectual ya ni se gasta en enviar soldados —contesto.

El dueño del bar, Durdo, se carcajea. Es un hombre corpulento, feo y gordo, casi podría decir que se parece a un extraterrestre. De esos que de vez en cuando se pasean por aquí, pero como el régimen es demasiado estricto, terminan por irse. A nadie le gusta a estar en la Tierra.

—Muchachos, todos sabemos que van a desmantelar ese cacharro, los oficiales del alto mando no tienen ganas de liderar con nuestra rebeldía.

—Y por eso si decimos la palabra mágica nos explota la cabeza —se burla Gandal—. No nos temen, solo se aburrieron de nosotros.

—La palabra mágica —susurro—. ¿Cuál era esa?

—Olvídalo, activarás algo y no quiero morir. —Se ríe.

—¡Ja! Estúpido.

Los ignoro y vuelvo a golpear la maldita bolsa. Una vez que mis nudillos están sangrando, me quito las vendas, tiro unas monedas al mostrador y me retiro de allí.

—¡Me debes mucho! —grita el dueño del bar—. ¡Te mataré!

Y no lo hace solo porque casi le corto la lengua el otro día. Cobarde, no quiere intentarlo de nuevo, pues sabe que soy bueno con los cuchillos. Los muevo entre mis dedos, mientras me voy en dirección hacia mi casa.

Tengo un cinturón con estos para cualquier situación.

La luz destellante ya no se encuentra en el cielo, pero deja un pequeño caminito de brillo azul. Curioso acontecimiento natural o alguna nave extraterrestre anda tirando gases tóxicos.

Me detengo al llegar a mi hogar y frunzo el ceño al ver humo en el techo. Observo a varios lados para ver si encuentro a los vándalos, pero no hay ni una pista de aquellos. Bufo e ignoro la situación, pues ya es normal que te destruyan algo por aquí. Debe ser la parte de atrás, aquí no hay fuego. Tiro mi mochila al piso y me lanzo al sillón roto a descansar.

Hoy ha sido un día largo, pero al menos conseguí comida para todo un mes. Algunos se quedaron sin alimento por eso, pero la prioridad soy yo, lo siento. Bueno, y otros se lo merecían. Me río mientras mantengo los ojos cerrados, así que permanezco relajado en mi pútrido sillón.

De repente, oigo un ruido, así que rápido me levanto y alzo mi cuchillo. Pongo el arma blanca en el cuello de lo que tengo en frente mientras abro los ojos, entonces quedo impactado, bastante confundido.

—¿Qué eres? —le pregunto al individuo que tengo en frente.

Su piel es muy clara, por alguna extraña razón su cabello es de un celeste fluorescente y sus venas tienen un tenue brillo azul. Ojos grandes y claros, y no tiene ropa. Observo hacia abajo, luego vuelvo a mirar sus bonitos ojos. Definitivamente, un extraterrestre, pero nunca vi uno así. Debe ser un camuflaje o algo, porque tiene una extrema belleza.

—Soy Ereyzai —se presenta.

—Dije, ¿qué eres? —repito, luego hago una pausa—. ¿Por qué andas desnudo? ¿Qué no te enseñan pudor en tu planeta? Pues cálculo que vienes de otro mundo.

—Desnuda.

—¿Qué? —expreso confundido.

—Soy una fémina, no ando "desnudo", estoy desnuda, desnuda —repite para corregirme, luego se ríe—. Lo siento, todavía intento sincronizar tu dialecto.

—¿Fémina?

—Chica, ella, muchacha, mujer...

—¡Mujer! —Alzo la voz, luego corro a la ventana y cierro la cortina, me giro a observarla otra vez—. ¿Eres una no macho? ¿Eso es posible? —exclamo extrañado.

—¿No macho? —repite y se ríe—. ¿Qué?

—Disculpa, hay un campo magnético que no deja que ningún extraterrestre no macho entre al planeta, así que me parece muy extraño que estés diciendo eso.

—No soy una alienígena, mis padres son humanos.

—Díselo a tus venas fluorescentes. —Enarco una ceja.

—Ah, ¿esto? —Se las señala—. Es que viví mucho tiempo en el planeta de los Ilarium —menciona una raza pacífica—. Y me combiné con su ADN, está lleno de este allí, es hermoso.

—Como sea, ¿qué haces en mi casa?

—Esa es una gran pregunta. —Agita el dedo—. No sé, mi nave chocó aquí, y como estoy notando cierta hostilidad, ya me voy. —Camina en dirección a la puerta, pero yo me pongo en medio—. ¡Oye! —se queja.

—Primero, como dijiste, estás desnuda, no puedes caminar por ahí sin ropa. Segundo, caíste en mi casa, no vas a marcharte.

—¿Disculpa?

—Lo que oíste, no vas a largarte —dictamino severo.

Frunce el ceño.

—¿Y por qué?

—El que se lo encuentra se lo queda, esas son las reglas por aquí, en el territorio de los rebeldes, así que no te vas.

—¿Me estás tratando como objeto? —Enarca una ceja—. Qué machista.

—¿Machista? No sé qué es eso, pero es obvio que no entiendes las reglas de este lugar. Tienes suerte de que no sea un depravado o parte de la Guarda Proyectual. —Los agentes de la ley, ya la hubieran matado, sin preguntar si era humana o no—. ¿Comprendes?

—No me interesa, aunque con lo de la vestimenta tienes razón, debo conseguir una, ¿tendrás algo que prestarme? Juro que te lo regresaré.

—No sé si eres inocente o estúpida.

Rueda los ojos.

—Puedo pensar lo mismo de ti.

—¿Y eso por qué? —Enarco una ceja.

Se ríe.

—Porque no sabes lo que es una mujer.

—¡Ya no digas esa palabra! —la reprendo—. ¡Está prohibida!

Hay máquinas que tienen una puntería de miles de kilómetros de distancia que solo están programadas para disparar al detectar esas simples letras.

Sí, así es la vida en los suburbios, puedes matar, saquear, violar, torturar, robar, todo lo ilícito que se te ocurra, pero menciona la palabra "mujer" y todo el peso de la ley llegará a ti, no importa a donde te escondas. 

¡Hola! Bienvenidos a Ereyzai, esta historia ha vuelto para quedarse ❤️

Como siempre aclarar que se puede leer sin necesidad de conocer las otras de Extinción Femenina (Linsday y Asunseth), ya que todo ocurre mil años después de cada una.

Saludos, Vivi.

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