Capítulo veinticinco: Ratonera

Necesitamos aprovechar al máximo el tiempo que nos queda mientras nuestros superiores conservan la fuerza suficiente para caminar. Aunque nuestra prioridad es Alí, me veo obligada a ayudar también a Anderson. Parece haber consumido menos tragos, por lo que, aunque está cansado, definitivamente aún puede defenderse y mantener el equilibrio. Su pareja nos asegura que ella se encargará de sacarlo a salvo. A pesar de saber que uno de sus agentes es un traidor, no me queda más opción que confiar en que realmente lo hará. Ir en grupo dificultaría nuestro escape, por lo que esta vez separarnos sí es nuestra mejor opción.

Las personas de las mesas vecinas se ponen de pie al notar que algo ocurre, pero los meseros fingen tranquilizarlos para impedir que salgan del recinto, al mismo tiempo que les piden que permanezcan sentados para el resto de la subasta. El presentador trata de mantener su animado tono, ajeno a lo que ocurre a su alrededor, mientras anuncia un nuevo cuadro. Ya hemos advertido a la base del peligro en caso de necesitar apoyo o transporte adicional. Sin embargo, tardarán un tiempo considerable en llegar.

Brian aprovecha el caos que comienza a formarse para llevar a Alí al suelo, en donde nadie podrá ver su rostro. Afortunadamente, nuestro superior está lo bastante dopado como para no tomar represalias por el golpe que recibe en la cabeza. Tan pronto nos aseguramos de que nadie pueda vernos, Zeta localiza al invitado más cercano con una dosis similar de somníferos y confección parecida a la de nuestro alto mando para tirarlo también, con mucho menos cuidado.

—Tú lleva a Alí, eres más fuerte y podrás cargarlo en caso de que se desmaye —digo mientras intercambia las máscaras.

—¿No vas a cubrirme?

—Voy a crear una distracción. —Brian me mira con reproche, temiendo que piense cometer una imprudencia que terminará afectándonos a los dos—. No voy a hacer nada estúpido, Zeta. Los Silentes deben tener ordenes de seguir esta máscara, los guiaré en la dirección contraria para que llegues al helicóptero. Si no llego a tiempo contigo, despega. Me iré con los refuerzos.

Él sabe que no es el momento para discutir un plan mejor y decide confiar en mí. Hago que el hombre que ahora lleva la máscara de Alí se ponga en pie y lo guío hacia la salida trasera con la esperanza de que los ratones nos sigan, lo que facilitará que Brian llegue a la puerta principal. El individuo a mi lado es pesado y exhala un fuerte olor a alcohol. Murmura incoherencias cada vez más absurdas y yo maldigo el haber pensado que ya me había acostumbrado a caminar con tacones cuando debo pasar sobre varios cuerpos de invitados que yacen dormidos.

Logro mi cometido cuando unos meseros perciben mi huida, siento un alivio porque las cosas comiencen a ir por el camino deseado, pero debo darme prisa. Estoy en desventaja; hay demasiados Silentes en el lugar como para evitar un enfrentamiento que sé que es inminente. Maldigo entre dientes al caer en cuenta de que probablemente tenga que matar a otro de ellos para salir de aquí manteniendo mi identidad anónima. Ni siquiera estoy segura de poder pelear bien con este ajustado vestido.

Mi camino se ve obstruido por la chica que antes le sirvió la copa a Alí. Informa mediante un pequeño micrófono que ha encontrado al lobo y que se hará cargo de él. Al escuchar su voz la reconozco como Lucy, la chica del refugio que aceptó no escribir mi nombre en la lista para que Jack no fuera reprendido por su padre. Ahora sé por qué me resultaba tan familiar y una parte de mí se alegra al saber que la explosión no le provocó secuelas, pero de inmediato tengo que recordarme que en este momento no soy más que un agente sombre y que tengo que luchar contra ella.

No puedo entregarle al falso Alí tan fácilmente o sabrán que se trata únicamente de un señuelo. La atención de los Silentes debe permanecer conmigo, por lo que coloco al hombre a mi lado en el suelo y me preparo para enfrentarme a ella. Su cabeza se inclina, analizándome un momento, pero no le doy oportunidad de mirarme con detenimiento. Tomo uno de los cuchillos debajo de mi falda y lo lanzo a un costado de su cabeza, cuidando no lastimarla realmente. De inmediato arremete contra mí con una fiereza impresionante. Estoy acostumbrada a usar la fuerza y el peso de mi oponente en su contra, pero ella es todo lo contrario a lo que usualmente enfrento.

