Capítulo 33

CONOCIENDO LA PERSONALIDAD DE GABRIELA

GABRIELA

       De no haber sido por la intromisión de Joe no sé hasta dónde hubieran avanzado las cosas, y no sé qué pensar ahora, el tenerlo tan cerca nubla mi razón.

       Pongo las manos en su pecho y lo empujo tratando de apartarlo, pero mi intento es en vano, él presiona su frente en la mía y me susurra a los labios.

—Cuando termines de hablar con tu amiguito, continuamos.

       Alejo mis manos de él y las cierro en puños a mi costado cuidando de no clavarme las uñas. (El daño no deseó hacérmelo a mí sino a los demás). Es increíble la facilidad con la que puede hacerme enojar de cero a cien. Entrecierro los ojos e inclino mi cabeza de lado un poco mientras lo veo salir pero no sin antes regarle una sonrisa de prepotencia a Joe, este entra en tensión al verlo.

—No puedo creer esto Gabriela —suelta Joe a penas se cierra la puerta y camina hasta estar frente a mí.

—Vamos suéltalo y rápido Joe no quiero descargarme contigo.

—¿Descargarte conmigo? Esto es el colmo, hace unos segundos estas metiéndote lengua con Derek y ahora no te quieres descargar conmigo...

—Joe, de verdad no es el momento —lo interrumpo. Masajeo mi cuello con una mano tratando de liberar la tensión en los músculos, el brazo me hormiguea por salir disparado y golpear algo ¿el causante de esto?

—¿Y cuándo lo será?

—Quiero, —me corrijo— deseo golpear algo.

       Los ojos de Joe se abren con comprensión y se relaja visiblemente. Él sabe que no debe joderme cuando estoy así.

—Necesito que te vayas y me dejes sola —digo con los dientes apretados.

—Llámame si necesitas algo.

       Lo ignoró. Camino a la otra punta de la oficina y entro al baño.

       Me sostengo del lavamanos y miro mi reflejo en el espejo, mis ojos se ven oscuros por los lentes de contacto, pero yo sé cómo se ven debajo de ellos, a veces odio esa mirada y le tengo miedo.

       Puede que suene estúpido, pero le tengo miedo a mi mirada de allí mi imposibilidad de sostenerme la mirada cuando estoy así, es como ver a otra persona y ella me da miedo. Sé de lo que soy capaz cuando estoy así y no me gusta.

      Pero la sensación tan deliciosa que siento correr por mis venas es tan adictiva y placentera cuando lo dejo salir todo y destruyo todo lo que este frente a mí, sin importarme si termino destruyéndome en el camino y siendo un daño colateral.

        Todavía recuerdo ese momento que toque fondo y me aleje de todos y busque lo que necesitaba sin importarme mi bienestar. Termine una semana en cama con más hematomas de los que podían entrar en mi cuerpo y la cara destrozada, eso fue lo que más me preocupó era fácil ocultar los moretones del cuerpo y la cogerá que tuve. Pero no con todo el maquillaje del mundo oculta mi destrozada cara y ni que hablar de la otra chica...

       Cierro los ojos con fuerza y el recuerdo viene a mí.

        El sabor de mi sangre en mi boca o tal vez sea de mi nariz, escupo sangre al lado de donde tengo a mi contrincante. Ella se gira justo cuando estoy a punto de conectarle el codo en la nariz, no puedo evitar sentirme triste, eso hubiera sido lindo ver toda la sangre que hubiera salido de ella.

—¡Vamos Luisa! —la aminan sus quien coño sean. Pero los idiotas aun viendo la golpiza que le estoy dando no nos separan, solo la animan y eso es porqué tanto ellos como yo lo están disfrutando y de allí la inmundicia humana. Los humanos somos los seres más complejos, y enfermos de una sed que ni nosotros mismos conocemos.

—Vamos Luisa, ven por más —la reto con una sonrisa ladeada.

—Maldita perra —gritó ella y me tacleo directo al suelo.

       La muy perra trata de darme un golpe, me giro en el momento exacto y lo conecta a la piso, escucho cuando los huesos de su mano se rompen. No pierdo tiempo y le me giro haciéndole una llave al cuello. Ella lucha por soltarse y sigue intentando e intentando hasta que de pronto la lucha cesa y soy arrancada de ella por unos brazos rodeándome la cintura y alzándome en aire.

—No quieres ir presa por homicidio. Créeme sé que cuando viniste buscando esto no era para ir a la cárcel —me dice al oído la voz de un hombre. No le veo el rostro ya que estoy de espalda, pero si estoy segura de que no es uno de sus amigos ya que ellos solo están allí viéndola tirada en el suelo agarrando aire.

—¿Y a ti qué coño te importa? —le gruño tratando de soltarme de su agarre, aunque la adrenalina ya abandonó mi cuerpo dejando al cansancio y mi lucha por soltarme sea más que patética.

—Oh, créeme que me importa una mierda porque sé quién es y lo que ha hecho y sé que se merece más que eso. Por eso no interrumpí la pelea. Pero de no ser así, no hubieras terminado de dar un segundo golpe.

—Bien por ti si eso te hace sentir bien —suspiro ya rindiéndome de luchar.

—¿Qué buscabas con todo esto?

—¿Puedes bajarme?

—Sí —Me toma por el brazo y me lleva arrastras callejón abajo. Eso me da el chance de verlo bien, lleva una franela negra dejando al descubierto todos los tatuajes de sus brazos desde lo que parece ser un rosario por su antebrazo pero no lo noto bien por la oscuridad en el callejón.

—¿A dónde vamos?

—Lejos de donde puedas meterte en otra pelea. ¿Por qué hiciste eso por cierto?

—¿Qué?

—Meterte en esa pelea —puedo notar la irritación en su voz.

—La que busca encuentra y yo la necesitaba —cojeó para alcanzarlo

—Entiendo —me tropiezo y el me lleva en sus brazos, en otro momento me hubiera molestado e intentado hacer que me bajara pero estaba sin fuerzas para luchar y adolorida hasta en cada cabello de mi cabeza.

—Eso lo dudo. ¿Cómo te llamas? —le pregunto.

—Rick Ryan.


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