Noche de Bodas
La pareja recién casada, tomó asiento después de todas las felicitaciones, incluso personas de otras aldeas llegaron por la amistad que entablan con el Uzumaki.
El miró a su esposa, le encantaba ver esa sonrisa en ella, aún no podía creer que ya fuesen un matrimonio, era algo normal ya que se comportaban como uno.
La noche llegó rápidamente, siendo iluminados por la hermosa luna, el se tensó al sentir que ella se apoyo en su hombro.
- ¿Estas cansada? - le preguntó pasando su brazo alrededor de ella para apegarla a el.
- No - lo miró - estoy bien.
- ¡Oye, Sarada! - dijo la morena dirigiéndose a su amiga.
- ¿Qué pasa?
- Te la robaré un momento - le dijo al rubio para raptar a su esposa.
Después de alejarse un poco de los demás decidió hablar: - ¿traes puesta la ropa interior que te dije? - le susurró.
- ¡Chou! - se sonrojó al instante
-Exageras - rió - ya tenemos todo listo
- ¿A qué te refieres?
- Ya lo veras - le guiñó el ojo
-¿Qué pasa? - le preguntó Boruto cuando volvió donde el.
- Ni yo se - rió nerviosa
Las horas siguieron transcurriendo mientras la celebración de la fiesta seguía.
Unos bebían y otros bailaban.
Le insistieron mucho al rubio para que beba, era su boda y no estaba mal hacerlo, pero quería estar consiente para la noche.
Miró a su bella esposa, tenía que morderse el labio para reprimir las ganas de despojarla de esas prendas.
- Tardaremos abriéndolos - diji la pelinegra mirando la pila enorme de regalos.
- Demasiado - rió el rubio
- Aún falta nuestro regalo - dijo Chou aparenciendo de la nada con los chicos. La pareja la miró -¿Verdad? - preguntó y lo demás sonrieron.
Los novios tenían un signo en la cabeza, no entendían donde querían llegar.
De un momento a otro ellos estaban vendados de los ojos, ambos se preguntaban ¿Cómo diablos aceptaron? Iban a quién sabe donde.
- Chicos...
- Relajate no les haremos nada - dijo la morena riendo.
- Bien, es aquí - dijo Mitsuki, ambos escucharon el ruido de abrir algo... ¿una puerta?
- Cuando nos vallamos se quitan las vendas...
- ¿Irse? - preguntó la azabache - ¿Dónde estamos?
- Oye Boruto - el rubió reconoció la voz de Inojin - este es mi regalo eh - le metió algo en el bolsillo y las risas estallaron ¿qué ocurría?
- Diviértanse - escucharon y de nuevo una puerta.
- Oigan... - dijo el intentando ir tras ellos, pero choco con algo, ya harto se quitó las vendas, y corrovoró que era una puerta sin duda.
Volteó al escuchar una expreción de sorpresa de su esposa quién ya se había descubierto los ojos.
El comprendió su sorpresa...era una casa.
Era nueva, se veía claramente por lo amueblada, era más grande que el apartamento obviamente. La pelinegra tomó una nota que encontró en la sala.
Felicidades...
No pudo evitar sonreir, Boruto se acercó y también lo leyó. Iba a dejarla en su lugar, pero notó que había un dobles y lo quitó.
Psd. Usen el regalo de inojin
Miró a su esposo y este metió su mano en su bolsillo, se tensó al sentir que era.
《Maldito》
Lo sacó para comprobar si era lo que creía y si, eran condones.
Sarada se sonrojo por completo y no pudo evitar reir, la expresión de su novio era graciosa y encantadora.
- Muy chistosa - dijo indignado - los dejó en un lado y la miró - no los necesitamos - sonrió ladino ocasionando que ella dejará de reir.
- Yo siempre tomo pastillas - dijo frunciendo el ceño.
- Y yo no pienso usar un condón en mi noche de bodas - la tomó de las muñecas y la acercó a el - Y sé que tu tampoco.
Ella se sonrojó y el la cargó.
Abrieron la habitación que parecía ser la principal y ambos se sintieron nerviosos, no era su primera vez, pero era como si lo fuese.
