Capítulo 39

DEREK

—¿Nena estás bien?

     Intento dar unos pasos hacia ella, pero me detiene—. Sera mejor que digas lo que tienes que decir y te marches, por si no te has dado cuenta no me siento bien.

      Ella mira a otra parte evitando mirarme y yo me siento como la peor mierda al verla tan mal y no poder hacer nada para ayudarla, su apariencia es muy lamentable, está como drogada y mal vestida solo con una camisa grande que me imagino es del imbécil. Su cara de dolor y malestar me está volviendo loco y la maldita camisa que carga es el menor de mis problemas ahora mismo, tal vez más tarde.

—Gabriela déjame entrar, por favor —ruego.

—No, ¿Para qué? Para que me insultes y me hables mal, no gracias —pareciera que está a punto de llorar y me parte el alma.

—Vamos nena sé que tal vez pude a verme sobrepasado.

—¡Derek no te sobrepasaste, me insultaste y me hablaste muy mal! —protesta con lágrimas en los ojos. Maldición si su objetivo era hacerme sentir como la peor rata lo está logrando.

—Mi vida, sé que actúe mal, pero no por eso tienes que estar actuando así y dejar la oficina diciendo todo eso —le digo con cariño.

—¿Crees que deje la oficina porque rompimos lo que sea que tengamos?

—Un momento —le digo molesto— Tú y yo no hemos terminado nada. Y que te quede bien claro.

—No pienso estar con alguien que a la primera malinterpreta una situación y ¡me habla mal! —dice ella perdiendo los nervios y veo la decepción en su mirada, desesperado para calmar las cosas digo lo primero que me viene a la mente.

—Bebé sé que te hable mal...

—¡Me hablaste muy mal Derek y eso me dolió! Eso de ¡te hablo como me da la gana! —Ahora llora libremente.

—Princesa entiende que me volví loco al verte en los brazos de ese imbécil.

—¡Y yo vi como Megan salía de tu puta sala juntas! ¡Los dos estaban encerrados haciendo qué sé yo allí!

—Bebé solo estábamos hablando —le hablo suave y me quiebra por dentro ver que cada vez hay más lágrimas y yo soy el responsable de eso.

—¡Y yo también lo estaba haciendo con Joe alguien con quien no me he acostado y tú si lo has hecho con Megan!.

—Tienes razón y de verdad lamento mi comportamiento contigo.

—¡Derek entiende que si otro me hubiera hablado así lo hubiera mandado a la puta mierda, pero fuiste tú y eso fue lo que más malditamente me dolió, porque aunque quiera negarlo yo siento algo más por ti!

       Las lágrimas corren por sus rojas mejillas, siempre me ha molestado ver las lágrimas de una mujer y al ver las de ella, una mujer tan fuerte y ser yo el causante es llegar a mi límite y más si acaba de admitir que siente algo más por mí.

       La tomó entre mis brazos y la traigo a mi pecho esta vez se deja, tomo sus piernas con brazo y con el otro rodeo su cintura mientras ella rodea sus brazos en mi cuello.

—Perdonadme mi amor —susurro al oído y ella esconde su cara en mi cuello donde siento sus lágrimas correr y sus sollozos—. Te prometo que nunca te volveré hablar así de feo.

—Yo no creo en las promesas —habla muy bajito—. Creo en los actos.

—Bueno, primero mis promesas son sagradas y las cumplo por lo que prometo muy pocas veces.

—Bien.

       La llevo dentro de apartamento cerrando la puerta con el pie. Camino con ella en mis brazos hasta su habitación y joder su cuarto estaba hecho un desastre, su cama es lo único que está limpio y viendo situación en la que se encuentra el piso cerca de su cama me imagino que está limpia porque tiro todo al suelo.

        La dejo acostada en la cama media dormida, debo suponer que agotada y la dejo descansar. Voy por un vaso de agua para ella y al volver la contemplo acostada entra sus sabanas violeta oscuro y veo la maldita camisa del imbécil, pero me contengo de armar alboroto por eso.

—Gabe. ¿Estás despierta? —me siento al lado suyo en la cama.

—Sí. Es la primera vez que me llamas así —ella toma el agua y veo sus ojos rojos y una nueva mueca de dolor.

—No creo —Tiene razón—. ¿Estás bien?

—Sí, solo un poco adolorida por culpa de Eva.

–¿Quién coño es Eva y qué te hizo? —le pregunto molesto. Y ella solo se ríe en mi cara.

—No le veo el chiste Gabriela.

—Me pasas ese medicamento —señala unas pastillas.

—Claro, ten —Se las entregó—. ¿Para qué son?

—Bueno me estoy muriendo con un dolor de vientre. Tengo mi menstruación.

       Esto está fuera de mis límites de conocimiento, nunca había tenido un percance con la menstruación con ninguna chica que conozca, claro había escuchado de ella y los intensos dolores que le daban a las mujeres y sus cambios emocionales de felicidad a ganas de matar y sensibilidad, de allí el bien llamado SPM (Síndrome pre menstrual).

—¿Por qué tienes cara de dolor y miedo? —pregunta divertida.

—Por nada. Debo hacer una llamada.

—Bien, yo voy a tomar una siesta para ver si estos malditos hacen efecto —comenta mirando con odio las pastillas. Bien ese es otro cambio de humor.

—Descansa amor —me inclino y le doy un corto beso en los labios.

       Salgo de su habitación y voy a la sala de estar y buscó en mis contactos a la única mujer que me puede ayudar. Llamo y contestan al segundo repique.

       Te demostraré con mis actos que nunca cometeré ese error nuevamente.

—Hola bebé.

—Hola mamá —En momentos desesperados, medidas desesperadas—. Necesito que me aclares unas dudas mamá.

A sí ¿y que sería eso hijo?

—¿Qué les gusta a las mujeres cuando... tú sabes? —Maldición me pongo nervioso preguntándole esto a mi madre, debía haber llamado a mi papá.

No sé a qué te refieres hijo, tal vez deberías hablarme más claro.

       Puedo escuchar en la voz de mi madre que está disfrutando esto y que sabe perfectamente de lo que estoy hablando o lo intuye por lo menos.

—¿Mamá, que puedo hacer para que una mujer se sienta mejor cuando está en sus días?

Eso depende de que me digas quien es la chica.

Suspiro derrotado—. Mamá solo por esta vez no me pongas condiciones y ayúdame.

Está bien, pero me lo tienes que contar todo.

—Vale, te lo cuento todo después.

Bien ¿y qué quieres saber exactamente?

—Bueno ella está con cólicos ahora y está durmiendo por unas pastillas que se tomó, pero ha estado muy sensible y eh... Este ha llorado hoy.

Bueno es normal, está pasando por un cambio hormonal, por los que los cambios de humor son frecuentes.

—¿Y qué hago con eso?

Consiéntela. A todas las mujeres nos encanta que cumplan todos nuestros caprichos.

—Bien, lo tengo. ¿Algo más?

—Cocínale algo rico o cómprale algo rico para que coma, aunque si quieres ganar puntos hazlo tú mismo.

—¿Y qué le puedo cocinar?

—No sé, eso deberías saberlo tú.

—Vale, ¿Qué tal una sopa de pollo?

—Eso suena perfecto.

—Gracias mamá, eres la mejor. Te amo.

—Yo también hijo.

—Dale a mi padre mis saludos.

Se los daré hijo. Adiós.

—Adiós —corto la llamada.

       Voy a la habitación de nuevo y la veo dormida pacíficamente y con la maldita camisa del idiota, tendré que solucionar eso, no soporto verla con ella puesta.

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