Capítulo 9

Leah

Me he mantenido al lado de Gala desde que despertó hasta que le dieron de alta. Y aquí estoy, instalada en su casa con la intención de seguir ayudándola en lo que necesite.

La llegada del bebé ha representado un nuevo reto en su vida, ya que está terminando la carrera de medicina y Lili demanda mucha atención aún.

—Leah. —Me giro ante la voz de Gala, quien ha despertado—. Deja eso.

—Ya terminé de organizar —alego mientras camino hacia la cama—. León se llevó a la niña a dar un paseo.

—Gracias por estar aquí, pero creo que ya debes volver a tu casa.

—¿Me estás echando? —pregunto con fingida indignación, ganándome una sonrisa de su parte.

—Claro que no, Leah. Sabes que yo estaría encantada de que te quedaras para siempre conmigo. Sin embargo, soy consciente de que tienes una vida, un novio.

Me siento a su lado, agacho la cabeza y empiezo a jugar con los dedos.

—¿Tienen problemas Joan y tú? —prosigue bajito, y sé que no es por miedo a que bebé Gael se despierte.

—No son problemas como tal, solo que... no estoy segura de lo que siento.

—¿Es por Emil?

A la mención de su nombre, todo en mí se desestabiliza. Odio que mi vida estaba yendo muy bien y que pude fijarme en alguien más, pero volví a verlo y todo se desmoronó.

Después de nuestro encuentro, no dejo de pensarlo ni de soñar con un beso suyo. Mi piel lo reclama a tal punto que no he podido pasar tiempo con Joan. Es algo desesperante.

—Creí que estaba superado.

Un suspiro profundo sale de Gala y me agarra las manos.

—León me dijo que los vio hablando en la clínica, y que ustedes transmitían una conexión indescriptible. Él está convencido de que habían creado su propia burbuja en ese momento.

Me duelen sus palabras y el hecho de que quizás está en lo cierto.

—No puedo hacerle esto a Joan, Gala, sabes lo lindo y paciente que ha sido conmigo desde que nos conocimos.

—Sí, aunque no te recomiendo que estés con él solo por agradecimiento.

—Le debo mucho.

Las palabras salen de mi boca con pesar al darme cuenta de que, en el fondo, acepté estar en una relación con él por lo que ha hecho por mí y mi negocio.

Conocí a Joan cuando me mudé, es mi vecino, y me dio una bienvenida cálida. Lo necesitaba, más porque había cosas del residencial que no conocía y que él con mucha paciencia me enseñó.

Pero su amabilidad no se quedó ahí, me ayudó en varias ocasiones con el negocio y hasta se ofreció a ser mi socio para que la tienda virtual creciera. Lo hizo, mucho, tanto así que pude abrir un local mediano que administramos entre los dos.

Todavía le debo dinero, aunque no lo quiere recibir. Por él he podido costear a una asistente, quien se encarga de los pedidos, y dos mensajeros.

Ya no tengo la carga para mí sola como antes, puedo repartir mi tiempo y las ventas han aumentado considerablemente. Joan es un experto en negocios, tiene varias empresas y sigue agregando cifras a su cuenta bancaria.

Eso fue lo que más llamó mi atención, lo inteligente que es y el gran empeño que le pone a todo.

—Si aún amas a Emil, creo que lo mejor sería que terminaras con Joan.

Gala me saca de mis pensamientos. Sus palabras me producen tristeza y angustia.

—¿Y si no funciona? Por algo terminó la relación.

Mi vida está muy organizada, no quiero caer en el caos de nuevo.

—Es difícil, Leah, pero no me parece justo que estés con Joan sin quererlo.

Tiene razón, sé que es una mala jugada.

—Quizás solo estoy confundida, puede que la nostalgia me esté haciendo ver y sentir cosas que no son reales.

Gala me observa, su rostro cansado muestra tristeza. El grito del bebé provoca que se ponga alerta y nos levantamos al mismo tiempo.

—Puedo manejarlo, Leah —dice mientras carga al pequeño—. Mamá no tarda en llegar, ve a casa para que trates de arreglar tu situación.

Asiento. Le doy un beso en la cabecita a Gael y me despido de Gala con un medio abrazo.

Me dirijo a la habitación de huéspedes para sacar parte de la ropa que traje, pues he ido a la universidad y al trabajo directamente de aquí. Enciendo el teléfono, y espero a que todas las aplicaciones suban. Las notificaciones son demasiadas, así que las ignoro para revisarlas cuando tenga tiempo.

