Capítulo veinticuatro: Infiltrado
Alí y Anderson se quedan en la mesa, deleitándose con las bebidas mientras aguardan el inicio de la subasta. Agradezco internamente que me hayan encomendado la tarea de inspeccionar la mansión en lugar de obligarme a compartir su cena, ya que el simple vistazo al menú me revolvió el estómago. Después de ver a los animales confinados en sus jaulas, no siento el menor deseo de probar la sopa de aleta de tiburón o la carne de rinoceronte que se ofrecen. La lista de platillos es un desfile de opciones cada vez más repugnantes.
Alí me entregó su tarjeta dorada para que pudiera acceder a cada habitación y verificar que nada amenazara su seguridad o identidad. Aún no estoy segura si decidió prestarmela porque quedó satisfecho con mi actuación en la sala de los niños, o si simplemente la utiliza como un medio de castigo. El poder de liberar a los inocentes yace entre mis dedos, pero mis manos se quedan atadas al querer usarlo.
La tentación de intervenir es abrumadora, pero soy consciente de que soy superada en número y poder. ¿Yo sola contra toda esta multitud? En el mejor de los casos recibiría un disparo tan pronto noten mis intenciones. Además, la mayoría de los cautivos ni siquiera tendrían oportunidad de huir al bosque, y aquellos que lo lograran probablemente perecerían antes de que alguien pudiera socorrerlos. ¿Ser el desayuno de un animal salvaje es más piadoso que lo que les espera? La impotencia me oprime mientras sostengo la llave de su liberación, obligada a presenciar en poco tiempo cómo los venden a precios probablemente inferiores a los de alguna pieza de arte, como simples baratijas. Sé cuál será el destino de los que Alí adquiera, pero ¿qué pasará con los demás?
Escuché hablar a los posibles compradores. Los niños que no tengan la oportunidad de convertirse en agentes Sombra terminarán siendo utilizados para el tráfico de órganos, mendiciones forzadas, prostitución o trabajos en condiciones precarias. Cada inversionista resulta inhumano, los oí compartir consejos para que sus próximas adquisiciones trabajen jornadas más largas sin quejarse y las acciones que se deben tomar si alguno llega a perecer antes de lo esperado. Sabiendo que en su futuro no hay más que violencia física, sexual y emocional... tal vez un oso sí sea una mejor opción después de todo.
No noto que pierdo la concentración hasta que una mano en mi cintura me toma desprevenida, obligándome a dar la vuelta para bailar. Reconozco la máscara de serpiente de Brian y esa es la única razón por la cual no le rompo el brazo, aunque sinceramente en este momento no me faltan las ganas de hacerlo. Entrelaza sus dedos con los míos con la mano libre, mezclándose entre las personas en la pista con la suave música en el ambiente.
—Que haya podido tomarte por sorpresa no es una buena señal —dice en mi oído—. Estás distraída, A.
—Revisé cada rincón del lugar, cada entrada está resguardada y no hay actividad sospechosa. Ahora suéltame, no tengo ganas de montar una escena.
—Baila conmigo un rato —pide—. Ya lo dijiste, no hay ningún peligro y nuestros superiores parecen estar pasando un buen rato.
—No quiero bailar contigo, Zeta —hablo molesta, pero él no me permite alejarme de su cuerpo.
—Iba a contártelo, lo juro. Es solo que no creí que fuera el momento adecuado —se excusa, muy consciente de que el haberme ocultado que solicitó su reto como sombra me ha herido—. Mis resultados en la primera sesión con Ortega sorprendieron a Alí. Creyeron que, dado mi historial, sería más fácil que el exterior influyera en mí, pero no fue así. Han evaluado mi solicitud desde entonces y creí que después de lo de Harrison la rechazarían, sin embargo, cuando llegamos a la base me dieron la noticia.
—Entonces lo sabes desde hace una semana y no pudiste encontrar un momento para decírmelo —acuso, pero eso solo hace que el agarre en mi cintura sea más firme. Estoy furiosa, pero aun así sé que no tiene caso discutir con él. No cuando me invade la preocupación—. ¿Es difícil?
—¿Cuándo los retos de Alí han sido sencillos?
—Me refiero a que si estás confiado en que podrás superarlo.
—No —confiesa—. La cierto es que lo más probable es que falle.
—No es momento de bromas.
—No es ninguna broma. Querías honestidad y te la estoy dando.
No nos está permitido compartir el reto asignado, pues recibir ayuda sería considerado traición. Sé que yo trataría de ayudar a Brian de saber lo que tiene que hacer. Que él no se sienta confiado de poder conseguirlo me aterra, no tener éxito implicaría su muerte y no estoy lista para afrontar una pérdida como esa. Sé que convertirse en Sombra es su mayor anhelo, aún después de decirle cómo me sentía al respecto de la organización luego de la cena de navidad. Hoy yo tomé la decisión de irme, pero con su sueño rozando la punta de sus dedos, la idea de contar con su apoyo se disipa. Ni siquiera podría pensar en pedirlo.
