5. ¿Y qué quieres que haga?

3 de julio de 2012,

Ada miraba para todos lados y no, no había una silla más.

-Vas a exponer. -La miró Augusto-, no necesitas una silla.

-Verdad...

Se escurrió con lentitud hasta el frente de la sala de reuniones, sintiéndose una lombriz fuera de tierra. Estaba la misma pizarra blanca de siempre apoyada en un caballete, un plumón, mota... Y todos los presentes no hacían más que mirarla desde la comodidad de sus sillas, bajo el resguardo de una gran mesa circular que había al medio. Augusto, el productor, la seguía mirando cruzado de brazos y ella aún seguía pensando en que ESA, la que estaba debajo del culo de ese infeliz, era su silla...

Lo peor era que se notaba que no tenía idea que la había chocado. Pensaría que fue a otra persona.

«Como sea... ¡concéntrate! Cachetadas mentales para mí».

Apoyó el sobre de manila en el espacio delantero de la mesa, que estaba vació, sacó las copias del guión y se las pasó al primero a su izquierda. Felizmente siempre sacaba una de más por si las dudas.

Luego, miró al nuevo, que recibía el guión y pasaba las páginas como buscando algo.

«Tarado».

-Empecemos. No tenemos toda la mañana señorita Sánchez.

Ada se irguió, volteó la página y e hizo caso. ¿Tenía opción?

-Página uno. Empezará con la introducción que todos ya conocen. La escenografía será el dormitorio de Carlos desordenado, prendas de vestir de mujer y hombre por todos lados, con la canción de fondo...

El productor ya empezaba a hacer ese gesto circular con la mano derecha de "apúrate" característico. La guionista lo miró un poco molesta y aún más cuando el tarado del Porche empezó a aguantarse la risa, lo que hizo que desviara su mirada hacia él.

El aludido lo notó después de unos instantes. Ahora lo miraban todos, incluido el productor.

Tosió un poco.

-Lo siento.

-Como decía... -prosiguió, pero fue interrumpida de nuevo. Esta vez por Augusto.

-Un momento. No les he presentado al nuevo integrante del equipo-, miraba seriamente al chico nuevo-, porque llegó tarde. -Puso los ojos en blanco.

El nuevo se paró para presentarse.

-Buenos días, mi nombre es Heracles, seré guionista de "¿Y si te como a besos?"

-¿¡Qué!? -soltó la afectada. El otro tomó asiento nuevamente.

«Perfecto... este día me está yendo regio. ¡Primero me choca el auto y ahora esto!».

-¿Algún problema Ada? -preguntó el productor. -Estoy seguro que se van a entender bien. Trabajarán juntos.

La mujer sintió un alivio impresionante al saber que el tipejo aquél no se quedaría con su trabajo, pero no estaba segura si hubiese preferido que la boten a tener un compañero.

«Lo único que entiendo es que usted tiene demencia senil por lo viejo que está».

-En... ¿en serio?

«Tiene que haber una cámara escondida por acá... tal vez un programa nuevo...»

Miraba para todos lados...

-Sí, en serio -volteó a ver al Señor Porche-, y a usted le recomiendo que no se vuelva a burlar de su jefa.

-¿¡Qué!?

«Huevón nuevo... Me pone de vuelta y media y, luego se queja de las condiciones...»

El asunto ya no pintaba tan mal.

-Lo que escuchó.

Augusto miró su reloj y todos los presentes contuvieron el aire. Ya sabían lo que pasaba cuando hacía el gesto.

-Pero miren que tarde es -un abucheo tenue se escuchó en la sala-, debo ir a ver otros asuntos. Cualquier duda se la preguntan a Ada y su asistente. Hasta el lunes. -Se paró y se fue dando un portazo.

«3... 2... 1...»

-Ada ¿cómo será el maquillaje?

-¿Y las luces?

-¿Quieres que le dibuje un sixpack?

-En qué escena...

-En cuanto al sonido ¿con qué volumen irá la música al comienzo?

-Cámara 1 enfocará la ropa interior...

Ahora la rodeaba todo el set de la novela y se ahogaba en preguntas. Mientras tanto, el nuevo "co-escritor" yacía, hacia atrás comodísimo en la silla de la nueva Jefa, con los pies apoyados en la mesa.

-¡Señorito asistento! -gritó Ada entre el tumulto a su alrededor.

Además, se había formado una fila detrás del grupo de maquilladores que la acosaba. Estaba enojada por cómo Augusto la había arrojado a los leones de esa manera, pero se sentía extrañamente poderosa. Decidiría todo acerca del siguiente capítulo, ya que el productor se había borrado del mapa por ser domingo. Claro que, con algunas acotaciones, como "no matar a ninguno de los personajes", cosa que no la tenía demasiado feliz. Pero al menos tenía cómo desquitar la ira acumulada por el estrés del trabajo. Había encontrado una "pera de boxeo" que funcionaba de maravilla, y lo pudo comprobar con sólo ver el rostro de Heracles ensombrecerse del enojo, lo que la hizo un poquito feliz. Sólo un poquito. Se iría al infierno con todo gusto, ahora sí.

El aludido la miró sin cambiar de pose. Al parecer no la respetaba. ¿Por qué sería? Si con el productor se había mostrado tan correcto...

-¿Qué? -preguntó, seco. Seguía con las patas en la mesa.

«Niño mimado... A este animal hay que amaestrarlo».

Sonrió un poco al pensar en ello...