Iré a casa, después le avisaré a Joan.

En todo el camino no dejo de pensar en la conversación que tuvimos Gala y yo. A partir de eso, mi mente reproduce las palabras de Emil y lo decidido que lo percibí en cuanto a conquistarme de nuevo.

Se veía tan bien, algo en él ha cambiado y otras cosas se han mantenido iguales. Su pelo luce más sedoso de lo que recuerdo, su porte ha mejorado y en sus ojos se nota que hay algo diferente.

Lo sentí mucho más maduro, pero con esa chispa que lo hace tan único.

Detengo el vehículo frente a la casa, miro la de Joan y un vacío se apodera de mi interior. Es una vergüenza que esté pensando en otro hombre.

Me relajo al momento en que pongo un pie dentro. El olor de mi hogar me brinda una paz que no logro en ningún otro lado.

Como rutina, reviso cada rincón y los alimentos que tengo disponibles. Cambio la ropa de cama antes de tomar un largo baño. Me pongo algo cómodo y me acuesto a descansar.

Estos días en casa de Gala y León me he movido mucho y no he dormido casi nada. Bostezo mientras me acomodo para entregarme por completo al sueño.

—Leah.

Abro los ojos despacio y me encojo al percibir las caricias que le está dando Joan a mis piernas desnudas.

Su camisa blanca está abierta, dejando ver su pecho y abdomen marcado. Es un hombre apuesto, a pesar de los más de quince años que me lleva.

—No sabía que estabas aquí, mi amor —prosigue y me da un beso en los labios.

—Llegué hoy, pero el cansancio me venció y no pude avisarte.

Me siento al tiempo que me paso las manos por la cara. Él se acomoda a mi lado.

—Quiero que hablemos, Leah. Perdóname por las cosas que te dije la última vez que discutimos, estoy seguro de que ya superaste a ese hombre. Si fuera lo contrario, tú no estarías conmigo.

El pecho se me encoge, y me hace sentir pésima la manera en que me mira. Joan no merece que le haga daño.

—No te preocupes...

Hago silencio porque me atrapa la cara y se adueña de mis labios. Trato de corresponderle con la misma pasión, pero hay algo que no me permite disfrutar de este momento.

Tiemblo al sentir sus manos por debajo de mi camisón y la manera en que me toca. Emil no sale de mi cabeza, incluso imagino que es él que me está dando placer.

—No estoy de ánimos para esto —digo bajito y él se separa solo un poco.

Sus manos me tocan el vientre y lo acaricia con suavidad.

—¿Sabes qué me gustaría? —pregunta mientras me mira directo a los ojos. 

—No.

Joan sonríe y me atrae hacia su pecho. 

—Un hijo tuyo, Leah.

—¿Qué...?

—Es pronto aún, pero me encantaría en un futuro. No tan lejano, por supuesto.

—Apenas llevamos dos meses de relación.

—Sí, aunque nos conocemos hace unos años ya. El tiempo pasa muy rápido.

Me quedo quieta, escuchando su corazón que late salvaje.

—Lo que sí podemos hacer es irnos de vacaciones —prosigue y me aleja, después se levanta.

Agarra el pantalón que yacía en el piso y saca algo que no logro distinguir.

—Tengo mucho trabajo.

—Yo también, Leah, pero un descanso no nos hará mal.

Vuelve de nuevo a la cama y se recuesta a mi lado.

—¿Recuerdas la vez que me dijiste que nunca has ido a París?

Asiento. Fue cuando aún no éramos pareja.

—Compré dos boletos de viaje, nos iremos a Francia en un par de semanas.

—No sé qué decirte.

—¿Gracias? ¿Que estás emocionada?

Me sonríe de una manera tan linda que es imposible no imitarlo. Aun así, estoy aterrada por el rumbo que está tomando nuestra relación y los sentimientos que se han despertado en mí.

—Muchas gracias, eres un hombre increíble.

—Mereces eso y mucho más, Leah, es una dicha que tenga los medios para llevarlo a cabo.

Sigue hablando de trabajo y cosas que tenemos pendientes de realizar. Yo, en cambio, estoy perdida en mis pensamientos. 

