Capítulo 10

Emil

Leah y yo nos conocimos en un bar.

Había ido a visitar a mi hermano, después de muchas promesas sin cumplir de que nos veríamos porque siempre sucedía algo.

Estaba pasando por momentos difíciles por culpa de la soledad, quería despejar la mente y fui con la finalidad de acostarme con alguien esa noche.

Llegué antes que León. El lugar estaba lleno de gente bailando y disfrutando del ambiente, excepto ella.

Una chica de pelo rizado se encontraba sola en un rincón. La pobre estaba aferrada a la pared, se notaba de lejos la incomodidad y molestia que sentía. Parecía un animalito asustado.

No sé si me volví loco, pero juro que ella resaltaba entre el montón de personas que brincaban a su alrededor. Había algo, una luz, un aura que la diferenciaba.

Me llamó la atención de tal manera que caminé hacia donde estaba y la saludé.

No me respondió, de hecho, creo que Leah no creyó que le hablaba a ella. Miró a todos lados, incluso verificó si había alguien detrás.

Le pregunté si quería bailar conmigo, pero no obtuve respuesta inmediata porque su amiga nos interrumpió. Como era de esperarse, me dijo que no.

Me chocó bastante el rechazo, aunque no me rendí y antes de irnos pude conseguir su número de teléfono.

Admito que al principio le mandaba mensajes por joder, aun si ella me dejaba en visto la mayoría del tiempo, hasta que me aceptó una salida.

Fue la cita más extraña que había tenido en mi vida. Leah no habló en toda la noche y casi le dio un infarto cuando encendí un cigarrillo frente a ella. No disimuló la cara de asco, y se atrevió a decirme lo mal que le hace a la salud esa «porquería».

Después de eso, la invité a otra. Pero fue peor porque no sabía que Leah es vegetariana y la llevé a un restaurante donde su especialidad era la carne. El lugar era un tipo de parrillada.

Casi se vomitó en mis zapatos y yo no supe qué hacer para disculparme. Lo que sí tenía claro era que Leah me gustaba muchísimo y estaba dispuesto a conquistarla.

No me lo puso fácil porque un día se mostraba interesada y al otro como si fuese un extraño. Estaba a punto de rendirme con ella, pero sucedió algo inesperado una noche que nos vimos.

Ni siquiera lo habíamos planeado, coincidimos en una plaza y le ayudé con algunas bolsas. Como ya era tarde, la invité a comer algo en unos puestos al aire libre. Esa vez me aseguré de llevarla al sitio correcto, así que ella disfrutó su comida y tuvimos una conversación decente por primera vez.

La noche estaba agradable y tenía todo a mi favor. Por lo tanto, aproveché para acercarme y verifiqué si estábamos en la misma sintonía.

—Gracias por la cena —dijo tímida.

Sus ojos no abandonaron los míos ni se alejó cuando corté la distancia de nuestros cuerpos.

Estábamos uno frente al otro, en medio de algunos bancos y arbustos. Las pocas personas que habían esparcidas desaparecieron cuando me perdí en el brillo de sus orbes.

Era el momento propicio, lo sentía, y me lo confirmó la manera en que un suspiro profundo salió de su garganta.

—No tienes que agradecer nada, Leah —respondí en un susurro.

Estábamos tan cerca que pude percibir cómo nuestros alientos se fusionaron.

Es imposible describir lo que sentí cuando llevé mi boca a la suya. Sus labios eran suaves, dulces, adictivos. Fui tímido, pues no sabía cómo iba a reaccionar, pero eso cambió al momento en que me correspondió.

El beso fue apasionado, con ansias. Sentí que el tiempo se había detenido y que solo existíamos ella y yo. Llevé mis manos a su rostro, la atraje más a mí y no la solté hasta que nos faltó el oxígeno.

Estaba muy feliz porque pensé que las cosas habían cambiado para nosotros, pero me equivoqué. Leah no quería nada conmigo y ese fue el inicio de una historia, la más intensa y profunda, que terminó mal.

════ ∘◦❁◦∘ ════

—Emi, ¿me estás escuchando?

Las palabras de mamá me sacan de la ensoñación en la que estaba sumergido. Ha sido inevitable, no he podido dejar de pensar en la conversación que Ada y yo tuvimos sobre Leah.

En estos días he meditado mucho sobre nuestra relación. He caído en cuenta de que yo arruiné lo que teníamos. Es decir, sabía que lo cagué, pero ahora estoy más consciente de esas cosas en específicas que nos hicieron daño.

—Lo siento, ma.

—¿Quieres hablarlo? —pregunta amable al tiempo que se sienta a mi lado en la cama.

Ella vino a traerme algunas cosas que compró y a ayudarme con la limpieza.

—Quiero volver con Leah.

Mi confesión no la sorprende, y una sonrisa traviesa adorna sus labios.

—Lo sé, creo que todos estamos al tanto de eso.

—Ella tiene novio —digo con pesar.

—Debes tener cuidado, cariño.

—No quiere a ese hombre, estoy convencido de que me sigue amando.

—A veces eso no es suficiente, quizás lo que ella siente por él es un balance de muchas cosas.

La miro con horror, sus palabras no ayudan en lo absoluto.

—Me explico —prosigue deprisa—. Una relación no se basa solo en amor, hay otras cosas que nos llevan a estar con una persona. Puede que Leah se sienta cómoda con él.

—Eso quiere decir que no tengo oportunidad...

—No, quiere decir que debes mostrarle que puedes ser ese hombre que ella merece. El amor ya está ahí, Emi, pero que tus actos le confirmen que es real y que puede confiar en ti de nuevo.

—Tienes razón, ma. Cuando estábamos juntos la alejé con mi comportamiento, no sé qué diablos me sucedía.

—Eras un novato en eso de las relaciones, no seas muy duro contigo. Lo que importa es que ya sabes qué hacer y cómo hacerlo.

—Después que la perdí.

—El ser humano aprende de sus errores. Tú has tomado el control de tu vida, estás mejorando en todos los aspectos...

—Eres mi mamá —la interrumpo, sarcástico.

—¿Y eso qué? Hasta León y Gala me comentaron lo diferente que estás. Ellos han notado tus cambios positivos, Leah también lo hará.

La abrazo fuerte al tiempo que le agradezco lo que ha hecho por mí. Ella me corresponde mientras deja besos en mi hombro y me acaricia la espalda de arriba abajo.

—No sé si sea el momento indicado, pero también vine a hablarte de algo más.

Me alejo y la miro a los ojos. Ella desvía los suyos, está nerviosa porque se pasa las manos por los brazos repetidamente.

—¿Sobre qué, ma?

Un suspiro largo es su respuesta, el silencio incómodo nos invade. Me hago una idea de lo que desea decirme, solo hay un tema tan controversial entre nosotros para que se ponga así.

—¿Sebastian? —pregunto despacio.

—Sí, me habías dicho que necesitabas saber sobre su infancia y busqué información.

—Ya no hace falta, ma. No quiero saber nada de ese hombre.

—¿Estás seguro?

—Sí.

Ella asiente, y no decimos nada más. He decidido no involucrarme en el pasado de mi progenitor porque no hay nada que me haga entender su comportamiento hacia mí.

El que haya tenido una mala vida no le daba el derecho de hacer de la mía un infierno. No tengo por qué entenderlo ni cambiar mi parecer hacia su asquerosa persona. No lo merece.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top