Capítulo 8

Emil

La fiesta de cumpleaños de Lili acabó porque tuvimos que llevar a Gala a la clínica. Aquí estamos, esperando alguna novedad sobre su situación. León no ha parado de caminar de un lado a otro ni de preguntar a los doctores cómo ha evolucionado, porque no lo dejaron pasar con ella. Mamá está con él, haciendo lo posible para que se calme.

Otra que está desesperada es Leah, quien se ha mantenido en un rincón alejada de todos. No me pasa desapercibido la manera en que sus manos tiemblan, y la angustia que se refleja en sus ojos, aunque ha intentado que nadie lo note.

Me acerco hacia donde está y me recuesto de la pared a su lado.

—Gala estará bien.

—Este embarazo también vino con complicaciones. Me preocupa mucho.

Habla con tanto dolor que acorto la distancia, deposito mi mano sobre su hombro y lo aprieto con suavidad.

—Ella es una mujer muy fuerte, en nada nos avisarán que ya somos tíos de nuevo y que todo salió mejor de lo esperado.

Mis palabras provocan que un atisbo de sonrisa se forme en sus labios. Suspira y asiente.

—Eso espero, Emil. Muchas gracias.

—No tienes que agradecer nada, Leah.

Nos quedamos en silencio, pero no retiro mi toque y ella no muestra que le molesta.

Lleva una mano hacia sus rizos chocolates y los echa hacia atrás, eso hace que mis ojos vayan a un tatuaje que tiene detrás de la oreja. El corazón me late salvaje al reconocer de qué se trata.

—¿Es un Kintsugi? —cuestiono al tiempo que lo acaricio con los dedos.

Siento cómo su cuerpo se tensa, y no sé descifrar si es porque la he tocado ahí o por mi pregunta. Los dos sabemos qué significa.

—Sí, me gustó tanto ese arte que decidí hacerme el tatuaje. Es el primero y creo que el último.

—Eso dices ahora —respondo, ensimismado.

No puedo retirar la mirada de la porcelana reparada con pegamento dorado que tiene plasmada en su piel. Una pieza idéntica a la que le regalé aquella vez en el bazar cuando le hablé del kintsugi.

—Permiso. —La voz de su novio me regresa a la realidad—. Aléjate de mi mujer —me indica demandante.

—Joan...

—Joan nada, Leah, ¿qué significa esto?

Doy varios pasos hacia atrás, pero no los suficientes como para dejar desprotegida a Leah de este hombre. No me gusta la manera en que le habló.

—No sé de qué hablas.

—¿Por qué permitiste que ese tipo te tocara de esa forma?

—Este tipo tiene nombre —digo, molesto por sus palabras.

—No estoy en condiciones para esto ahora, Joan —interviene Leah con la voz entrecortada.

—Yo sí, vamos fuera para que hablemos. 

Ella obedece, y juro que solo lo ha hecho por no armar un escándalo en medio de la clínica.

Las manos me tiemblan por la incertidumbre de qué le dirá, así que decido seguirlos por si Leah necesita mi ayuda.

Entro al parqueo y me quedo a una distancia prudente en medio de algunos vehículos para que no me vean.

—No entiendo por qué estás actuando de esta manera, Joan.

—El que no comprende tu comportamiento extraño soy yo. Todo estaba bien hasta que llegamos a ese cumpleaños.

Los escucho discutir recostado de una columna.

—Solo estoy preocupada por Gala.

—¿Por qué permitiste que ese hombre te tocara? Tú eres muy renuente a las muestras de cariño de mi parte, incluso en la intimidad me lo pones difícil. A veces creo que solo te acuestas conmigo por compromiso y no porque lo disfrutas.

—No me hables de eso, por favor.

—¿Te gusta? ¿Es tu exnovio?

Un silencio reina en el lugar, pero puedo escuchar la respiración acelerada de Leah.

—¡Responde, Leah! ¿Ese es el hombre que aún no has podido superar?

—Perdón que los interrumpa, pero ya hay noticias de Gala —interfiero, saliendo de mi escondite.

Leah me observa horrorizada, y yo hago un ademán con la cabeza que ella comprende al instante.

—Seguiremos con esta conversación más tarde —advierte el imbécil cuando la ve caminar hacia mí.

A pasos rápidos, salimos del parqueo. Antes de que ella entre a la sala de espera, le agarro el brazo y la guío hacia el otro extremo. Se deja, así que caminamos por la acera sin ningún rumbo.