—Si fallo, estoy en paz con la idea de morir por ello.
—Pues yo no —recrimino mirándolo—. Oye, he hecho de todo para mantenerte con vida estos años como para que me vengas con la idiotez de que estás en paz con la idea de morir.
—Perecer u obtener el máximo rango siempre han sido mis opciones, al igual que las tuyas.
Contengo la impotencia que amenaza con salir en un suspiro. Una parte de mí quiere implorarle que huya conmigo, pero sé que él jamás aceptaría alejarse de la organización y no podría pedirle tal sacrificio. Brian se mantiene firme a pesar del contacto con el exterior, a pesar de que él alguna vez fue uno de los niños encerrados. No sé cómo lo hace, sugerirle que nos alejemos de Alí sería una idea estúpida para él y lo cierto es que, sin un plan, yo también lo considero una locura. La última hora he intentado pensar en algo útil, pero no consigo nada. ¿Esconderme? ¿Qué clase de vida sería esa? No tendría caso, los cazadores tarde o temprano me encontrarían. ¿Pedirle apoyo a los Silentes? No, ellos solo aceptan la ayuda de traidores de rangos menores, agentes que no han cometido suficientes crímenes para ser considerados aborrecibles. Yo soy un Agente Sombra, nada diferente a un monstruo. Incluso con la quimérica esperanza de que Jack me ayude si revelo mi identidad, en el momento en que descubra que la sangre de Ian está en mis manos querrá asesinarme. Además, ¿cómo podría formar parte de sus filas? Jamás aceptarían algo como eso y lo cierto es que no sé si yo podría cumplir las órdenes de un alto mando otra vez. ¿Qué pasaría si resultan ser iguales o peores a los Sombra?
Por más que me duela admitirlo, parece que Brian está en lo correcto. Mis opciones son quedarme y seguir acatando las órdenes de Ali, o morir.
—Felicidades, Zeta —digo finalmente y él me sonríe—. Sé que vas a cumplir con el reto.
—¿Ya te dijeron que te ves preciosa con ese vestido?
—¿Preciosa? —bufo con cansancio—. Alí hizo que me trajeran el más ajustado de la bodega para que mi aumento de talla fuera evidente. Apenas pude comer esta semana para entrar en él.
—¿No tienes un espejo? —pregunta con confusión y me hace dar una vuelta lenta, tomándose el tiempo de examinar mi cuerpo—. A mí me parece que esos kilos extra fueron a parar a los lugares indicados.
Mi boca titubea por unos instantes. Es cierto que Brian tiene su historial de comentarios inapropiados y coqueteos, pero esta vez el tono de su voz lleva consigo una carga de seriedad que me alerta. Por la cercanía, aún a través de la máscara, consigo ver la oscuridad que se ha colado en su mirada. ¿Entonces es verdad lo que dice Summer? ¿Soy tan idiota como para no haber entendido que todas sus indirectas no eran un simple juego?
Intento descartar esa idea, pero esta martilla en mi mente a un ritmo constante. Debo estar sobreactuando, Zeta se comporta así con cada chica que conoce. La sensación incómoda en el fondo de mi estómago me recuerda que nunca le había permitido esta proximidad, no de una forma tan descarada. Su mano se desliza por mi espalda con una familiaridad ajena a nuestra relación, una que me incomoda. Sus caricias descienden más de lo que considero apropiado y un escalofrío en mi columna me advierte que debo detenerlo. ¿Cómo lo hago sin herirlo?
—Oye, no creo que a Marie le alegre que toques mi trasero de esa forma —digo, tratando de hacer un mal chiste.
—¿Marie? —pregunta, claramente confundido por cómo la traje a la conversación—. ¿Por qué me tendría que importar lo que ella sienta?
—Bueno, es que con la misión y todo...
—Espera, espera —me detiene en seco. Al menos desconcertarlo sirvió para que dejara de tocarme—. Sí tienes claro que es pura actuación, ¿verdad?
—¿Cogértela es pura actuación?
—Por supuesto, ¿acaso crees lo contrario?
—Claro que no, Zeta. —No confía en mi palabra, lo conozco tan bien que aún sin ver su rostro lo sé.
—¿Toda esa confusión de la otra noche tiene que ver con el idiota?
—No.
—Porque si a él le gustas es solo porque no sabe quién eres —afirma y, aunque yo ya sabía eso, me hiere—. Preciosa, lo siento, pero si Mathews siente algún cariño por ti es únicamente porque así lo hemos arreglado, ¿lo entiendes?
—No hay necesidad de que me lo expliques, no soy imbécil.
