Capítulo 18

Emil

Leah no responde.

El silencio nos arropa de tal manera que solo se escucha su respiración agitada. No necesito que me lo confirme, estoy seguro de que ese malnacido le dijo algo sobre mí.

Corto la distancia entre los dos y le agarro una mano, después la guío hacia el balcón. Las luces de la ciudad se aprecian desde aquí, así como la luna y algunas estrellas.

—¿Te apetece cenar algo?

—No tengo hambre.

Su voz es apenas audible, puedo sentir la tensión que se ha creado entre nosotros.

—Espera aquí —digo antes de entrar a la casa.

Voy a la habitación, busco dos almohadas y una manta. Regreso, ella está con la vista al cielo mientras agarra los hierros que resguardan la pieza. La mezcla de luces la bañan de colores, esto hace que parezca alguien sacada de otro mundo. Una fantasía.

—Siento paz en este lugar —susurra—. ¿Cómo es eso posible?

Dejo caer lo que traje y me acerco a ella.

—No lo sé...

—Siendo tú tan desordenado —añade y posa sus grandes ojos sobre mí.

No sé qué responder, así que abro la boca para decir la primera estupidez que se me ocurre:

—¿Es eso un cumplido?

Leah ríe, y es tan contagiosa que me uno a ella.

Entonces, se hace más abundante hasta que nos carcajeamos como si fuésemos dos locos.

Entre risas, acomodo las almohadas en el piso y me acuesto sobre una. Ella me observa desde donde está, después se tira a mi lado. Nos mantenemos quietos, con la vista hacia arriba y no emitimos ninguna palabra.

Nuestros brazos se tocan, esto provoca que sienta la piel en llamas y el corazón se me acelera.

—Muchas gracias por el almuerzo, estuvo delicioso.

—Me alegra que lo hayas disfrutado, Leah.

—Y por el detalle del dinero...

—No es nada.

—Te lo pagaré.

—No hay problemas.

Silencio de nuevo.

Leah se remueve y se pone de lado. Yo hago lo mismo, de modo que quedamos frente a frente. Estamos tan cerca que logro percibir su aliento.

—¿No me vas a decir qué fue exactamente lo que pasó con ese hombre?

—Me contó que saldaste la deuda. —Suspira profundo—. Me reclamó muchas cosas y me recordó todo lo que había hecho por mí.

—Hijo de puta...

—No quiero que te metas en problemas con él, Emil.

Abro la boca para contestar, pero su mano en mi pelo no me lo permite. Leah me acaricia los mechones y los lleva hacia atrás con delicadeza.

Sigo cada uno de sus movimientos y cierro los ojos cuando me pasa los dedos por la mandíbula.

Sin darnos cuenta, nos hemos acercado demasiado y ahora nuestras narices se rozan. El deseo de besarla me tiene mareado, solo un poco más y toco su boca con la mía.

No obstante, las cosas que me dijo ayer me frenan. Ella necesita aclarar lo que quiere, no podemos seguir en este tira y afloja que nos hace daño.

—Debes irte, Leah.

Reúno todo el autocontrol para alejarme y me levanto.

No dice nada y se queda quieta mientras se cubre la cara con las manos. Solo es por unos segundos porque se pone de pie.

—Nos vemos otro día.

Apenas abro la boca para responderle y ya ella se ha ido.

La tristeza se apodera de mí al caer en cuenta de lo que ha pasado. Me siento un idiota, no debí hablarle de esa manera. Sin embargo, el poco raciocinio que tengo me dice que fue lo mejor que hice. 

**

Los días han estado llenos de emociones fuertes y mucho trabajo. Sumándole a eso la incertidumbre de lo que pasará en la galería, y el temor al fracaso que me persigue.

Mamá no me ha dejado solo, se ha tomado la tarea de ayudarnos en cada cosa que puede y vigilando que el estrés no me mate.

La ansiedad me tiene al borde, tanto que he sentido la necesidad de fumar después de muchos meses. Tuve que usar parches de nicotina de nuevo y trato de mantenerme ocupado.

No he visto a Leah desde la noche en que casi nos besamos; no obstante, nos hemos mensajeado de vez en cuando y le he enviado el almuerzo cada día a la misma hora de siempre.

Tengo la sospecha de que ella lo espera con ansias, porque me escribe justo a los segundos de haber llegado su paquete. Después agradece por la comida y hasta fotos me ha enviado.

—Ponte esto, cariño.

Mamá me extiende una camisa negra, de las tantas que tengo en el armario.

—Solo tienes ropa oscura, Emi —prosigue mientras hurga en los cajones.

