Capítulo once: Mansión Embrujada
La silla siempre ha sido uno de los entrenamientos de los que más me cuesta recuperarme. Entre las secuelas siempre están el insomnio, el dolor de cabeza, la taquicardia, las náuseas y la fatiga. Apenas he tenido energía, la falta de sueño y el asco que me provoca la comida no me ayudan a recuperar mis fuerzas. Levantarme por las mañanas para asistir a clases ha sido un verdadero martirio, no consigo poner atención a los maestros o a mis compañeros. Cuando Jack propuso ir al scape room el lunes la idea no parecía tan mala, pero ahora solo quiero que todo acabe para poder descansar.
—Intenta respirar profundo otra vez —pide Brian.
A pesar de que he intentado actuar con naturalidad, lo cierto es que no he tenido mucho éxito al ocultar cómo me siento realmente. Ortega le pidió a Zeta revisar que las descargas no hubieran provocado un daño interno, por lo que ha estado viniendo a tomarme el pulso y revisar mis pulmones. Él está impecable, pues pasó la prueba sin mayor complicación. No necesitó ningún refuerzo ni lo sometieron a inspecciones periódicas como a mí.
—¿Viviré? —bromeó cuando noto que se toma más tiempo del usual en inspeccionarme.
—Tienes asegurados al menos un par de meses —asegura con una sonrisa mientras comienza a guardar el equipo—. Solo necesitas descansar.
—Te dije que estaba bien.
—Solo sigo órdenes, April —afirma—. Deberías intentar dormir un poco antes de que llegue el idiota.
—¿Ya te vas?
—Tengo que enviar tu informe médico y además voy a recoger a Marie.
—¿Por qué la invitaste a ella?
—¿Te molesta? Tú no estabas disponible.
—No me molesta —contesto confundida—. Solo pregunto por qué a ella, supongo que tenías varias opciones.
—Porque es agradable, pero lo suficientemente tonta como para no involucrarme. —Es una buena estrategia, es consciente de que a pesar de estarse divirtiendo esto es solo pasajero. Dado que él pasó la prueba, supongo que ha sido una buena práctica—. Me aseguro de mantener mi promesa de que, cuando todo esto acabe, volveremos a la normalidad.
Brian se va y yo no tengo ni siquiera la energía suficiente como para subir al segundo piso de la casa para llegar a mi cuarto. Decido recostarme en el sofá, con Tobby siendo mi única compañía. El cachorro se ha mostrado preocupado por mí, se queda todo el día a mi lado y hace mucho menos ruido del usual. Mi mirada se cruza con sus redondos ojos al pie del sillón, brillantes y atentos a mis escasos movimientos. ¿Será posible que este perro sienta algo por mí? No sé si su lealtad sea puramente porque soy quien pone croquetas en su plato, pero de pronto no me parece tan malo que esté aquí.
—Ven... —susurro dando un par de palmadas a mi costado, pero él no obedece.
Repito la acción un par de veces más, pero solo consigo confundirlo. Le ordené tantas veces que quitara sus sucias patas de los cojines que jamás entendería que le estoy pidiendo que suba. Utilizando todas las fuerzas que consigo reunir, me levanto del sillón y me agacho hasta cargarlo. Él no pone resistencia, cuando vuelvo a recostarme con él parece estar más cómodo que en la alfombra. Acariciarlo me reconforta y, aunque en un inicio me ofendió que Alí lo pusiera en mi espacio para darme apoyo, en estos momentos incluso lo agradezco.
Cierro los ojos abrazando a Tobby, pensando en las palabras de Brian. Con la visita de Ortega me quedó claro que subestimé su capacidad de asistir a la preparatoria sin que la experiencia repercutiera en su desempeño como agente... y definitivamente sobrestime la idea de que yo podría tener un mejor control. Me siento avergonzada, sumamente frustrada. Llevo aquí unas pocas semanas y tuve que recibir un maldito refuerzo. ¿Cómo terminaré al final del primer semestre? ¿Tendré que volver en pasar todo el programa del doctor? No quiero hacerlo, de verdad que no, pero sé que no voy a tener otra opción de seguir así.
