Capítulo 20.

DEREK

—Tú no eres gay, Gabriela —interrumpo su conversión y todos voltean a verme con cara de asombro, Gabriela por su parte me ve con cara de horror.

—¡Derek! —exclama ella con reproche.

—¿Qué? Tú y yo sabemos que eso es mentira.

—Cómo te atreves a decir eso —me recrimina ella.

—Porque es la verdad.

—Te odió Derek.

—¡¿QUUUUUÉ?! —el grito de Sebastián me saca de mi ensoñación —¡¿Que eres gay?! —exclama bajándole un poco al volumen de su voz Sebastián tomándola del brazo para que se detenga y ahora solo están a un par de pasos de nosotros.

—Tú no eres gay Gabriela —dice Daniel ganándose un mirada por parte de todos, pero cada una en si diferentes. La de Sebastián era de curiosidad, la de Gabriela era de sorpresa.

      Yo por mi parte solo quería saber cómo coño Daniel sabe que ella no es gay. Que yo lo sepa es muy diferente y no quiero ni imaginarme cómo demonios él se enteró.

—¿Y cómo demonios tú sabes eso? —gruño y no tratando de ocultarlo. Daniel me mira sorprendido por mi arrebato.

—No debes ser gay, porque yo te vi besándote con Joe —Justo por eso no quería ni imaginarme como lo sabía, a pesar que él ya me había dicho eso.

—¡Daniel!, no puedes andar diciendo ese tipo de cosas, no entiendes lo que es un ¡maldito filtro!. Y no, no soy gay Sebas, solo te la estaba regresando.

       Daniel tiene la decencia de parecer arrepentido por la reprimenda de Gabriela, en otro momento la hubiese reñido, pero al verla tan molesta y por la forma en que se va echando humo de lo molesta que esta, no lo hago.

—Bien hecho campeón, no sabes cuándo callarte —le do y una palmada en la espalda y voy hacia mi oficina. Llego a las puertas del ascensor donde Gabriela espera también.

      Una vez salen las personas del ascensor, nosotros entramos dejo pasar unos segundos para aligerar el ambiente.

—Me llegaste a convencer de que eras heterosexual sabes —La veo de reojo y me doy cuenta de que está conteniendo la sonrisa.

—Sabes que no soy gay —Ella me mira con una ceja levantada y me regalan la más hermosa de las sonrisas.

—No sé Gabriela, allí afuera fuiste muy convincente —me giro completamente hacia ella y ella copia mi postura.

—¡Que no lo soy, solo fue una broma! —Se pone las manos en la cadera como las mujeres siempre hacen cuando buscan pelea.

—No sé, tal vez tengas que convencerme de eso —digo medio en broma.

—Ya quisieras.

—Yo no soy él que...

—No te atrevas hacer un chiste sobre eso.

—Y por qué le hiciste una broma de ese tipo a Sebastián —Me da curiosidad saber porque haría una broma de ese tipo.

—Él me dijo que era tu hijo —Eso si no me lo esperaba.

—¿Y por qué te dijo eso?

—Esa es su versión de una broma al parecer.

—Por lo que veo la tuya fue más sutil —le digo con sarcasmo, pero le dejó ver que solo estoy bromeando.

—Oye, yo quise devolvérsela y tuve la oportunidad y se la hice.

      Esta es la primera vez que tenemos una conversación sin ir por nuestras yugulares y como todo lo bueno tiene un final, y el nuestro es cuando llegamos a nuestra planta y las puertas del ascensor se abren.

—Sabes Derek

—¿Qué? —Todavía no salimos del ascensor.

—Esta es la primera vez que tenemos una conversación casi normal —Ella pone la cabeza de lado como pensando en sus palabras y recordando la conversación que tuvimos.

—Que no te quite el sueño —digo para provocarla.

     Ya estamos fuera del ascensor cuando ella da unos pasos hacia mí, quedando a solo unos treinta jodidos centímetros. Cuándo habré esa linda boca:

—Prefiero que me quiten el sueño de otra forma.

     Me regala una hermosa sonrisa llena de picardía antes de ir se y me deja pasmado en mi sitio hasta que la veo entrar a su oficina, y allí es cuando reacciono. Esa pequeña provocadora.

      Camino a mi oficina y al acercarme veo a Laura es su escritorio esperándome con una gran sonrisa pegada en la cara, sé por dónde viene esa sonrisa, por lo que acelero el paso, pero aun así no me salvo.