—Hay algunas camisetas blancas —digo de lo más normal.

Se gira y me da una mirada que denota hastío.

—Debes darte prisa, hijo.

Agarro la ropa y me encierro en el baño. Los nervios me tienen demasiado tenso porque en unas horas será la exposición. A pesar de que nos pasamos la mañana allá, ultimando los detalles con Robert y Susan, la sensación de que algo va a salir mal no me abandona. Es horrible.

Tomo una ducha rápida, me visto y arreglo el pelo como nunca. Quiero verme bien, es la primera vez que asistiré a un evento donde seré el protagonista.

Mamá me halaga hasta al cansancio, incluso en todo el camino a la galería, no deja de decir lo maravilloso que soy y lo orgullosa que se siente de tenerme como hijo.

Llegamos temprano, pero ya León y Gala están aquí.

—Hermano, felicidades.

León me abraza con fuerza mientras me palmea la espalda.

—Muchas gracias.

—Te trajimos un regalo, está en el vehículo —dice Gala al tiempo que me da un beso en la frente.

—No era necesario —respondo mirando alrededor—. ¿Y los niños?

—Amilca se quedó con ellos —contesta mi hermano.

Asiento a sus palabras sin dejar de mirar a todos lados. Leah no vino.

Deseo preguntarles por ella, pero Robert me llama para que salude a unos señores.

El evento está lleno de personas importantes, prensa y público en general. He perdido la cuenta de a cuánta gente me han presentado, las preguntas que he respondido y los diferentes halagos que me han propinado.

Me siento como una celebridad de tantas fotos que me han tomado. Es una locura.

Susan se acerca como un rayo y me abraza de repente.

—Tus pinturas se están vendiendo como pan caliente, flaco —dice en mi oído, emocionada—. Muchos nos han preguntado por ti, Robert después te pondrá al tanto.

Sus palabras me ponen tan feliz que la aprieto contra el pecho con fuerza. Abro la boca para responderle, pero vislumbro a Leah frente a nosotros y se me olvida hasta cómo se respira.

Lleva un vestido largo, azul claro, ajustado al cuerpo. Los rizos están libres y caen como cascadas de chocolate por sus hombros y espalda.

No puedo expresar lo hermosa que es ni cómo me hace sentir su presencia.

Con cuidado, alejo a Susan de mí y camino hacia ella.

—Leah...

—Felicidades, Emil —me interrumpe.

A pesar de lo que ha dicho, noto cierta incomodidad de su parte. La manera en que desvía la mirada me lo confirma.

—¿Quién es? —pregunta Susan que se ha parado a mi lado.

Leah la mira de arriba abajo con la cara neutra. Entonces, comprendo la situación.

—Leah, ella es Susan, una amiga y colega.

Se dan la mano, pero Susan se atreve a besarle la mejilla.

—Emil me ha hablado mucho de ti —dice con voz amable—. Eres más hermosa de lo que él había relatado.

—G-Gracias —responde ella.

—Bueno, debo ir a atender algunos asuntos.

Me guiña un ojo y se pierde entre las personas.

—Pensé que no vendrías.

Leah suspira profundo y mira a todos lados como si estuviera nerviosa.

—Se me hizo tarde por el trabajo, Emil. No me perdería esto por nada del mundo.

Sonrío y ella me imita.

—Todo está saliendo de maravillas...

Hago silencio porque me distrae un grupo de policías que están forcejeando con Robert. Los murmullos de los presentes me molestan de una forma exagerada, el corazón se me acelera y un mal presentimiento me agobia.

—¿Qué está pasando? —pregunto cuando me he acercado lo suficiente.

Un grupito de personas cuchichean entre ellas y tiran fotos.

—¿Emilian Wilson? —pregunta uno de los oficiales.

—Váyanse de aquí, esto es ilegal sin una orden —refuta Susan, molesta.

—¿Quién lo busca? —cuestiono, ignorando las palabras de mi amiga.

Sin responder, dos de ellos me inmovilizan por detrás y siento que me encierran las manos con algo duro y frío.

—Estás usted detenido, todo lo que diga puede ser usado en su contra en un tribunal.

Quiero preguntar por qué hacen esto, pero no puedo hablar. Los gritos y movimientos a mi alrededor no ayudan tampoco.

Me empujan hacia la salida como si fuera un animal y me meten de mala manera en la parte trasera de un auto.

La vista se me nubla ante la realización de lo que acaba de suceder en plena exposición. Estoy arruinado.

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¿Tienen idea de por qué se llevaron a Emil? 🥺

Muchas gracias por el apoyo. 💋

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