Capítulo 6. Huye
___ no paraba de tocarse el vientre. Se notaba en su rostro la gran ilusión de ser madre. ¿Y yo? ¿Quiero ser padre? Esa imagen de abrazar a mi hijo era… No, Akaza. Si ese niño nace y sobrevive, Muzan lo experimentará para ver si era capaz de resistir a la luz del sol y luego… No quiero imaginarlo. A ___ le destrozará el corazón cuando llegue ese momento.
Los días pasaban y ella se estaba volviendo un poco exigente en cuanto a la comida. Eso será debido a los efectos secundarios del embarazo. Ya veía su panza crecer más y más. Ella me advertía de que notaba patadas del pequeño y me invitó a que tocase su vientre. Yo dudaba en hacerlo, sin embargo, la curiosidad era el predominante y apoyé mi mano. Una gran sorpresa me llevé al sentir una patada fuerte. No evité esbozar una pequeña sonrisa.
Pero volvía a la dura realidad. Ese bebé cuando nazca nunca podrá saber el significado de ser amado por una madre. ¿Por qué estaba pensando en esas cosas? No debo mostrar emoción. No, Akaza. Cada vez que pasaba el tiempo con ella, mis ganas de proteger a mi familia crecían demasiado. Familia. Qué palabra más extraña en mi vocabulario.
___ no dejó en ningún momento la medicina que me encomendó Muzan. Solo esperaba que ella sobreviviera. La peli-(c/c) no se había quejado en ningún momento. Yo estaba detrás de ella asegurándome que el embarazo vaya bien. A veces, ___ se apegaba a mí buscando algo de cariño. Yo la hubiera rechazado, pero no lo hago. Me agradaba su presencia. Era mi Omega. Mi mujer. La marqué siendo mía definitivamente.
Bueno, en esa búsqueda de cariño también buscaba atención en la parte sexual. Yo en esa parte no le diría un no como respuesta. Yo siempre tenía cuidado en no causar ningún tipo de daño cada vez que lo hacíamos. Dios, sus gemidos me enloquecen o perfume a peonías. Nublaba todos mis sentidos. No solamente durante el sexo, sino también en las noches cuando dormía entre mis brazos. Un aroma capaz de dejarme k.o. en cuestión de segundos.
Ya se han cumplido esos meses que nos dijo Muzan. ___ ya empezaba a sentirse incómoda por la presión de su barriga o por las patadas del bebé. Cada vez que la miraba se veía tan bella. Una pequeña criatura inquieta con ganas de salir. Yo tenía la cabeza en su vientre, una manera de calmar al bebé. Me gustaba que ella acariciara mi cabello y yo me dormía.
Sin embargo, esa paz y tranquilidad cesó cuando ___ empezó a quejarse de dolor. Eso me alertó demasiado cuando la miré. No paraba de tocarse el vientre y apretaba los dientes. Eso solamente significaba que algo andaba mal. Un olor un poco nauseabundo llegó a mis fosas nasales. Mis ojos se postraron en el tatami. ¿Qué es ese líquido?
—A-Akaza —me llamó—, creo que rompí aguas.
—¿Y qué significa…?
—S-Significa que estoy a punto de dar a luz.
Esa frase me dejó atónito. ¿Y qué hago ahora? No podía comunicarme con Muzan porque ya ella se colocó en una posición cómoda para dar a luz. Vale, esto no será nada complicado. Mis manos se colaron en la yukata para alzarla sobre sus muslos. Ya veía una cabeza asomarse por el orificio de su vagina. Mierda, ¿qué le digo? Tal vez con palabras positivas podía animarla a que pujase, ¿no?
—Está la cabeza asomándose —le informé—. Tienes que pujar más.
—¡E-Eso intento, pero duele! —me informó con lágrimas en los ojos.
—Respira e inspira. No lo hagas tan rápido —le indiqué. Parece que se estaba tranquilizando—. Eso es, lo estás haciendo bien.
—¡D-Duele mucho, Akaza!
—Lo sé.
—¡¿Cómo puedes saberlo si tú no sientes dolor?!
