C I N C O
Desde aquel día, NamJoon se inclinó a pensar positivo.
Había logrado, de alguna manera, que las cosas que hacía JungKook no le afectaran. Tenía que ser fuerte, hacer oídos sordos e ignorar por completo que el pequeño mocoso quería sacarlo de sus casillas para tener otro momento que Jin pudiera malinterpretar. La mejor manera que tuvo fue no quedarse a solas con él y la verdad es que le estaba funcionando bastante bien.
JungKook no dejó de hacer pequeños berrinches por esto, ya que sabía que estaba siendo obligado a comportarse como un niño bueno al no poder encasillar a NamJoon contra un rincón para fingir que había sido regañado. El niño no encontraba maneras de hacerlo quedar mal y eso lo tenía frustrado.
Sería cruel en NamJoon admitir que eso le daba un poco de satisfacción, incluso sonaba como lo más inmaduro que podría sentir en su vida, así que prefería esconder esa satisfacción en lo más profundo de su consciencia.
Lo bueno también era que SeokJin había cumplido con su palabra de hablar con JungKook. El padre no era idiota, sabía que su hijo se encontraba reacio a conocer a NamJoon por todo lo que suponía una nueva presencia en su vida, sólo que no tenía idea de qué tanto odio el niño podía albergar en su cuerpecito. JungKook, sin embargo, simplemente se volvió un poco mejor en ocultarle a su padre que estaba estresado con la presencia de NamJoon, lo más sutil posible para que Jin no viera necesidad de regañarlo.
Con el pasar de las semanas, las cosas parecieron volverse un poco más íntimas entre la pareja, ya que Jin comenzó a ceder cada vez más en cuanto a la confianza que le brindaba a NamJoon dentro de la casa se refería. Uno de los pasos más grandes que dio después de dejar que NamJoon durmiera en su casa fue dejar que el hombre llegara después del trabajo, como si viviera ahí, como si estuvieran casados. Aunque la comparación de "casados" era algo que sólo pensaba NamJoon en realidad.
Cada paso en una relación se sentía como un grande, así que recibir a NamJoon para la hora de la cena era quizás demasiado íntimo y Jin se encontraba contento con ello, NamJoon ni hablar. Se estaban volviendo cada vez más formales y era un logro.
Aquella era una de esas noches en las que todo se sentía como si las cosas hubieran sido hechas así desde el principio.
—Y así es como haces un rollo picante —dijo Jin finalmente, mostrándole el producto final a su hijo.
JungKook miró con ojos enormes el perfecto pedazo de sushi que hizo su padre antes de dedicarle una expresión decepcionada a su propio rollo picante. No había quedado igual, ni por asomo: tenía un pequeño desastre entre las manos que no había logrado armar en absoluto y se preguntó cómo es que era tan difícil si su padre lo hacía ver tan fácil.
—Está bastante lindo, mi hijo es tan talentoso —le dijo Jin con cariño.
JungKook sintió que besaban su frente y una sonrisita se formó entre sus labios, entonces volvió a mirar su creación y no la vio tan fea.
—¡Es para ti! —le dijo con una sonrisa y Jin levantó ambas cejas.
—No puede ser —se tocó el pecho, exagerando su sorpresa—, ¿el gran y talentoso Kim JungKook me dejará comer su comida?
—¡Sí! —dio un brinco, completamente feliz con la idea.
—Lo disfrutaré entonces.
Jin dejó un plato en el medio de los dos y fue dejando delicadamente todos los pedazos de sushi que había hecho, entre ellos el rollo picante, poniéndolos de tal manera que lucía como un platillo gourmet. Por otro lado, JungKook, con un poco menos de cuidado, dejó su propia creación en el medio, sonriendo orgulloso cuando SeokJin acarició sus cabellos luego de lavarse las manos, besando su nariz al final.
—Vamos, hay que poner la mesa —avisó Jin, tomando un par de platos para llevarlos a la zona del comedor.
JungKook se bajó de su banco aún con las manos sucias y caminó detrás de él.
—NamJoon —el hombre levantó su cabeza el respaldo del sofá, sus ojos medio cerrados daban a entender que el sueño le estaba ganando. Jin le sólo sonrió, enternecido por la expresión adormilada de su novio—. La comida está lista, ¿o prefieres seguir durmiendo?
—No, no, está bien, ya voy a la mesa —murmuró agotado y se frotó el rostro.
Él había estado más tiempo del que debería en su estudio, al punto de no haber dormido más de dos horas el otro día, todo porque además de trabajar para el nuevo grupo que la empresa haría debutar, también estaba trabajando en su propio material. Le explicó a Jin que iba a tener días más ocupados que otros, pero que aun así iría a pasar tiempo con ellos porque era lo que más le gustaba.
JungKook bufó cuando recordó que el hombre también comería con ellos. Si por él fuese, dejaría a NamJoon durmiendo. Que comiera después cuando se despertara por el hambre.
—Kookie, ve a lavarte las manos.
Asintió y caminó rápido hasta su banco para lavarse las manos en el fregadero de la cocina, frotándolas lo más rápido que podía para regresar lo antes posible con su papá.
Una vez estuvieron todos sentados listos para comer, NamJoon bostezó y tomó los palillos. Sin embargo, sus movimientos se detuvieron en el instante que detalló el plato frente a él.
—¿Sushi?