El tragó hondo al ver las sabanas blancas y rojas perfectamente acomodadas, la enorme ventana en donde se apreciaba la luna quien sería testigo de su amor.
La chica no se quedaba atrás, moría de pena por la ropa que traía escondida.
Ninguno sabía como empezar.
- Sarada...
Ella lo miró intentándo disimular las emociones.
- ¿Igual te sientes así? - le preguntó y ella desvió la mirada, eso enloqueció al rubio, sus ojos intentándo escapar de el, sus mejillas sonrojadas y ese labila rojo...llevaba horas deseándolos.
Tomó su mentón con delicadeza y se sumergió en esos ojos que tanto amaba. Rompió la distancia que había entre ambos y acarició sus labios con los suyos, fue un beso dulce y tranquilo, lleno de amor. La pelinegra paso sus brazos por el cuello de su amado para acercarse más.
Se separaron y juntaron sus frentes.
- Te amo - susurró el
- Y yo a ti - susurró ella.
Unieron sus labios nuevamente, pero con ansías y desesperación. Sarada separó más sus labios y sintió como al instante su cavidad bucal era saboreada por completo.
Gimió al sentir sus manos en su trasero y sus labios en su cuello. Lo detuvo para sentarlo en la cama.
Ambos intentaban despojarse de sus prendas de inmediato.
El Uzumaki quedó en ropa interior y ella solo tenía una delgada tela como bata sobre su ropa.
El la deslizó y disfrutó de esa perfecta vista. Le encantaba como el color negro adornaba su cuerpo, era realmente sexy para el, ese color con su piel blanca era perfecto.
La azabache se sentó en sus pieras y jadeó al sentirlo chocar con su parte. Ambos ya habían reaccionado.
Le quitó el bello sostén de encaje y acarició su piel, los suspiros que soltaban era como en la primera vez. Los nervios estaban presentes, pero no se igualaban con el amor.
Levantó su cadera para poder mirarla mejor, sin dudarlo atrapó uno de sus pechos en sus labios, quería ir despació y disfrutar cada parte de ella. Su esposa estaba igual, apoyo sus manos en sus hombros y lo empujó cayendo sobre el, como siempre se encargó de marcarlo, acarició sin pena su pecho, su abdomen, sus brazos. El solo suspiraba al sentir sus suaves manos recorrer su cuerpo. Correspindió cuando tomó sus labios de nuevo.
Se sentó sobre el y decidió ir más lejos de inusual. Olvide su orgullo y su pena.
Tiró de la ultima prenda de su ahora esposo, sorprendiéndolo en el acto.
- Sara... - fue interrumpido por las manos de su esposa que dieron inicio a una tortura.
Desde que tuvo su primera vez se convenció al instante que el darse placer el mismo quedaba muy bajo, no se comparaba para nada cuando hacían el amor. Y estaba en lo cierto si lo hacía el mismo no se comparaba.
Pero al sentir esas pequeñas y delicadas manos moverse sin parar lo torturaban, tuvo que morderse los labios, ahora comprendía lo que ella sentía. Sin que el le dijera ella aumento la velocidad y presión, sentía que explotaría en cualquier momento.
-Espera - la detuvó y se sentó jadeando.
-¿No es así? - preguntó con inocencia lo cual lo termino de matar.
- No es eso - la beso - aún no quiero terminar.
Invirtió posiciones, ahora el se encargó de marcar su piel, era suya, ahora si, era completamente suya.
Recorrió de nuevo su cuerpo e introdujó sus dedos debajo de esa molesta ropa, miró sus expresiones y como reprimía sus gemidos.
La invadió con dos dedos directamente y se maravillo al escuchar ese sonoro gemido, era tan apretado que ya deseaba estar entre sus piernas.
Bajo su rostro y besó lameó sus muslos, dejando una que otra mordida. Clavo sus ojos en ella y rozó sus labios con la tela que cubría su feminidad.
No fur lento como en la primera vez, esta vez intentó con desesperó traspasar esa tela con su lengua, sabía que no podría, pero sentía como esa tela se humedecía cada vez más.
