Capítulo 50.

Gabriela.

Grite, grite como nunca imagine que podría hacerlo, las lágrimas corrían por mi rostro mostrando la desesperación que me golpeaba.

—¡Cállate maldita! —En medio de la impotencia Joe me rodea el cuello con las manos tratando de asfixiarme.

—J...oe —trato de hacer pasar las palabras por mi garganta, y con mis manos tratando de alejar las suyas de mí, le rasguño los brazo, la cara, pero nada es suficiente.

—Todo esto sería más fácil y si accedieras de buena voluntad —me susurro al oído.

Me mira mostrándome su verdadera cara, su sonrisa de superioridad combinada con su mirada depravada me dan el último impulso de fuerza que me queda hasta que la visión se me torna oscura en los bordes indicándome que esto estoy a punto de perder la conciencia.

Presiono los pulgares con fuerza en sus ojos, él reacciona de inmediato soltándome, la rapidez con la que entra el oxígeno me desorienta por unos segundo, pero aun así me aparto por instinto y conecto mi rodilla en sus testículos dándome el tiempo suficiente para levantarme, me seco los ojos rápidamente con las manos para ver mejor como se agarra la entrepierna por el dolor, aun así no le importa mucho cuando trata de levantarse para tomarme otra vez.

Tomo eso como mi señal para correr, destrabo la puerta y corro por el pasillo tomando los girones de lo que queda de mi blusa para cubrirme, paso de largo el ascensor porque es el primer lugar donde me buscará, abro la puerta de la escalera de incendios y bajo los 6 pisos como si mi vida dependiera de ello saltándome escalos tropezando hasta casi caerme por ellas y romperme el cuello.

El miedo saco el alcohol de mi sistema reemplazándolo, el terror es un miedo que nunca llegué a sentir hasta hoy, y es un sentimiento que no me gusta y mucho menos lo hace la incertidumbre que me rodea al no saber qué hará Joe ahora, no sé si me está esperando abajo o si todavía está tirado en el piso de mi apartamento.

Mi respuesta es contestada cuando salgo precipitada por la puerta de salida de emergencia y una gran mano me rodea el cuello y la otra me tapa la boca.

—¿No creíste que te ibas a escapar tan fácil o sí? —La guasa es su tono es evidente ante mi fallido intento.

Pero nunca fui de las que se rinden sin haber peleado hasta caer. Alzo mi codo lo más que puedo en el aire y solo alcanzo a darle en mejilla gracias a mi estatura, pero eso no me detiene de volver a clavarle el codo esta vez es sus costillas, Joe afloja su agarre lo necesario para voltearme y pegarle en la boca del estómago con la base de la palma de mi mano.

Logro sacarle el aire y no puedo evitar sonreír por mi hazaña, no espero para correr a la entrada del edificio, llego hasta la calle cuando:

—Nunca te escaparas de mi Gabriela. Eso te lo juro —grita mientras me persigue logrando agarrarme por el cabello una vez que estamos en la acera cerca de la esquina del callejón junto al edificio.

—Ves, te lo dije mi amor —masculla. Me arrastra por el cabello al callejón donde la luz es más escasa.

—¡Por favor! —ruego a pesar del dolor ardiente en mi cuero cabelludo resultado de su crueldad.

Un destello de esperanza brota en mí al ver el Jeep negro de Ryan terminando de estacionarse al otro lado de la calle.

Joe me rodea un brazo en la cintura alzándome con facilidad, no tengo tiempo que desperdiciar es ahora o nunca. Muerdo la mano con fuerza que me tapa la boca, Joe grita de dolor y me tira con fuerza contra el piso, mi cadera es la primera en impactar provocando un dolor agudo en toda el área.

—Ya me canse de esta mierda, pequeña perra —Me toma con brusquedad por el cabello acercando su asquerosa cara a mi rostro—. Si no quieres que sea más violento cállate de una maldita vez. Tú y yo vamos a pasarla de lujo y no me importa si la primera vez es contra la pared de un callejón oscuro, solo necesito una probadita para calmarme las putas ganas que te tengo de coger.

Exhale, imaginando ese escenario y no pude contener el angustia que me embargo...

»Y no será una sola vez, o no nena. Serán tantos los momentos que te coja tan duro que quien sabe si vuelvas a servir para alguien otra vez, tal vez te rompa, pero ese es el precio por todos estos años de espera.

Y ya no pude aguantar más, algo dentro de mí me dijo que él me iba a matar por dentro después de esta noche. Y grite—¡Ryaaaaaaaaan! ¡Ryan ayudam...!

Mi grito se corta cuando recibo una cachetada que me voltea la cara contra el asfalto.

—¡Maldición! —blasfema después de escuchar el trote de unos pasos acercándose rápidamente.

Ryan se detiene bruscamente cuando ve a Joe junto a mí jalándome del cabello.

—Mierda —Joe se va corriendo como la rata asquerosa que es.

Después de ese momento todo se volvió un borrón, y de pronto me encuentro en el auto de Ryan.

—¿Qué demonios te hizo ese hijo de puta? —me ajusta el cinturón de seguridad después de haberme arreglado la camisa y luego de eso todo se volvió negro.

Ahora estoy en sus brazos de camino a la habitación de invitados de su apartamento.

—Te meteré a la ducha. Te bañaras. O como mínimo te quitas la suciedad. Te doy diez minutos. Ni creas por un maldito segundo que vas a regodearte en tu miseria allí dentro, te conozco y él no se saldrá con la suya.

A continuación hago lo que me dice de manera automática, no necesito mucho para ponerme a llorar, primero Derek, Dios a él lo amo y luego Joe, un sollozo se me escapa, se puede decir que eso es lo que más me dolió, ¡joder! éramos amigos, el dolor que brota con cada lagrima me deja más entumecida y no me importa, no vale la pena luchar cuando los hechos hablan por sí solos.

Derek me engaño, nunca me dijo que tenía una maldita familia.

Respuesta al problema: aceptar que me mintió y que lo que él me hizo sentir nunca fue real, todo fue un maldito engaño. Jugo conmigo.

Listo.

Y solo así una parte de mi corazón se congeló un poquito más, maldición. Es increíble lo insensible que te puede hacerte el dolor y en este caso estoy sintiendo mucho, tanto físico como emocionadamente.

Después está Joe, ese maldito hijo de la puta mierda de su madre me uso a su maldito antojo.

Solución: él maldito me las va a pagar una por una, él no sabe lo maldita que puedo llegar a ser y lo voy a disfrutar tanto, pero tanto...

Me rio en voz alta y sé que la sonrisa que muestro es de lo más sádica o cruel para algunos.

Y solo así mi corazón se congeló completamente y nació la peor pesadilla que habita en mí.

Los haré pagar a todos...

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