Capítulo 22

Leah

Emil abre la puerta para que pase, entro y me paralizo cuando vislumbro a la señora Mireya. Ella se levanta del sofá y pone sus ojos sobre mí. Me intimida la manera en que me está observando, es obvio que le desagrada mi presencia.

—Hola —saludo, pero no me corresponde.

—Ma, Leah se quedará aquí.

Ella no contesta, solo asiente y se retira a la habitación.

—Quizás esto sea una mala idea —digo bajito por culpa de la tensión asfixiante que percibo en el ambiente.

—No, mamá ya se va.

Justo cuando termina de hablar, Mireya regresa con varios bolsas.

—Mañana te llamaré, Emilian —dice antes de marcharse.

Me quedo paralizada en el mismo lugar por la vergüenza que siento. Ella me detesta.

—Ponte cómoda, cariño, iré a organizar tus cosas en el cuarto.

Él desaparece con las maletas y yo me encamino hacia el balcón. El piso está mojado a causa de la lluvia que aún no cesa. No hay estrellas, pero la vista es hermosa porque vislumbro parte de la ciudad iluminada.

Me toco el estómago con suavidad, es increíble lo mucho que mi vida ha cambiado y lo seguirá haciendo. No tengo idea de cómo ser una madre ni qué medidas tomaré para quitarme a Joan de encima.

Él está convencido de que es el padre de mi bebé. No valió que le recordara que las dos veces que estuvimos juntos usamos protección y que las fechas no concuerdan.

Solito se ha montado una película completa donde yo soy una infiel que lo quiere alejar de su hijo y Emil es un delincuente.

Me giro cuando percibo el aroma a detergente y veo a mi novio limpiando el piso de la sala. Tiene el torso descubierto, un pantalón corto y está descalzo. Me río por lo gracioso que luce tarareando una canción mientras se mueve de un lado a otro. 

—¿Qué estás haciendo? —pregunto al tiempo que doy pasos hacia él.

—No sigas, Leah, me vas a ensuciar el piso.

Le hago caso con una sonrisa boba en los labios.

—Es tarde para esto.

—Quiero que te sientas bien —responde—. Ve a la habitación, ya está totalmente aseada. Como te gusta.

Deseo abrazarlo, pero eso sería arruinar lo que ya limpió, así que me dirijo al cuarto.

Me sorprende lo ordenado que está hasta el mínimo rincón y noto que cambió las sábanas y mantas. El aroma fresco me hace suspirar, siento como si estuviera en mi casa.

Reviso el armario, dándome cuenta de que me hizo un espacio y organizó la ropa que traje.

Saco un pijama y me lo pongo, después me acomodo en la cama con la laptop sobre las piernas. La cantidad de correos de trabajo son infinitos, además de los mensajes en el celular.

Estos días han sido muy movidos porque estoy buscando un local para mudar la tienda. Necesito salir del radar de Joan.

—Mañana compraré las piedras esas que tienes por toda la casa.

Las palabras de Emil me sacan de mis pensamientos.

Poso los ojos sobre él, quien se está secando el sudor de la frente con una camiseta.

—¿Las aromáticas?

—Sí, quiero que te sientas bien aquí.

Sonrío ante lo que ha dicho y una calidez me arropa al verlo tan preocupado por mi bienestar.

—Muchas gracias —digo a la vez que dejo la computadora sobre la cama y me levanto. 

—Nada de gracias, amor, mereces todo. Estaremos aquí mientras tanto.

Me toca el pelo con los dedos, luego lo coloca detrás de las orejas. Sus manos me acarician las mejillas y posa sus labios sobre los míos con dulzura.

El beso es apasionado, adictivo. Emil me levanta y encierro las piernas alrededor de su cintura. Me agarro de su cuello y gimo contra su boca al momento en que me toca por todas partes.

Camina hacia la cama y me deposita con cuidado en ella. Agarra la computadora y el celular, después los coloca en la mesita de noche.

Se posiciona sobre mí con cuidado de no aplastarme y me besa de nuevo. Se adueña de mis labios con lentitud, saborea cada rincón de mi boca. 