Jin asintió, tomando el rollo que le preparó JungKook y degustándolo con una sonrisa. El niño sonrió el grande cuando vio a su papá disfrutar de su comida, ¡él también sería un chef si eso lo hacía feliz! Bueno, realmente quería ser abogado y un superhéroe, pero si la comida hacía feliz a su papá entonces también sería un chef profesional, como él.
—Te dije que íbamos a comer sushi cuando llegaste —le explicó luego de tragar, un poco confundido por la manera en la que NamJoon miraba su plato—. ¿Pasa algo?
—No, es que... —dejó los palillos a un lado, luciendo cohibido de repente—. Quizás estuve muy cansado y no te escuché cuando lo dijiste...
SeokJin frunció sus cejas por esa respuesta. Estaba seguro de que no había nada malo con el plato de NamJoon, incluso lo miró más detenidamente para encontrar algo, pero cuando se dio cuenta de lo que sucedía dejó caer los palillos y golpeó su propia frente, sintiéndose estúpido.
—¡Odias los mariscos! —Nam asintió con pena y Jeon lo miró con disgusto, ¿a qué clase de tonto no le gustaban los mariscos?—. No puede ser —se lamentó—. Lo olvidé, lo siento...
—No es tu culpa, amor —respondió—. Está bien, a cualquiera se le puede olvidar —explicó, apartando un poco su plato porque el olor lo ponía incómodo.
—Es algo que tengo que saber, eres mi novio NamJoon —dijo ligeramente decepcionado y el contrario sintió su rostro colorarse por la manera en que lo llamó, una sonrisita escapándose sin querer—. Sólo que ahora no sé qué hacer... hm, me queda arroz y creo que carne de ayer, ¿quieres un poco?
—Eres un ángel, ¿te lo han dicho? —Jin se rió.
—Ven, así aprendes a calentar comida al menos —se levantó de su puesto y NamJoon igual.
—Por favor, vivo solo, sé hacerlo.
—Seguro —soltó con tono irónico.
Ambos se perdieron en la cocina entre risas y el pequeño niño miró el plato abandonado de SeokJin; su rollo hecho especialmente para él fue dejado de lado y un puchero dolido se formó en su rostro.
Con el ceño fruncido devolvió sus ojos a su plato y apretó los palillos que sostenía, pensando en lo tonto que era NamJoon por odiar los mariscos y en lo molesto que era que su papá fuera a darle otro tipo de comida sólo porque era un enorme bebé llorón que no se comía todo su plato, no como JungKook sí hacía.
Haciendo una comparación, JungKook era mucho mejor que NamJoon porque él no odiaba los mariscos, porque él sabía cocinar cosas que a su papá le gustaban, porque él era su hijo. Así que no, él no debería sentirse dolido por el hecho de que su papá fuese a cocinarle al tonto gigante y lo dejara solo, él era un niño grande que sabía que iba a ser el favorito de SeokJin para siempre.
Sin embargo, mientras comía solito en la enorme mesa del comedor, sólo podía pensar en lo mucho que odiaba a Kim NamJoon.
Cuando la pareja regresó a la mesa, NamJoon apartó un poco más su anterior plato para poner el nuevo sobre su lugar. JungKook masticaba lentamente, comiendo con calma mientras lo esperaba para no ser el primero en terminar. En el plato de NamJoon había sólo arroz y carne, seguro no sabía tan bien como el sushi que el niño estaba disfrutando, así que JungKook se jactó de que tenía muchos mejores gustos que el gigante llorón.
—Ah, JungKook —el niño miró con desconfianza a NamJoon, el hombre no solía dirigirle la mirada ni la palabra a menos que fuera absolutamente necesario y JungKook vaya que lo había notado—. Jin me dijo que los rollos picantes son tus favoritos, así que puedes quedarte con los míos —le sonrió, señalando el plato.
El niño miró un momento el plato de NamJoon, sus ojos brillantes observando con una chispa de emoción los rollos abandonos. Luego volvió a dirigirle la mirada al hombre, dudoso, considerando que era una especie de trampa. Sin embargo, NamJoon le sonrió otra vez y comenzó a comer su propia comida.
—¿No los vas a querer? —preguntó Jin con extrañeza.
—¡Sí! —respondió de inmediato, extendiendo los palillos para tomar los rollos y colocarlos en su plato como si se los fueran a quitar.
Jin rió.
—Te dije que los ama —le dijo a NamJoon, quien asintió de acuerdo—. ¿Qué se dice, Kookie?
El niño miró a su papá un momento, luego a NamJoon. Se había quedado con una pieza de sushi a medio camino de su boca y la bajó porque sabía que tenía que responder. Regresó su atención a su padre, casi preguntándole con la mirada si era necesario hacerlo y Jin le dedicó una mueca que afirmaba esto, así que JungKook tomó aire y miró a NamJoon una vez más, un poco cohibido ahora y con sus labios ligeramente apretados.
—Gracias —murmuró, desviando la mirada.
NamJoon sonrió y, por primera vez, se sintió enternecido.
—No hay de qué.
Ellos continuaron comiendo mientras la pareja se sumía en una conversación casual y JungKook se recordó que seguía odiando a NamJoon, pero agradecía que al hombre no le gustara el sushi porque él podría comer más.
Sí, definitivamente JungKook podría soportar las visitas indeseadas de Kim NamJoon si eso significaba que podría comer el doble de mariscos.
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