El sonido del timbre me sobresalta. No sé en qué momento me quede dormida, pero definitivamente ayudó a quitarme el dolor de cabeza. Me siento mejor que hace... carajo, dormí tres horas. De inmediato me pongo de pie para dirigirme a la puerta, Jack ya debe haber llegado y yo estoy cubierta de los pelos de Tobby. Abro la puerta tan pronto como puedo. Me sorprendo al verlo a él, Summer y Peter parados en mi entrada.
—Creí que me dejarías plantado, tocamos unas tres veces —saluda Jack sonriendo, pero de inmediato su rostro muestra un poco de preocupación al notarme recién levantada.
—¿Aún no estás lista? —pregunta Summer—. April debemos estar en la plaza en menos de veinte minutos.
—Lo siento, solo... denme un momento. Pueden pasar si quieren —digo entregándole a Tobby a Jack y dirigiéndome a las escaleras.
—Linda casa, April —opina Peter—. Deberías hacer una reunión algún día.
—Ah, sí. Jack puede mostrarles la parte de abajo, ya está familiarizado.
No hay nada en la planta baja que pudieran encontrar para comprometer mi identidad y el idiota ya conoce lo suficiente el lugar como para darles un tour. Me cambio la ropa llena de pelos, me apresuro a lavarme la cara y a ordenar mi cabello, en ambos estaba marcado el cojín del sofá. Se que no tengo mucho tiempo, pero aún así dedico unos minutos a colocar maquillaje sobre mis ojeras y solo un poco de rubor en mis mejillas. Me miro al espejo para fingir una sonrisa, supongo que eso servirá para que ninguno haga preguntas.
Tan pronto estoy de vuelta con ellos, veo a Summer y a Peter sentados muy juntos en el sofá. Parece que están llevándose bastante bien, ella no para de hablar de lo asombroso que es cada vez que tiene la oportunidad. Es un tanto frustrante a veces, hay espacio para una enorme cantidad de sentimientos en ella, pero de cierta forma creo que también es algo que me gusta; algo nuevo.
Me dirijo a la cocina sin interrumpirlos, buscando algo de comer pues mi estómago ha estado vacío las últimas veinticuatro horas y antes de eso solo conseguí mantener dentro de mí una manzana. Abro el refrigerador, lo único que tengo que no necesita cocción es un yogurt de fresa que espero no vomitar de camino a la plaza. Me giro para abrirlo, pero me sobresalto al encontrar a Jack justo detrás de mí. Mi pulso se acelera y tengo que cerrar los ojos.
—Carajo, deberías usar una campanilla —digo poniendo mi mano sobre mi pecho, las taquicardias amenazan con regresar.
—No quería asustarte —se disculpa y se acerca intentando colocar su mano en mi frente, pero me aparto de inmediato con un movimiento más brusco del que pretendía.
—¿Qué haces?
—Solo quiero estar seguro de que no tengas calentura.
—No tengo nada.
—Apenas comes, se nota que no has dormido y tú jamás cargas a Tobby. ¿Qué tienes, Smith?
—Estoy bien, ya hay que irnos —espeto molesta y trato de pasar a su lado, pero él me lo impide.
—¿Hice algo que te molestara?
—¿Qué? No.
—¿Entonces por qué has estado tan rara conmigo estos días? Apenas volteas a mirarme.
—No todo es sobre ti, Mathews. ¿Podemos largarnos y terminar con esto?
Jack me mira con expresión seria, o eso alcanzo a percibir. No he conseguido volver a verlo a la cara desde el refuerzo. Sé que no voy a recibir otra descarga por hacer contacto visual, pero simplemente me cuesta trabajo hacerlo. Tal vez el entrenamiento haya sido efectivo para que mis pulsaciones se elevaran al verlo, pero está perjudicando la misión. Siento cómo se me escapa todo lo que había logrado estas semanas. Ya estaba acostumbrándome a su presencia y ahora mis manos tiemblan cuando se acerca.
—Los lácteos no son buenos para las náuseas —dice quitándome el envase y ofreciéndome unas galletas saladas que guardaba en el bolsillo de su chaqueta—. Les diré a todos que me surgió una emergencia y no podremos ir.
—No digas idioteces, todos están esperando.
—No estás bien, no vamos a ir.
—Chicos, ¿nos vamos? —insiste Summer entrando en la cocina—. De verdad se nos está haciendo muy tarde.