Nos mantenemos en silencio, avanzando despacio uno junto al otro. Me detengo frente a una cafetería y le toco la espalda para que me siga. Mi teléfono vibra anunciando un mensaje, lo saco del bolsillo del pantalón y verifico qué dice.

—Quiero saber sobre Gala.

—Mamá me puso un mensaje de que aún no han dicho nada —respondo, después guardo el celular.

Entramos y nos dirigimos hacia una mesa para dos.

—No tengo apetito.

—Yo tampoco, solo compremos un café para calmarnos.

—¿Escuchaste la conversación, Emil?

Abro la boca para responder, pero un chico se nos acerca para tomar la orden. Pido un café negro y ella con leche. Cuando se retira, noto que Leah me mira con una intensidad que me pone nervioso.

—Sí.

—¿Por qué nos seguiste?

—Quería asegurarme de que estuvieras bien.

—No debiste.

—Lo sé, Leah.

—Joan no tiene razón para molestarse ni de ponerse celoso.

—No me gustó la manera en que te trató, y me sorprende muchísimo que te hayas dejado.

El joven llega con nuestro pedido y deposita dos tazas grandes humeantes sobre la mesa. Les damos las gracias antes de que se retire de nuevo.

Ella agarra la suya y empieza a soplar, después le da un pequeño sorbo. Hago lo mismo, paciente, a espera de que me responda.

—Es la primera vez que se molesta de esa forma —dice bajito.

—Nunca le hablaste de mí.

Las palabras salen con cierto reproche mezclado con dolor.

—Sí lo hice, pero no le mencioné el nombre de mi ex. Ahora está convencido de que eres tú, Emil.

Bebe de su café de nuevo y desvía la mirada. La tensión densa es palpable, los dos sabemos que hay mucho tema pendiente que no nos atrevemos a tocar. Me gustaría hacerlo, y más ahora que estoy convencido de que ella no me ha olvidado como pensé.

—¿Lo quieres?

—¿Qué...?

—¿Estás enamorada de ese hombre? ¿Ya no sientes nada por mí?

Mis palabras la han tomado por sorpresa, y es algo que no puede disimular.

—¿Por qué me preguntas esas cosas? Lo nuestro es pasado, seguí con mi vida y estoy segura de que tú también.

—Solo quiero saber si tengo alguna oportunidad aún.

—Emil, no te comprendo.

Se levanta de la silla, saca dinero de su bolso con manos temblorosas y lo deja sobre la mesa.

Hago lo mismo para seguirla.

Leah camina deprisa por la acera, pero la detengo de golpe y la giro para encararla.

—Suéltame, no sé qué te has creído.

Le quito las manos de encima a los segundos de ella pedirlo. Sin embargo, se queda en el mismo lugar.

Está nerviosa, la manera en que su pecho sube y baja acelerado me lo confirma.

—No sabes cómo me he torturado ante el pensamiento de que ya no quedaba nada de mí en ti. Pero ahora, después de verte y escucharte, me he dado cuenta de que estaba lejos de la realidad.

—¿A qué te refieres con eso?

—Estuvimos juntos en el tiempo equivocado, Leah, y me comporté de la peor manera al punto de arruinar lo que teníamos.

—Emil...

—He abierto los ojos, estoy consciente de cosas que antes desconocía y que nos hizo muchísimo daño. No pienso cometer los mismos errores contigo.

Sus ojos me observan cristalinos, casi al borde de derramar lágrimas. Aprovecho que ha bajado la guardia para acercarme más y llevo mis manos hacia su rostro.

—Voy a luchar por ti, Leah —prosigo firme—. Te voy a mostrar mi mejor versión y esta vez todo será diferente.

—Tengo novio —alega con pesar.

—No están casados, hay esperanzas de conquistarte otra vez.

—No es así, Emil.

—¿No? Ya lo veremos.

Quiere protestar, pero el sonido de su teléfono no se lo permite.

—¿Sí? —contesta deprisa—. Vamos para allá.

—¿Qué pasó? —cuestiono al segundo en que cuelga.

—Debemos volver a la clínica, ya nació nuestro sobrino.

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Canción que pensé para este capítulo:

✨️Treat you better de Shawn Mendes✨️

https://youtu.be/MkfkTdI97Ic

Gracias por leer. ❤️

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