Capítulo 8: Favor suplicante
El corazón me latía con fuerza mientras subía las escaleras hacia el despacho del Alfa Rock Saint. Mis pasos resonaban en el pasillo como un tamborileo que me recordaba lo mucho que estaba en juego. Sabía que iba a ser difícil, sabía que me enfrentaría a una tormenta de reproches y acusaciones, pero también sabía que no podía seguir viviendo con este vacío en el pecho.
Cuando finalmente estuve frente a la puerta, respiré hondo y golpeé con los nudillos.
—Adelante —dijo la voz grave del Alfa.
Abrí la puerta con manos temblorosas. Allí estaba él, sentado tras su escritorio, con el cabello platino corto, una barba tupida y esos ojos grises que parecían perforarte el alma. La expresión seria en su rostro ya dejaba claro que este no iba a ser un encuentro amistoso.
—Buenas noches, Alfa. Perdone la molestia, pero… necesito pedirle un favor —dije, mi voz apenas un murmullo mientras intentaba controlar el temblor en mis palabras.
El Alfa levantó una ceja mientras tomaba un papel de su escritorio. Su gesto era de clara impaciencia.
—Habla —dijo seco, señalándome que continuara.
Tragué saliva y di un paso adelante.
—Escuché rumores… que Leo volvió a Forks. ¿Es cierto lo que se dice? —pregunté, tratando de mantenerme firme.
La mirada del Alfa se oscureció, y sentí que el aire en la habitación se volvía más pesado.
—¿Y por qué cojones te importa ahora, Elay? —dijo con desdén, dejando el papel a un lado y cruzando los brazos. Su tono era ácido, cargado de reproche—. ¿Después de doce años de estar desaparecido, ahora te acuerdas de mi sobrina?
Sus palabras me golpearon como un mazazo. Mis manos se cerraron en puños a los costados, tratando de mantener la compostura, pero mis nudillos estaban blancos.
—Yo… necesito verla —dije, mi voz quebrándose un poco.
El Alfa soltó una carcajada fría, más un gruñido que una risa verdadera.
—¿Verla? ¿Para qué? ¿Para destrozarla otra vez? Porque eso es lo único que hiciste cuando tenías la oportunidad de estar a su lado. La dejaste sola, y ahora vuelves con el rabo entre las piernas porque, ¿qué? ¿Porque no soportas que haya seguido adelante?
Sus palabras eran como un látigo, cada una dejando una marca en mi orgullo y mi alma. Bajé la mirada, incapaz de sostenerla, pero sabía que tenía que responder.
—¡No sabes lo que siento! —exclamé de repente, perdiendo la paciencia. Mi voz se alzó, cargada de impotencia—. Cada día sin ella ha sido un infierno. ¡No puedo seguir así!
El Alfa se levantó lentamente de su silla, su presencia imponente llenando el espacio.
—¿Y crees que voy a permitir que vuelvas a meterte en su vida solo porque ahora estás arrepentido? —dijo, acercándose a mí con pasos lentos, calculados—. Dime, Elay, ¿qué te hace pensar que mereces siquiera mirarla de nuevo?
Mi respiración era rápida, mi pecho subía y bajaba mientras intentaba encontrar las palabras. Finalmente, mi orgullo se rompió. Me arrodillé frente a él, mis manos apoyadas en el suelo mientras bajaba la cabeza.
—Por favor… —dije, mi voz apenas un susurro—. Sé que no merezco su perdón, sé que la fallé… pero necesito verla. Necesito pedirle perdón, Alfa. Si no lo hago, no podré vivir conmigo mismo.
El Alfa me miró en silencio durante un largo momento. Sentí su mirada como un peso, juzgándome, evaluándome. Finalmente, dejó escapar un suspiro.
—Levántate, imbécil —dijo, con un tono más suave, aunque aún cargado de autoridad—. Si de verdad quieres verla, irás conmigo. No pienso dejarte solo con ella, no después de lo que hiciste.
Levanté la mirada, sorprendido por sus palabras.
—¿Vendrá conmigo? —pregunté, mi voz llena de incredulidad.
—Sí, y más te vale no cagarla, porque si le haces daño otra vez, no tendrás que preocuparte por su lobo monstruoso. Yo mismo acabaré contigo.