—Lo lamento, Summer. Yo... —comienza a excusarse Jack, pero lo interrumpo.
—Jack solo quería asegurarse de que comiera algo –digo tomando las galletas que me ofrece—. Ya hay que irnos.
El camino hasta la plaza es un tanto incómodo. Jack ni siquiera se molesta en poner música, por lo que lo único que se escucha es cómo rompo las galletas con mis dientes cada vez que meto una en mi boca. Incluso Summer se ha quedado callada, Peter apenas emite sonido para estornudar un par de veces. Los observo por el retrovisor, se dirigen miradas para intentar adivinar por qué el humor de Mathews cambió de forma tan repentina. Cuando me atrevo a mirar por el rabillo del ojo a nuestro conductor, noto cómo aprieta los labios con la mirada fría, muy similar a cuando está usando su uniforme de Silente. Esta vez de verdad he metido la pata y voy a verme en la obligación de pedir una disculpa.
—¿Qué le hiciste a Jack? —me pregunta Summer cuando por fin hemos llegado a la plaza, Peter y Mathews caminan varios metros delante de nosotras—. Estaba muy feliz de camino a tu casa, incluso nos detuvimos a comprar esas galletas. ¿Fue porque las cosas de Brian estaban en tu comedor?
—¿Por qué se molestaría por eso?
—Siente celos de él.
—Jack no siente celos y sabe que Brian es mi amigo.
—Sí, tu amigo de toda la vida. Los rumores de que ustedes dos están juntos siguen estando en la boca de casi toda la generación. Incluso Peter lo piensa.
—Pues dile a Peter que deje de pensar idioteces y al resto de las personas que se metan en sus propios asuntos —escupo sin poder controlar mi mal genio—. Y aunque estuviera con Brian, que no lo estoy, dudo que eso le afecte a Mathews. Tiene una gran lista de admiradoras para elegir.
—Ah, ya veo. Entonces tú eres la que se puso celosa.
—Summer... agh —me quejo. Es simplemente imposible.
—Oye, tú serás muy inteligente para las tareas, pero cuando se trata de hombres eres bastante lenta.
¿Y qué carajos espera? Aunque he estado rodeada de hombres la mayor parte de mi vida, todos son un completo enigma para mí. Incluso Brian y Alí, que son los más cercanos, sé que me guardan secretos. Y eso no me molesta, yo también tengo los míos. Las reglas son así en la organización. No es como que alguna vez nos hayamos sentado a hablar de sentimientos. De hecho, la única vez que lo hice fue para una de las sesiones de Ortega y por cómo resultó eso no lo quiero repetir. Así que, ¿cómo espera que sepa algo de las personas?
Ni siquiera debería molestarme, ella jamás lo entendería.
—Al fin llegan, casi perdemos la reservación —dice John al vernos.
Entramos a uno de los locales de la plaza que tiene escrito en letras grandes «Enigma Scape». Según escuché el lugar es nuevo y es uno de los más grandes del país. Hay una mujer en el mostrador, vestida de una manera extremadamente ridícula. Trae puesta una camisa y corbatín, junto con un traje extravagante de chaqueta y pantalón adornado con lentejuelas verdes. Usa también sombrero y guantes, pero lo peor es su maquillaje exagerado. Incluso sus pestañas tienen brillo, pero aún con todo eso de alguna manera consigue verse bien.
—¡Sean bienvenidos! —nos saluda alegremente—. Me llena de gozo que cuatro valientes parejas se atrevan a adentrarse a la mansión de las almas perdidas, nuestro enigma más complicado y aterrador de todos. Por favor, junto a sus parejas, síganme.
Nos guía por un pasillo con cuatro puertas, una para cada pareja. Summer y Peter son los primeros en seguir a la chica, emocionados por descubrir lo que hay detrás del telón que oculta el verdadero tamaño del lugar. Después de ellos veo cómo Marie toma la mano de Brian, excusándose de tener miedo. Ian y John también se muestran animados, examinando su entorno con detenimiento. Detrás de todos Jack permanece a mi lado, tan serio como cuando salió de mi casa mientras que yo sigo sin conseguir mirarlo a la cara.