«Señorita jefa, escritora principal de "¿Y si te como a besos?" ¿Quién habría dicho?»

No podía ser tan malo tener un subordinado... aunque fuese mal educado, molesto y... lo peor: hombre.

-Tráeme un café-, estaba cansada de lo temprano que se había levantado, era domingo, no había dormido y encima la había chocado el imbécil ese.

Él la miraba incrédulo, por segunda vez en el día.

-¿Perdón? -preguntó, haciéndose el desentendido.

-Quiero un café.

Ahora la fila de personas la miraba a ella, luego a él y de vuelta a ella. Nadie se quería perder ni un minuto de drama.

El hombre, por su parte, se quejó.

-Soy guionista... no camarera -respondió, casi escupiendo las palabras en cara de Ada.

Todos los presentes quedaron callados. Si fuesen adolescentes Ada estaba casi segura que estarían gritando "¡pelea! ¡pelea! ¡pelea! ¡pelea!" pero no sucedió.

Ada sonrió. Ya no andaba tan incómoda. Pelear era justo el deporte que le hacía falta. Su catarsis. Mejor que ir al psicólogo.

Augusto se había ido y ella estaba a cargo, lo que significaba que podía recoger sus bolas, que había dejado en la puerta al entrar, y contestarle al mocoso lo que se le viniera en gana. Total: era su subordinado, su empleado, su chuli, su chupamedias personal... o al menos eso quería creer para tapar la molestia que sentía en compartir una tarea que hasta hacía horas nada más le había pertenecido a ella únicamente. Trabajar en equipo no era lo suyo. El equipo se podía ir a la concha. Pero no era el caso. Le habían impuesto un estúpido asistente, un problema más a la lista, y debía comérselas así o renunciar, lo cuál no estaba dentro de sus posibilidades.

-Señorito, esta no es forma de tratar a su jefa. Si quiere el trabajo gáneselo, no pensaría que iba a ocupar mi lugar en esta industria ¿o sí? Así que por favor, levante las posaderas y vaya a servirme un café.

De modo que Heracles, refunfuñando, se paró y salió de la sala para volver segundos después abriendo la puerta en una ranura, asomándose. Ada ya se lo esperaba... era un prepotente que había salido lanzando madres sin siquiera preguntar dónde estaba la estación de café. Al verlo sonrió aún más.

-A la derecha, saliendo, en la última puerta. Hay una concina pequeña... Lo quiero con dos cucharadas de azúcar y un chorro de leche.

-¿Algo más? -emanaba veneno.

-Nada más -, finalizó y antes de olvidarlo agregó -señorito asistento. -Sólo para hacerlo enojar más, a su deleite.

El otro, pisó el palito y se fue a "trabajar" dando un portazo que resonó en todo el edificio.

-Ya se acostumbrará -dijo, a oídos del set, quienes siguieron con su trabajo de preguntar y tomar notas. Debían tener todo preparado para los ensayos del lunes.

Unos minutos después apareció Heracles, con un latte en la mano y lo apoyó sobre la mesa, cerca de Ada quien tras dar un vistazo al interior del baso de cartón lo apoyó lejos y siguió trabajando con el encargado de sonido.

«¿Lo habrá escupido?»

El hombre no dijo nada, se quedó cruzado de brazos contra la pared, alejado del tumulto que cada vez era menor, hasta que todos se fueron y quedaron únicamente él y su jefa.

-¿Ya me puedo ir? No me gusta estar perdiendo el tiempo -más veneno.

Ada, fingiendo amabilidad volteó y le dedicó una sonrisa tan amplia que lo descolocó. La sonrisa, de hecho, era verdadera; pero por todos los motivos equivocados. Se burlaba interiormente del pobrecito niño.

-No... te necesito para algo más, asistento... vamos a ir a... -la interrumpió. Heracles bufó en molestia.

-Si mi trabajo aquí en este edificio ha terminado entonces me voy.

-Te recuerdo que es tu primer día, no querrás causarme una mala impresión ¿o sí? Además, tenemos que pactar los horarios de las reuniones de trabajo.

-No iré a tu casa -, contestó él directamente.

-Como si quisiera que vinieses... Ahora -sonrió de forma maquiavélica -, acompáñame al taller que un tarado me chocó en el camino.

No tuvo tiempo de responder porque los ojos se le abrieron tanto y se puso tan pálido que parecía que iba a desmayarse en cualquier momento.

-Sí... increíble ¿cierto? -continuó Ada -, venía en mi Yaris celeste -gesticuló "celeste" -cuando un tarado en un Porche verde me rayó toda la puerta.

-¿¡El muy qué!? -casi gritó, recuperando el porte y la cara de culo que se manejaba desde hacía rato.

Ada sonrió de nuevo.

-Por hoy ya vete, no puedo seguir viendo tu cara. Suficiente dosis por hoy.

El otro no dijo nada, ni tenía qué decir, lo habían dejado sin piso. Se encaminó hacia la puerta hecho un dinosaurio renegón y antes de dar el portazo de despedida Ada agregó -¡nos vemos mañana! A las 9, aquí.

Minutos más tarde, cuando dejó de oír los pasos de Godzilla y era seguro que estaba sola, se relajó. Tomó asiento en la gran mesa de melanina y se echó para atrás en un pequeño acto de rebeldía. Lugo, empezó a reírse a carcajadas.

«Catarsis... bendita catarsis.»

Se llevó el latte a casa.


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