—¡Te tiene mal! —me grita justo antes de que cierre la puerta.

      Me instalo a trabajar cuando suela mi teléfono y es una llamada de la casa de mis padres.

—¿Hola?

—Hola hijo ¿qué tal todo con los nuevos? —me pregunta mi padre.

—Todo bien padre, hubo unos inconvenientes con la fecha de entrega para Richard, pero Gabriela supo llevar la situación.

—¿Y qué fue lo que paso exactamente?

—Richard requiere la mercancía mucho antes de lo previsto.

—Eso no es fácil de resolver.

—Exacto y Gabriela pudo resolverlo.

—¿Noto cierto tono de admiración en tu voz? —puedo escuchar la sonrisa de mi padre en su voz.

—¡Rory! ¿Estás hablando con mi hijo? —escucho el grito de mi mamá al fondo.

—Sí mujer y también es mi hijo te lo recuerdo —le dice mi padre a ella.

—No me importa Rory, yo lo tuve nueve meses dentro de mí por lo que tengo más derecho —Pongo los ojos en blanco al escuchar la típica conversación que tienen siempre mis padres sobre quien tiene más derechos sobré mí. Se les olvida que tengo treinta años, sobre todo a mi madre.

—No me llames así mujer, y eso no te lo voy a negar pero aun así... —Se escucha un forcejeo, para luego escuchar:

— Hola ¿bebé cómo estás? —me pregunta mi madre.

—Hola mamá...

—¡¿DISCULPA?! —me interrumpe molesta—. Es que ahora no le tienes el cariño, ni el respecto que se debe a la mujer que te tuvo más de doce meses en su vientre y te dio la vida al traerte al mundo...

—Fueron nueve meses mamá, es imposible...

—Lo estás escuchando Rory, ¿vez cómo se dirige a mí? —le pregunta a mi padre.

—Kamil, él ya es un.... —trata de calmarla mi padre.

—Me importa una mierda, él tiene...

—Mami ¿calmante si? —le digo lo que quiere escuchar, en fin eso es todo lo que quiere, esa es una de las desventajas de ser hijo único.

—Fue tan difícil consentir a tu madre ¿verdad que no?

—No.

—Bien, ¿cielo cuando vienes a visitarnos?

—No sé, tengo mucho trabajo que hacer...

—Ese trabajo no se llamara Gabriela verdad

—¡¡¿Qué?!! —Esto era lo último que necesitaba.

—Tu padre me dijo que entro a trabajar una chica a la empresa y buen pensé... —la interrumpo antes de que se haga una película con todo esto.

—No empieces, ya sabes que tu idea de romance y la mía son muy distintas.

      Y así estamos hablando como media hora que recibo otra llamada entrante y cuelgo sin siquiera estar seguro de que me despedí de mis padres.

—¿Hola?

—Soy yo Derek —Mi corazón se detiene al escuchar esa voz.



GABRIELA

Sábado en la mañana.

      Me bajo del coche y entro al gimnasio, me pongo hacer calentamientos hasta que veo a Rick caminando hacia mí.

—Hey Monterrey.

—Hola Ryan.

—¿Qué hay de nuevo? —dice inclinándose con los brazos cruzados sobre el pecho, de una de las máquinas de hacer ejercicio.

—La verdad no mucho —Se me queda viendo, analizando mi respuesta sabiendo que le estoy ocultando el motivo real por el que estoy aquí pero lo deja estar.

—Como sea, vamos a las alfombrillas.

       Él camina hacia ellas y me permite apreciarlo de espaldas, hacer ejercicio le ha dado un buen cuerpo, aunque por muy hermoso que sea no hay nada en su interior.

—Si dejas de mirarme el trasero podemos comenzar —Me mira con la más pequeña de las sonrisas, nunca le he visto una sonrisa completa y puedo imaginar que debe de ser más hermoso cuando se ríe o sonríe, de verdad.

—¿Bien qué hacemos primero?

—¿En serio tienes que preguntar? —el sarcasmo corre en cada palabra.

—Sip.

—Como sea —pone los ojos en blanco, para luego ponerse en posición de defensa—. Muy bien, quiero que lo saques todo de tu sistema, quiero que te enojes.

       Respiro hondo, levantó la mira y su mirada es igual a la mía no hay nada detrás de ella es una mirada vacía, me da una sonrisa que solo refleja malvada pura y mi sonrisa es igual a la suya.

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