—Te amo, Leah —dice una vez se aleja.

—Yo también te amo.

Le paso las manos por las mejillas, después las muevo hacia su pelo y lo echo para atrás. Me encanta cómo se ve con el rostro descubierto, es una belleza.

En un movimiento rápido, cambia de posición y quedo sentada sobre su regazo. Me recuesto de su pecho, cierro los ojos y disfruto de las caricias que le está dando a mis piernas.

No sé explicar la paz que siento al tenerlo de esta manera. Su piel contra la mía es una delicia, percibo el calor que emana de su cuerpo y ese aroma tan característico que me encanta.

—Leah, en unos días tendré que comparecer ante el juez.

Sus palabras provocan que la tranquilidad se esfume.

—Estaré ahí.

Emil me observa con los ojos cristalinos, estos reflejan angustia e impotencia.

—No quiero que te sometas a emociones fuertes, preciosa. Recuerda el bebé.

Lleva una mano hacia mi vientre y la deja ahí. Su preocupación me causa ternura.

—Voy a testificar, Emil, diré por qué te encontrabas en ese sitio.

Frunce el ceño, un indicio de que no entiende a qué me refiero. Solo es cuestión de segundos porque abre los ojos ante la realización de lo que quise decir.

—Olvídate de eso. No voy a permitir que te expongas de esa manera.

Me quita con cuidado y se levanta.

—Emil, puedo hacerlo.

—Leah...

—Ya está superado —lo interrumpo seria—. Confía en mí.

Se pasa las manos por el pelo y empieza a caminar en círculos. Desde aquí puedo apreciar lo nervioso que se encuentra.

Me paro de la cama y me posiciono delante de él, solo así se detiene. Nuestras miradas se conectan, trato de transmitirle que estaré bien.

—¿Joan sabe?

—No. Hay mucha información sobre mi pasado que no le dije.

—Quiero que se mantenga así, Leah. No sé por qué tengo la impresión de que se atreverá a usar eso en tu contra.

No le respondo de inmediato, pero pienso lo mismo.

—¿Sabes qué me gustaría? —pregunto y él niega con la cabeza—. Que nos vayamos lejos, a una ciudad menos transitada y donde nadie nos conozca.

—¿Y tu tienda?

—No hay problemas con ella, buscaría un local y la pondría. También puedo seguir virtual como antes.

—Sería empezar desde cero, prácticamente.

—Sí.

Emil sonríe y me atrapa en un abrazo que correspondo.

—Voy a luchar y haré todo lo que esté a mi alcance para que se materialice —me susurra en el oído.

Deja un reguero de besos por el cuello, después sigue en los labios. Es demandante, apasionado. Emil se separa un poco, me quita la parte de arriba del pijama y al segundo lo demás.

Unimos nuestras bocas de nuevo mientras nos tumbamos en la cama. Gimo en voz alta ante las sensaciones que me provocan sus manos. Siento la piel en llamas a causa de su lengua.

—¿Qué somos? —pregunto en un hilo de voz cuando me penetra despacio.

—¿Tú qué crees? —responde en medio de un jadeo.

Echo la cabeza hacia atrás, cierro los ojos y me dejo llevar por el placer que me recorre entera.

Él se mueve dentro y fuera con la velocidad exacta, perfecta. Nuestros cuerpos sudorosos emiten sonidos obscenos que me llevan a la locura. Le rasguño la espalda cuando no puedo más y de mi garganta sale un grito liberador.

—Dime, Leah, ¿qué somos? —demanda sin darme tregua.

Me agarra por el cuello, lo que provoca que lleve las manos hacia su brazo tatuado. El pelo húmedo le cae por la frente, esto dificulta que lo vea a los ojos como deseo.

—N-Novios —balbuceo en medio de un orgasmo arrebatador.

—Respuesta incorrecta —dice a la vez que me gira.

Me penetra desde atrás sin previo aviso, me agarra los rizos y me pega la espalda en su pecho. Siento su respiración agitada en mi oreja y escucho sus quejidos cargados de placer.

—Tú eres mi mujer —afirma al tiempo que embiste en mi interior sin piedad.