Asentí rápidamente, tragándome el orgullo y la humillación. No importaba lo que costara, estaba dispuesto a hacer lo que fuera por una oportunidad de redimirme.
El Alfa Rock Saint me observaba como si estuviera midiendo cada respiración, cada parpadeo. Su presencia era imponente, y aunque yo era el que había venido a buscar algo, me sentía como un intruso al borde de ser expulsado.
—Bien —dijo finalmente, volviendo a su escritorio y sentándose con un aire de autoridad inquebrantable—. Iremos a Forks. Pero hay condiciones, Elay.
Asentí, mi garganta seca mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar. Que él accediera a llevarme ya era un milagro, pero sabía que no sería tan sencillo.
—Primero, tú mismo te encargarás de organizar lo necesario para el viaje. No pienso mover un dedo por ti en este asunto. Segundo… —hizo una pausa, y su mirada gris se volvió aún más cortante—, cuando lleguemos, tú tendrás que enfrentarte a Leongina y admitir todos tus errores.
—Lo haré… —respondí rápidamente, casi atropellando las palabras.
—¿Ah, sí? —soltó, inclinándose ligeramente hacia adelante con los codos apoyados en el escritorio—. ¿Y qué dirás cuando te pregunte por todas esas veces que te metiste en camas ajenas? ¿Cuando se entere de que te involucraste con omegas de otros territorios, incluso con parejas de otros Alfas y Betas?
Sentí cómo mi corazón se detenía por un segundo. Su voz era como una cuchilla afilada, y cada palabra era un corte más profundo.
—Yo… —intenté responder, pero mi garganta se cerró.
—No, no te calles ahora, Elay —continuó, su tono cargado de reproche—. Durante estos años no solo te has desentendido de ella, sino que también has llevado una vida que a mí, como Alfa de esta manada, me ha hecho sentir vergüenza. ¿Sabes cómo se siente saber que un omega de mi manada, alguien que debería ser un ejemplo, se ha comportado como un gigoló barato?
Su mirada se clavó en mí, y no tuve el valor de sostenerla. Bajé la cabeza, sintiendo cómo el peso de mis actos caía sobre mis hombros como una losa.
—Sé que he cometido errores… —murmuré, pero él no me dejó terminar.
—Errores no, Elay. Vergüenzas. Traiciones. Cada vez que cruzaste una línea, no solo te traicionaste a ti mismo, sino también a esta manada y, sobre todo, a Leongina.
Sus palabras eran como un eco en mi mente, repitiéndose una y otra vez. Recordé cada rostro, cada noche vacía, cada decisión impulsiva que me había llevado a este punto. Quise justificarme, explicar que había sido joven, que había estado perdido, pero sabía que no había excusas que pudieran borrar el daño que había hecho.
—¿Y ahora qué? —preguntó, su tono más frío que nunca—. ¿Vas a plantarte frente a ella y pretender que todo está bien? ¿Que el tiempo curó las heridas que le causaste?
Me mordí el labio, mi respiración entrecortada mientras intentaba contener las lágrimas.
—No pretenderé nada, Alfa. Iré a pedirle perdón, a decirle la verdad. Todo lo que usted dice… todo lo que he hecho, lo confesaré.
El Alfa Rock Saint se inclinó hacia atrás en su silla, observándome en silencio durante lo que parecieron horas. Finalmente, soltó un suspiro y asintió.
—Más te vale, Elay. Porque si no eres completamente honesto con ella, si intentas esconder siquiera un detalle, no solo perderás cualquier posibilidad de redimirte, sino que también tendrás que enfrentarte a mí.
Asentí lentamente, sintiendo cómo el peso de sus palabras se hundía en mi pecho.
—Lo haré, Alfa. Seré honesto con ella, con todo.
—Bien. Entonces prepárate. Saldremos en tres días. Y, Elay… —dijo, deteniéndome cuando me giré para salir—, si realmente quieres ganarte su perdón, más te vale que dejes de comportarte como el crío egoísta que has sido todos estos años.
—Sí, Alfa —respondí, mi voz temblorosa pero firme.
Salí del despacho con el corazón pesado, sabiendo que el camino que tenía por delante no sería fácil. Pero también sabía que era mi única oportunidad de demostrarle a Leongina, y a mí mismo, que aún quedaba algo en mí que valía la pena.