—Nunca dije que lo fueras, pero estamos juntos en esto y necesito asegurarme de que tus ideas sean claras antes de que nos jodas a los dos.
—Mis ideas están claras, ¿podemos dejar el tema?
Obligo a Brian a soltarme con el mayor tacto posible cuando observo que la subasta va a empezar. Él, queriendo mantener un perfil bajo a toda costa, no se opone y camina a mi lado hasta la mesa en donde nuestros superiores aguardan a que el presentador comience a hablar. Doy un corto informe a Ali acerca de que el área es segura tan pronto me siento a su lado y, apenas unos segundos después, el silencio invade el salón. La mirada de Brian a un costado de mí me advierte que nuestra conversación no ha terminado, pero no le presto atención.
—¡Damas y caballeros! —habla el presentador, cuya máscara es un águila. Al mismo tiempo, los meseros comienzan un desfile coordinado entre las mesas, cargando en finas charolas copas repletas de champagne—. Es un placer para mí darles la bienvenida a este emocionante evento. Les hemos traído una colección de artefactos arcanos y reliquias prohibidas que les aseguro superarán sus expectativas.
Mi atención se desvía del discurso en el momento en que una de las meseras se acerca a Alí para entregarle la última copa que carga en su bandeja. Algo en ella me resulta familiar, pero con la máscara de ratón puesta no alcanzo a distinguir qué. Se mezcla con los suyos demasiado rápido como para seguir observándola y, aunque trato de seguirla con la mirada, me distrae el brazo que pasa a mi costado para colocar frente a mí una bebida igual al del resto.
Siento un escalofrío erizar los pelos de mi nuca al prestarle atención a la mano que deja frente a mí el espumoso trago. Hay un pequeño lunar en su dedo meñique y varias cicatrices discretas que sin intentarlo he estudiado durante meses. Temiendo que mis sospechas sean ciertas, cuando este se inclina al costado de Brian con la intención de servirle me atrevo a mirarlo con detenimiento. Los ojos azules de Jack resaltan en los pequeños agujeros y apenas entiendo que se trata de él fijo de inmediato mi vista en el presentador nuevamente para aparentar tranquilidad.
Mi corazón comienza a latir rápidamente, mi sangre se hiela y solo consigo volver a respirar cuando se aleja junto con el resto de los meseros. ¿Qué carajos está haciendo aquí? Además, ¿con quien dejó a Tobby? Aparto esa idea de mi cabeza, no es momento de preocuparme por el cachorro. Mi reacción no es tan rápida como hubiera querido, el presentador ha alzado su copa para brindar y todos lo imitan. Detengo a Brian de inmediato, pero no alcanzo a advertirle a Alí del peligro. Afortunadamente, la pareja de Anderson nos observa y también detiene el camino de su bebida. Necesitamos salir de aquí de inmediato, pero hay que ser discretos o los Silentes sabrán que los hemos descubierto.
—Señor —susurro a Alí mientras que el presentador comienza ofreciendo una colorida pintura para abrir la subasta—. ¿Cuántas copas ha bebido?
—A pesar de que eso no es de su incumbencia, puedo asegurarle que sigo cuerdo, agente —contesta arrastrando las palabras.
Sé que él jamás se atrevería a sobrepasarse con el alcohol en un evento tan importante como este. Parece desorientado, sus pupilas están dilatadas y sus ojos amenazan con cerrarse detrás de la máscara. Han puesto somníferos en las bebidas y nada me asegura que la comida estuviera limpia. Vuelvo a encontrar con la mirada a la mesera que le sirvió la bebida, le susurra algo a uno de sus compañeros y este discretamente dirige su mirada a Alí. Saben quién es, es uno de sus objetivos.
—¡Vendida! ¡"La Danza" de Henri Matisse se va con un valor de 5 millones y medio de dólares! —anuncia el presentador.
Debo pensar rápido en lo que voy a hacer. ¿Sería esta mi oportunidad de escapar? ¿Debería no advertirle a Alí y dejar que se lo lleven? No. Si le dieron somníferos en lugar de veneno es porque lo quieren vivo. Lo interrogarán y, aunque los informes dicen que es inquebrantable, no puedo arriesgarme. Sabiendo lo que sé ahora, puedo asegurar que no dudaría en vender mi cabeza por salvar la suya o por lo menos para no morir solo. Si abre la boca estoy jodida de cualquier forma. Además, Brian y la acompañante de Anderson me miran expectantes, esperando a que les diga qué es lo que pasa.
El ambiente comienza a tensarse cuando los invitados que aún no han sido completamente afectados por la bebida observan a los demás cabecear. Si voy a actuar una última vez como un agente Sombra, debo hacerlo rápido.
—Jack está aquí —susurro a Brian—. Los meseros son Silentes, necesitamos cambiar la máscara de Alí.
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