Acepto que decidí darle una oportunidad por agradecimiento y no porque lo quería. Quise probarme que ya estaba lista para una relación, que había superado mis temores y pasado. Ahora no sé cómo salir de esto.

Por otro lado, Emil y las cosas que asegura han cambiado me tienen en una especie de limbo. Quiero creerle, el problema es que no puedo correr ese riesgo otra vez. Mi corazón no soportaría otra desilusión de su parte.

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Ana, mi asistente, me extiende la hoja de vida de algunas candidatas para las vacantes que tengo en la tienda. Lo había sopesado mucho, y después de discutirlo con Joan, tomé la decisión de buscar más personal.

He estado el día completo en la pequeña oficina de la tienda, revisando números y verificando nueva mercancía.

La campanilla de la entrada nos avisa que ha llegado alguien a la tienda. Ana, diligente, sale para recibir a la persona.

Aprovecho y me estiro en el sillón, me cubro la cara con las manos y cierro los ojos.

—Leah, un hombre te busca —avisa Ana, quien asoma la cabeza y mantiene la puerta entreabierta.

—¿Un hombre...?

—Dile que es Emil.

La piel se me eriza cuando escucho esa voz.

—Déjalo pasar.

Me enderezo y empiezo a recoger todos los papeles que hay en el escritorio.

—Gracias —le dice al momento en que entra—. Leah, ¿cómo estás?

Se queda paralizado, a una distancia prudente. La mirada que me da provoca que tiemble por culpa de los nervios y la boca se me ha secado. Emil está vestido de negro, como es habitual en él, y carga una mochila de lado.

—No esperaba tu visita.

Sonríe de lado y da pasos hacia la única silla. Se sienta, quedando frente a mí.

—¿Qué haces aquí?

No quería sonar grosera, pero me parece extraño que él haya venido.

—Deseaba verte, así que mi hermano me hizo el favor de decirme dónde encontrarte. Felicidades, no tenía idea de que habías puesto un local y todo.

Tuvo que ser León.

—Sí, gracias. Es algo que aún está en crecimiento.

—Se ve muy bien, muy tú.

La manera en la que habla, mientras observa a su alrededor, me hace sentir satisfecha.

—Y ese logo con el kintsugi me encanta —prosigue fascinado.

—Me gustó mucho ese arte...

—Lo sé, hay ciertas cosas que nos marcan para siempre —me interrumpe.

Sus palabras tienen un trasfondo, hay un mensaje oculto en ellas y no estoy segura si es por mí o por él. Quizás por ambos.

—¿A qué viniste en realidad, Emil? No es por echarte, pero tengo muchísimo trabajo.

«Y tu presencia me pone muy nerviosa», deseo añadir.

Además, no quiero correr el riesgo de que Joan venga y lo encuentre aquí.

—Bueno, te traje una invitación —dice al tiempo que abre su mochila y saca una tarjeta—. En unos días tendré una exposición de algunas de mis pinturas y me gustaría que asistieras.

Me extiende la ficha y la tomo de su mano, boquiabierta. Leo el enunciado varias veces, y me detengo en su nombre completo con el «artista» debajo.

—Es maravilloso, Emil, muchas felicidades.

—Gracias. Es la primera vez que me presentaré en un evento así.

Una sonrisa tonta no me abandona los labios, estoy muy feliz por él. Se lo merece.

—Trataré  de ir —digo con sinceridad.

—Me encantaría verte ahí, León y Gala también asistirán.

—Me alegro demasiado por este logro.

—Es una gran oportunidad porque irán personas importantes.

Habla con orgullo, los ojos le brillan y su sonrisa refleja plenitud. Nos levantamos al mismo tiempo, sin despegar la mirada del otro, y nos abrazamos.

Emil me rodea por completo. Puedo percibir el rico aroma que emana de su piel y su respiración entrecortada en mi cuello. Cierro los ojos, en un intento de guardar en mi memoria todo lo que estoy sintiendo porque sé que no se repetirá.

Me alejo de él, dando pasos hacia atrás.

—Debes irte, Emil.

La angustia que trasmite su mirada provoca que me duela el pecho. Abre la boca, pero la cierra y se dirige a la salida deprisa.

Es doloroso verlo irse; sin embargo, es lo mejor porque no puedo traicionar la confianza que Joan ha depositado en mí.

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¿Qué opinan de la situación de Leah?

Nos leemos más adelante. ❤️

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