No consigo responder ni pensar nada coherente porque sus movimientos me mantienen en un tipo de trance. Me agarro como puedo de las sábanas cuando siento que caigo en un profundo abismo. Le araño la piel de los brazos que logro alcanzar, grito y me retuerzo.

Su agarre se hace más débil al igual que sus embestidas. Emil se queja en voz alta y me libera la espalda.

Caigo boca abajo sobre el colchón, respirando con dificultad y el cuerpo temblando.

—¿Estás bien? —pregunta, acostándose a mi lado.

Asiento porque soy incapaz de hablar, aún me encuentro muy sensible para moverme siquiera.

Me atrae hacia su pecho y deja besos sobre mi cabeza.

—Duerme, cariño —dice a la vez que me acaricia el estómago—. Mañana saldré muy temprano porque debo reunirme con Robert. Tengo mucho trabajo pendiente.

Quiero responderle, pero los ojos se me cierran y todo alrededor se apaga.

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Los sonidos incesante que provienen de algún lugar me espantan. Tardo unos segundos en caer en cuenta dónde estoy y qué día es. La habitación está completamente iluminada por los rayos del sol, indicio de que son más de las ocho de la mañana.

No me equivoco, lo compruebo una vez que me levanto y apago la alarma de mi celular. Sonrío al pensar en la noche maravillosa que tuve y la piel se me eriza de solo recordar todo lo que Emil me hizo sentir.

Percibo el cuerpo liviano, además de unas ganas inmensas de orinar. Camino hacia el baño y me tengo que sostener de la pared por culpa de un mareo.

Corro como puedo y vacío el estómago en el inodoro. Me siento en el piso a espera de que pase.

Odio los malestares del embarazo, a pesar de que el doctor me dijo que es muy probable que cesen después del cuarto mes. Poco a poco se me despeja la mente, así que me pongo de pie con cuidado y entro a la ducha.

Debo ir a la tienda para trabajar, verificar las mercancías y seguir buscando locales hasta que dé con el que mejor me convenga. Había sopesado dejar el negocio virtual, el problema es que tengo empleados y me da pena que se queden en el aire.

También deseo ver a Gala y hablarle sobre mi embarazo. No se lo comenté antes porque no sabía qué iba a hacer y me daba vergüenza.

Termino el baño, salgo al cuarto y me visto. Echo todo lo que necesito en el bolso, después me encamino a la sala.

Me paralizo al vislumbrar una bandeja sobre la mesa. El olor a pan y mantequilla provoca que la boca se me haga agua. Emil me preparó unas tostadas calientes, zumo de naranja y huevos hervidos.

Todo está tan rico que me lo termino en un santiamén. Agarro el teléfono para agradecerle, aunque él no me responde. Debe estar muy ocupado.

Cuando levanto la bandeja para llevarla al fregadero, me percato de una nota.

"Espero que te aproveche el desayuno, amor. Te amo.

Posdata: no es necesario que laves los trastes de una vez, Leah. Te conozco. ".

Sonrío como una boba enamorada. Emil es maravilloso, me saqué la lotería con él. Suspiro ante la paz que siento, a pesar de los problemas.

La puerta se abre de repente, me asusto y salto en mi lugar.

—¿Sigues aquí? —cuestiona Mireya, mirando a todos lados.

—Sí, señora...

—¿Volviste con Emil?

—Sí, él y yo estamos juntos otra vez.

—¿Por cuánto tiempo? Quiero saber para prepararme mentalmente.

La manera en que habla me molesta, aunque trato de que no lo note.

—No hay necesidad de ello, Mireya —digo mientras agarro mi bolso—. Me tengo que ir.

—¿Tienes unos minutos? Quiero que hablemos de mujer a mujer.

Sus palabras, acompañadas de la mirada desafiante, me ponen nerviosa. Asiento, dejando de lado mis pendientes, y me acomodo en el sofá a espera de que empiece lo que sea que me quiere decir.

════ ∘◦❁◦∘ ════

¿Qué creen que Mireya le dirá a Leah? 👀

Muchas gracias por el apoyo, los amo. 💋

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