Cierto. No soy quien está pariendo. Ella se estaba esforzando todo lo posible. Yo le dije que siguiera, mientras yo iba en busca de unas toallas limpias. Creo que era lo más higiénico que tenerlo en mis manos sucias. ¡Las conseguí! Volví con ella y levanté la yukata para ver cómo iba. Bien, está progresando. ___ dio el último esfuerzo para dar al niño. Sí, es un varón. El cordón umbilical lo mordí con mis dientes y, al hacerlo, el pequeño empezó a llorar.
Se lo entregué a ___ para que lo sostuviera en sus brazos, pero algo no cuadraba porque estaba frunciendo el ceño. Todavía le estaba doliendo. Mi olfato se agudizó un poco más y volví a mirar. Otra cabeza. Espera, ¿un segundo? Esto no me lo esperaba para nada. ¿Gemelos? ¿Mellizos? ___ dio su último empujón y sostuve en brazos al bebé. Una niña. Hice el mismo procedimiento con el primero, romper el cordón umbilical y escuchar su llanto.
Ambos bebés estaban con su madre. Son mellizos. Un niño y una niña. Yo veía a ___ llorar de felicidad. Un vuelco en mi corazón sentí. ¿Esto se llama amor? Había una pequeña diferencia entre ellos, y no es el sexo, es el tamaño. La niña era un poquito más pequeña que su hermano. No me resistí en tocar su rostro con mis dedos. Piel suave como su madre.
—Son adorables —musitó.
—Sí, lo son. Son iguales a ti —dije. Los pequeños ya se calmaron, pero deben tomar el pecho de ___ y así lo hizo, y con mucho cuidado.
—¿Serán demonios como tú? Tienen aspecto de un humano normal y corriente —cuestionó.
—No lo sé. —La única manera de saberlo era con la luz del sol.
—Ya les tengo nombre.
—Ah, ¿sí?
—Lo vi en un sueño —confesó—. Vi a dos personas jóvenes como nosotros que se aman mutuamente, pero su amor fue roto debido a que asesinaron a la joven —dijo con cierta tristeza—. Pero estos pequeños estarán unidos. Se van a llamar Hakuji y Koyuki.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Esos nombres… ¿Por qué me resultaba familiar? Podía escuchar la voz femenina susurrar cerca de mi oído. Quería ignorarla completamente.
Hakuji.
Koyuki.
Hakuji.
Koyuki.
—Akaza, ¿estás bien?
La voz de ___ hizo que despertara de aquel trance. Mis ojos marcados como “Luna Superior Tres” se quedaron fijos en la chica y solamente esbocé una pequeña sonrisa. No quería preocuparla mucho.
—Sí, solamente estaba pensando en los nombres.
—¿No te gustan?
—Claro que me gustan —reafirmé y ella me devolvió más la sonrisa.
Luego tendré que ayudarla a limpiarse porque estará agotada por todo el esfuerzo. Las mujeres son impresionantes por naturaleza. Le expliqué como Omega debe marcar a los pequeños para mostrar que eran suyos. A ella le costó un poco entenderlo, pero le dije que solamente debe dar una pequeña mordida en las muñecas de ambos. Me hizo caso. Los bebés no hicieron ningún ruido. Están muy calmados a los brazos de su madre.
La noche fue larga. ___ yacía dormida en el futón junto con los pequeños. No quería separarse de ellos. Aún el olor de la placenta está presente, pero era mínimo. Yo observaba con detenimiento a la pequeña familia que formé. Familia. Esta es mi familia. Debo protegerla a toda costa.
Ya estaba a punto de amanecer y yo tenía que averiguar la gran verdad que se cernía sobre mis hijos. ¿Soportan la luz del sol? Lentamente los cogí con cuidado para no despertarlos y los coloqué enfrente de la puerta corredera que daba acceso a la salida. Yo los miré enfrente con mi cuerpo escondido en la pared. Mis dedos titubeaban en la madera. Los apoyé en ella e iba abriendo lentamente. El sol se estaba exponiendo. Solo tenía que contar treinta segundos y luego cerrar. No había señales de que se desintegraran. Ya pasaron esos segundos y cerré.
