Capítulo 51

Gabriela.

Unos golpes suenan en la puerta del baño.

—Vamos sal del baño, te deje ropa sobre la cama.

Salgo cuando escucho los pasos de Ryan alejándose y me visto con la ropa de él que me engulle inmediatamente de lo grande que es.

—Olvídate de esa ropa ya encontré otra para ti y será más practica —grita a través de la puerta.

Cojeo hasta ella y la abro —Ten —me tiende unos chores cortos y un top deportivo.

—Debería preguntar ¿por qué tienes este tipo de ropa? —indago.

Se cruza de brazos contra el marco de la puerta—. Soy instructor de un gimnasio listilla. Ahora ve al baño y cámbiate, te esperaré aquí.

Y así mismo fue. Ahora me encuentro tumbada de espalda sobre la cama mientras Ryan me aplica desinflamatorio en las lesiones.

—Mataré a ese maldito —gruñe.

—No, no lo harás. De él me encargo yo. ¿Por qué fuiste al apartamento? —pregunto para evitar pensar en los eventos que mi mente no quiere dejar de repetir una y otra vez.

—Luis y Aura me llamaron y me contaron lo de Derek —Gimo de dolor cuando presiona la peor parte de la caída en mi cadera—. Lo siento. En fin ellos me dijeron que habías desaparecido y me imagine que estabas tratando de desahogarte. ¿A dónde fuiste?

Pensar en ello me recuerda el desastre que hice en su casa, exhalo con frustración cerrando los ojos—. Tal vez fui a tu casa y tal vez puede haber arruinado tu césped y destruido tu cocina.

—No me digas —responde sarcástico—. Bueno el hijo de puta de Joe llamo a Luis y Aura y les dijo que te comunicaste con él y que se haría cargo y después se comunicaba.

—Maldito —gruño molesta.

—Exacto, nunca pensaron que él haría algo así —Su afirmación me desconcierta.

—¿A qué te refieres?

Se limpia el resto de crema de las manos.

—Vamos siéntate y déjame verte la cara —Lo hago y con la delicadeza de la que nunca te imaginarias encontrar en un hombre que nunca sonríe y que es poseedor de su tamaño y carácter me examina el rostro—. Su actitud contigo nunca fue normal.

—Algunos amigos se tratan así, es completamente normal —alego.

Me aplica la pomada en el cuello donde el idiota dejo sus manos marcadas cuando trato de asfixiarme, me unta también en la mejilla donde me abofeteo.

—Tú y yo somos amigos y nunca nos vez besándonos —Una amplia sonrisa se forma en mi rostro y al mismo tiempo hace que lágrimas broten de mis ojos.

—¿Estas admitiendo que somos amigos? —pregunto esperanzada y con la voz ronca.

Un poco de rubor cubre sus dulces, pero varoniles mejillas.

—Claro que lo somos —se remueve incomodo en la cama.

Y solo así mis lágrimas corren libres y recuerdo toda la mierda que me cayó encima.

—Hey, no llores —pide mientras me abraza con suma torpeza y delicadeza.

Respiro hasta calmarme—. Es que no lo entiendes, todo se vino abajo como una hilera de dominós, uno tras otro.

—Sé lo que se siente créeme, pero no puedes portarte como una nenita.

Lo que dijo me descoloca, o sea aquí estoy yo tratando de sobrellevarlo y me dice que no sea una nenita.

—Algo que debes saber es que los "amigos" —muevo un dedo entre nosotros—. Se apoyan en los momentos como este, los abrazan y no les dicen que no seas una "nenita".

—Pues lo siento, pero no.

—¿Ah? —Debo enseñarle cómo es esto de la amistad.

—Si eres una nenita te lo diré, porque es estúpido comportarse de esa forma —Y aquí lo tenemos, su rudeza no se iba a ir muy lejos—. Y con lo de los abrazos eso lo puedo hacer, es fácil.

Se sienta contra la cabecera de la cama y me tira con delicadeza hacia su costado para luego abrazarme con fuerza con sus enormes brazos y sacarme el aire.

—Te lo dije, puedo hacerlo —señala.

Ni yo en estos momentos puedo corregirlo y decirle que me está fusionando mis órganos por dentro, es como si una enorme bestia tierna que no sabe dar abrazos te da uno, y así me sostiene sin reducir la opresión.

—Gracias —le digo con sinceridad.

—¿Cómo piensas vengarte? —pregunta luego de unos minutos en silencio.

—¿Cómo sabes que lo haré?