Tiene una agilidad sorprendente, es tan ligera que me resulta complicado seguirle el paso. Sus golpes son certeros y no sé cómo podré detenerla sin hacerle daño, pues soy consciente de que a ella no le importaría que termine muerta. Cuando creo haberla sometido colocando sus manos en la espalda, ella consigue patearme al alzar su pierna con gran fuerza, hasta estrellar su zapato contra mi frente. El tacón de aguja en mis zapatos me hace caer de espaldas, y Lucy no pierde la oportunidad de tirarme un mueble encima para evitar que me levante.

Brian, más te vale ser rápido porque no sé cuánto tiempo pueda darte.

—¿Qué carajo, 44? —Podría reconocer la voz de John en cualquier lado—. Las órdenes fueron muy claras, el lobo no es la prioridad.

—El lobo siempre fue la prioridad, 56. Ahora cállate y ayúdame a cargarlo, ya se quedó inconsciente.

Consigo arrastrarme hasta librarme de la madera que aprisiona mi cuerpo, tratando de hacer el menor ruido posible para no alertar a John antes de estar lista para pelear con él. Siento una punzada en la pierna por el golpe que he recibido, pero aún puedo darle batalla. A pesar de tener un arma bajo mi falda, lo último que quiero es recurrir a ella. Afortunadamente para mí, este lugar está repleto de artilugios que puedo tomar para defenderme. Mi mirada es atraída de inmediato por un par de catanas gemelas que descuelgo tan rápido como puedo, sin embargo, mi porte no parece ser intimidante para ellos. John me mira a través de esa máscara de ratón y decide que no soy digna de su tiempo, eligiendo ayudar a Lucy a cargar al falso Alí.

Necesito mantenerlos conmigo más tiempo y solo hay una manera de poder hacerlo. Debo provocar la ira de John, debo hacerle saber que estuve presente la noche en que Ian fue asesinado. Aunque renuente a recurrir a métodos crueles, pero consciente de que es necesario, utilizo el filo del arma que he tomado para desgarrar el tapiz de la pared. Al principio apenas me prestan atención, pero cuando termino de rasgar mi mejor intento de representación del sol sonriente que se encuentra en las camisetas del refugio, Bush se queda inmóvil.

—¡Espera! —reclama Lucy cuando se queda sola con el peso muerto del hombre y este la tira al piso, pero no hay nada que ella pueda decir para que John cambie de objetivo.

Al darme cuenta de que probablemente lo mejor sea huir, decido levantar los pies hasta que los tacones salen disparados lejos de mi alcance. Las venas en el cuello de John comienzan a resaltar; soy consciente de haber tocado una fibra sensible y de que el filo de las catanas que sostengo no lo intimida en absoluto. Cuando está lo suficientemente cerca y finalmente decido lanzar el primer golpe, él lo esquiva con avidez.

Cada zarpazo que le lanzo resulta inútil. No he peleado contra él desde hace meses, desde aquella vez que me deshice del soplón al inicio de la misión. Siempre ha sido fuerte, pero vencerlo no me parecía difícil. Definitivamente haberse quedado esas tardes extra en el gimnasio lo han hecho mucho más habilidoso y a mí me ha afectado la falta de un entrenamiento digno. No estoy seguro si es su rapidez o simplemente mi reticencia a herirlo, pero no logro ni siquiera rozar su piel al atacarlo.

En un mal movimiento de mi parte, él logra atrapar mi muñeca y torcerla, lanzando una de mis armas lejos. Podría apuñalarlo con la otra si quisiera, pero no puedo arrebatarle otro amigo a Jack, y la verdad es que de alguna manera le he tomado cariño también a John. Utilizo la catana que aún conservo para intentar rasgar su abdomen y asustarlo, pero apenas consigo romper la tela del delantal. Él nota que mis intenciones de lastimarlo no son reales, sin embargo, eso no le impide quitarme el arma restante y darme un fuerte golpe en el estómago, haciéndome caer al suelo. Maldición, si no me importara su bienestar, habría huido de aquí sin problemas.

—¿Debo tomar eso como una puta confesión? —dice señalando las rasgaduras en el tapiz.

