Prefacio
—Moriré arrugada y sola con mis gatos. Nadie llorará, nadie me buscará y me encontrará la de limpieza, una semana después, hecha un pellejo putrefacto.
Lo miró expectante, esperando que dijera algo que la hiciese sentir mejor. Algo que sirviese para refutar sus argumentos con maldad. Tal vez un halago... Esperó. Pero él, en vez, puso mala cara.
—Eso me ha dado asco.
«Este tipo... tiene que ser el rey del reino de los idiotas».
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