—Gabriela. Te conozco.

—Con Joe, no lo sé todavía, pero ten por seguro que lo destruiré.

—¿Y Derek?

—Seré su peor pesadilla.

A la mañana siguiente madrugamos y vamos a mi apartamento para recoger algunas cosas necesarias para mudarme por un tiempo al bar, no quiero estar en este lugar más de lo necesario.

Estoy en mi habitación cuando suena el timbre, llego a la sala para ver a Ryan abriendo la puerta y una mujer con un maldito perro aparece en la entrada.

—Hola ¿Se encuentra Gabriela? –pregunta nerviosamente al ver a Ryan y con indecisión mientras lee una nota

Ryan al ser consiente de mi aversión a la especie me lanza una mirada.

—Soy yo, pero debe estar equivocada. Yo nunca pediría un perro créame.

—Oh no, no. Usted no lo pidió. Fue el señor Scott hace unos meses, a él le correspondía dos cachorritos de la camada que tuvo con una de las hembras en nuestra clínica y nos pidió que uno le fuera entregado a esta dirección a "Gabriela Monterrey".

—Déjeme le explico señora yo no...

—Está bien, déjeme lo tengo —le pide Ryan tomando al cachorro de las manos de la mujer—. ¿Tiene nombre?

—Por supuesto que no, eso les corresponde a ustedes, que tengan una feliz mañana y disculpen que allá venido tan temprano, pero me temía no encontrarla en casa.

Y con eso se va y deja al cachorro del infierno aquí.



—Será mejor que lo alejes de mí —le advierto a Ryan que está malditamente babeando por el perro, lo cual es ridículo de ver, por Dios es un hombre.

—¿Qué piensas hacer con el? —pregunta mientras acerca al perro a su cara y le gruñe me forma cariñosa o eso es lo que creo.

—Lo dejaré de camino en la perrera o se lo dejaré a Derek en la oficina. Todavía no sé —le respondo de camino a mi cuarto a terminar las maletas.

Busco mi atuendo para la oficina que utilizaré hoy y me decido por un vestido de encaje de mangas largas, unas medias vinotinto, un collar dorado de cadenas y algunos accesorios y para los moretones en el cuello el cabello suelto.

Termino de vestirme y no puedo impedir sentirme orgullosa de mi aspecto, me veo hermosa y lista para matar, sin duda alguna pura vanidad y mi sonrisa demuestra lo consiente que soy de eso.

Hay que vestir para la ocasión.

Olvido los lentes de contacto, si ellos querían conocer a la verdadera Gabriela, pues lo harán y estaré muy feliz de hacerlo.

En este momento estamos de camino a la empresa, Ryan se ofreció a llevarme.

—No hablabas en serio cuando dijiste que ibas a regalarlo, ¿verdad? –Sé que se refiere al perro. El cual se encuentra en el asiento de atrás dentro de una caja.

—Pues sí, es muy en serio —Miro por la ventana tratando de no pensar en el maldito perro.

—Si es así, no te lo permitiré —responde reservado, viendo al frente.

—No puedes obligarme a quedarme con el, es algo ilógico.

—Lo tendré por unos días mientras estás en el trabajo. Y después te lo llevaré. Asunto resuelto.

—¿En qué parte de ese plan entra la parte dónde dice que odio a los benditos perros? —señalo molesta.

—No me vas a decir que le temes a ese pequeñín. Eso sí que es patético, no te tenía por concepto que eras una espantadiza.

—¿Sabes lo ridículo que suenas cuando dices la palabra espantadiza?

—Demonios, ¿Estás que te cagas del miedo verdad? —me reta y se ríe fuertemente haciendo que el perro ladre y yo me sobresalte.

Sé que está sonriendo aunque no lo pueda ver cuando me mira de reojo—. ¿Decías?

—Me quedaré con el animal.

—Bien.

Estaciona frente a la empresa.

—Gracias por traerme, y por cuidar del animal.

Ryan toma a la bestia y la empuja hacia mí a través de la ventana.

—Vamos despídete con un besito de Roki.

Me alejo instintivamente—. Ese no será su nombre y aléjalo de mí joder.

—Sí, pero tampoco puedes decirle "animal" y está bien, ahora Tiger y yo iremos a la tienda para comprarle lo necesario.

—Bueno que seas feliz —Me alejo del auto para entrar cuando me llama otra vez.

—¡Gabriela!, Despídete de Terminator.

—A dios animal –me despido con sarcasmo.

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