La apartó de inmediato y de nuevo la invadió sin previo aviso.
- ¡Boruto...! - gimió al sentir los frenéticos movimientos en su interior.
Jadeó al sentir que se detuvo, el se reincorporó y la miró. Ella a el y su rostro de prendió al ver como lamía sus líquidos que resbalaban de sus dedos.
Iba a protestar, pero sintió sus labios sobre los de ella, la excitación aumento al saborearse a si misma y rodeó con sus piernas la cintura de su esposo.
- ¡Hazlo ahora...! - gimió con suplica al sentir como sus partes se rozaban, el sonrió con ego, tomó su cintura y de una sola estocada la penetró.
- ¡Boruto....! - se aferró a su espalda al sentir la repentina invasión, ya no era virgen, pero su cuerpo aún no se acostumbraba, era un dolor delicioso que la invadía.
Por más que se aferraba a el, no podía contener las emociones, el sentir como la embestía sin piedad alguna.
Al diablo su orgullo, la habitación se llenó de gemidos y gruñidos.
El se moría al resbalarze en su interior, la humedad, la calidez y lo estrecho...
Se separó un momento, quería más, alzó las piernas de su esposa y las colocó en sus hombros.
A Sarada se le escapó un grito al sentirlo tan profundo, agradecía su flexibilidad, pero todas las sensaciones la llevaban al límite, cada vez que sentía que estaba por llegar el se detenía.
¡Estaba jugando!
Se comenzó a impacientar y usando su magnifica fuerza quedó sobre el de nuevo.
- ¡Sara...! - gruñó al sentir como se autopenetro con brusquedad. Claro que tenía una fuerza descumunal y en ese momento la usaba.
Ella sonrió al escuchar esos gemidos masculinos de su amado, estaba a su límite, ver su cuerpo perlado con sudor, sus cabellos mojados, sus ojos dilatados, su sonrojo evidente y ese pequeño hilo de saliba que se escapaba de sus labios.
Gimió satisfecha al sentir que estaba cerca y de nuevo lo hizo, el se sentó y la tomó de las caderas y la beso antes de que protestara.
Rompió el beso para reclamarle, pero no le dio tiempo. Antes de darse cuenta estaba contra el colchón.
Apretó las sabanas cuando lo sintió de nuevo, aprovecho la posición para reprimir sus gemidos con la sobrecama, pero le era imposible.
El rubio nunca imaginó tener mejor vista, sentía que igual llegaba, siguió con sus constantes movimientos bruscos.
Salió de ella de nuevo y la sentó en el, ella atrapó su cintura con sus largas piernas y el tomó su cadera para subirla y bajarla con movimientos marcados.
Todo era perfecto.
Ambos estaban a escasos centimetros.
Ambos veían sus rostros, ambos gemían frente al otro. Sarada mordió su hombro y rasguñó sus brazos intengando aguantar los orgasmos que experimentaba, lo que le daba aún más placer es que el no se detenía.
Claro, ahora no...
El olor de la exitación...
El sonido de sus caderas chocando sin piedad...
Los sonoros gemidos que hacían eco en la habitación...
- Ya...Ya no puedo - dijo la pelinegra en jadeos contra su piel - ¡Boruto...! - se aferró a el, al sentir que sus piernas se sacudían como una descarha electrica por el sin fin de sensaciones que la llenaban.
El ya no pudo reprimirlo más, ya era el momento.
Ella arqueó su espalda y clavó sus uñas junto a un fuerte gemido al sentir como un líquido caliente llenaba su interior y así mismo como algo salía de ella.
El aferró sus dientes en su cuello al sentirse explotar en su interior.
Si no hubiese sido por el respaldo de la cama, se hubiesen caído ya que no podía con el inagotable cansancio.
La pelinegra se dejó caer en el pecho de su esposo y sentía como su corazón latía a mil por hora.
Ella lo miró y el a ella.
Unieron sus labios en un beso cargado de amor.
Ambos se pertenecía, ella era de el, y el de ella. Ambos se pertenecían en cuerpo y alma....
Espero lez haya gustado 😄 ahora si me despido, quizá haya continuación...quizá.
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