Mis pies se movieron hacia ellos. Hakuji no mostraba signos de quemaduras. El pequeño parecía feliz. Sin embargo, un sollozo me hizo reaccionar y mis ojos se abrieron como platos. Koyuki mostraba signos de sarpullidos por todo su cuerpo a la hora de estar expuesta al sol. Le estaba doliendo.
—Lo siento —alcé la voz cogiéndola y abrazándola—. Siento que estés sufriendo.
—¿Akaza?
Los llantos de Koyuki despertaron a ___. Ella se arrastró todo lo que pudo para ver qué pasaba y se sorprendió demasiado. Me arrebató a la pequeña de mis brazos.
—¡¿Qué estabas haciendo con ella?!
—Yo… no era mi intención —me disculpé—. Sabes bien que no haría daño a ninguna mujer.
—... ¿Por qué tiene sarpullidos? —se calmó un poco.
—Quería saber si tienen genes de demonio. Veo que Koyuki si.
—¿Y Hakuji?
—Lo desconozco.
No quería que Muzan devorase a Koyuki. Estaba frustrado perfectamente. Mis puños se apretaron con fuerza no sabiendo qué hacer. Son mis hijos. Es mi familia. ¿Por qué me estaba comportando de esa manera? No debería preocuparme. Mi destino es obedecer a ese hombre. No. No, Akaza. Tienes una familia. ___ nunca te ha mirado con miedo. Se entregó a ti porque ella te quiere demasiado.
—___… debes irte.
—¿Como?
—Debes marcharte cuanto antes. Ese hombre llegará en cualquier momento. —Estaba diciendo esas cosas porque tenía la ventaja de desvincularme por un rato de él.
—¿Por qué me dices eso?
—Ese hombre está obsesionado en caminar con el sol presente —le iba explicando—. Está buscando una flor que no puede encontrar. Al marcarte como mía, querrá experimentar con nuestros hijos y saber si son inmunes al sol. Y si es así, los devorará.
—... M-Mientes, ¿verdad? —Yo negué—. ¿Por qué no me dijiste nada? ¡No hubiera aceptado esto! ¡De quedarme embarazada!
—Porque estaba cumpliendo con las órdenes de ese hombre. Yo tenía intenciones de aparearme contigo y cumplir su objetivo. Sin embargo, ya no tengo esos pensamientos gracias a ti —le dije con la mirada fija en ella—. Todo el cariño que me ofreciste, lo sentí como mío. Temí que murieras en mis brazos al dar a nuestros hijos. Ahora no quiero que haga daño a mi familia. Por eso, debes irte.
—Ven conmigo —susurró.
—No puedo. Si lo hago, sospechará y me matará.
—No quiero separarme de ti, Akaza —sollozó—. Yo te amo.
Esas palabras eran grandes para mí. Mi corazón estaba latiendo con emoción. Yo deseaba decirlo también, sin embargo, temía que Muzan se percate de ello. Mis brazos se estiraron para tomar a Hakuji y entregárselo a ella para luego abrazarla. Su calidez me transmitía un montón de sentimientos. Ojalá pudiera ser libre e irme con ella. Irme con mis hijos recién nacidos.
—Márchate —le supliqué—. Busca ayuda. Gente que te cuide. No expongas a la pequeña Koyuki al sol. No le digas a nadie que son medio demonios. No se sabe si esa gente son cazadores de demonios.
—Akaza…
—¡Por favor! No dificultes más las cosas.
A veces eres tan tozuda. Debes entender que no puedes estar conmigo por mucho tiempo. Entonces un beso recibí de tu parte. Voy a echar de menos esa sensación cálida. Una lágrima se le escapó y se levantó de su sitio, ya recuperada del parto, y corrió hacia la salida. No la iba a detener. Ahora debo fingir que no sé nada.
Me inventaré que ella supo desde el principio el plan. Yo se lo dije en el momento en que lo hicimos. Solo era un objeto de usar y tirar, y esos niños eran el objetivo principal de Muzan.
Debo mentir por el bien de mi familia.
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