[...]
Al día siguiente, el Alfa Rock Saint me miraba con ese aire imponente que tanto le gustaba usar conmigo. Sus cabellos blancos con toques grises y sus ojos marrones(por la aparición de su lobo) tenían una mezcla de cansancio y autoridad, como si estuviera cargando con el peso del mundo. Su voz salió como un gruñido bajo, pero claro.
Estabamos ultimando los últimos detalles, pero su carácter siempre marcaba el peso de mis actos en mis hombros. Parecía disfrutar él de mi sufrimiento por mi arrepentida moral.
—Estoy esperando con creces que ya encuentres a tu pareja destinada. Ya no estoy tan joven como para evitarte problemas, Elay.
—Alfa, mi querido Alfa Rock, me es muy difícil aguantar tanta bellura que poseo, y totalmente imposible dejar de ser tan deseado por otros lobos —respondí, con una sonrisa coqueta y un toque de mi acento español mezclado con alemán. Sabía que mis palabras iban a irritarlo, pero no podía evitarlo.
El Alfa entrecerró los ojos, claramente exasperado.
—Si no te comportas, te castigaré enviándote a Alemania.
Sus palabras eran tan serias que tuve que contenerme para no reír de la emoción, saber que pronto iría junto a Leo, daba esperanzas a mi vida. Pero antes de que pudiera responder con otra de mis habituales bromas, un sonido de notificación interrumpió el momento.
Ding.
Saqué mi celular de último modelo, deslizando el dedo por la pantalla con elegancia mientras pedía un minuto con un gesto. Mi alfa suspiró, impaciente.
○ Mensaje de [email protected]:
> Elay, espero no molestar tu rutina encantadora, pero tenemos un problema.
La Alfa está pasando un mal momento por lo del Día Black. Tenemos controlada la situación debido a que Yiara Klinsmann ha llegado, pero creemos entre los dos que verte traería una buena sorpresa para la Alfa.
¿Aceptaría el Alfa Rock Spain-Saint tus vacaciones directas a Forks?
Atte. El beta de la manada Ginonix, Jonas O'Reilly.
Leí el mensaje rápidamente, mis ojos brillando con una mezcla de emoción y aprensión. Esto era una oportunidad, pero también un problema. Levanté la mirada hacia mi Alfa con una sonrisa que sabía que lo desconcertaría.
—¡Tengo un mejor trato, señor Alfa!
Rock Saint me miró con una ceja alzada, desconfiando ya de mis palabras.
—¿Qué?
—El Beta de la manada Ginonix me acaba de invitar a unas vacaciones. Pregunta si me dejarás ir.
—Tks... Tienes suerte, eso reduce el tiempo de demora.
—¡Genial! ¡IRÉ CON MI HERMOSA LEONA! ¡GRACIAS, GRACIAS! ¡GUAPO, SEXY, HERMOSO ALFA…!
—Bien… tan solo no grites imbecil. —dijo el Alfa serio—Partiremos mañana. Avisa al Beta.
Mi única respuesta fue asentir, aunque internamente estaba gritando. Esto no era lo que tenía en mente, pero sabía que no podía discutir con él. Por algo, las relaciones entre la manada Spain y la manada Ginonix se mantenían en equilibrio. Suspiré mientras salía del despacho, con un peso en los hombros.
Ya en mi habitación, tomé mi celular y escribí rápidamente al Beta.
○ Para: [email protected]
○ De: elsexyLaydetucorazon
> ¡IRÉ! Espero no sea tan grave la situación. No pude evitar que mi Alfa no se autoinvitara, por lo que, espero no sea una molestia.
PD: Estoy castigado. Hice algo no muy grave, espero remediarlo, solo es eso.
Con el correo enviado, me puse a empacar lo más rápido posible. El Alfa detestaba la impuntualidad, y aunque no estaba emocionado con el hecho de que él viniera conmigo, al menos sabía que esta podría ser mi oportunidad de remediar los errores del pasado.
Mientras lanzaba ropa y accesorios en mi maleta, envié un mensaje a mis padres informándoles de mi nuevo viaje. Todo tenía que estar listo para la mañana siguiente, pero en mi mente no podía dejar de pensar en cómo sería enfrentar a Leongina… y admitir todo lo que había hecho.
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