Capítulo 43

Leah

Estos días han sido muy movidos, pero hoy me he tomado el tiempo de dedicarme a la casa. El bebé está durmiendo y Emil en su trabajo, así que aprovecho para ordenar la habitación y cambiar algunos muebles de sus lugares.

Ser madre, estudiar y atender un negocio no es fácil, además de mi rol de mujer y esposa. Es sumamente agotador, siempre hay algo. Emil y yo no descansamos ni los fines de semana.

Nos ayuda que Elliot es un niño tranquilo, aunque apenas tiene cinco meses. Solo llora por hambre, duerme mucho y se entretiene con lo que sea.

Gala me dijo que Gael a esa edad se le iba a caer de la cama por lo mucho que se movía. Es que ese niño es inquieto.

Abro los cajones de mi mesita de noche, saco todo y luego lo organizo. Me paso a la de Emil, pero me quedo paralizada cuando veo la libreta que le regalé hace años. Los recuerdos se agolpan en mi mente y la vista se me nubla ante todos los sentimientos que me embargan.

No puedo creer que él aún conserve esto, y que no me haya dado cuenta antes.

Le paso los dedos con nostalgia, tantas cosas han cambiado desde entonces. Somos una familia, hemos superado la mayoría de nuestros traumas y temores. Pese a que aún nos falta mucho camino por recorrer, podemos decir a boca llena que estamos logrando seguir adelante juntos.

La curiosidad me carcome, deseo saber qué ha escrito, pero el «No tocar» que puso en la portada me frena. La dejo encima de la cama, organizo el mueble y la pongo de nuevo en su lugar.

Termino de asear cada rincón, luego busco al bebé que se ha despertado. Me acuesto con él a revisar algunos locales para la tienda en mi teléfono. Lo conversé con Emil y decidimos que lo intentaremos. No quiero algo muy grande ni lujoso, empezaremos de a poquito por ahora.

Estoy entusiasmada y aterrada en partes iguales. Este sería otro reto y más trabajo, aunque pienso contratar ayuda.

Los gorjeos de Elliot se roban mi atención.

—Sí, bebé de mamá. ¿Quién es el niño más bonito? Tú eres el niño más bonito.

Se ríe y le lleno la carita de besos.

El sonido proveniente del celular provoca que desvíe la mirada y un escalofrío me recorre al notar que se trata de un mensaje de Luz.

Ella y yo no hemos hablado en mucho tiempo, la última vez me informó que el desgraciado de Max había salido de la cárcel. Fue un golpe duro, pero no permití que eso me afectara.

Desbloqueo el teléfono para leer lo que ha escrito:

[Leah, sé que no te interesa saber nada de mí y lo entiendo. Estoy pasando por un momento muy difícil, como si alguien se estuviese cobrando los errores que he cometido.

Asesinaron a Katya y a Max anoche. Estaban juntos en una fiesta y se armó una balacera. Me gustaría que...].

La impresión no permite que siga leyendo. Dejo el teléfono de lado y me cubro la cara. La realidad es que no sé cómo sentirme al respecto, pero no me duelen sus muertes.

Ojalá mi prima no haya sufrido antes de perecer e imagino que, quizás, pensó en lo que me hizo y se arrepintió de ello. Me permito respirar, medito en cómo debe sentirse la tía Luz y le contesto con un pésame sincero.

Ella sabe que no me presentaré al velatorio, y que no volverá a verme en esa casa nunca más.

Pongo el teléfono encima de la mesita de noche y cargo a Elliot, dispuesta a salir al jardín.

Gala me ha ayudado a plantar algunas flores, hemos condicionado este lugar para que se perciba acogedor. Así me siento ahora, una paz inmensa llena mi interior como nunca había experimentado antes.

Pienso de nuevo en el mensaje de la tía Luz y comprendo que es el desenlace de esa parte, oscura y dolorosa, de mi vida.

**

Hoy es la exposición donde Emil se presentará entre muchos artistas locales e internacionales. El pobre ha estado tan nervioso que no pudo dormir bien anoche.

Vine con él a la galería desde temprano para ayudar en lo que sea posible, aun si tuve que traer al bebé.

La energía que transmite Susan es tan contagiante que no deja cabida a pensamientos negativos. Admiro el poder y la seguridad que refleja, se nota a leguas su profesionalismo.

Por otro lado, su hermano Robert es la cabeza pensante de todo esto. Es increíble lo frío y calculador que se muestra, incluso con toda la presión que hay sobre sus hombros.

Emil es muy afortunado de trabajar de la mano con personas como ellos.

—Bueno, es mejor que vayan a arreglarse.

—Háganle caso a Robert —dice Susan, quien me pasa a Elliot—. Nos vemos en unas horas.

Emil y yo nos despedimos antes de salir.

Se mantiene en silencio en todo el trayecto a casa. Noto que las manos le tiemblan, suspira y tamborilea los dedos constantemente sobre el volante.

—Todo saldrá bien.

—Gracias, amor, no sabes lo aterrado que me siento.

—Es normal, pero estoy segura de que no es necesario que te preocupes.

Él me sonríe por medio del espejo y asiente con la cabeza.

—No he dejado de pensar en cómo terminó la primera exposición en la que participé.

Los recuerdos de ese día me inundan la mente. Fue la última vez que lo apresaron por culpa de Joan.

—Ya él ni nadie puede hacerte daño —digo muy segura—. Hoy vas a deslumbrar a todos con tu magnífico arte.

Siento que mis palabras han surtido efecto porque se muestra más relajado.

Una vez en casa, nos duchamos. Emil se pone un camisa blanca con pantalones negros de tela y se esmera en peinarse. Cambio al bebé igual que él y yo uso un vestido oscuro largo, acorde con el evento.

—Te ves tan sexi —dice en mi oído—. No veo la hora de regresar para poder quitarte esa ropa y hacerte de todo.

Mi cuerpo reacciona a sus palabras, tanto así que tengo que apretar las piernas.

—Respeta a nuestro hijo —reprocho a modo de juego.

Emil se ríe y le da un beso en la mejilla al bebé que carga con un brazo.

Pongo las manos en su pecho bajo su atenta mirada, lo acaricio y le arreglo el cuello de la camisa.

Me tomo mi tiempo, disfruto tocándolo. Nuestros ojos se encuentran y nos quedamos de esta manera por unos segundos.

—Eres hermosa, te amo —dice como cada día.

Las mismas palabras en varias situaciones, pero siempre se encarga de halagarme y me recuerda lo que siente por mí.

—Yo también te amo —respondo.

—Me haces feliz, soy muy afortunado.

—El sentimiento es recíproco, Emil.

Sonríe, luego me da un beso en la frente.

Le pido que nos vayamos en mi auto, quiero conducir para que se relaje.

En la galería, lo pierdo de vista porque Emil debe cumplir con varios deberes.

Hay muchas personas, la prensa, fotografías, luces. Las obras que exhiben son preciosas y únicas, al igual que los diferentes artistas.

Sonrío con orgullo cuando veo a Emil posar para las cámaras como todo un profesional. No sé si es cosa mía, pero él destaca en medio de todos.

Es el hombre más apuesto y talentoso que existe en el mundo. 

Gala y León hacen acto de presencia y hablamos de lo bien que se desarrolla el evento.

No puedo dejar de sonreír ante lo perfecto que lo está haciendo Emil, cómo sus ojos brillan y lo natural que actúa frente a los demás. Es innegable que él nació para esto, porque su luz destaca, brilla con intensidad.

Solo tengo ojos para él; deseo que este momento perdure para siempre. Emil está feliz, y es lo mejor que he presenciado en mucho tiempo.

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