No puedo responder, mi voz me delataría. Mantengo los labios cerrados mientras recupero el aliento, notando que Lucy se ha ido con el falso Alí. Ahora solo me queda escapar de John.

—¡¿Quién les habló acerca del refugio y por qué me querían muerto?!

A sus espaldas, observo que la acompañante de Anderson aparece con un arma en mano. Levanta su brazo apuntando a John y, aunque sé que esto tendrá graves consecuencias si la mariposa decide abrir la boca, reúno todas las fuerzas que me quedan para lanzarme contra él. Se escucha el disparo y un segundo más tarde otra detonación. Yo estoy intacta, pero veo a la mariposa caer al suelo. No le presto atención y decido revisar que a John tampoco lo haya alcanzado alguna bala, palpando sus costados en busca de sangre.

Él me mira confundido mientras estoy sentada sobre su abdomen, verificando que esté sano y salvo. Se da cuenta de que hay armas bajo mi falda y no tarda en lanzarme lejos de su cuerpo, aún desconfiado. Me pongo de pie al mismo tiempo que él, pero pongo mis manos al frente, tratando de comunicarle sin palabras que no tengo intención de pelear. Con movimientos lentos, alzo el vestido para tomar las armas y las retiro con cautela. Las arrojo lejos, mostrándome indefensa. No puedo salir victoriosa de una pelea contra él si no tengo la intención de matar, algo que estoy decidida a evitar a toda costa.

Doy un par de pasos con la esperanza de que me deje ir, sin embargo, su corazón no se tienta por el simple hecho de haber evitado que lo mataran. Vuelve a acercarse a mí y yo maldigo haber creído que podía tomar el camino fácil. Afortunadamente, antes de que pueda alcanzarme, una idea aparece en mi mente. A mis espaldas hay una puerta que solo puede abrirse con una de las tarjetas doradas y tengo una de ellas en mi poder. Saco el plástico de mi sostén, el único lugar donde se me ocurrió esconderlo, y lo paso por el lector de seguridad. Justo cuando John está por atraparme, abro la puerta y coloco un pie frente a él para hacerlo tropezar. No me detengo a mirar qué hay adentro; apenas noto que el plan ha funcionado, lo encierro. Suelto un suspiro de alivio, seguramente tarde o temprano alguien lo encontrará. Jack nunca se iría sin él, así que estará a salvo.

Salgo tan rápido como puedo de la mansión evitando cruzarme con otro Silente. El frío aire me golpea, pues no pude recuperar mi abrigo y mis pies descalzos se hunden en la nieve. No hay demasiadas personas afuera, la mayoría cayeron inconscientes dentro del salón antes de conseguir escapar. Afortunadamente no tardo en encontrar a Brian, quien está a punto de despegar con Alí desmayado en los asientos traseros.

—Por un segundo creí que no lo lograrías —dice desde la cabina, aliviado de verme y comenzando a elevarse.

—Me ofendes —respondo sonriendo mientras recupero el aliento.

—Espero que la pareja de Anderson consiga sacarlo antes de que el sistema de seguridad se active, no los vi por ninguna parte.

—¿Sistema de seguridad?

—Sí —dice—. Este lugar quedará destruido pronto, ¿crees que se atreverían a dejar que alguien encuentre evidencias del evento?

No sabía que los Silentes irían contra reloj. Jack no podrá encontrar a John a tiempo y me cae como un balde de agua fría el hecho de que va a perderlo al igual que a Ian. ¿Qué es lo que dijo Bush? "El lobo nunca fue nuestra prioridad". Si capturar a Alí no era el principal objetivo de su misión, ¿cuál era entonces? ¿Lo habrán conseguido ya? Maldición, ese lugar es un verdadero callejón sin salida con tantos Silentes dentro, pero no puedo quedarme sin hacer nada, tengo que ayudarlo. Alí está desmayado y Brian no se ha elevado lo suficiente, solo tengo una opción.

Me levanto a toda prisa para alzar el espacio en el suelo de la cabina, en donde sé que guardan mochilas con uniformes y equipo listo en caso de emergencias. Sin pensar demasiado, abro la puerta, evitando preocuparme por la altura de la caída. Zeta se alerta por mis movimientos y, al notar mis intenciones, me suplica con la mirada que no lo haga.

—¡April, no te atre...! —El grito de Brian se vuelve lejano a medida que caigo con la esperanza de que la nieve aminore el golpe.

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