—Hace ya un par de siglos, la que ahora se conoce como la Mansión de las Almas Perdidas, albergaba a una familia adinerada. Los Duval, quienes eran conocidos por sus prácticas oscuras y rituales macabros, desataron una horrible maldición cuando un ritual malévolo se les salió de las manos. Cada alma en la mansión, trabajadores, invitados e incluso la propia familia Duval, fue condenada a recorrer el recinto por el resto de la eternidad —narra la chica con expresiones exageradas—. Recientemente, un aficionado de lo paranormal y coleccionista de objetos adquirió la mansión con la intención de desvelar sus terribles secretos. Con la promesa de una recompensa, cuatro parejas decidieron intentar resolver el misterio, pero, ¿conseguirán salir?
Nos obliga a dejar nuestras pertenencias en una bandeja, incluidos nuestros teléfonos celulares. Ella nos reparte una linterna a cada pareja, explicándonos que nos será muy útil una vez que nos encierren. También le da a Ian y a John unos aparatos extraños, prometiendo explicarnos en un instante para qué les serán útiles.
—Muy bien, empezarán en habitaciones separadas. Con suerte lograrán encontrarse ahí adentro una vez que resuelven un par de acertijos. Ustedes dos son estudiantes aficionados, entraron en un concurso y lograron ganar un pase a la mansión —dice señalando a Summer y Peter—. Ustedes son historiadores locales, tendrán muchos acertijos para descubrir los secretos ocultos. — Señala a Brian y a Marie—. Ustedes son exorcistas profesionales. Los aparatos que les repartí son lo único con lo que podrán alejar a los espíritus. Recuerden, si alguno los atrapa, su alma será condenada —explica a Ian y a John. Qué bueno que mi alma no está realmente en peligro, pues no quisiera que ellos fueran los responsables de cuidarla—. Por último, los esposos que han dedicado su vida a la investigación paranormal. Así como en el matrimonio, aquí también estarán unidos.
La chica saca un par de esposas y, sin que ninguno pueda oponerse, las coloca en nuestras muñecas. Noto cómo Peter y Summer aguantan una carcajada al ver la situación. Esto debe ser una puta broma.
Cada pareja pasa a través de una puerta distinta, pero antes de cerrar la nuestra, la chica me da discretamente un papel. La miro extrañada, pero por si a caso decido guardarlo en uno de mis bolsillos. No la reconozco como una agente de la organización, pero no es momento de ponerme paranoica. Una vez dentro, nos rodea la oscuridad y el hecho de estar con un silente me hace ponerme alerta. Mis sentidos se activan, siento una leve electricidad recorrer mi cuerpo en los mismos puntos en los que me llegaban las descargas de Ortega.
—¿Te asusta la oscuridad, Smith? —pregunta al notar que mi respiración se ha acelerado y enciende una de las linternas. Su tono sigue delatando que está molesto por la actitud que tuve antes—. Anda, entre más pronto encontremos las pistas más rápido nos iremos.
Con la escasa luz que nos proporcionaron, conseguimos ver unos cuántos retratos y adornos dignos de una mansión. Hay un candelabro colgando del techo, varios relojes y una cama en el centro. Parece que estamos en lo que se supone era el cuarto principal de los Duval. Sé que es utilería, pero el lugar es tan convincente que de verdad siento que en cualquier momento un fantasma saldrá a asustarme. Sin embargo, ahora que no necesito ver el rostro de Jack para hablar con él, su presencia empieza a sentirse poco a poco segura nuevamente.
Dentro de lo que cabe, claro está.
—Mi padre vino de visita —digo, aprovechando qué estamos esposados para detener sus pasos—. Estuvo poco tiempo, pero no fue muy agradable. Por eso he estado distante estos días.
—¿Te hizo algo?
—Solo... su presencia es agotadora —afirmo sin querer entrar en detalles—. El punto es que siento si no he sido la mejor compañía. No debí hablarte hablado así cuando...
—No hay cuidado, Smith —interrumpe, dándole un leve apretón a mi mano—. La próxima vez que tu padre este en la ciudad dímelo y saldremos a hacer algo, así no tendrás que pasar demasiado tiempo con él.
—Lo tendré en cuenta.
—Bien. —Su tono ha dejado de cargar dureza—. Ahora, salgamos de aquí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top